lunes, agosto 14, 2017

Moisés Guevara hace mutis y deja su leyenda

El teatrero y amigo Moisés Guevara hizo mutis y lo recordamos aquí con esta entrevista que le publiqué el 2 de junio de 2012:
Hace casi un año me creyeron muerto… pero resulta que no es así. Vivo y disfruto de mis 45 años. He vuelto a dirigir teatro y por eso hacemos temporada con La maleta, una versión escénica de La valija del argentino Julio Mauricio, toda una dramática comedia sobre unos memorables cuernos matrimoniales, que exhibimos en el teatro Humboldt, en San Bernardino, con Javier Vidal, Beba Rojas y Elvis Chaveinte, con la producción de  Cristina Neufeld. Volví a la UCV para culminar mi licenciatura en Teatro, por supuesto. Y, por si fuera poco, actualmente participo en el programa radial “Hoy por hoy” de Marianela Salazar en Mágica 99.1, donde hago la sección “Puro teatro”, los jueves entre la 1:30 y las 2:00 de la tarde. Como mi homónimo bíblico, me salve de un naufragio y aquí voy. Otro Moisés Guevara, repotenciado o experimentado mucho más. Donde perdí, gané, como dice el poeta.
 SELLO GUEVARA
En la UCV tengo maravilloso cancerbero académico, la dramaturga  Xiomara Moreno, quien asegura que debo culminar en el 2014. No hay apuro, no creo que nadie me de trabajo por tener ahora un título universitario, curso dos o tres materias por semestre, no puedo con más y además me place caminar por el claustro y recordar mis tempranas conversaciones con mis maestros Ugo Ulive y Victoria De Stefano. Ahora sí remato  mi educación universitaria, pero antes he recorrido, en largas tres décadas, casi todos los rubros del quehacer teatral. Actor, director productor, profesor, gerente  y  todas estas facetas, además de dramaturgizar la docena de  piezas que he escenificado,  las ha realizado con la misma pasión y excelencia, porque he buscado que tengan el sello Guevara, y no soy inmodesto, pero así lo han dicho la gente que sabe de las minucias teatrales y lo detectaron.
PARAISO CON CABRUJAS
Para nadie es secreta mi vida y soy un hombre exclusivamente de teatro y que además llevo casi 20 años sacando adelante proyectos de restauración de arquitectura de teatros, abriendo espacios, como el del  Paraíso, en los años 90, y  el Trasnocho, a lo largo de los primeros 12  años del siglo XXI.
Gracias a José Ignacio Cabrujas mudé mis neuronas al Teatro del Paraíso, legendario espacio conocido como La Casa Sindical del Paraíso. Dediqué dos años a gerenciar su restauración, aprendí de todo, desde batir cemento hasta reconectar una consola de iluminación de los años 50. Fue una maravilla y montamos: El pez que fumaLa casa de Bernarda AlbaSonny, diferencias sobre Otelo el Moro de VeneciaEl día que me quieras y Acto Cultural. En agosto de 1999 todo aquello se derrumbó para los artistas. Venía un nuevo siglo y otros retos, como los que vivo ahora.
Tengo presente que Cabrujas, de manera premonitoria ante lo que se venía por mi trabajo y mis pasiones, me dijo antes de su fatal y último viaje a Porlamar: “Moisés, no hable mal de su gremio, eso hablará mal de usted”. Y me insistió en que los teatreros “somos el sistema digestivo del país al que pertenecemos, nuestro teatro de hoy intenta traducir lo que somos”. No puedo olvidar jamás sus predicas y más ahora en estos tiempos de torva teatralidad social. 
TRASNOCHO
Tampoco puedo dejar de evocar el proyecto del Teatro Trasnocho, al cual dediqué 12 años. Cambié su diseño original y lo convertí a tiempo en una sala polivalente, es mi hijo más grande. Y mi hijo pequeño y consentido es el Espacio Plural. Ya no estoy ahí, pero los hijos deben crecer. Esa es la más grande aventura del teatro independiente venezolano en lo que del siglo y la bisagra del movimiento del mal llamado teatro comercial. Ahí está mi contribución, que ni los mezquinos de siempre pueden silenciar o borrar.
La idea proviene de la que es, hoy en día, la Junta Directiva del Trasnocho Cultural. Ese consorcio, dueño del Centro Comercial Paseo Las Mercedes,  poseía las salas de cine que funcionaban en el Trasnocho, las cuales estuvieron un poco  más de ocho años cerradas y, por una  necesidad no sólo comercial sino espiritual, surgió la idea  de que estos cines volviesen otra vez a operar. Entonces se hizo una sala de cine y una sala de teatro. De manera muy inteligente,  esas personas buscaron asesoría de gente que supiese lo que se debía hacer. Contactaron a  Solveig Hoogesteijn como asesora de la parte de cine y al tiempo me llamaron  para que presentase una propuesta sobre el área del teatro. Les pedí que me dieran un mes y en ese tiempo diseñé todo un proyecto con una justificación. De ahí nace la idea de hacer un teatro polivalente. A raíz de la  aprobación de ese papel de trabajo terminé quedándome  como asesor,  participo como mano derecha del arquitecto Javier Garmendia y realizo un Manual de Procedimiento y un Manual de Organización que puntualizaban  cómo debía funcionar la sala de teatro. La directiva me planteó que me quedase y entonces  determiné  la estructura operativa, ubicándome en la dirección artística del teatro, donde estuve hasta el año pasado. Lo simpático de esta historia es que para reemplazarme nombraron o contrataron a tres personas. ¡Casi que soy insustituible!
PROCESO DIGESTIVO
Creo que ahora el teatro caraqueño vive un buen momento. Cada fin de semana hay ente 30 y 50 espectáculos. Claro, no se puede comparar con lo que se hacía hace 20 o 30 años, porque el país cambió. El teatro de ahora no es el que conocimos cuando estaban el Nuevo Grupo y La Compañía Nacional de Teatro, cuando había un aporte contundente del Estado a la  actividad cultural, sobre todo a la actividad teatral. Hay una ponencia lindísima de Peter Brook  donde habla sobre cómo crece y se alimenta el teatro en los períodos de crisis.  Casualmente  en este momento que estamos viviendo – de conflictos  económicos, políticos y  sociales que nos han ido degenerando-  nuestro teatro florece porque esta sociedad  necesita revisar al país y  al ser humano para poder entenderse. Necesita  hurgarse para poder comprender lo que está pasando. La cultura termina siendo el proceso digestivo del público  con el cual éste se depura, entendiendo así sus propios errores.
LA TAQUILLA IMPORTANTE
Sigo sin entender a que denominan teatro comercial. Creo que cuando hablamos de teatro comercial en realidad no estamos queriendo definir puntual y precisamente una manera de hacer teatro sino en el fondo lo que se deja colar es un prejuicio contra la rentabilidad de una producción. El teatro de texto no se puede hacer para que lo vayan a ver solamente 20 personas, eso no tiene ningún sentido. Nosotros hemos tenido experiencia en el Trasnocho y  en otras salas en las que han montado clásicos con masiva asistencia de público. En realidad aquí, en vez de estar en este conflicto, deberíamos estar todos luchando  para montar un Shakespeare, un Calderón o un Lope de Vega y además esforzarnos para que la taquilla produzca lo suficiente para poder sostener la producción. Ahora esto tiene que nacer de una gestión cultural, no sólo privada, sino también del Estado.


No hay comentarios.: