jueves, mayo 19, 2016

Algo más que malandros en Rajatabla

¿Teatro carcelario o pura ficción?
En una cárcel imaginaria se desarrolla la teatralización criolla La crema y nata, escrita y dirigida por Elvis Chaveinte, otra producción del grupo teatral Deus Ex Machina, que cuenta con las ejemplares actuaciones de Gabriel Agüero Mariño, Theylor Plaza, Abel García, Ángel Pájaro, Rafael Carrillo, Homero Chávez, Julio César Marcano, Anthony Castillo, Rossana Hernández y Lismar Ramírez.
 La crema y nata, con funciones en la Sala Rajatabla, durante dos fines de semanas más, es una monumental parodia que exhibe intrigas y crímenes de dos conjuntos de malandros recluidos en un prisión, donde a su vez juegan a distribuirse el poder que tienen en ese espacio, además de las riquezas que pueden adquirir; pero el mecanismo de las negociaciones, entre los bandos enfrentados para obtener la paz,  desemboca en una supuesta campaña para la Presidencia de la Republica, que ellos recrean en esa penitenciaria. Aquí la realidad exterior, y no es culpa del escritor, es tan obvia que no hay ficción, sino reconstrucción de los que sucede allende los paredes del espacio teatral. Y uno piensa en la fuerza que tiene el sainete castellano o el grotesco argentino, donde su teatralidad supera siempre la realidad.
Aquí hay que recordar obras como Macbeth y Titus Andronicus de Shakespeare y La ópera de los tres centavos de Brecht donde las parodias que proponen son desproporcionadas, y a la vez tan imaginativas, que obligan al público a no fantasear con lo que se muestra sino a buscar, de inmediato, sus equivalentes en la realidad concreta y no en otros escenarios imaginarios para detectar significados. Eso que podría llamarse realismo poético, era lo que buscaban aquellos maestros del teatro, sin complicarse la existencia y admitiendo la inteligencia mínima de sus auditorios.
La crema y nata carece, pues, de la poesía de Shakespeare y Brecht, cosa que Chaveinte no busca en ningún momento y que tampoco pretendemos exigirle. Recrea, eso sí, sin refinamientos,  como es la vida semisalvaje en las cárceles venezolanas, tal como lo han descrito la prensa y algunos novelistas, donde hay pranes que ejercen su influencia, supuestamente, en connivencia con las autoridades legales, y para que toda esa vida carcelaria no sea tan aburrida hay hasta discotecas y otras diversiones. La realidad desplaza al teatro y asume su cruda denuncia, que siempre será menor a la realidad como tal. ¡Bravo por tal atrevimiento!
El espectáculo es muy obvio, nada mágico ni cosa parecida. Es una estridente teatralización de alguna actividad parateatral carcelaria, pero lo interesante, y queremos resaltar aquí, es el juego actoral logrado, así como el ritmo y el alucinante desfile de situaciones hiperrealistas, las cuales oscilan hacia el teatro circense, que van desde un pran semiparalítico que se desplaza en monstruosa bicicleta y el juego de parodia del otro aspirante al poder. Hay hasta un guiño al racismo, porque uno es blanco y otro es negro como la noche, en medio de unas coreografías modernas.

No hay un minuto para aburrirse, sino todo lo contrario y se anhela ver como cuentan y actúan sus patéticas situaciones con el sonsote malandro. ¿Qué pasó con los regatones y las cumbias?

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