
Ahí se le presenta al público sensible -¡en Venezuela las mujeres integran el 70 por ciento de la audiencia teatral!- una serie de estremecedoras facetas sobre la vida real de la célebre pintora mexicana, gran cultora del surrealismo, pero reelaboradas para proponerle una reflexión sobre el amor y especialmente sobre el compromiso político, aún en las peores circunstancias físicas o humanas. Y todo eso servido para exaltar la conducta eximia de la fémina transformada en ser humano identificado con los movimientos de cambios sociales continentales. En resumen, es una pieza del mejor teatro político, pero envuelta en un cuento íntimo sobre una mujer que desde que nació y hasta que murió lo que hizo fue sufrir por una serie de enfermedades y un trágico accidente automovilístico, aunque todo ese amargo viaje existencial estuvo salpicado por un difícil amor, pero amor al fin y al cabo, con el gran muralista Diego Rivera.
Tal obra se exhibe en el Teatro San Martín de Caracas, gracias al depurado trabajo de la directora María Brito con escenas reales y surrealistas, y al ajustado juego performántico de Juliana Cuervo como Frida Kahlo (¿dónde estaba esta actriz?), Trino Rojas como Diego Rivera, María Eugenia Romero como María Félix y Yarair Castillo como Catrina. Es una fehaciente demostración de que el buen teatro, tanto como diversión y propuesta ideológica, no está ausente de las carteleras caraqueñas, aún en los momentos más convulsos de su historia.
Hay que destacar en Frida Kahlo, la pasión como el autor Halac presenta además el rol existencial de María Félix y su amargo tránsito, por así calificarlo, en las vidas de la artista y de su marido Rivera. Ella es la mala, la bicha que no los deja ser felices y se convierte en una diabla que acelera el deterioro de la relación y adelanta la muerte de la maltrecha Frida.
Ricardo Halac (Buenos Aires, 1935) es un consecuente intelectual y humanista, luchador contra las dictaduras que azotaron a su país, que ya había mostrado aquí en Caracas su pieza Padre poeta (2007). Logró ver estrenada su Frida Kahlo, la pasión en Sao Paulo (1996) y después en Montevideo (1997) y la capital argentina (1999). Es además un autor con una veintena de obras comprometidas con la sociedad sureña, las cuales han sido parte de la gran munición de ese movimiento del Teatro Abierto, vigoroso ariete contra el poder militarista o una advertencia de que esos trágicos fantasmas no podrán regresar jamás. Ahora espera que su Frida llegue a Washington, en enero del 2008, mientras celebra el creativo montaje venezolano, logrado en esa “fábrica” de teatro comprometido que comanda Gustavo Ott.
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