Este unipersonal, en inglés, se estrenó en Theater for the New City, ubicado en la Primera Avenida y la calle 10, en el Lower East Side de Nueva York, el 30 de marzo de 2006, actuado y dirigido por los colombianos Ramiro Sandoval y Germán Jaramillo, respectivamente. Pudimos verlo en Manhattan y después aquí en Caracas, el 7 de septiembre de ese año dentro del Festival de Monólogos, que organizó el Ministerio de la Cultura en la sala Juan Bautista Plaza, con letreros en español. Su exhibición en Venezuela es un estreno en la lengua de Pablo Neruda, otra victima de esa hecatombe que intentó hundir a la nación suramericana.
Este Allende, La muerte de un presidente desarrolla en escasos 65 minutos las últimas horas de la vida de Salvador Allende, pero el tiempo cronológico de lo acaecido ese martes 11 de septiembre de 1973, en el palacio presidencial está roto, pues Quebleen consideró necesario incluir situaciones acontecidas en distintas horas de la mañana de ese día. Su muerte se produjo alrededor de la 2:30 PM. Había llegado a La Moneda a la 7:30 AM. También se incluyen comentarios del mandatario expresados en otras horas durante esa fecha.
Quebleen (Rosario,1938) hizo una pieza de estremecedora poesía, donde utiliza las técnicas del monólogo para mostrar su versión de lo que pasó por la aguerrida ánima de Salvador Allende, durante aquel trágico 11 de septiembre, refugiado en su despacho. No hay anacronismos ni invenciones, lo que sí abundan son las reflexiones trágicas de un latinoamericano que asume su sacrificio como la cuota que tiene que pagar un pueblo sediento de redención. Un personaje de dimensiones gigantes como los héroes del teatro griego. Un hombre que asumió su compromiso ante la historia y pereció en su sitio. ¡Un valiente, cosa rara en estos tiempos de tantas cobardías maquilladas y traiciones disfrazadas!“
El pueblo no quiere violencia. No necesita la violencia. Soñamos con una sociedad distinta y queremos luchar por ella, sin ser imitadores. La revolución chilena la haremos con gusto a vino tinto y sabor de empanada de horno”. Así se despidió su presidente. Con esas palabras, trasmitidas por Radio Magallanes, él estaba certero que su sacrificio no sería en vano y alertaba a su gente porque un fracaso podía ser transformado en una extraña victoria.
¡Ahora es personaje teatral y vivirá eternamente!
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