Mientras aquí en Caracas, los estrenos no superan
el centenar, en Buenos Aires pasan de mil por año. Aquí publicamos esta excelente
crónica para que nuestros artistas y el público se enteren y saquen sus propias
conclusiones.
Por Paula Sabatés/Pagina 12
La del teatro es una de las industrias más
importantes de Buenos Aires. Basta con decir que hay más de 1000 estrenos por
año sólo en Capital Federal para entender la importancia de esta actividad que
se manifiesta de distintas formas y en distintos circuitos. Uno de ellos,
quizás el de más relevancia mediática, es el comercial. Como muchas otras
industrias, la de este tipo de teatro –que es aquel en el que interviene la
figura de un productor, ausente en el teatro oficial e independiente– está
constantemente regulada por el contexto económico del país. Pero también por el
gusto de un público que es cambiante y cada vez más crítico. De ahí que la
tarea de quienes deciden entrar en este mundo no sea nada fácil.
Los
empresarios del teatro comercial –que está prácticamente circunscripto a la
emblemática calle Corrientes– están nucleados en la Asociación Argentina de
Empresarios Teatrales, la Aadet, una organización “gremial, mutual y social”,
tal como la definen sus socios. Tiene por objetivo brindar respuestas a los
fuertes cambios culturales y tecnológicos que sufre la actividad y apoyar a
aquel que desee involucrarse en ella, entre otras cuestiones (ver recuadro).
Con el
objetivo de conocer el funcionamiento de esta industria que posiciona a Buenos
Aires como una de las capitales culturales más importantes del mundo, Página/12 reunió a cuatro de los más
prestigiosos empresarios teatrales, todos miembros de Aadet, para que cuenten
sus experiencias. Así, Carlos Rottemberg, Javier Faroni, Pablo Kompel y
Sebastián Blutrach hablan sobre su oficio y profesión: la dificultad de saber
en qué invertir, su relación con el teatro independiente, las causas de la mala
temporada teatral de verano y la relación del teatro comercial con los
subsidios, entre otras cuestiones.
–Luego de
tantos años de experiencia, ¿saben qué puede funcionar?
Carlos
Rottemberg: –No. Es todo muy azaroso. Hace 38 años vendí mi primera entrada de
teatro y ahora tengo más inseguridades que entonces sobre qué funciona y qué
no. Es una profesión que se maneja a prueba y error. No hay un estudio de
marketing que con certeza te diga en qué te conviene invertir. De hecho, con la
misma fórmula un productor tiene éxitos y fracasos. Y no es que trabaje
diferente, es simplemente que la magia y los condimentos que tiene un
espectáculo en un caso funcionan y en otros no. Eso hace que los estrenos sean
muy expectantes y te convierten en un jugador a la hora de apostar las fichas a
un título, un elenco o un director.
Pablo
Kompel: –Es mucho azar, no hay fórmulas. Pero de alguna forma la experiencia
ayuda. Lo que no quiere decir que por tener más años en esto uno esté exento de
sufrir fracasos, pero sí la experiencia ayuda a minimizar el impacto cuando las
cosas no funcionan.
Sebastián
Blutrach: –Yo con los años creo que es importante hacer obras que generen nichos
de público, porque eso te garantiza que por lo menos cierto sector teatrero va
a ir. Después si arrastra a otros grupos de público, buenísimo. Lo más difícil
es hacer algo abierto, para todos. Pero creo que con la experiencia cada vez
nos equivocamos menos.
–Y a la
inversa, ¿han podido identificar algo que seguro no funciona?
Javier
Faroni: –Es que eso tiene mucho que ver con el público, por eso hay que estar
alerta y actualizado sobre lo que le gusta a la gente en determinado momento,
que puede variar de temporada a temporada. Hace unos años, los actores
reconocidos eran una garantía para hacer un éxito. Ponías a dos actores
taquilleros y la gente iba. Pero hoy ni eso te asegura nada. Cambió mucho todo.
Incluso hoy a veces funcionan cosas de actores que recién inician su carrera o
que no son tan conocidos, pero que se juntan y hacen algo de calidad.
– ¿Cuándo
deciden que es un buen momento para bajar una obra de cartel?
C. R.: –Es el
público el que determina esas cosas. Los empresarios no decidimos cuánto dura
una obra. Lo hace la planilla diaria que indica cuánta gente fue al teatro y
qué precio pagó. Como la matemática, esos son números que no podes manejar, por
más que después salga el actor en televisión a decir que le está yendo bien.
J. V.: –Yo
creo que uno sabe cuándo algo es irremontable y que en ese caso uno debería
bajar la obra lo más rápido posible por una cuestión económica y de energía.
Claro que a veces no hay acuerdo entre todos los que componemos un espectáculo
y para bajarla tenemos que ponernos de acuerdo. Cuando se da una situación de
fracaso, yo siempre trato de cubrir al actor que es quien más expuesto está
frente a eso.
–¿Por qué
hay menos obras de autores nacionales en el teatro comercial?
S. B.: –Porque
las obras extranjeras tienen mayor aceptación por parte del público, aunque no
sean mejores que las nacionales. Lamentablemente, para hacer teatro nacional y
que el público lo acepte hay que saltar una barrera. Al cine le pasa lo mismo.
Es una lástima y no hay fundamentos porque, al igual que el extranjero, hay
cine y teatro nacional malo y bueno. No siento que sea culpa de los
productores. A nosotros nos llegan a las manos distintas obras y, si están
buenas, las hacemos, incluso si son nacionales. Como el teatro es universal y
globalizado podemos elegir entre obras de todo el mundo con lo cual es normal
que no sea todo nacional. De todos modos, con la traducción y adaptación
cualquier texto extranjero se vuelve un poco nacional.
C. R.: –Yo no
estoy de acuerdo con que hay menos autores nacionales. A lo mejor no habrá
tantas obras de texto, porque hay una falta real de títulos de autores
nacionales. Pero andá a decirles a los Midachi o a Les Luthiers que no son
argentinos. A Pepe Cibrián, a Martín Bossi, a Carmen Barbieri. ¿Cómo le
explicás a Flavio Mendoza que Stravaganza no es un espectáculo nacional? ¿Y a
Enrique Pinti y Antonio Gasalla? Encima son los títulos más exitosos de la
calle Corrientes. Después, lo que se tome como dramático o no dramático y lo
que le guste a cada uno es otro tema.
–¿Creen
que hay que ser amante del teatro para poder triunfar en esta profesión?
C. R.: –Estoy
convencido de que sí. Para estar en este negocio, tenés que ser más teatrista
que empresario y a la vez más psicólogo que teatrista. Porque nuestra
mercadería, por llamarla así, son seres humanos. Los paracaidistas de la
profesión, esos que duran poco, fallan porque no entienden eso y lo toman como
algo netamente comercial.
J. F.: –Te
tiene que gustar el teatro, sin duda, porque esta profesión parece fácil y
divertida pero tiene muchas horas de trabajo encima, y si no te gusta, se te
hace difícil. No es un negocio en el que sea fácil entrar. Tenés que tener una
gran frialdad para poder aceptar que inevitablemente alguna vez vas a perder.
–Y
particularmente, ¿les gustan todas las obras que producen?
J. F.: –Para
nada. Hago mucho teatro que no me gusta. Otros productores sé que no, pero yo
trato de hacer el teatro que le gusta a la gente, no el que me gusta a mí,
porque a mí en definitiva lo que me gusta es producir teatro. Después tengo mis
gustos, pero es algo mío como espectador, no influye en la inversión. Por eso
soy bastante amplio y puedo hacer una revista, un musical, una comedia o una
obra dramática.
P. K.: –Hay géneros
o cosas que yo no hago porque no me gustan y porque en definitiva cuando uno
hace cosas que no le gustan rara vez le salen bien. Dentro de lo que produzco
hay cosas que me gustan más o menos, claro, pero no produzco revista, por
ejemplo, porque no sabría cómo hacerla, me saldría muy mal. No tiene que ver
con un juicio de valor, sino que es una cuestión de dónde se para cada uno.
–¿Cuál es
su relación con el teatro independiente?
J. F.: –Tengo
mucho respeto por el teatro independiente. Valoro el trabajo que hacen, son los
que viven el teatro más crudo. Lo que sí, no veo tanto teatro de ese circuito.
Es una deuda que tengo. Decidí producir mucha cantidad y eso no me permite
poder ver muchos espectáculos. Pero, más allá de eso creo que el circuito comercial
se nutre del independiente, toma de él mucha gente que luego es baluarte de sus
producciones. En lo que no creo es en los prejuicios que hay de ambos lados
hacia el otro. Todo es arte.
P. K.: –Yo soy
público del teatro independiente, me gusta, me parece una de las
características más vitales de la escena de Buenos Aires y una cantera de
talento impresionante a nivel actores, directores y autores. Un lugar muy
positivo para la vida teatral.
–Cuando
se revisa lo que pasó del año se hace inevitable hablar de la temporada de
verano. ¿Por qué creen que funcionó tan mal?
C. R.: –Hay
que aclarar que funcionó mal en la costa atlántica. En Capital Federal el nivel
de espectadores subió el 2% y en Carlos Paz el 1% con respecto al año pasado.
Por eso no hay que hablar de que bajó el teatro, sino que bajó la costa en
general. Particularmente, después de 38 años, sé medir cómo está la calle
marplatense, los turnos de comida, el tránsito. Y este año hubo menos gente. Yo
se lo atribuyo particularmente al clima, porque si fuera un problema económico
no se explica lo que pasó en otras partes del país con la actividad. Pero si en
octubre le decís a la gente que va a haber mal clima, la ciudad balnearia
pincha. Y es lo que pasó.
J. F.: –Fueron
muchas las variables para pensar lo que pudo haber ocurrido. Principalmente
pasó que la gente fue menos días a Mar del Plata y tuvo menos noches para
decidir qué hacer, y eso a nosotros nos mató. A la vez hubo mucha actividad
gratuita y de bajo costo, estuvo el fútbol de verano, la Fragata Libertad. Un
montón de variables que hicieron que la gente eligiera una opción de teatro y
no dos o tres como otros años.
–¿No
creen entonces que tuvo que ver con el precio de las entradas?
C. R.: –La
entrada al teatro en Mar del Plata fue la plaza más barata en precio promedio
per cápita comparado con Buenos Aires y Carlos Paz. No subió en relación con el
año anterior.
J. F.: –No,
porque aumentamos menos de lo que aumentó el costo de vida. El tema de que el
teatro está caro está muy instalado y es difícil dar vuelta eso. Pero no
considero que esa sea la razón principal. Porque de hecho a los espectáculos
más baratos la gente tampoco fue y los que tuvieron más público fueron los más
caros. Además, los precios de las entradas hace cinco años que no suben al
ritmo que venían subiendo.
P. K.:
–Estamos viviendo un proceso inflacionario y las entradas de teatro, como otros
productos, suben porque suben los costos, los insumos, los sueldos de los
personajes involucrados, los costos de la publicidad. Comparado con las
necesidades más urgentes y básicas, el teatro es un bien secundario,
lógicamente, pero comparado con muchas otras actividades creo que el precio de
las entradas tiene su razón de ser.
–En medio
de esta crisis del verano se habló de que el gobierno provincial, a través del
Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, que preside Jorge Telerman,
otorgara subsidios a los espectáculos teatrales. ¿Por qué rechazaron
masivamente esa propuesta?
C. R.: –En lo
personal, no lo podría haber aceptado porque entiendo que el riesgo empresario
no debe depender del Estado. Sobre todo cuando desde los años 50 hay una
eximición de impuestos como contraprestación a que por ley los edificios
teatrales no se puedan dedicar a otra cosa que no sea el teatro. Con las
urgencias que sabemos que tiene la comunidad me parece que eso no estaba bien.
No se puede ser capitalista para el éxito y socialista para el fracaso.
S. B.: –Sí me
parece maravilloso que haya iniciativas para apoyar al teatro independiente, a
grupos, salas y espacios a los que les cuesta mucho mantenerse. En ese caso
cualquier iniciativa puede ser buena.
–¿Creen
que la actividad teatral, por lo menos la comercial, puede crecer más o ya
llegó a su techo?
P. K.: –Como
todo, es un mercado que se maneja de acuerdo al contexto. Creo que puede crecer
en tanto y en cuanto crezca la economía del país. Y también en cuanto nos
preocupemos todos por renovar al público, por generar la buena costumbre de ir
al teatro. Además el crecimiento o decrecimiento no sólo está ligado a lo que
podamos hacer quienes trabajamos de esto, sino que también depende de los
estándares de educación y formación del país. Si eso funciona bien, entonces
probablemente el teatro ande bien.
Un colectivo actualizado
Cien años pasaron desde el impulso
inicial que reunió, en 1917, a los productores artísticos de la escena privada
porteña. Para Carlos Rottemberg, que hoy preside la Aadet, “en aquel entonces
los congregó la profesionalización del campo teatral, que requería compartir
saberes y plantarse como sector ante los desafíos de la actividad”. El
empresario sostiene que hoy los nuclea la necesidad de ser un colectivo
actualizado y con respuestas a los fuertes cambios culturales y tecnológicos
que impactan en la tarea de hacer teatro y música en todo el territorio
nacional. En Aadet, son 122 socios activos y ocho adherentes.
“Es una organización gremial, mutual y social. Gremial, porque entre
otras cosas cierra los Convenios Colectivos de Trabajo con todas las
asociaciones de teatro, el sindicato de músicos, el de maquinistas, técnicos y
acomodadores. Mutual, porque otorga desde un subsidio por fallecimiento para
los socios hasta una mensualidad que acompaña a los que lo piden para su
medicina prepaga. Y también es social porque se preocupa por hacer un aporte a
la sociedad. Hacemos un aporte mensual a la Casa del Teatro, instalamos el
puesto de Tickets Bs. As. frente al Obelisco para que quienes no puedan pagar
el precio completo de la entrada igual puedan asistir a los espectáculos y
colaboramos con determinadas situaciones sociales, como fue la inundación de La
Plata”, define Rottemberg.
La historia de la actividad
Para celebrar los casi cien años del
primer impulso que reunió a los productores artísticos de la escena porteña, la
Aadet publicó recientemente el libro Los productores. Historias de empresarios
teatrales argentinos de todos los tiempos. Con investigación y textos de Carlos
Ulanovsky, Susana Pelayes, Marcela López y Gabriela Kogan, el trabajo de casi
250 páginas reúne imágenes, nombres, anécdotas y datos que rescatan la historia
de la actividad.
Se trata de libro con un fuerte valor documental, ya que alberga
documentación de gran importancia, como por ejemplo los papeles de la
constitución formal de la Sociedad Argentina de Empresarios Teatrales (que fue
la primer congregación), al acta de empadronamiento de socios, archivos
periodísticos de casi un siglo atrás y programas de mano, afiches y planillas
de recaudación de emblemáticos espectáculos que pasaron por la calle
Corrientes, entre otros documentos.
“Hoy Aadet revalida con este libro su compromiso con el quehacer
teatral. Por más teatro, más música, más cultura, más trabajo. ¡Arriba el
telón!”, expresa Carlos Rottemberg, presidente de la asociación, en el prólogo
del libro.