sábado, junio 22, 2013

Streaptease de 5 mujeres

Las precisas reposiciones de los espectáculos El matrimonio de Bette y Boo de Christopher Durang y Acto cultural de José Ignacio Cabrujas, el excelente montaje de Profundo del mismo Cabrujas, la organización del Segundo Festival Internacional de Teatro de Caracas  y, por si fuera poco, el estreno de 5 mujeres  con el mismo vestido, son muestras contundentes de como el tráfago político en que está inmerso el director y actor Héctor Manrique (1963) no ha lastrado su ecléctica labor artística, sino todo lo contrario: lo ha revitalizado. Y todo lo hizo durante este primer semestre del crucial año 2013. Es trabajador ejemplar, esposo, padre de dos niñas y líder el Grupo Actoral 80, pronto a cumplir 30 años de fructífera historia estética. Pero a él, como también ocurre con Mimi Lazo, una patota de tábanos rumia sus sórdidas envidias y trata de ponerle zancadillas, que, con tutelaje divino, supera fácilmente.
 Y es precisamente este hercúleo Manrique quien se atreve a montar, en el Trasnocho Cultural, con mano precisa y sacándole todo lo humanamente posible al elenco de 5 mujeres con el mismo vestido (1993), de Alan Ball  (Atlanta 1957); un homosexual público y confeso que no oculta su apasionado amor hacia la condición femenina, como a su manera también lo hizo Federico García Lorca, según lo demuestra esta pieza divertida y esclarecedora de una sociedad que vive de las apariencias aunque perece en su disfrute.
Tan cruda pieza, donde el lenguaje no es apto para menores de edad, presenta a seres desesperados por las situaciones que viven, pero todos anhelan y luchan por otro mañana como sea. Tienen esperanzas por el porvenir. Cada noche es un anhelo de un despertar con metas…aunque sean inalcanzables.
Ball, con esa agudeza psicológica y virulencia de lenguaje, además de situaciones siempre al borde de lo ridículo o lo sublime, que solo tienen  o utilizan los gais, desnuda la aparente frívolidad de cinco mujeres que se visten iguales porque son damas de compañía de su amiga recién casada. Quinteto de seres, conflictuados y  cansados de la mediocridad social, quienes se encierran  y en un cuarto, mientras en otros salones de aquella lujosa residencia se festeja el desposorio de su compañera de vida, ellas hacen sendos streaptease de sus  crudas sagas particulares   y revelan así lo que son. Una es lesbiana y  luce feliz además porque es hermana del novio, hay una virgen que se quiere casar con el ritual de la iglesia católica, otra luce enamorada de un donjuán, el mismo que violó a la atormentada hermana de la novia, y hay una devoradora de hombres que se lleva la sorpresa final al encontrar el hombre que no esperaba. Son cinco vaginas pensantes y sufridas que buscan a toda costa la felicidad. Un quinteto de cuaimas que creen en el amor aunque después lo pierdan. Cinco catarsis ejemplares.
Más allá de las valoraciones que pueda suscitar la obra como tal, lo innegable son las excelentes performances de jóvenes como la sufrida y marihuanera “Marilú” de  Melissa Wolf; Samanta Castillo, una auténtica revelación con su “Amanda”, adoradora de Lesbos; Angélica Arteaga y su virginal “Francis”; Mariangel Ruiz y su decidida romántica “Georgia” y la veterana Elaiza Gil con el personaje más controversial pero humano, “Tina”. El rol masculino lo hace convincentemente Wadih Hadaya como “Alejandro Ackerman”.
Y como colofón, el cual repetimos cuando presenciamos un espectáculo que conmoverá al público, recordamos a los lectores/espectadores que de cada diez personas que hacen la cola para disfrutar o aburrirse después en la sala teatral, siete son mujeres y los otros tres se lo rifan entre los hombres o los gais de turno.
 ¿Qué por qué esto es así? Respondemos  que la sensibilidad y el disfrute escénico tienen mucho que ver con el sexo o con la conducta sexual y sus derivados. Y en el caso de 5 mujeres con el mismo vestido las risas y los aplausos son de principio a fin por la crudeza de las situaciones y el lenguaje llano que ahí se utiliza.
El público nunca se autoengaña y el agrado o el rechazo lo expresa sin evasivas. Y esas conductas las predican o advierten estudiosos que van desde Freud o quizás antes: cuando los griegos y los romanos se entregaban al placer teatral porque la polis lo imponía...y no había tantas alternativas.
Ya Manrique está contando las féminas que ingresan a su espectáculo, porque serán ellas precisamente las que más disfrutarán con 5 mujeres con el mismo vestido, ya que la feminidad se desborda en ese quinteto de damas comunes y corrientes, aunque las vistan para una boda de lujo.



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