Gustavo Ott (Caracas, 1963) no sólo representa con lujo a la nueva dramaturgia venezolana en el exterior (Tu ternura Molotov, en Washington), sino que también funge de director y ahora la exhibe. Y la prueba está en el caraqueño Teatro San Martín, donde con su grupo Textoteatro hace otra temporada con su pieza 120 vidas x minuto, la cual recibiera el Segundo Premio del Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora de 2006 del IAEM, en el 2007.
Ott combina en su pieza el día de la muerte del artista cinético Jesús Soto y, al mismo tiempo, el aciago accidente aéreo que, por falta de combustible, ocurrió en la Sierra de Perijá, Venezuela, donde perecieron 120 pasajeros. Ese avión, que paradójicamente cayó por falta de gasolina en esa inmensa cuenca de petróleo y energía, se convirtió en una metáfora fantástica donde el dramaturgo, utilizando unos acordes brecthianos, hace que sus personajes oscilen desde la esquizofrenia colectiva a las ideas del triunfalismo; de una generación amputada hacia el fin del afecto; de las rivalidades a las excusas y de los odios y la insensibilidad a la muerte del lenguaje. Es decir: un país en posición de desastre por una tragedia que, como en un cuadro de Soto, ya ha sucedido y que al tiempo, está por suceder. Y entre ellos, esta la voz del creador enseñando su arte y la trascendencia del mismo, tratando de rescatarlos a todos de la catástrofe.
Esto es importante recordarlo ahora, porque Jesús Soto falleció el 14 de enero de 2005 en París y el 16 de agosto de ese mismo año un avión colombiano se estrelló con sus 120 pasajeros en la sierra de Perijá. Esas noticias, reseñadas en un lapso de siete meses por la prensa, dieron carne, sangre e ideas para que Ott, periodista y autor exitoso, escribiera y estrenara su obra. No pretendió ser una copia de Bertold Brecht o de César Rengifo, ni un emulo de Miguel Mihura o Isaac Chocrón, pero de ellos captó sus habilidades para informar y propalar, además de mostrar, ideas desde la escena: pero el oficio para diseñar una crónica o un relato audiovisual lo aprendió en la escuela de comunicación social de la UCAB. La ñapa es un poco de “carpintería teatral”, como enseña el patriarca de la crítica José Monleón, pero ya él tiene sus propios aportes, esta dejando atrás la etapa de la reproducción de los modelos y se atreve a mostrar, tímidamente, sus creaciones, a pesar de la precariedad de los recursos técnicos, los cuales existen pero no están disponibles por factores económicos.
¿Cómo hizo la metáfora escénica de su texto a partir de esas informaciones que dieron dolorosos titulares? Como lo ha hecho durante las dos décadas de su carrera dramatúrgica: dando el preciso valor a las palabras, a la manera y la velocidad de cómo estas se emitan y buscando nuevas, aunque vetustas, maneras, de apoderarse de la escena con sus diestros actores. ¿Qué como lo hizo? Haciendo lo que los teatreros han ejecutado durante los últimos cuatro mil años: sin temor a equivocarse y esperando siempre que el público entienda todo o parte de lo que pretendió decir o que sea capaz de disfrutar con cosas que no están sobre el escenario. Esa es la magia del teatro del siglo XXI: echar bien un cuento, utilizando todos los recursos concretos y reales que existen, además de usar un el intelecto de los espectadores, agudizado por imágenes preñadas de significados que le llegan por la televisión y el cine. ¡Nunca jamás la humanidad tuvo semejante banquete visual!
¿Dónde está su creación ? Metió a todos los venezolanos en un avión, con sus torturas mentales y demás fantasías, y los puso a viajar con el fantasma del más creativo de los artistas plásticos del mundo, Soto, que deambula en esa aeronave, sentenciada a estrellarse, mientras lanza su sabia perorata sobre el arte y la no existencia de Dios desde que el hombre pudo razonar y crear. José Gabriel Núñez hizo algo parecido en 1966: metió a Venezuela en un estanque y la mostró conflictuada con el ser y el no el ser de la guerrilla y otras menudencias, como se detecta en su pieza Los peces del acuario.
No es una obra fácil esta que ahora Ott ha repuesto en ese importante espacio cultural del suroeste. Ahí no hay espectáculo grato ni fácil para los ojos sino para la mente de los espectadores lúcidos e informados, porque combina dos realidades sucedidas en escenarios diferentes, como el accidente aéreo y el fallecimiento del artista, y los hace viajar en una aeronave, que es la metáfora de un país que va hacia una hecatombe. Es un texto de advertencia sobre los riesgos de las posiciones extremas.
Reiteramos que no es fácil ni se digiere en la primera dentellada esta pieza. Tiene un subtexto político de advertencia sobre lo que pueda pasar al colectivo entero sino cambia y se asume como un país de la modernidad, además su discurso y su escenificación no juegan con esa realidad escénica tradicional. ¡El crítico de las mil cabezas materializara su opinión siempre y cuando acuda al Teatro San Martín, allá en el suroeste caraqueño!
Este montaje, que cuenta con los actores María Brito, Gonzalo Cubero, Luis Domingo González, David Villegas y Carolina Torres estará en cartelera hasta el 3 de marzo, por una serie de compromisos internacionales Se trata de uno de los espectáculos más vistos en ese espacio teatral, y además es una pulcra producción con la cual festejan sus primeros 15 años de labores.
Ott combina en su pieza el día de la muerte del artista cinético Jesús Soto y, al mismo tiempo, el aciago accidente aéreo que, por falta de combustible, ocurrió en la Sierra de Perijá, Venezuela, donde perecieron 120 pasajeros. Ese avión, que paradójicamente cayó por falta de gasolina en esa inmensa cuenca de petróleo y energía, se convirtió en una metáfora fantástica donde el dramaturgo, utilizando unos acordes brecthianos, hace que sus personajes oscilen desde la esquizofrenia colectiva a las ideas del triunfalismo; de una generación amputada hacia el fin del afecto; de las rivalidades a las excusas y de los odios y la insensibilidad a la muerte del lenguaje. Es decir: un país en posición de desastre por una tragedia que, como en un cuadro de Soto, ya ha sucedido y que al tiempo, está por suceder. Y entre ellos, esta la voz del creador enseñando su arte y la trascendencia del mismo, tratando de rescatarlos a todos de la catástrofe.
Esto es importante recordarlo ahora, porque Jesús Soto falleció el 14 de enero de 2005 en París y el 16 de agosto de ese mismo año un avión colombiano se estrelló con sus 120 pasajeros en la sierra de Perijá. Esas noticias, reseñadas en un lapso de siete meses por la prensa, dieron carne, sangre e ideas para que Ott, periodista y autor exitoso, escribiera y estrenara su obra. No pretendió ser una copia de Bertold Brecht o de César Rengifo, ni un emulo de Miguel Mihura o Isaac Chocrón, pero de ellos captó sus habilidades para informar y propalar, además de mostrar, ideas desde la escena: pero el oficio para diseñar una crónica o un relato audiovisual lo aprendió en la escuela de comunicación social de la UCAB. La ñapa es un poco de “carpintería teatral”, como enseña el patriarca de la crítica José Monleón, pero ya él tiene sus propios aportes, esta dejando atrás la etapa de la reproducción de los modelos y se atreve a mostrar, tímidamente, sus creaciones, a pesar de la precariedad de los recursos técnicos, los cuales existen pero no están disponibles por factores económicos.
¿Cómo hizo la metáfora escénica de su texto a partir de esas informaciones que dieron dolorosos titulares? Como lo ha hecho durante las dos décadas de su carrera dramatúrgica: dando el preciso valor a las palabras, a la manera y la velocidad de cómo estas se emitan y buscando nuevas, aunque vetustas, maneras, de apoderarse de la escena con sus diestros actores. ¿Qué como lo hizo? Haciendo lo que los teatreros han ejecutado durante los últimos cuatro mil años: sin temor a equivocarse y esperando siempre que el público entienda todo o parte de lo que pretendió decir o que sea capaz de disfrutar con cosas que no están sobre el escenario. Esa es la magia del teatro del siglo XXI: echar bien un cuento, utilizando todos los recursos concretos y reales que existen, además de usar un el intelecto de los espectadores, agudizado por imágenes preñadas de significados que le llegan por la televisión y el cine. ¡Nunca jamás la humanidad tuvo semejante banquete visual!
¿Dónde está su creación ? Metió a todos los venezolanos en un avión, con sus torturas mentales y demás fantasías, y los puso a viajar con el fantasma del más creativo de los artistas plásticos del mundo, Soto, que deambula en esa aeronave, sentenciada a estrellarse, mientras lanza su sabia perorata sobre el arte y la no existencia de Dios desde que el hombre pudo razonar y crear. José Gabriel Núñez hizo algo parecido en 1966: metió a Venezuela en un estanque y la mostró conflictuada con el ser y el no el ser de la guerrilla y otras menudencias, como se detecta en su pieza Los peces del acuario.
No es una obra fácil esta que ahora Ott ha repuesto en ese importante espacio cultural del suroeste. Ahí no hay espectáculo grato ni fácil para los ojos sino para la mente de los espectadores lúcidos e informados, porque combina dos realidades sucedidas en escenarios diferentes, como el accidente aéreo y el fallecimiento del artista, y los hace viajar en una aeronave, que es la metáfora de un país que va hacia una hecatombe. Es un texto de advertencia sobre los riesgos de las posiciones extremas.
Reiteramos que no es fácil ni se digiere en la primera dentellada esta pieza. Tiene un subtexto político de advertencia sobre lo que pueda pasar al colectivo entero sino cambia y se asume como un país de la modernidad, además su discurso y su escenificación no juegan con esa realidad escénica tradicional. ¡El crítico de las mil cabezas materializara su opinión siempre y cuando acuda al Teatro San Martín, allá en el suroeste caraqueño!
Este montaje, que cuenta con los actores María Brito, Gonzalo Cubero, Luis Domingo González, David Villegas y Carolina Torres estará en cartelera hasta el 3 de marzo, por una serie de compromisos internacionales Se trata de uno de los espectáculos más vistos en ese espacio teatral, y además es una pulcra producción con la cual festejan sus primeros 15 años de labores.