viernes, julio 15, 2016

Penelope,noches de bar

Avanza el Festival de Teatro Rosa en el Celarg.
Los dramaturgos Román Chalbaud (El pez que fuma, 1967), Ibrahim Guerra (A 2,50 la cubalibre, 1981) y José Gabriel Núñez (Penelope, noches de bar,1988) han coincidido, sin proponerselo,  en  los escenarios venezolanos, a lo largo de varias decadas, plasmando sendas historias sobre un inagotable puñado de mujeres y hombres en bares, cantinas o lupanares, con peculiares y rocambolescas sagas de damiselas viviendo y sufriendo amores y desamores, en medio de sórdidas atmósferas de despechos y esperanzas.
Esta trilogia teatral revela una cruda y nada almibarada problemática social que ademàs enfrenta al público, gracias a sus escenarios hiperrealistas, y lo cuestionan para que reflexione y se mire en el espejo del otro para que se entienda a si mismo o busque similitudes aleccionadoras. Son tres microcosmos muy definidos que terminan siendo uno solo: una descarnada vision teatral de una Venezuela donde destacan los boleros como mùsica de fondo para la violencia domestica, la  ludica tolerancia en medio del baile  y el necesario anhelo de un nuevo día que puede traer consigo un cambio, una nueva ilusión. ¿Copia la vida al teatro o viceversa? Los espectadores sacan siempre respuestas y algunos hasta cosechan inesperadas catarsis.
Son, en esencia, un fantástico caleidoscopio con sus tres espejos de hombres y mujeres diciéndose verdades y mentiras mientras se roban un beso o una caricia, a la espera de la muerte o una ruptura que sea cambio definitivo. Son textos premonitorios sobre un pais que se niega a morir y se entrega a un nada desenlace teatral. Son, como una  fantástica serpiente que se muerde la cola en un desierto de arena que se lo traga lentamente un mar azul.
 Ni Chalbaud (Merida, 1931) ni Guerra (Caracas, 1944) estan siendo representados en estos momentos, salvo Núñez (Carupano,1937) quien ahora suscita  comentarios elogiosos por la audaz versión que Hernán Marcano ha logrado de Penelope, noches de bar, la cual mostró en el III Festival de Teatro Rosa de Caracas, que se avanza en las instalaciones del Celarg.
Marcano, como el mismo lo ha dicho, tiene la inspiración puesta en el teatro de Federico García Lorca, pletórico de mujeres, amantes, lunas trágicas y risas de duendes. Para materializar la pieza de Núñez convocó a grupo de aprendices y profesionales, dispuestos a iniciar el eterno juego de las máscaras, con el falso reir y llorar de personajes lejanos y cercanos, pero capaces de canalizar sueños y destrezas dormidas.
Y eso lo demuestra  convincentemente con  esta fabula escènica  que transcurre en una Caracas del siglo XXI, en medio de un fin de semana de licores y amores, dentro de un bar con prostitutas -¿alguien recuerda todavía a La Guajirita, en los bloques de El Silencio?- donde se desencadena una tragedia al estilo de los mejores melodramas: un transexual (Penelope) revela que es padre de un jovencia que esa noche se va de su hogar porque está enamorada de un malandro drogadicto, todo eso trancurre en medio de una negociación de cocaína entre un diputado y un extraño jeque que funge de padrino para la delicada operaciòn comercial, lo cual culmina en una masacre a tiros, cual una expiación colectiva para tanta locura.
El espectáculo es abrumador por los bailes, los monólogos y el show musical que no cesa, todo eso dentro de un espacio circular, con mesas y silla para el público, que participa  en los improvisados bailes,  mientra los actores hacen sus asombrosos personajes. Imposible dejar de comparar este monumental show de Marcano con los montajes que Chalbaud y Guerra hicieron de sus obras, los cuales de alguna manera se materializan ahí, gracias al zafarrancho que arman la Penelope y sus mujeres. Todo aquello es de verdad extenuante, a pesar de sus 75 minutos de duración, por la saturación de imágenes, sonidos y música, además de los naturales sudores y humores.


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