viernes, mayo 11, 2007

¿Quién monta el teatro de César Rengifo?

Tendría este 15 de mayo una gran fiesta por sus primeros 92 años, pero no será así. Lo sobreviven su esposa Ángela Carrillo de Rengifo y sus hijas, además de sus policromas obras pictóricas y un gran legado literario y especialmente su teatro, buena parte irredento, o sea fuera de la escena, por la mezquindad de los artistas que optan por otros autores “más comerciales” o por “obras menos densas”.
Era César Rengifo (Caracas, 1915/1980) “un tipo de hombre común”, como lo reitera Alexis Márquez Rodríguez[1], porque tenía siempre una permanente disposición y disciplina para el trabajo y eso lo demostró, fehacientemente. Tal diversidad de actividades fue otro de los rasgos de su personalidad poco común. Fue pintor, dramaturgo, poeta, periodista, ensayista profesor, conferencista, director de teatro, excursionista, escultor, grabador… y también fue político, “si bien no fue lo que puede llamarse profesional de la política, pero militante, dentro o fuera del Partido Comunista de Venezuela, y aunque dejó de militar activamente, siguió siendo leal a sus principios hasta su muerte. Y por ellos luchó con las armas que le correspondía, que eran las del arte, hasta su muerte.”
Acentúa Márquez Rodríguez que toda la obra de Rengifo, por razones que a estas alturas resultan obvias, no es una obra en que la vida sonríe cotidianamente, porque de serlo sería una total falsificación de la realidad que el buscó representar. “Es más, su obra, tanto la dramática como la pictórica, ha sido vista muchas veces como pesimista, por expresar casi siempre el drama del hombre, la tragedia de un sociedad injusta y alienante, donde precisamente se suprime todo valor risueño del acto de vivir. Sin embargo, el cargo de pesimista no es sino el proyecto de un examen en superficial de su producción artística. No porque en sus pinturas y obras de teatro pueda descubrirse, tampoco, un optimismo panglosiano, que resultaría de igual modo falso y truculento, sino porque Rengifo siempre tuvo la propensión, precisamente, a colocar en cada una de sus obras ciertos elementos poético, que sin negar el dramatismo de la realidad representada escénica o pictóricamente, pusiese al mismo tiempo antes los ojos del público un mensaje de optimismo y sobre todo de confianza en la vida y en el Hombre”.
En sus dramas, reitera Márquez Rodríguez, que son por definición poéticos, muchas veces ese mensaje está dado por el manejo dialéctico de las contradicciones, y nada más poético que la dialéctica, de modo que, aun sin lograr un desenlace feliz, que en la trama resultaría artificial y fraudulento, termina por imponerse, con más fuerza que la fatalidad misma, un sentido vitalista, en el que prevalece la esperanza, más aún, la convicción de que a la larga la vida triunfará sobre la muerte, y la bondad sobre la perfidia.
Teatro
Carmen Mannarino[2] recuerda que el nombre de César Rengifo es de indispensable incursión protagónica en el proceso de modernización del teatro venezolano desde la cuarta década del siglo XX hasta su muerte. “No en balde se le designa padre del teatro moderno en Venezuela. Su dinamismo creador lo mantuvo ajeno al estancamiento, razón por la que en cada década, sobre todo en los años 50 y 60, sin abandonar su opción de artista comprometido, continuó su ascenso con variaciones temáticas y formales, en el sentido del esfuerzo puesto en resolver, dentro de técnicas renovadoras y variadas concepciones estéticas que hacía confluir en el realismo, el enfoque marxista de la sociedad. Logró llevar a éste de la frecuente explicitud por medio de personajes portadores de un ideologizado discurso, a la implicitud en obras en las que la intención autoral surge de ellos mismos dentro de las situaciones que construyen la obra.”
Ahora le corresponde al Instituto de Artes Escénicas y Musicales (IAEM) realizar un festival de teatro venezolano donde precisamente la buena semilla que dejó de César Rengifo sea utilizada por las nuevas generaciones de teatreros. Esa sería una forma de mantener viva su memoria y además serviría para alimentar a las nuevas generaciones de espectadores que necesitan de esa sabiduría que él supo atesorar.¿Por qué no montar sus obras sobre el estiércol del diablo o sobre el petróleo? Sería un gran homenaje a un artista que siempre quiso ver el siglo XXI y todo lo que en él se hace.
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1 Rengifo, César, (1978). Obras, Tomo I, Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, Mérida.

2 Barrios, Alba y otros (1997). Dramaturgia venezolana del siglo XX, Centro Venezolano del ITI-Unesco, Caracas.

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