jueves, noviembre 08, 2007

El Gabo no tiene discípulos

Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura de 1982, no tiene discípulos en su Colombia, ni él tampoco ha sido un obstáculo para las otras generaciones de escritores que emergieron después. “Mi generación no se orientó por las formulas del Gabo. Nuestro realismo literario es cotidiano, esencialmente urbano, mientras que el universo del autor de Cien años de soledad es rural y mitológico. La nuestra ha sido una literatura de comportamientos y de creación de personajes problemáticos en la nueva Colombia”.
Así es analizada la situación de la literatura actual de Colombia por Oscar Collazos (Cartagena de Indias, 1942), uno de los intelectuales neogranadinos más importantes por su vasta producción, la cual supera los veinte libros, entre novelas, cuentos y ensayos. Vino a Caracas para participar en el Primer Encuentro Internacional de Narradores 2007, el cual ha de concluir durante este fin de semana.
Collazos observó que este dialogo entre escritores latinoamericanos y venezolanos es sumamente importante. Pero creo que los próximos deben ser madurados; debe contar con la presencia de más latinoamericanos y más venezolanos significativos. En este primer encuentro faltaron escritores como Adriano González León, Alberto Barrera Tyzka y Oscar Marcano, quienes tienen obra y presencia en el resto del continente. Esto se puede mejorar y además debe ir a otras ciudades del país. El ministro Farruco Sesto dijo, durante la inauguración del evento, el pasado lunes, que ellos que no excluían, sino que los otros son los que sé han auto excluido. Creo que eso debe ser superado para las próximas reuniones”.
-¿Qué pasa con la literatura colombiana ahora?
-Hay una gran producción en todos los rubros de la creación y es de tal volumen que se necesitara un tiempo para ver que es lo queda, pero la producción esta ahí. En este momento tenemos diez escritores, menores de 50 años, de primer orden.
-¿Qué escribe?¿Cómo lo hace? ¿Por qué escribe?
-Las preguntas son antiguas pero las respuestas pueden ser contemporáneas. Escribo novelas, ensayos, cuentos y soy un columnista profesional en los periódicos El Tiempo de Bogota y El Universal de Cartagena. Otros medios latinoamericanos me solicitan para que les escriba artículos de opinión sobre temas coyunturales. Vivo de mi trabajador como escritor, porque no hago otra actividad distinta, salvo enseñar cosas relativas a mi experiencia como escritor.
Confiesa que escribe como “un burócrata, con horario”. Se levanta temprano, hace sus abluciones, desayuna y lee los periódicos por Internet, salvo El Universal que le llega muy temprano a su residencia. “Me paseo por los titulares de la prensa colombiana, veo los del The Washington Post, Le Monde, El País de Madrid. Y si me interesa algo lo abro y lo guardo como archivo si se deja; lo dejo ahí, porque en el curso del día lo leo con detenimiento. Simultáneamente escucho la radio. En todas estas actividades me gasto unas dos horas, entre las seis y las ocho de la mañana. Es, pues, un ritual para recibir información y prepararme para escribir, lo cual lo hago en computadora, desde hace ocho años”.
-¿Qué pasa con su creación artística?
-Es una elección como cualquier otra. Empecé como cuentista porque no era capaz de contar historias largas. Era una especie de corredor de 100 metros planos y ahora soy un maratonista, porque me surgió la necesidad de contar historias de o más largo aliento y así se me ensanchó el universo que inicialmente era estrecho como cuentista. Eso lo puede decir cualquier escritor, porque uno no decide ser cuentista o novelista, sino que hay una necesidad muy especial dentro del proceso de la creación. Yo me he encontrado escribiendo cuentos que piden a gritos durante determinados momentos que los lleven a novelas y ahí me tengo que olvidar del cuento.
-¿Cómo define la literatura que hace?
-Elegir un genero literario no es una decisión voluntaria, hay algo en el aprendizaje del idioma que te lleva a escribir historias a través del lenguaje y decidir esto u otro pero de una manera casi inconsciente, como ha sido mi caso. Y si yo no tengo tiempo suficiente, lo peor que puedo hacer es meterme a escribir una novela, porque una novela no se escribe a retazos. Es lo más parecido a un trabajo burocrático en una oficina; tiene una continuidad que no permite largas interrupciones. Yo en una sentada escribo el boceto de un cuento, no puedo hacerlo en cinco o seis sesiones diferentes, tiene que ser de un solo tiro. Pero mi experiencia como escritor señala cuales son los temas que permiten la ficción y cuales son los que reclaman otro tipo de genero, el ensayo por ejemplo.
-¿Qué pasa con los escritores latinoamericanos y el poder?
-Esa es una discusión que existe desde que se crearon las repúblicas, porque los escritores estuvieron vinculados con el poder porque ellos reflexionaron sobre los modelos de sociedades que iban a fundar o crear en América Latina. Ahí esta el caso de José Martí, un gran intelectual que encabezó una revolución de liberación o el caso de Sarmiento en Argentina, o los intelectuales colombianos que sacaron adelante al país en el siglo XX. Pero en Europa y en Norteamérica los escritores o los intelectuales no han tenido esas relaciones con el poder político. Pero en los últimos 50 años, los intelectuales y escritores latinoamericanos se desvincularon del poder porque corrían el riesgo de perder la libertad y con ella su capacidad de creación y autonomía. Desde entonces los intelectuales tienen una actividad de vigilancia y de la crítica del poder.

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