No nos gusta escribir despedidas sobre los artistas del teatro que "se van de gira". Preferimos reseñar sus evoluciones en la escena, bien porque cumplen sus labores o porque se superan a si mismos y hacen arte como destino final.
Sin embargo, este oficio periodístico nos lleva a entregar siempre unas notas para dejar testimonio de sus partidas. O sea...que nos sale desde muy adentro y siempre nos desgarramos, porque sus ausencias se convierten en hitos para nuestras vidas y para el conglomerado en general.
Los humanos todos amamos la vida y no queremos para nada a la muerte, aunque a veces se trabaja miserablemente para ella o porque somos capaces de provocarla y no solamente con las armas sino también con las palabras o con los odios .
Desde el jueves de la semana pasada estamos reseñando, porque es nuestro deber como cronistas, los mutis de los destacados actores Freddy Pereira y William Moreno y ahora nos corresponde la partida de Rolando Jiménez, el pelón que era todo un símbolo de trabajo como docente para las nuevas generaciones de actores que estudiaron en el Taller Nacional del Teatro, el cual es producido por la Fundación Rajatabla, desde los años 80.
Rolando, quien además era arquitecto, redondeaba sus ingresos trabajando como bartender en el café de Rajatabla--fue cerrado en agosto de 2009, por estar en zona universitaria, o sea en los predios de Unearte-- y era un gran conversador con los consumidores de las bebidas etílicas que se expendían y hasta consejero proverbial se convertía, como lo presenciamos repetidas veces, para evitar choques entre los contertulios de aquel inolvidable espacio de la bohemia pobre, los lamentos públicos de los artistas en formación o los veteranos cansados.
Vimos varios espectáculos con Rolando en escena, pero nos es inolvidable la caracterización que hizo para el Marat-Sade que montó Ibrahim Guerra, con la cual además se graduó como actor en la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Fue un memorable performance y un derroche de talento por toda la técnica física que aplicó para su lujoso desempeño.
Más recientemente, durante la temporada 2012, le elogiamos verbalmente por el dinámico montaje que le dio a la pieza El más mejol, de Ricardo Azuaje, una impecable producción de Rajatabla, como en sus mejores tiempos. Le prometí una crítica especial cuando la repusieran en este 2013 y así espero hacerlo, aunque ya él no podrá leerla.
Otra artista venezolano sale de escena, precisamente en tan difícil disciplina y además tan comprometida con la hechura permanente de patria en que están todos sus creadores. Queda, pues, su historia y especialmente su leyenda como educador que fue. A los 53 años, el 29 de enero en Valencia, cerró su capitulo y deja noble huella para un teatro que no se rinde y que día a día se compromete con su pueblo, tal como se podrá calibrar ahora, durante los venideros meses de febrero y marzo, con la realización de sendos festivales en Caracas,coordinados por Fundarte y el legendario Ateneo de Caracas.¡Teatreros no hay otra cosa por hacer sino teatro y por supuesto vivir fuera de los escenarios,durante los intermedios!
miércoles, enero 30, 2013
sábado, enero 26, 2013
Venezuela con Carlos Marx
A
Jesús de Nazaret, Simón Bolívar y Carlos
Marx les permiten visitar varios municipios venezolanos. ¿Cuáles serían las
reacciones de esas comunidades ante la presencia y los discursos del Hijo de
Dios, del Libertador o del coautor del Manifiesto Comunista?
Por
ahora, el único que vino es Carlos Marx y lo hizo, durante la noche del 19 de
enero de 2013, al auditorio “Freddy Reyna” de la Unefa de la Colonia Tovar, dentro
del XII Festival Internacional de Teatro
de esa singular población aragüeña, fina tarea culturizadora que lideriza el artista y promotor Amilcar Marcano con el apoyo de la comunidad.
Ahí,
encarnado por José León y bajo la dirección de Oscar Acosta, se presentó con el
unipersonal Marx en Caracas,
adaptación de Marx in Soho (1999),
respetuosa traducción de José Sastre (2002) sobre el original de Howard Zinn,
historiador y dramaturgo izquierdista (Nueva York, 1922-2010).
A partir de una situación imposible, cual es el
regreso de Marx (Tréveri, 1818-Londres, 1888), Zinn
cuestiona la presunta muerte del pensamiento marxista en
el campo teórico-práctico del neoliberalismo contemporáneo. Lo hace para subrayar que todo ese bagaje filosófico está
vivo y disponible ante una revolución futura.
Escribió,pues, una deliciosa y culta pieza de teatro
político, donde su Marx retorna a la Tierra y lo ubica en el Soho
de Nueva York; en la versión venezolana es un auditorio caraqueño y frente a unos
espectadores exclama: "¡Gracias a Dios, un auditorio! Me alegro de que hayáis
venido. No habéis hecho caso de esos idiotas que han dicho: ¡Marx está muerto!
Bueno, lo estoy... y no lo estoy". Su personaje se plasma como pocos lo conocieron, subrayando
los principales acontecimientos de su vida y de la saga de su época: su
matrimonio con Jenny, su exilio a Londres, la muerte de sus tres hijos y los
conflictos políticos de aquellos momentos: la lucha de los irlandeses contra
Inglaterra, las revoluciones europeas de 1848 y la Comuna de París; además de su estrecha amistad con el millonario Federico Engels y
sus polémicas con el anarquista ruso
Mijail Bakunin.
Zinn espera que los espectadores redescubran a
Marx, precisamente ahora que el neoliberalismo ha fracasado para proyectar y
consolidar una sociedad que le permita a la humanidad ser y vivir mejor, tener
una verdadera libertad y auténticas realizaciones individuales. Y al mismo
tiempo reivindica al humanismo marxista,
mal utilizado por algunos revolucionarios y cuestiona los desatinos cometidos
en su nombre.
El director Acosta versiona al original y logra
que el excelente actor León materialice a un combativo ideólogo, humano,
contradictorio, humorista, carente de dogmatismos e interesado, incluso, en
conocer al socialismo del siglo XXI, para la cual expropia un clavel rojo y se
la coloca en el ojal de su paltò.
Es acertado
que se muestre Marx en Caracas,
especialmente para que las nuevas generaciones ponderen a ese maravilloso judío
alemán que cambió la historia del pensamiento universal, entre otras cosas.
Puro amor en el teatro
La parca,
por accidentes o enfermedades, o la
temible hampa, se ha encargado de acelerar algunos procesos de cambios que en
otros países son más lentos y menos traumáticos. Recordamos esto porque el
tan esperado relevo teatral ya comenzó. Nuevos actores, directores y
dramaturgos se pelean los escasos escenarios caraqueños comerciales,
desatando, como es lógico, angustias y alegrías por los que se marchan o se
autojubilan y ante los nuevos, los que
llegan o empiezan a consolidar lo que han conquistado. En fin, a la noria de
la vida, que es también la del progreso, no la detiene nadie y es
precisamente el director Vladimir Vera (Caracas, 1978), quien ahora llama la atención
porque es una máquina de buen trabajo artístico, como lo revela en este
dialogo que aquí plasmamos :
-¿Qué hizo para estrenar dos
piezas en la etapa inaugural de la temporada 2013?
|
-¿Cómo distribuye tiempo, vida
y sentimientos entre los elencos de esas obras cuya telón de fondo es la
política, invento de los humanos para dominar y/o manipular a sus congéneres?
|
-Bueno, la
organización es vital para la realización del trabajo teatral. Y en relación al
tema político, creo que es necesario en determinados momentos recordar el
pasado y ver hacia otras fronteras, porque el ayer y la experiencia de los
otros se convierten en determinados momentos en cercanos espejos de nuestra
realidad. Aparte, tener el apoyo de dos productoras de primera línea como
Jorgita y Gladys hace que el trabajo sea más fácil de afrontar.
-¿Qué le dicen a los
venezolanos esas piezas?
|
En relación a Los
taxistas... a veces es interesante repasar capítulos de nuestra historia
para entender nuestra realidad. Y Rock and roll… es un paseo
delicioso por los años de rebeldía de Europa (desde el 1968 hasta la
desintegración de la Unión Soviética), la cual
nos habla de la caída de las utopías
y como la historia de Europa tiene fuertes puntos de conexión con la realidad
nacional. Hay un punto de conexión en ambas obras que va más allá de lo político
y es que el amor es lo que realmente nos mueve, nos hace libre, nos da la
fuerza para vivir; y ese amor (infinito, puro, eterno) está moviendo
constantemente a los protagonistas de ambas obras.
-¿Cómo ha sido la dirección
actoral de cada una de las piezas?
|
Un placer. En Rock and roll… tengo un maravilloso elenco de 11 actores y tres
músicos en vivo. Trabajo con artistas que respeto y con quienes ya he trabajado
como Elvis Chaveinte, Jesús Sosa y Domingo Balducci; y con actores con los que
siempre había querido trabajar como el primer actor Javier Vidal y la talentosa
Nattalie Cortez. Por lo que a la hora de asumir la dirección siempre es muy
fácil, ya que son comediantes que entienden claramente todas las dimensiones de
sus personajes.
-En el caso de Los
taxistas... la dirección actoral ha sido un proceso de crecimiento, ya
que trabajar con una persona tan generosa y con una experiencia tan vasta
como Cayito Aponte, es un aprendizaje de vida.
-¿Qué diferencia cada montaje?
|
-Los taxistas… es un monólogo muy intimista acerca de las pasiones de un taxista en la Caracas
de antier. Un acercamiento teatral desde la nostalgia por esa ciudad que
transitamos a diario y que ha tenido tanta historia y a veces tiende a ser
desconocida para sus habitantes. Un drama con muchas pinceladas de humor. Rock
n' Roll… es una obra de gran formato, con 11 actores en escena, un
recorrido musical en vivo por las obras más importante del rock, proyecciones y
un vestuario fastuoso creado por 20 jóvenes estudiantes de diseño de moda del
Instituto de Diseño "Las Mercedes". Son 25 años en la vida de una
familia influenciada por la política y el rock and roll.
-En ambas se retratan los errores políticos del ayer (en una la dictadura y en la otra la invasión soviética a Checoslovaquia); pero las puestas en escena son diametralmente opuestas.
-En ambas se retratan los errores políticos del ayer (en una la dictadura y en la otra la invasión soviética a Checoslovaquia); pero las puestas en escena son diametralmente opuestas.
-¿Cree qué el teatro sirve para
algo en estos tiempos?
|
-El teatro habla. Y
creo que en este momento es necesario hablar, gritar, generar posturas, crear
debates, incomodar... Ese es nuestra tarea obligatoria como creadores
-¿Con qué pieza participa en el
Festival de Caracas, el evento de este 2013?
|
-Teatro Forte fue
invitado con Goya de Rodrigo García. r
Nostalgia
Javier Vidal, Elvis Chaveinte, Nattalie Cortez,
Jesús Sosa, Gladys Seco, Domingo Balducci, Jan Vidal, Fabiola Arace y María
Fernanda Esparza dan vida a Rock n’ Roll: la revolución del terciopelo,
pieza que habla de la
peligrosidad de aferrarse a un mito o una ideología como única causa vital. Se presentará en la sala de teatro 1
de la Fundación Celarg, desde el 31 de enero. Cayito Aponte, con más de 50 años de
carrera artística, estrena su primer monólogo teatral, Los taxistas también
tienen su corazoncito. El encarna al chofer de plaza Rubén Sarmiento, quien cuenta
su vida y su pasión por las películas. Es la Caracas del cine Rialto, de los
acontecimientos políticos que cambiaron a la Venezuela de los 40, con el golpe
de Estado a Isaías Medina Angarita y la posterior dictadura militar de Marcos
Pérez Jiménez. Se presentará a partir del 1º de
febrero en la sala experimental del BOD-Corpbanca
jueves, enero 24, 2013
Murió el primer actor Freddy Pereira
Venezuela pierde un gran artista. Hoy, 24 de enero, ha fallecido
en San Cristóbal el primer actor Freddy Pereira (65 años), gran figura del teatro y el
cine venezolanos. Esta entrevista se la hicimos hace dos semanas y la publicamos aquí en su homenaje.
-Cómo llega
al teatro y con quienes estudia o inicia la experiencia?
En realidad llego al hecho teatral sin
proponérmelo. Siempre fui pintor. A los catorce años había decidido ser pintor,
pues desde niño tuve inclinación por el dibujo. En el año 1975, (tenía 27
años) y habiendo hecho ya una carrera
como artista plástico, con varios premios importantes en el maletín, yo había
sido nombrado Delegado del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes y me habían
dado el cargo de Coordinador Cultural del Estado Anzoátegui, con sede en
Barcelona, luego de permanecer dos años
dirigiendo el Centro Básico de Artes Plásticas de Cumaná en el Estado Sucre. Allá, en Barcelona, conocí a Kiddio España, y
él, que era profesor de la Escuela de Teatro Teófilo Leal y dirigía el Grupo de
Teatro Estable de Barcelona, me propuso en son de broma, trabajar en una obra teatral
que tenía en proyecto. Yo jamás había estudiado teatro y no me pasaba por la
cabeza ser actor ni nada que se le pareciera, pues siempre tuve la tendencia a la timidez y la
introversión. Cuando Kiddio me planteó el asunto, lo pensé y dije:
-¿Por qué no? a lo mejor se me quita eso.
.-Comencé a asistir a las lecturas de la obra. Era Muertos Sin Sepultura de Jean Paul Sartre y pude comprobar que yo no leía tan mal, incluso, mejor que algunos de los actores que allí había. Eso me dio confianza y a los cuatro días comencé a sentirme como pez en el agua. Pero recuerdo claramente el día que Kiddio comenzó a mover los personajes.
--Hay una escena donde el personaje de Jean, (que era mi papel) es hecho prisionero y arrojado a una celda. Allí, en la misma celda se encuentran “El Canario y Lucy”, que forman parte de una red subversiva que dirige Jean. Este, al caer, ve a la mujer y le pregunta sorprendido:
-¿Por qué no? a lo mejor se me quita eso.
.-Comencé a asistir a las lecturas de la obra. Era Muertos Sin Sepultura de Jean Paul Sartre y pude comprobar que yo no leía tan mal, incluso, mejor que algunos de los actores que allí había. Eso me dio confianza y a los cuatro días comencé a sentirme como pez en el agua. Pero recuerdo claramente el día que Kiddio comenzó a mover los personajes.
--Hay una escena donde el personaje de Jean, (que era mi papel) es hecho prisionero y arrojado a una celda. Allí, en la misma celda se encuentran “El Canario y Lucy”, que forman parte de una red subversiva que dirige Jean. Este, al caer, ve a la mujer y le pregunta sorprendido:
--¿Lucy, tú también estás aquí?--
-Cuando el actor que encarna al policía me
empuja en el escenario y yo caigo, miro a Lucy, y voy a preguntar…no pude
hacerlo; me quedé con las palabras en la
boca haciéndome un nudo que me aprisionó los dientes y me los amarró a la garganta
sin posibilidad de respirar. Escuché una carcajada colectiva que convirtió aquella mudez en un mazo que me golpeaba la
cabeza y el cuerpo entero se me paralizó. Traté de incorporarme y no pude. Fue
cuando Kiddio España acudió en mi ayuda y pudo observar que la cosa era en
serio. Mandó callar a los demás que seguían
riendo y también vinieron, me levantaron y me sentaron en un banco. Me trajeron
agua y a duras penas lograron que recuperara el movimiento. Pero yo no hablaba, me había quedado
completamente mudo.
-Todos se
alarmaron y Kiddio me llevó en su carro
hasta mi casa diciéndome que no me preocupara, que ya mañana estaría bien, pues
se trataba de un shock nervioso por la inexperiencia.
-Eran las diez de la noche. Me acosté a dormir
y no pude conciliar el sueño; me quedé dormido a las cuatro de la madrugada y
me levanté a las ocho. Intenté hablar, pero no pude. Me fue imposible articular
palabra. Tenía que ir a trabajar, pues tenía mi oficina de Coordinador Cultural
del Estado en el Ateneo de Barcelona y así no podía ir. Maldije a Kiddio, a
Sartre y a mí mismo por haberme metido a
leer una obra de teatro que ni siquiera entendía y no sabía por qué lo estaba
haciendo.
-¿Dios mío, cuándo se me quitará esta vaina?, dije en mis adentros, supongo que no pasará de hoy.
-¿Dios mío, cuándo se me quitará esta vaina?, dije en mis adentros, supongo que no pasará de hoy.
-Pues pasó. Pasó uno, dos, tres días, fue
cuando Kiddio, --que me visitaba todos los días en la mañana-- angustiado, me llevó a donde un médico foniatra que no
supo explicarse ni explicarnos por qué yo había perdido el habla.
-Lápiz
y libreta en mano, decidí viajar a Caracas, fui al Hospital Universitario, me
hicieron todos los exámenes, nasales, laríngeos, faríngeos y hasta una
traqueotomía. Dos médicos me recetaron unas pastillas y me recomendaron volver a la semana. Ya iban
seis días y nada, había perdido el habla. Regresé a Barcelona a buscar un
brujo, lo encontré y le conté con señas y escribiendo, mi dolencia. El trataba de
explicarme un tratamiento también con señas y yo le escribí en el papel que
llevaba, que yo no era sordo que me lo dijera con palabras, total que me mandó
tres bebedizos para tomármelos por 20 días. Ahí se nublaron las esperanzas.
Estaba a punto de perder no solo mi trabajo sino la posibilidad de hablar y no hallaba a quien encomendarme. Decidí
echarme a dormir o morir y que sea lo que Dios quiera. Kiddio seguía visitándome
todos los días y yo nada podía decirle
porque no podía. Llevaba ocho días interminables en esta situación y le eché al teatro la maldición muda más
grande que se le haya podido dar (de lo que ahora me arrepiento), y no sé si
sería por eso, pero a las seis de la mañana del noveno día me levanté tosiendo
y escuchándome.
-Dije: Buenos dias, y
efectivamente, estaba hablando. Llamé a Kiddio por teléfono y cuando me
escuchó, no lo creía. Yo tampoco, pero le dije que se viniera para ver si era
verdad y acto seguido llegó a los diez minutos.
--¿Qué hubo, mi broder? --Le
dije abriendo la puerta--, a lo que respondió:
--¿Viste? yo sabía que esa vaina no podía
durarte mucho tiempo.
--Qué,
¿nueve días mudo, te parece poco?
--Bueno, prepárese, porque esta noche
continuamos los ensayos.
--No me joda, compadre --le repliqué frenándolo-- ¡será
para que me quede tullido!
-Me
incorporé a mi trabajo en el Ateneo de Barcelona diciendo que había hecho un
viaje a San Cristóbal por la salud de un familiar que se había quedado mudo. Por
otra parte, Kiddio me llamaba todos los días insistiendo, y a esa insistencia le debo esta profesión, pues meditando, llegué
a la conclusión que de alguna forma debía vencer aquel extraño obstáculo. Regresé a los
ensayos. Todos en el grupo del Teatro Estable de Barcelona se mostraron
dispuestos a ayudarme y sin saber cómo, en tres meses hice un personaje que fue
objeto de respeto y hasta de buenas críticas.
-Por aquel entonces llegó a Barcelona Néstor
Caballero, que había montado con cuatro campesinos en la ciudad de Anaco la obra del teatro Búfalo
Bill En Credulilandia. Me pidió el Teatro Cajigal para presentarla. Se lo
di, y después de verla, lo invité para que dictara un taller de teatro en el
Ateneo, pues aquel espectáculo me había dejado tan sorprendido por su calidad,
que pensé: Con este señor es con quien hay que trabajar.
-Comenzó
a hacer un taller montaje con la obra de
Rodolfo Santana “Los Criminales”. Yo
me incorporé y Néstor me asignó el personaje de Martín, el ladrón, y fue
en ese tiempo que surgió la idea, junto con Kiddio España, de hacer un festival de teatro en Oriente. Hablé con el Gobernador Pedro Tabata Guzmán,
quien era mi jefe inmediato, sobre la importancia de ésta idea, y se aprobó y otorgó
la primera partida presupuestaria para iniciar el Festival de Teatro de Oriente. Yo hice el primer afiche del Festival, era el año 1976.
-Continué trabajando con Néstor Caballero, en
Los criminales y “El hombre de la rata”de Gilberto Pinto,
y aunque estas dos obras nunca llegaron a presentarse, el hecho de enfrentar un monólogo como El hombre de la rata, con un director
como Néstor, que aunque en esa época tenía 24 años, me sirvió de aprendizaje.
-Dejé mi trabajo en Barcelona y decidí que me
dedicaría al teatro. Lo abandoné todo y me fui con Néstor cCaballero a la Isla
de Margarita. Allí montamos con el actor
negro Raymundo Mijares, La historia del zoológico de Edward Albee. Finalizaba 1976.
Nunca
pisé una escuela de teatro, nunca hice un taller de teatro propiamente dicho.La
historia del zoológico fue, en realidad, mi entrada al teatro profesional.
- ¿Cómo conoce a Rodolfo Santana y cómo fue esa
relación con el paso de los años?
-En 1977 recorrí con Caballero y Raymundo
Mijares toda la Isla de Margarita y Coche, presentando la obra de Albee, luego viajamos a
San Cristóbal. En 1979 regresamos a
Caracas y realizamos tres películas en súper 8, que era el formato de moda en esa
época. Fue cuando vi El animador y Los
Ancianos en la Sala Rajatabla escritas y dirigidas por el mismo Rodolfo
Santana, y pensé que era con Santana y no con otro, con quien había que
trabajar. En el 80 estrenó Santana en el Teatro Alcázar Gracias José Gregorio Hernández por los favores recibidos y llegué
a la conclusión que estaba asistiendo a un milagro teatral. Aquella obra
representaba para mí lo máximo. Decidí hablar con Santana. Lo esperé a la
entrada del teatro y le pedí permiso para tomar fotografías de la obra. Le dije
que yo era artista plástico y que el tema de José Gregorio Hernández me
interesaba pues estaba trabajando con los mitos religiosos populares venezolanos,
--cosa totalmente cierta-- pues yo no había abandonado la pintura, incluso, había
enviado desde hacía tres años al Salón Michelena de Valencia cuadros sobre ese
tema, donde a uno de estos cuadros, llamado “El Ciervo de Dios” le había sido concedido un premio y estaba por realizar una
exposición sobre estos mitos religiosos en la Galería Mendoza de Caracas. Tomé
cerca de 50 fotos en dos funciones de Gracias
por los favores recibidos... y a los dos días se las llevé a Rodolfo Santana con
la invitación para mi exposición. Recuerdo que aquel domingo entró a la
galería, recorrió la exposición por cerca de media hora, se acercó a mí, me
abrazó y me dijo que él no sabía que tenía un hermano pintor. Aquello fue para mí revelador y acto seguido,
le dije que yo lo que quería era trabajar con él.
--¿Trabajar cómo? --Me preguntó.
--Como actor, yo también soy actor.
--Y… ¿dónde actúas?
--Tengo una obra montada y voy a presentarla en la Universidad
Francisco de Miranda este miércoles
que viene a las doce del mediodía. Se llama La historia del zoológico.
--Conozco la obra, pero no sabía que eras
actor… ¿y quién dirige?
--Yo mismo, le respondí con propiedad.
Se quedó pensativo y agregó:
--Hermano, parece que eres una cajita de
sorpresas.
- Acudió el miércoles a las doce en punto a
la sala de la universidad y se sentó en primera fila. Le dije a Raymundo
Mijares, --quien hacía el papel de Jerry-- que se amarrara los pantalones,
porque allí estaba Rodolfo Santana que había venido a vernos. El negro se asomó
por los entretelones y no se desmayó de pura suerte. Fue una función que
agradeceré siempre. Al final, Santana subió al escenario, nos abrazó con fuerza y me dijo:
--Hermanito, efectivamente Usted es una caja de sorpresas.
A los dos días, me llamó por teléfono y me
dijo que quería montar conmigo una obra que se llamaba La empresa perdona un momento
de locura. Allí comenzó para mí
la verdadera historia del teatro.
-Montamos
La empresa... en dos meses con Carlota
Sosa, que por cierto, era la primera vez que ella trabajaba
en teatro luego de haber hecho el taller teatral de Enrique Porte. Estuvimos un
año recorriendo el país. También comenzó allí mi carrera en el cine con el
guión que hizo Rodolfo para la película Reten de Catia, dirigida por Clemente de
La Cerda. Hicimos luego La empresa
perdona un momento de locura con Dalila Colombo, con quien la tuvimos por
cerca de ocho años y viajamos a festivales y giras en España, Inglaterra, Puerto Rico, República Dominicana.
Rodolfo me dirigió también en El
animador, El Ejecutor, Fin De Round, Con fos fusibles volados, Crónicas
De La Cárcel Modelo” (obra que no llegó a estrenarse), y me entregó vírgenes los libretos de Encuentro en el parque peligroso y Mirando el tendido, Ésta última la estrenamos en
Italia, en el Festival de Dramaturgia Tra
Siena y El Chianti, Rodolfo fue invitado por América Latina y dirigió la
obra con Raymundo Mijares en el papel de El Toro y yo como El Niño. Conservo un
video que hizo la RAI italiana; nunca la presentamos en Venezuela.
-En realidad, mi
relación con Rodolfo Santana fue siempre de profundo aprendizaje. El ha sido mi
verdadera escuela. Con él descubrí los
secretos de la interpretación y las
piruetas de la dirección teatral y
aunque algunas veces tuvimos diferencias, todo se manejaba desde la hermandad.
-- ¿Pero también trabajó con otros directores?
-Sí, precisamente
una de nuestras diferencias tuvo lugar cuando Armando Gota me invitó a trabajar
con él en El Nuevo Grupo en el
montaje de Francisco Viloria Lira ,Las
Amistades de Morocho,donde me
dieron el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Municipal de Teatro como
mejor Actor de reparto por el personaje de “Jesús”.
En cierta forma, eso a Rodolfo le molestó, pues lo concibió como una deserción
que afectaba a su “Grupo Cobre” ya que
desde su punto de vista ideológico, el
Nuevo Grupo, manejado por Chocrón, Cabrujas y Román Chalbaud, solo montaba
obras elitescas que no tenían nada que ver con su credo político. Y en cierta
forma puede que tuviera razón, pero mi posición ha sido siempre abierta, y más
que política, artística. Sin embargo, esto me entristeció, a tal punto que me
marché a San Cristóbal y abandoné el teatro por un tiempo. Hice allí una exposición
retrospectiva de mi trabajo plástico y en el catálogo de la exposición escribí
un texto autobiográfico donde, entre otras cosas, le escribo éstas líneas a
Rodolfo:
"Gracias
por Rodolfo Santana, el más alto grado de la dignidad humana en la farsa de
todo este teatro. Recuerdo con tibieza, con frescura, el mediodía que me
llamaste por teléfono para protagonizar "La Empresa Perdona un Momento de
Locura", y yo, indigno, incrédulo, al colgar, lloré como cuando estaba
chiquito porque no podía hablar con la gente grande, y se me hacía un amasijo
de estatuas la garganta...y entonces... de cualquier manera, bajo tu refugio,
tu calor, tu manera de dirigir tan bonitica, Rodolfo, hice a Orlando Núñez, a
Torrealba, a Brígido, a Carlos, a Artemio...y ahora ya no se qué hacer porque
estoy destemplado… No me importó nunca que te hubieras llevado a Victoria y
a Beatriz a tu guarida,
me pareció de ti tan natural...ahora a Néstor, bueno, no sé. Gracias
Rodolfo, panita. Eres lo más grande que me haya sucedido en esta vida".
-También trabajé
con Armando Gota en La Misa Profana de Andrés
Martínez, Avenida Licenciado Sanz Nº 4, de
Miguel Ángel Capinel y en el primer
montaje que se hizo de El Americano
Ilustrado, de José Ignacio Cabrujas. Así mismo me dirigió Carmelo Castro en
El Abanico de Carlo Goldoni, donde fui nominado como mejor actor protagónico
del Festival Goldoni en el año 1987 y con José Domínguez en el año 1988 hice Primer
Día de Resurrección”del mismo Rodolfo, que él luego le cambió el nombre
por el de Rock para Una Abuela Virgen” aquí me dieron el Premio Nacional de La Crítica como mejor actor Protagónico del año.
- ¿Y la televisión, y el cine, porque no solo
trabajaste en la película Reten de Catia?
-Por
supuesto que en todos esos interines yo había hecho tres unitarios en RCTV, participado en cuatro novelas y trabajado en
nueve películas: Un Solo Pueblo y En Sabana Grande Siempre es de Día”dirigidas por Manuel de Pedro. Manón y
La Oveja Negra, de Román Chalbaud,
Operación Billete y Fin de Round, de Olegario Barrera, La Mujer de Fuego, de Mario Mitrotti, y
Los Platos Del Diablo, que
dirigió Tahelman Urgelles. También
participé en dos coproducciones
italiano-francesas. El Piloto de Rio
Verde dirigida por Duccio Tessari, y La
Aventura Extraordinaria de Un Papá Ordinario, escrita y dirigida por Philippe Clair.(Con Fin de
Round me dieron el Premio Nacional del Artista en el año 1993, y como Mejor actor de reparto Mención Cine,
por el personaje de “Cochinito”).
- ¿Cómo fue creado Salamandro?
-Salamandro
Teatro fue constituido en Caracas en
el año 1.992. Fundarte había creado un programa de subsidios para grupos de
teatro y pensamos, junto con Raymundo
Mijares, en crear nuestra propia compañía. Buscamos un abogado, redactamos el documento y lo
legalizamos. Yo estaba ensayando en El
Nuevo Grupo con Armando Gota la obra del español Miguel Ángel Capinel Av. Licenciado Sanz Nº 4 y al mismo tiempo, comencé a dirigir secretamente
La Revolución de Isaac Chocrón. Me reunía con Raymundo Mijares (quien
interpretaba a Eloy) en las mañanas
en el Alberto de Paz y Mateos, donde ensayábamos. Introduje el proyecto en
Fundarte para optar por el subsidio, pero nunca dieron nada y “La
Revolución” nunca pude estrenarla, porque
cuando ya la tenía lista y quise darle la sorpresa a Isaac, me dijo:
--Caramba, que sorpresa. Y… ¿Quién
dirige?
--Yo la dirijo, le respondí.
--Sabía que eras actor –recalcó-- No sabía que tú eras director. ¿Y
quiénes son los actores?
--Raymundo Mijares, el actor negro, excelente
actor -subrayé-, hace el papel de Eloy y yo
hago a Gaby.
-- No
conozco a ningún Raymundo Mijares, --alegó--
pero si es negro, no voy a consentir que haga a Eloy, y tú no
puedes ni siquiera pensar en hacer el papel de Gaby, porque eres un muchachito.
A Gaby le cuelgan las carnes ¿No te has dado cuenta?
Casi
llorando lo invité esa noche para que
viera un ensayo general que tenía pautado en el Alberto de Paz.
--Isaac, hoy a las siete, para que veas
mi propuesta. Solo tienes que cruzar la calle. –Supliqué--.
--No voy a cruzar ninguna calle, Freddy
Pereyra, no me interesa, y que no se te
ocurra presentar ningún ensayo, ni la obra en ninguna parte, porque no te lo voy a permitir.
-- Isaac, por favor…
--Ningún por favor, --dijo cortante-- ¡y te pido que abandones mi oficina
inmediatamente!
Salí, crucé la calle, recogí con Raymundo -- que me esperaba afuera-- todo lo que
teníamos en el Alberto de Paz, entregué
las llaves, lamenté los cuatro meses perdidos ensayando, le agarré rabia a
Isaac y me retiré del Nuevo Grupo.
Fue cuando me
llamó Johnny Gavlovski para hacer un monólogo, La Lengua de Mitus. Lo leí y le comenté que para un solo actor era
complicado, entonces replanteó el texto para
dos actores y lo llamó Taquilla para palabras no dichas” Esta obra la ensayábamos en la sala Horacio
Peterson con Miguel Ferrari desde las siete hasta las diez de la noche. A la semana
de ensayo, pedí permiso para quedarme sólo
en la sala trabajando hasta las tres de la mañana tratando de ubicar el
personaje, pero sufrí, por la exageración en algunos ejercicios vocales, un
derrame pleural. Tuve que abandonar el montaje y marcharme nuevamente a mi
tierra, San Cristóbal. Poco a poco me fui recuperando y pensando en la posibilidad de quedarme, pues allí estaba desde hacía tiempo elaborando
un proyecto de construcción: Mi casa, una Galería de Arte, y un pequeño teatro.
Regresé a Caracas, liquidé mi alquiler, contraté
un camión, recogí mis cosas y le dije
adiós a todo.
Me mudé sin pensarlo mucho definitivamente a San Cristóbal para encarar lo que tenía en mente y también me dediqué a pintar. Hice varias exposiciones en el Táchira y adelanté mi proyecto de construcción.
- ¿Y qué ocurrió con Salamandro Teatro?
En 1994
decidí revivir a Salamandro Teatro y
remonté La historia del zoológico
con Ciro Villamizar, quien era director de la Compañía Regional de Teatro
del Táchira, luego, en el 96, tras una
breve pasantía como profesor en el Teatro Nacional Juvenil Núcleo Táchira, monté
Encuentro en El Parque Peligroso y Los Ancianos”de Rodolfo Santana. En
el 98 hice Vuelve La Revolución”un montaje épico presentado en las calles de
la ciudad de Capacho sobre Cipriano Castro, escrito por la periodista y poetisa
Ligia Parra Pérez y también gané el Premio CONAC en el XVIII Salón Municipal de
Pintura de Maracay. En marzo del 2000 inauguré
mi proyecto de construcción: La Galería
ARTE VERTICE, Arte Para El Táchira que se trata de un espacio para las
Artes Plásticas donde he presentado pintores regionales, nacionales,
y artistas importantes de Colombia; también construí una pequeña sala para
ensayos. Y tal vez por exceso de trabajo y presiones de la construcción, en
enero del 2001, pleno comienzo de un
nuevo siglo, me visitó un personaje del que muchos han oído hablar pero no
conocen y me obligó a retirarme de toda
actividad por espacio dos años. Su nombre es bacilo de koch, mejor conocido
como la tuberculosis, un bacilo
traicionero que --Quien lo ha padecido y sobrevivido, sabe de lo que hablo y aún
cuando ya existen medicamentos para su cura, superarlo no es cosa fácil, pero…luchando y con ganas de vivir y trabajar,
se logra--, de modo que en febrero 2003, de nuevo a flote, dirigí con un actor local, Oscar Rovira, El Hombre de La Rata”Viajamos a
Caracas y se lo mostré a Gilberto
Pinto, Francis Rueda y Manuelita zelwer en la sala del Laboratorio Teatral Ana
Julia Rojas, de Caracas. Gilberto me dijo que era un excelente trabajo de
dirección. Sin perder tiempo, comencé a trabajar en la obra de Romano Rodríguez
Los
Amantes Del Imperio una obra maldita con la que nadie se ha metido. La
hice con Blanca Albarracín, actriz emergente, y Luís Muñiz, actor y músico
cubano de gran trayectoria. Esta pieza la presentamos en Táchira, Colombia y el Festival de Occidente, en
Guanare, donde los críticos me destrozaron; sin embargo, pienso que ha sido uno
de mis mejores trabajos.
- ¿Tengo
entendido que dirigió la Escuela de Teatro del Táchira y organizó un Festival?
-Efectivamente. En julio del 2004 fui llamado para
organizar los Circuitos de Teatro del Táchira y de allí surgió el ENCUENTRO
ANUAL DE TEATRO TACHIRA, que organicé por cinco años invitando grupos locales,
algunos nacionales y también de Colombia. Era un modesto festival binacional.
Paralelamente me encomendaron la dirección de la Escuela Regional de Teatro.
Allí estuve hasta el año 2009 y conseguí hacer la remodelación total del
espacio donde también se construyó una sala para cien personas con dotación
completa y todos los elementos técnicos y físicos que necesita una escuela de
teatro. Cuando hizo su entrada el
gobierno local de Cesar Pérez Vivas, fui sacado de la escuela y se acabó el
encuentro de teatro.
-- ¿Cómo sobrevive Salamandro Teatro y como ha sido su periplo dentro y fuera de
Venezuela?
Desde hace seis
años Salamandro Teatro tiene dos subsidios anuales (ANUALES, No Mensuales) de 10.000,00
o 15.000,00 Bs. F. que otorgan la Dirección de Cultura del estado
y el Ministerio de La Cultura. Generalmente la producción de todos mis
montajes ha sido hecha con estos modestos subsidios y mis propios aportes, ya que
vendo mis cuadros, hago restauraciones de obras de arte, marquetería, etc. En
cuanto a nuestros viajes, Hemos asistido
a unos diez festivales en Colombia desde el año 2003 con las obras El Hombre de La Rata, Los Amantes del Imperio”de Romano
Rodríguez, El Ángel de La Culpa”de Marco Antonio de La Parra,El Animador La Empresa Perdona un
Momento de Locura, de Santana, La
Última Grabación de Krapp de Samuel Beckett, y Profundo de Cabrujas.
En el año 2009
envié un proyecto de montaje de El
Animador al Programa de ayudas de teatro IBERESCENA en España, y
afortunadamente, fue aprobado. Solo aprobaron dos proyectos por Venezuela, el
Grupo Coordinación de San Felipe con una coproducción mexicana - venezolana, y
mi grupo con El Animador en coproducción con el grupo SINO TEATRO de
Colombia. Fue un espaldarazo. Y el pasado año, envié al programa de
coproducciones de la Compañía Nacional
de Teatro el proyecto de Profundo que también fue aprobado.
Ha sido otro gran estímulo para nuestro grupo, ya que generalmente trabajamos
con las uñas.
-- ¿Que se puede hacer para que no se pierda el
legado teatral de Santana?
Difícilmente puede perderse el legado de Rodolfo
Santana, ya que ha dejado buena parte de sus obras publicadas, ahora, respecto
a lo que ha dejado sin publicar, resulta un tanto complicado. El hijo de
Rodolfo Santana, Roberto Santana, me ha dicho que “la computadora de Mi Padre es un océano”. El mismo Rodolfo me confesó en varias
oportunidades que tenía más de 200 obras
escritas, tal vez lo decía
hiperbolizando en un afán de competir consigo mismo. En todo caso, sus
manuscritos y la computadora pudieran decir la realidad. Habría que nombrar una
comisión de Notables para investigar a fondo. Una de esos notables podría ser Roberto J. Lovera De Sola --en primer
lugar--, Crítico Literario, amigo de Rodolfo, otro pudiera ser Leonardo Azpárren Giménez, Crítico e Investigador
Teatral, Néstor Caballero, Dramaturgo,
Tú mismo, como Crítico Teatral, etc.
- ¿Qué
preparas para este año 2013?
Quiero remontar Los Ancianos y Encuentro En El
Parque Peligroso de Rodolfo. También Los Amantes del Imperio de Romano Rodríguez. Son obras de una gran fuerza y vigencia que en Venezuela no
he tenido oportunidad de mostrarlas a una audiencia mayor que la del Táchira.
miércoles, enero 23, 2013
Stop Kiss contra la homofobia
Dos mujeres, que no han llegado a la tercera década
de vida y además disfrutaron de las bondades sexuales y los amores que compartieron
con sus respectivas parejas masculinas, eligen amarse y cuando están saboreando
el primer gran beso de esa relación lésbica, son agredidas salvájemente en un
parque de Nueva York por un desconocido, después de una noche de copas. Sara
termina en la terapia intensiva de un hospital, mientras que la otra, Callie,
también golpeada, inicia una campaña para que se haga justicia y además tratar
de salvar a su Sara… porque ahora se aman más.
Así se puede resumir el argumento de la pieza
teatral de denuncia antihomofóbica Stop
Kiss, hermoso y valiente texto de la estadounidense Diana Son (Dover, Delaware, 1965), versionado y puesto en escena por Consuelo
Trum, con las actuaciones destacadas de Sheila Monterola y Karina Velásquez,
acompañadas por las precisas participaciones de Agustín Segnini, Jesús Miguel
Das Merces y la participación especial de Antonio Delli y Carolina Leandro. La escenografía
de Edwin Erminy y la producción, responsabilidad de Reynaldo Cervini Villegas, complementan
este valioso aporte cultural.
CRIMENES DE ODIO
La etapa inaugural y la primera temporada de Stop
Kiss, que arrancó en el Espacio Alterno del Trasnocho, fue bien recibida por la comunidad sensibilizada
ante todo lo que sea crímenes de homofobia; todo
lo que sea rechazo, aversión, odio, prejuicio o discriminación hacia hombres o
mujeres homosexuales o gais, lo cual además involucra a bisexuales,
transexuales y travestis, en toda la Tierra.
Los espectadores sensibles y amantes del teatro,
saben muy bien, algunos hasta en carne propia, que la homofobia mata a quienes se atreven a practicar tales
conductas sexuales no tradicionales y por supuesto la lista de las víctimas no
es invento periodístico ni tampoco una vagabundería
más de los teatreros. Es una letal
realidad, incluso prohibida y hasta
castigada por la Carta Magna de Venezuela.
Y como una
prueba más de como la mortífera discriminación homofóbica existe, recordamos que
el diario Últimas Noticias (19.11.11) en su página 24 reseñó como
las autoridades levantaron el cuerpo de un transexual asesinado de una pedrada
en la cabeza, tenia manos y pies atados con tirro, y vestía pantalón negro,
blusa de mujer y zapatillas. La víctima, que apareció en la calle Santa Ana de
Prado de María, no portaba documentos de identidad.
El teatro, el cine y la televisión de Venezuela
han sido utilizados para denunciar y combatir a la homofobia, y es por eso que
durante la temporada 21011 se mostraron en Caracas seis espectáculos teatrales,
mientras que el cine cerró exitosamente el
año 2012 con el filme Azul y no tan rosa,
de Miguel Ferrari, otro crimen de odio homofóbico que desgracia la vida de
varios personajes cuyo pecado fue amar, más nada.
MONTAJE
Stop Kiss fue estrenada en el circuito Off Broadway de Nueva York,
en el Public Theater durante la temporada decembrina de
1998 y ha sido traducida por primera vez
al castellano, exclusivamente para este montaje en Venezuela, por la actriz
Carolina Leandro.
Hemos
seguido la carrera profesional de Consuelo Trum, una de las pocas mujeres que incursiona
con éxito en la dirección de espectáculos teatrales, y damos fe de su
crecimiento artístico y de su especial trabajo con las actrices y los actores
en los espectáculos atrevidos y nada banales que ha mostrado, como ocurrió en
el 2011 con la pieza Monstruos en el armario,
ogros bajo la cama, una epopeya fantástica y macabra sobre el atentado del 11
de septiembre de 2001 en Nueva York, escrita por Gustavo Ott. Ahí pudimos calibrar su talento para convertir
en exultante espectáculo tridimensional un nada fácil texto teatral.
Para
materializar Stop Kiss, la directora
Trum contó con la especial entrega profesional de dos actrices, como Sheila y Karina, para materializar a esas
norteamericanas que le pierden el miedo a lo desconocido y optan por amarse, así
de sencillo. Sus personajes van desde la elemental facilidad orgánica hasta la
entrega total que exige un beso bucal mutuo, pasando por la hermosa escena de
la vestidura de la convaleciente Sara que hace la amorosa Callie. Dos momentos críticos
y básicos, muy bien logrados, de ese estremecedor montaje.
También
hay que subrayar la habilidad de Consuelo para manejar un texto teatral no
convencional, cuya estructura no es aristotélica, sino más bien ese fastidioso arroz con mango que utilizan
algunos autores contemporáneos envenenados
por la televisión y el cine y empeñados con los saltos temporales y espaciales
para algunas de sus escenas, olvidándose de las dificultades que emanan de un escenario como
lo diseño el legendario Sabattini, por allá en el Renacimiento. Jugó, para su
delicado trabajo, con las luces y dos áreas escénicas: la cama del hospital donde reposa
Sara y el apartamento de Callie, además de una proyección con las escenas contemporáneas
de la investigación policial que siguió al asalto homofóbico.
En síntesis,
una puesta en escena difícil, que en la noche del estreno tuvo baches técnicos,
además del lógico problema del ritmo actoral de un estreno.
Pero más allá
de esos detalles anotados, los cuales fueron superados en las funciones posteriores,
hay que destacar el conjunto de la producción y muy especialmente, lo
reiteramos, las performances de Sheila y
Karina para crear a esas dos hembras que desafiaron a la sociedad homófoba
y dieron rienda suelta a sus pasiones. ¡Bravo por los aguerridos personajes y por el profesionalismo de nuestras
actrices!
sábado, enero 19, 2013
Hamlet, nuestro contemporáneo
La
prehistoria del teatro comercial arranca a
finales de los años 60 en la terraza del Centro Comercial Chacaíto. Horacio
Peterson, Jorge Palacios, Guillermo González y Jorge Bulgaris fueron los
instigadores de un espacio privado o particular que resultó útil para la
cultura, ya que aupó, a lo largo del siglo XX, la creación en Caracas de un
movimiento de teatro financiado por las taquillas y capitales de los
productores, el cual le disputaba, y aún continúa en la brega, los espectadores
al teatro de arte, subvencionado por el Estado. A instancias del “modelo
chacaítesco” -así se le apodó despectivamente- surgieron salas como Las Palmas,
Los Cedros y Santa Sofía, para citar a las que sobrevivieron hasta los años 90.
De esa primera etapa solo queda en funciones el
Teatro Chacaíto.
El teatro comercial del siglo XXI
también vive de la taquilla y revela con la temporada 2012 que sí puede mostrar
espectáculos de calidad, sin usar rutilantes estrellas de la televisión ni caer
en banalidades. Y como prueba están las producciones de Hamlet y High,
para citar a dos de los 30 montajes variopintos que destacamos entre más de un
centenar de reseñados.
Hamlet realizó 42 funciones y contabilizó 3.100
espectadores en el teatro Trasnocho. No dio pérdidas. Fue un impactante
espectáculo atemporal, logrado por el director
Armando Álvarez (el mismo que montó
¡Ay Carmela!, La pareja dispareja
y La Ola, en otras temporadas) con desopilantes y poderosas imágenes y un
ritmo escénico que trasmutó sus 90 minutos en exhalación de asombro ante toda
la maldad humana presente en esa versión amable de Ugo Ulive sobre el sacrosanto
texto shakespereano.
Ulive, al llegar a sus primeros 80 años de útil
vida, perdió el miedo ante William Shakespeare y redujo el monumental Hamlet a solo ocho personajes suficientes
para echar el cuento, en un solo acto largo, de aquellos malditos cuernos que le desgracian la vida al
romántico joven príncipe y desencadenan una tragedia intima y gran catástrofe general
en un reino europeo, por supuesto, donde la invasión extranjera impone la paz. La
versión preserva los originales diálogos
memorables y el existencial monólogo del ser o no ser, y plasma toda la maldad
posible en un colectivo humano. Gracias, pues, a Basilio Álvarez (Hamlet), Fedora Freites (Gertrudis/Ofelia), Armando
Cabrera (Claudio), Sócrates Serrano (Laertes), Juan Carlos Ogando (Polonio/y el
sepulturero) y Vicente Peña (Horacio), los espectadores salieron bien
aleccionados y hasta deseosos de ver películas o montajes grandilocuentes sobre
tan lamentable tragedia.
Hay que destacar la dirección general de los actores,
donde destaca un preciso aporte del coreógrafo Jacques Broquet. “Fue un trabajo arduo y rico, yo siempre quise
hacer un Hamlet dinámico, nada bucólico, nada refexivo, y con la
adaptación de Ugo Ulive la exigencia va para el lado de las transiciones
rápidas, fuertes y al mismo tiempo mantener el cuento, contar la historia”, ha
reconocido el mismo Basilio, quien es el
gran protagonista. De las otras actuaciones impactaron las performances de Fedora en su
doble rol y “el lucimiento sufrido” de Sócrates, encarnando a Laertes, hermano
vengador de Ofelia utilizado por los regicidas. En resumen, el desempeño actoral
es el espectáculo como tal, porque las acciones físicas y las piruetas son
aditivos precisos. Todo logrado gracias al criterio y el tino del director, creador
de tan original puesta en escena.
Hamlet fue musicalizado de principio a fin, gracias al
talento de Luis Alberto Vila, Gabriel Figueira y Rubén Gutiérrez. Es la salsa
que ayuda a digerir la rocambolesca historia que Ulive hace contemporánea en
este sorprendente siglo XXI.
Y mención aparte para la agrupación Skena, puñado
de maestros y alumnos entregados al trabajo supremo de la producción artística,
de algo tan importante como Hamlet.
Este Hamlet a la venezolana podría volver
a escena si el grupo Skena convence a la gente de Unearte para exhibirlo en la
sala Anna Julia Rojas.Hay ya conversaciones adelantadas y unos cuantos puentes tendidos.
¿Donde está Rodolfo Santana?
A cuatro meses de la muerte de Rodolfo Santana, el
actor Freddy Pereira pregunta, desde San Cristóbal, qué se hace en Caracas para preservar la
memoria de tan importante dramaturgo. De la extensa conversación queda este
resumen que ofrecemos a los lectores, porque es
parte de una campaña que iniciamos para que su teatro siga en las salas
venezolanas.
-¿Qué hacer para salvar el teatro de Santana?
-Difícilmente
puede perderse el legado de Santana. Ha dejado buena parte de sus obras
publicadas; ahora, respecto a lo que está sin editar, resulta un tanto
complicado. Roberto, el hijo de Santana, me ha dicho que “la computadora de mi padre es
un océano”. El mismo Santana me
confesó en varias oportunidades que tenía más de 200 obras escritas, tal vez lo decía hiperbolizando en un afán de competir consigo
mismo. En todo caso, sus manuscritos y la computadora pudieran decir la
realidad. Habría que nombrar una comisión de notables para investigar a fondo.
Una de esos podría ser Roberto J. Lovera De Sola --en primer lugar--, crítico literario
y amigo de Santa, otro pudiera ser Leonardo
Azpárren Giménez, crítico e investigador
teatral; el dramaturgo Néstor Caballero y tú mismo, como crítico teatral. Queremos
escuchar sus propuestas. En realidad, mi relación con Santana fue siempre de
profundo aprendizaje. Él es mi verdadera escuela. Con él descubrí los
secretos de la interpretación y las
piruetas de la dirección teatral y
aunque algunas veces tuvimos diferencias, todo se manejaba desde la hermandad. A él debo mi carrera y quiero seguir
encarnado sus personajes.
-¿Cómo conoce a Santana y cómo era la relación?
- En 1977, recorrí con Néstor Caballero y
Raymundo Mijares toda la Isla de Margarita y Coche, presentando La historia del zoológico de Edward Albee, luego viajamos a San
Cristóbal. En 1979 regresamos a Caracas
y realizamos tres películas en súper 8, el formato de moda en esa
época. Fue cuando vi El animador y Los ancianos en la Sala
Rajatabla, escritas y dirigidas por Santana, y pensé que era con él y no con
otro, con quien había que trabajar. En los 80, Santana estrenó, en el Teatro
Alcázar, Gracias José Gregorio Hernández
y Virgen de Coromoto por los favores recibidos y llegué a la conclusión que estaba asistiendo a un milagro
teatral. Aquella obra representaba para mí lo máximo. Decidí hablar con
Santana. Lo esperé a la entrada del teatro y le pedí permiso para tomar
fotografías de la obra. Le dije que yo era artista plástico y que el tema de
José Gregorio me interesaba pues estaba trabajando con los mitos religiosos
populares venezolanos-cosa totalmente cierta- pues yo no había abandonado la
pintura, incluso, había enviado al Salón Michelena de Valencia varias obras
sobre ese tema, donde a uno de estos cuadros, llamado “El siervo de Dios”, le
había sido concedido un premio y estaba
por realizar una exposición sobre estos mitos religiosos en la Galería Mendoza
de Caracas. Tomé cerca de 50 fotos en dos funciones de Gracias por los favores recibidos… y a los dos días se las llevé a
Santana con la invitación para mi exposición. Recuerdo que aquel domingo entró
a la galería, recorrió la exposición por cerca de media hora, se acercó a mí,
me abrazó y me dijo que él no sabía que tenía un hermano pintor. Aquello fue para
mí revelador y acto seguido, le dije que yo lo que quería era trabajar con él.
-¿Trabajar
cómo? , me preguntó.
-Yo
también soy actor.
-Y… ¿dónde
actúas?
-Tengo montada, La historia del zoológico y voy a presentarla en la Universidad Francisco
de Miranda este miércoles que viene a
las 12 del día.
-No sabía que eras actor… ¿y quién dirige?
-Yo mismo, le respondí con propiedad.
Se quedó pensativo y agregó:
-Hermano,
parece que eres una cajita de sorpresas.
-Acudió el
miércoles a las 12 en punto a la sala de la universidad y se sentó en primera
fila. Le dije a Mijares, quien encarnaba a Jerry, que se amarrara los
pantalones, porque allí estaba Santana que había venido a vernos. Fue una
función que agradeceré siempre. Al final, Santana subió al escenario, nos abrazó con fuerza y me dijo: “Hermanito,
efectivamente usted es una caja de sorpresas”.
-A los dos días,
me llamó por teléfono y me dijo que quería montar conmigo su obra La empresa perdona un momento de locura.
Allí comenzó para mí la verdadera historia del teatro. Montamos La empresa…
en dos meses,
con Carlota Sosa, que por cierto, era la primera vez que trabajaba
en teatro, luego de haber hecho un taller con Enrique Porte. Estuvimos un año
recorriendo al país. También comenzó allí mi carrera en el cine con el guión
que hizo Rodolfo para la película Reten de Catia, dirigida por Clemente
de La Cerda. Hicimos luego La empresa perdona…
con Dalila Colombo, con quien la tuvimos por cerca de ocho años y viajamos a
festivales y giras internacionales. Santana me dirigió en El animador, El ejecutor, Fin de round, Con
los fusibles volados, Crónicas de la
Cárcel Modelo, (obra que no llegó a estrenarse), y me entregó vírgenes los libretos de Encuentro en el parque peligroso
y Mirando al tendido, esta última la estrenamos en Italia,
en el Festival de Dramaturgia “Tra Siena y El Chianti”. Santana fue invitado y
dirigió la obra con Mijares en el papel de El Toro y yo como El Niño.
Extraño debut
en Barcelona
Freddy Pereira
llegó
al teatro sin proponérselo. Siempre fue pintor. A los 14 años había decidido
serlo, pues desde niño tuvo inclinación por el dibujo. En el año 1975, (tenía
27 años) y habiendo hecho carrera como
artista plástico, en Anzoátegui, conoció a Kiddio España, y él - director del Grupo de Teatro Estable de Barcelona- le
propuso trabajar en el montaje de Muertos
sin sepultura de Sartre. “Yo jamás había estudiado teatro y ni me pasaba
por la cabeza ser actor. Cuando Kiddio me planteó el asunto, lo pensé y comencé
a asistir a las lecturas y comprobé que no leía tan mal. Recuerdo claramente el
día que Kiddio comenzó a mover los personajes y cuando me tocaba decir mi
parlamento me quedé con las palabras en la boca, haciéndome un nudo que me
aprisionó los dientes y me los amarró a la garganta sin posibilidad de
respirar. No hablaba, me había quedado completamente mudo. Unos dos meses después
recuperé el habla, con tratamientos médicos y hasta ayudado por un brujo. Me incorporé a
mi trabajo en el Ateneo de Barcelona diciendo que había hecho un viaje a San
Cristóbal por la salud de un familiar que se había quedado mudo. Por otra
parte, Kiddio me llamaba todos los días insistiendo y por esa insistencia le
debo esta profesión. Regresé a los ensayos. Todos se mostraron dispuestos a
ayudarme y sin saber cómo, en tres meses hice un personaje que fue objeto de
respeto y hasta de buenas críticas.
¿Cómo creado Salamandro Teatro, su agrupación con
la cual trabaja en San Cristóbal?
-Salamandro Teatro fue constituido en Caracas en el 1.992. Fundarte había creado un
programa de subsidios para grupos de teatro y pensamos, junto con Raymundo Mijares, en crear nuestra
propia compañía. Buscamos un abogado,
redactamos el documento y lo legalizamos. Yo estaba ensayando en El Nuevo Grupo con
Armando Gota una obra del español Miguel Ángel Capinel, Av. Licenciado Sanz Nº 4 y
al mismo tiempo, comencé a dirigir secretamente La revolución de Isaac
Chocrón. Me reunía con Raymundo Mijares
(quien interpretaba a Eloy) en las
mañanas en el Alberto de Paz y Mateos, donde ensayábamos. Introduje el proyecto
en Fundarte para optar por el subsidio, pero nunca dieron nada y La revolución nunca pude estrenarla, porque cuando ya la
tenía lista y quise darle la sorpresa a
Isaac, me dijo:
--Caramba,
que sorpresa. Y… ¿Quién dirige?
--Yo la dirijo, le respondí.
--Sabía
que eras actor .No sabía que tú eras director. ¿Y quiénes son los actores?
--Raymundo Mijares, el actor negro,
excelente actor -subrayé-, hace el papel de Eloy y yo hago
a Gaby.
--
No conozco a ningún Raymundo
Mijares, --alegó-- pero si es negro, no voy a consentir que haga
a Eloy, y tú no puedes ni siquiera pensar en hacer el
papel de Gaby, porque eres un muchachito. A Gaby le cuelgan las carnes ¿No te has
dado cuenta?
Casi llorando lo invité esa noche para que viera un ensayo general que tenía
pautado en el Alberto de Paz.
--Isaac, hoy a las siete, para que veas
mi propuesta. Solo tienes que cruzar la calle. –Supliqué--.
--No
voy a cruzar ninguna calle, Freddy Pereyra,
no me interesa, y que no se te ocurra presentar ningún ensayo, ni la
obra en ninguna parte, porque no te lo
voy a permitir.
-- Isaac, por favor…
--Ningún por favor, --dijo
cortante-- ¡y te pido que abandones mi
oficina inmediatamente!
Salí, crucé la calle, recogí con
Raymundo -- que me esperaba afuera--
todo lo que teníamos en el Alberto de Paz,
entregué las llaves, lamenté los cuatro meses perdidos ensayando, le
agarré rabia a Isaac y me retiré del Nuevo Grupo.
-Fue cuando me llamó Johnny Gavlovski para hacer un monólogo, La lengua de Mitus. Lo leí y le comenté que para un solo actor era complicado, entonces replanteó el texto para dos actores y lo llamó Taquilla para palabras no dichas. Esta obra la ensayábamos en la sala Horacio Peterson con Miguel Ferrari desde las siete hasta las diez de la noche. A la semana de ensayo, pedí permiso para quedarme sólo en la sala trabajando hasta las tres de la mañana tratando de ubicar el personaje, pero sufrí, por la exageración en algunos ejercicios vocales, un derrame pleural. Tuve que abandonar el montaje y marcharme nuevamente a mi tierra, San Cristóbal. Poco a poco me fui recuperando y pensando en la posibilidad de quedarme, pues allí estaba desde hacía tiempo elaborando un proyecto de construcción: Mi casa, una Galería de Arte, y un pequeño teatro. Regresé a Caracas, liquidé mi alquiler, contraté un camión, recogí mis cosas y le dije adiós a todo.
-Me mudé sin pensarlo mucho definitivamente a San Cristóbal para encarar lo que tenía en mente y también me dediqué a pintar. Hice varias exposiciones en el Táchira y adelanté mi proyecto de construcción.
- ¿Y qué ocurrió con Salamandro Teatro?
En 1994
decidí revivir a Salamandro Teatro y
remonté “La Historia Del Zoológico
“con Ciro Villamizar, quien era director de la Compañía Regional de Teatro
del Táchira, luego, en el 96, tras una
breve pasantía como profesor en el Teatro Nacional Juvenil Núcleo Táchira,
monté “Encuentro en El Parque Peligroso” y “Los Ancianos” de Rodolfo Santana. En
el 98 hice “Vuelve La Revolución” un montaje épico presentado en las calles de
la ciudad de Capacho sobre Cipriano Castro, escrito por la periodista y poetisa
Ligia Parra Pérez y también gané el Premio CONAC en el XVIII Salón Municipal de
Pintura de Maracay. En marzo del 2000
inauguré mi proyecto de construcción: La Galería Arte Vertice, Arte para
el Táchira, un espacio para las artes plásticas donde he presentado pintores
regionales, nacionales, y artistas importantes de Colombia; también
construí una pequeña sala para ensayos. Y tal vez por exceso de trabajo y
presiones de la construcción, en enero del 2001, pleno comienzo de un nuevo siglo, me visitó un
personaje del que muchos han oído hablar pero no conocen y me obligó a retirarme de toda actividad por
espacio dos años. Su nombre es bacilo de koch, mejor conocido como la tuberculosis, un bacilo traicionero que, quien
lo ha padecido y sobrevivido, sabe de lo que hablo y aún cuando ya existen
medicamentos para su cura, superarlo no es cosa fácil, pero…luchando y con ganas de vivir y
trabajar, se logra, de modo que en febrero 2003, de nuevo a flote, dirigí con un actor local, Oscar Rovira, El hombre de la rata”, Viajamos a Caracas y se lo mostré a Gilberto Pinto,
Francis Rueda y Manuelita Zelwer en la sala del Laboratorio Teatral Ana Julia
Rojas, de Caracas. Gilberto me dijo que era un excelente trabajo de dirección.
Sin perder tiempo, comencé a trabajar en la obra de Romano Rodríguez Los
amantes del imperio, una obra
maldita con la que nadie se ha metido. La hice con Blanca Albarracín, actriz
emergente, y Luís Muñiz, actor y músico cubano de gran trayectoria. Esta pieza
la presentamos en Táchira, Colombia y el
Festival de Occidente, en Guanare, donde los críticos me destrozaron; sin
embargo, pienso que ha sido uno de mis mejores trabajos.
- ¿Cómo sobrevive Salamandro Teatro y cómo ha sido su periplo dentro y fuera de
Venezuela?
-Desde hace seis
años, Salamandro Teatro tiene dos subsidios anuales, no mensuales, de 10.000 y 15.000, que otorgan la Dirección de Cultura del estado
y el Ministerio de La Cultura. Generalmente la producción de todos mis
montajes ha sido hecha con estos modestos subsidios y mis propios aportes, ya
que vendo mis cuadros, hago restauraciones de obras de arte, marquetería, etcétera.
En cuanto a nuestros viajes, hemos
asistido a unos diez festivales en Colombia desde el año 2003 con obras como El
hombre de la rata, Los amantes del imperio, El ángel de la culpa de Marco Antonio
de La Parra, El animador, La
empresa perdona un momento de locura, La
última grabación de Krapp de Beckett, y Profundo
de Cabrujas.
-En el año 2009
envié un proyecto de montaje de El animador
al Programa de ayudas de teatro IBERESCENA en España, y afortunadamente,
fue aprobado. Solo aprobaron dos proyectos por Venezuela, el Grupo Coordinación
de San Felipe con una coproducción mexicana - venezolana, y mi grupo con El Animador en coproducción con el
grupo SINO TEATRO de Colombia. Fue un espaldarazo. Y el pasado año, envié al
programa de coproducciones de la
Compañía Nacional de Teatro el proyecto de Profundo que también fue
aprobado. Ha sido otro gran estímulo para nuestro grupo, ya que generalmente
trabajamos con las uñas.
-¿Qué prepara
para este 2013?
-Quiero remontar Los ancianos y Encuentro en El parque
peligroso” de Santana. También Los
amantes del imperio. Son obras de una gran fuerza y vigencia que en
Venezuela no he tenido oportunidad de mostrarlas a una audiencia mayor que la
del Táchira.