lunes, marzo 23, 2009

Gustavo Ott revela la cara siniestra del Chat

Gracias a la aparición y desarrollo de la Internet, hace 20 años, además del incremento y popularización de las computadoras y los teléfonos celulares, el ámbito mundial del periodismo cambió notablemente, aunque la calidad de ese nuevo discurso informativo depende de la profesional e inteligente utilización de todos esos instrumentos o vehículos, tanto por los periodistas como por sus jefes. Pero lo único que no está en duda y que no puede desconocer o silenciar es que hay una novedosa y filosa manera de investigar y difundir las verdades de cada quien y la aparición de esa poderosa herramienta para la formación y liberación de los pueblos, como es el periodismo 2.0, donde los blogueros y las paginas web son como una blindada vanguardia, aunque todos ellos están amenazados por una especie de Nuevo Apocalipsis, ya que los hospedajes de los servidores y los satélites que hacen posible el funcionamiento y la interconexión de la web están en otras manos y otros cerebros.¿Qué puede pasar el día que todo eso se desconecte?
Recordamos todo eso y dejemos una pregunta en el aire, porque las artes escénicas mundiales, tanto el cine y el teatro, además de la televisión, también se han nutrido y desarrollado con esos aportes del talento humano y, como siempre ha ocurrido, la reflexión, el análisis y las propuestas teóricas sobre el uso correcto, de algunos de esos intrumentos, no podía faltar. Y el primero es el periodista y dramaturgo Gustavo Ott (Caracas, 1963), en Venezuela al menos, quien ha dado su reposada voz de alerta sobre los excesos que se cometen con la Internet y los daños irreversibles, dañinos o letales que puede ocasionar a las sociedades o comunidades. Y para ello ha escrito la pieza teatral Chat, llevada a la escena del Teatro San Martín de Caracas por Luis Domingo González, con un elenco donde participan Rubén León, David Villegas, Carolina Torres y Mariana Alviárez.
No es que Ott con su Chat se haya convertido ahora en otro Girolamo Maria Francesco Matteo Savonarola o pretenda proponer la erección de un neotribunal de la Inquisición que persiga y castigue a los que se excedieron con la Internet, especialmente los que usan el Chat, esa singular conversación entre personas conectadas a Internet, mediante el intercambio de mensajes electrónicos, para charlar y transmitirse contenidos que van desde conductas eróticas o quejas existenciales, así como simples informaciones vinculadas con gustos, disgustos o regustos sobre todos los temas posibles o imaginables y, más frecuentemente, fútiles asuntos íntimos o privados. ¡Es una mágica ventana que puede superar y negar por horas la soledad o la incomunicación a millones de ansiosos seres humanos!
Ott, como todo intelectual que se respete, sabe que la cibercharla o la ciberplática, utilizando los diversos programas para chatear que ofrecen los buscadores disponibles en las computadoras, no se debe utilizar jamás para engatusar a los usuarios, especialmente a la población joven o menos experimentada, o para convocarla con trampas a relaciones intimas o instigarla a participar en agrupaciones terroristas o sectas religiosas, o venderle falsos paraísos, y repetirse así, una vez más, el cuento de Caperucita Roja y el Lobo, pero en canallesca versión cibernética.
Chat hace énfasis en ocho historias de internautas que chateando pretendieron resolver sus cuitas existenciales y lo que hicieron fue complicarse la vida o perderla incluso, al caer en trampas malévolas de ese otro pecado de la raza humana que es generado por la perversión. Chat es pues una especie de triller que va desde la saga de una mujer ansiosa por emigrar a Estados Unidos y se hunde en la trampa que le tienden unos perversos “coyotes” en la frontera mexicana, las veleidades de un pervertido sexual que atrae muchachos y muchachas para saciar sus bajos instintos y los otros de más arriba, la angustia de un adolescente empeñado en vengarse de sus compañeros de estudios y por eso urde y ejecuta un asesinato múltiple en su colegio, o en la captura de idiota útiles para conspiraciones subversivas de extremistas religiosos. Chat no inventa nada, lleva a escena una serie de situaciones que han ocupado las páginas de los periódicos y espacios de otros medios informativos, además de haber nutrido argumentos fílmicos. Chat no profundiza en páginas rumbosas como Facebook y Myspace, entre otras, ni desmenuza algunas de esas informaciones de alto riesgo que colocan ahí millones de personas deseosas de compañía y de diálogos, sin sacrificar sus fueros íntimos ni compartir el contexto donde moran, barreras que suelen superar y pagar así ingratas consecuencias a precios que no se revelan muy pronto o que se borran o silencian por humanas vergüenzas
En síntesis, Chat exhibe una mínima escala, y hay hay que decirlo, de la cara obscura o el lado nefando de esa novedosa aplicación de la Internet, pero la culpa no es del instrumento sino quienes lo utilizan, como aquel crimen del primer hombre que le rompió la cabeza a su hermano con una quijada de burro, una brutalidad que rayo para siempre a ese cuadrúpedo e incrementó los obstáculos que puso Dios a la raza humana para alcanzar algún día la felicidad eterna o todo lo contrario. ¡Los ateos, que también usan la Internet y el Chat, darán otras explicaciones!
Chat, sin lugar dudas, es un acerado teatro de ocasión, precioso y oportuno, como el mejor teatro periodístico al estilo del brasileño Augusto Boal, que debe ser convertido en guión para el cine, porque su temática y su argumentación novedosas rompen las reglas milenarias del teatro. En un formato audiovisual se pueden lograr efectos y catarsis que jamás se obtendrán en un escenario, donde la imaginación del espectador siempre estará en deuda con la propuesta del autor.
Como es obvio, la puesta en escena adelantada por Luis Domingo González esta muy por detrás de la fuerza y la veracidad del texto, a pesar que los actores hacen lo imposible para crear sus complejas situaciones, llevar el ritmo y construir sus personajes, que son episódicos y además atrapados por esa telaraña del ciberspacio.Un trabajo más prolijo con precisos y definidos elementos de utilería habría ayudado más al disfrute del espectáculo, que por ahora es una atractiva lectura dramatizada con apoyos.
Queda Chat a la espera de un montaje con "todos los hierros" y las computadoras y demás elementos de la parafernalia de la web hasta crear una realidad escénica que siempre será mínima ante la verdad verdadera de ese problema que se agiganta día a día, y que solo el cine o la televisión están en posibilidad de macerar más para los espectadores, consumados y hasta desprevenidos chateadores.

1 comentario:

Sergio Velarde dijo...

Excelente comentario de CHAT, acabo de ver el estreno aquí en Perú y publicaré pronto mi crítica en mi blog, felicidades!