martes, agosto 04, 2009

Un pony para Franklin y Flor

No estaba muerto ni andaba de parranda. Va y viene a Miami o Nueva York, urbes donde lleva no más de una década de intensos y contínuos trabajos artisticos, alternándose con Caracas, ciudad que lo acogió cuando era un desarraigado adolescente barquisimetano y le urgía salvarse y hacer útil su existencia.
Ahora, cuando Franklin Virgüez vive intensamente y le saca brillo a su primera cincuentena, desde Miami reconoce que se instaló en Estados Unidos hace ocho años. Llegó a Nueva York y luego se mudó a Florida, después de los atentados a Las Torres Gemelas el 11 de Septiembre de 2001.
-¿Qué hace? ¿Cómo sobrevive?
- Afortunadamente trabajo en lo que me gusta y para lo cual me preparé desde joven. Soy comunicador social y de eso vivo. Actúo en televisión y en teatro; hago locución y tengo programas de radio; escribo para medios comunitarios; busco publicidad tanto para el medio impreso que tengo como para el programa de radio ahora en Radio Caracol. También fundé una corporación junto a Flor Núñez para producir teatro y montarnos en el escenario cada vez que podamos.
-¿Qué ha pasado con su familia?
-
Mi familia está bien, mi esposa Dulce trabaja en Venevision Productions, produciendo las telenovelas para Univision; tiene una gran responsabilidad y lo está haciendo muy bien. Nuestra hija Jessica está estudiando, es una buena muchacha grande, tiene ya 15 años, es muy hogareña y excelente estudiante. Mi otra hija, Yellice está en un proyecto importante y pronto se sabrá de ella; está en Caracas reorganizando algunas cosas; es una profesional con estudios universitarios importantes. Es una morena hermosa y muy inteligente.
-¿Qué planes tiene para lo inmediato?
- Estamos ensayando la pieza teatral Pony o Nunca te he negado una lágrima, del venezolano Gustavo Ott (46 años), con mi buena amiga Flor Núñez y bajo la dirección de John Rodaz para el Teatro Area Stage. Esta comedia de humor negro, muy negro, se estará presentando al público desde el 28 de agosto. Es la primera vez que Flor y yo producimos teatro, por lo general nos llaman para que actuemos, pero en esta oportunidad nos fajamos “a buscar los cobres” y producir así el espectáculo que queremos hacer.
Reitera que la razón de esa decisión, tomada con la actriz Flor, es que ha llegado el momento en que los artistas venezolanos en Miami, en este caso, hagan conocer nuestra cultura, como lo hacen desde hace muchos años las comunidades cubanas, colombianas o mexicanas. “No podemos quedarnos en nuestras casas esperando a que nos llamen para hacer teatro o cine, o que sé yo; tenemos que movernos nosotros mismo, contando para ello con la benevolencia del empresariado venezolano en esta parte del mundo. Aquí en Miami hay 300 mil compatriotas que están acostumbrados a ver espectáculos de su país. Por eso nació FF Theatrical Productions”.
“Esta pieza de Gustavo es una de las mas maduras de este autor nuestro; diría que es la menos complicada y sí una de las más cómicas. La comedia está en la manipulación, de cómo los personajes van tejiendo la maraña y envolviendo para lograr el objetivo final, la estafa. El final es mágico y esperanzador. Me gustó esta obra desde que me la dieron a leer en Caracas.
-¿Qué posibilidades hay de traerla a Caracas?
- Por supuesto que me gustaría llevarla a Venezuela y hacer una gira por varias ciudades. Lo que ocurre es que habrá que buscar un productor que se interese en hacer el trabajo y hay muy pocas personas que lo hagan. La mayoría de esos productores o productoras tiene sus propios montajes. No sé, habrá que buscar un colibrí que se interese. Probablemente tenga que hacer un viaje antes para establecer contactos y conseguir llevar el espectáculo a mi país.

La obra
Vimos a Pony o Nunca te he negado una lágrima, durante su estreno del 25 de mayo de 2006, con Salomón Adames y Verónica Arellano, dirigida por Luis Domingo González. Es una comedia “tramposa” como son todas aquellas donde las risas provocadas por gestos o situaciones de los personajes, o por lo que ellos dicen, son auténticas gotas de ácido sobre pieles humanas o sal sobre las heridas de las almas de los venezolanos o de aquellos pueblos que no han superado a sus decadentes sistemas económicos. No es una panfletaria pieza guerrillera ni cosa parecida. Son cinco patadas contra todas las sacrosantas tradiciones y comportamientos de las familias conocidas y a las que, incluso, pertenecemos sin haberlas escogido.
Pony -cuatro etapas y un epílogo- plasma a Mónica Morales, trabajadora de la clase media baja, sometida por su familia a sucesivos engaños y despojos de sus ahorros bien habidos, en medio de la estrepitosa atmósfera de un proceso electoral. El final es sabio: ella, abandonada y estafada, afirma que la esperanza es como un pony hundido en una habitación llena de excrementos, pero que ahí está y mientras tenga esperanza, ese pony o ella podrán seguir viviendo. Y nosotros reiteramos que mientras logremos identificar al olor de la guayaba hay esperanza y fuerza para un cambio necesario y nunca descartable.

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