sábado, mayo 11, 2013

Un David en Caracas


Miguel Ángel Buonarroti está en Caracas desde el pasado 30 de marzo. Lúdico se exhibe en la sala Humboldt (San Bernardino) para entretener y educar a intrépidos venezolanos interesados en saborear las vicisitudes existenciales del artista que desafió y derrotó a la Iglesia Católica Romana, comandada por el papa guerrero Julio II, y a un oscuro y siniestro sector de la sociedad italiana. Empeñados todos en detener el avance de las expresiones de las artes que pudieran afectar credos, humillar ignorancias y hundir mitos.
 La presencia del mítico artista (Florencia 1475/Roma,1564) es posible gracias al impactante espectáculo El gigante de mármol, obtenido por el buen autor-director Luigi Sciamanna y un conjunto de reconocidos actores como Elvis Chaveinte, Jorge Palacios, Marcos Moreno, Armando Cabrera, el mismo Sciamanna y la participación de nuevos comediantes -Carla Orive, Asier Brightman  y Daniel Torres- apuntalados por el  creativo vestuario de época  y la  fina realización, con el lujo de la Florencia renacentista, resueltos por  Eva Ivanyi y Raquel Ríos. Otra producción de “Cocó” Seijas, una exquisitez dentro del depauperado contexto vernáculo, auténtico regalo para quienes la ponderen.
El gigante de Mármol, ambientado en la Florencia de los años 1553 y 1554, recrea la controversial situación de Buonarroti (con 28 años) para salvar su David, ya terminado y nacido de un bloque de mármol de Carrara,  ya que la Iglesia, representada por el melifluo y amadamado cardenal Ildefonso de Manoforte, considera inadecuada  y contraria a la moral y las buenas costumbres que se muestre ante los florentinos una estatua de 5 metros de altura de un hombre desnudo, por lo cual propone que sea destruida. Pero la máxima autoridad civil, la Señoría de Florencia, decide adoptarla como símbolo de la nueva república, nacida tras derrocar a  la tiránica familia Medici.
Esa bien hilvanada controversia verbal, donde afloran las pasiones de sus personajes, especialmente del helénico bisexual Buonarroti (magistralmente encarnado por Chaveinte, especialmente en su monólogo central) que seduce al representante papal (¡Bravo Palacios!, sus casi 50 años en el teatro no son poca cosa), es la gran escena del montaje. Salvó la estatua  y la preservó para la historia del arte universal. Es otro complejo y denso debate sobre la belleza, el alma, el cuerpo y  la fe cristiana, donde el arte como tal derrota al Poder, representado por la Iglesia y advenedizos sectores de la intelectualidad y la economía plegados ante hipócritas  creencias  religiosas. Es, sin lugar a dudas, toda una valiosa empresa cultural que aporta el teatrero Sciamanna, quien también destaca como histrión. Ahí logra teatralizar la tenaz lucha que contra la irracionalidad dio Buonarroti. ¡Gran metáfora para todos los tiempos!
El gigante de mármol es la segunda obra que escribe Sciamanna centrada en el David de Buonarroti, pues antes dio a conocer La novia del gigante (2012), la cual cierra un ciclo de profunda investigación y depurada escritura dedicada al genio creador de obras capitales como la Capilla Sixtina, La Piedad, El Moisés y el propio David.
Este venezolano Sciamanna, inteligente y trabajador descendiente de italianos, hace el teatro más extraño y más original de esta comarca, y lo crea bien o al menos logra fruncirle al ceño a tanto diente roto que por ahí pululan.



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