miércoles, enero 30, 2019

Cucarachas y Primavera en Festival de Jóvenes Directores


El Quinto Festival de Jóvenes Directores Trasnocho avanza con la positiva convocatoria de una audiencia atraída por la publicidad centrada en las dramaturgias elegidas y porque se trata de una única, auténtica y desesperada alternativa artística, apuntalada en la aguerrida juventud de sus participantes. Este país es siempre un baúl de gratas sorpresas y lo demuestra la existencia y permanencia de este evento convocado y organizado por el sector artístico privado que se abstrae del complejo contexto exterior y hace una muestra de respetable teatro para divertir y pensar.
Ya han sido presentados, durante dos fines de semana del pasado mes de enero en El Espacio Plural, los espectáculos Cucarachas de Cristian Cortez (Ecuador, 1972) y Prohibido suicidarse en primavera de Alejandro Casona (España, 1903/1965), bien dirigidos por los jóvenes Jeizer Ruiz y Jorge Roig Graterol, respectivamente, a quienes habrá que seguirles la pista porque ahora hasta ahora demostraron mucha pasión y cultivados talentos materializados en sus trabajos. El futuro de ellos y de todos los participantes se construye con estudios e investigaciones y los necesarios soportes financieros, además de una comunidad comprometida con el desarrollo de esos nuevos poetas de la escena teatral, como ha sido durante las últimas décadas, de las cuales somos testigos.
Este evento, valioso proyecto  de la Fundación Trasnocho Cultural que busca la profesionalización de una generación de artistas menores de 35 años, tiene programados otros seis montajes y ha  de culminar el venidero 10 de marzo, tras de exhibir las puestas en escena de Andreína Polidor con La misión de Heiner Müller (Alemania); Camila Rodríguez, Riñón de cerdo para el desconsuelo de Alejandro Ricaño (México); Edward Parúh, Nueve días de guerra en Facebook de Mario Moncada (México); José Dávila, Largo viaje hacia la noche de Eugene O'Neill (EEUU); Leo Mendoza, La máxima felicidad de Isaac Chocrón (Venezuela); y Martín Dávila, Esperando al zurdo de Clifford Odets (EEUU).
Hay que subrayar que los ocho directores del  Quinto Festival, quienes fueron elegidos por la calidad de los proyectos presentados a concurso, son los responsables financieros de las respectivas producciones y tienen únicamente seis presentaciones por montaje. Los dos ganadores de la competencia de este 2019, para lo cual hay un jurado ad hoc, podrán presentarse posteriormente en el Trasnocho y en el Centro Cultural Chacao, durante cuatro fines de semana. La historia, estamos seguros, registrará sus periplos. El futuro se construye día a día, gracias al público y la comunidad artística.
Vimos, pues, el pasado 26 de enero, los montajes que firmaron Ruiz y Roig. Quedamos muy satisfechos, no solo por la calidad de esos textos de un teatro contemporáneo que predican filosofías sensatas y algunos modos o maneras para afrontar el devenir existencial de hombres y mujeres, gracias a las dramaturgias de Cortez y Casona. Además la frescura de   las actuaciones demuestra que hay talento teatral emergente.
ECUADOR
Cortez con su Cucarachas (2010) propone un comprometido valiente y bien estructurado texto de denuncia sobre las peripecias de la inmigración latinoamericana en Estados Unidos de América, la cual en este montaje se centra o corporiza con tres jóvenes venezolanos quienes habitan en un sórdido sótano de un edificio de Nueva York, durante una nevada, entregados a la difícil sobrevivencia por la precariedad económica en que viven. Ahí actúan Ignacio Marchena, Ricardo Lira, Leandro Campos, quienes encarnan a Walter (un travesti portador de Sida), su cainítico y homofóbico hermano John, y Billey, un amigo que dejó en Caracas a su paraje y su hijita. Hacemos hincapié en las depuradas y convincentes performances de estos comediantes. Ellos encarnan a un enfermo que ya no convence con su imitación de la diva Maria Feliz, a un jovenzuelo inmoral y capaz de denunciar a su hermano porque no tiene documentos legales de inmigración y además quiere cobrar una supuesta recompensa, y un desesperado músico empeñado en triunfar para poder mantener a su familia que se ha quedado en Venezuela.
Un verdadero golpe al estómago y un pellizco en el corazón es lo que deja este montaje, realizado con veloz ritmo escénico, sin afectar la dicción y con satisfactorias caracterizaciones. Es un espectáculo, de unos 80 minutos de duración con mínimos recursos escenográficos, muy oportuno para los tiempos de inmigración que han asumido algunos valientes venezolanos, a pesar de que allende las fronteras los consideren unas “cucarachas” y tratan de “aplastarlas”
ESPAÑA
Hemos perdido la cuenta de las versiones vistas de Prohibido suicidarse en primavera, que no es más que una alocada comedia donde existe un establecimiento u hotel –“El hogar del suicida”- dedicado en facilitar el suicidio a la gente que se cansó de vivir o que ya no tiene razones para seguir existiendo. Es una comedia absurda y por ende divertida por las inverosímiles situaciones de sus personajes. Es un teatro que tiene éxito casi siempre que se presenta bien producido, como lo ha logrado Roig Graterol.
Pero de lo que si estamos seguros es que la versión y la dirección que logró Roig Graterol es la más audaz y contemporánea versión que nos han mostrado hasta ahora. Se trata de una pieza y un montaje que convierten en un delicioso canto a la vida y un rechazo a las soluciones fáciles que puede proporcionar un suicidio para no luchar, tal como lo concibió Casona, a quien le tocó vivir y soportar la oprobiosa dictadura del generalísimo Francisco Franco.
Roig Graterol consiguió y manejó un diestro elenco y con todos ellos realizó su montaje, cercano a los 90 minutos, en un bien diseñado y realizado dispositivo escenográfico, donde se muestra y se demuestra como a la vida hay que buscarle siempre una explicación o un motivo, donde no se puede vivir sin metas o compromisos, sin pretender con esto hacer una filosófica existencia.
A “El hogar del suicida”, peculiar lugar donde las almas en pena y los desesperados pueden ponerle fin a los tormentos de su vida, llegan accidentalmente dos periodistas que con su alegría y pasión por la vida transforman completamente los diferentes estados anímicos de los supuestos enfermos. Una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes, que oscilan entre cómicos y dramáticos, permiten que se cumpla el principal y quizás único objetivo de la clínica: lograr que los enfermos se desentiendan de ese deseo de morir.
Roig Graterol, un periodista vinculado a la televisión caraqueña, quien debuta ahora en la dirección teatral con una pieza estrenada en 1937 que él mismo ha decidido adaptar para presentarla al público actual, logra dar vida a una siempre vigente comedia de enredos donde sus personajes emprenderán un viaje para reconocer que aún hasta para morir hace falta tener determinación y que esta, es mejor usarla para encontrar y aferrarnos a aquellas cosas que hacen que nuestra vida feliz.
“Esta es una obra que me ha acompañado desde que me inicié en el teatro cuando apenas estaba en el colegio y me propuse como reto el modernizar este clásico que por su mensaje sigue tan vigente como en el momento que se escribió” asegura Roig Graterol sobre su primera incursión en la dirección teatral
Protagonizada por elenco de lujo, este montaje divierte y hace reflexionar sobre como los problemas cotidianos a veces nos hacen olvidarnos de las cosas importantes de la vida, gracias además al lujoso elenco encabezado por Rafael Monsalve, Elvis Chaveinte, Claudia Rojas, Nakary Bazán, Francisco Aguana, Raoul Gutiérrez, Nerea Fernández, Erick Palacios y Beatriz Tícali.
No hay que olvidar que el Festival de Jóvenes Directores, creado y realizado por el Centro Cultural Trasnocho, durante los últimos cinco años, ha servido hasta ahora como plataforma para que jóvenes creadores puedan exponer sus inquietudes con sus puestas en escena novedosas que reflejan las intenciones de una urgente y necesaria generación emergente en el teatro venezolano.

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