Un elenco que demuestra el talento de las nuevas generaciones actorales |
Estados Unidos de
América y Cuba reanudaron su
vecindad amistosa y ahora llega la revisión de lo ocurrido
en las últimas seis décadas, para lo cual ayudarán las expresiones
artísticas de dos pueblos que nunca
dejaron de manifestar sus honestos
sentimientos en medio de la refriega. Y para eso nada mejor que el teatro y en
especial la desgarrada pieza La cocina
de Eduardo Machado (La Habana, 1953); tierno melodrama hiperrealista que
transcurre en la mansión habanera de la familia Santana, entre la llegada
de Fidel Castro y el “período especial”, el cual permite conocer y evaluar la vida de los
isleños por lo menos durante los primeros 40 años de la revolución, así
como también el transcurrir de los exiliados. Además se pondera el
valor de la amistad y la fe en los postulados políticos, a pesar de múltiples
inconvenientes y el inevitable resentimiento de quienes se marcharon, gracias a
la saga de la cocinera Gladys, tres de sus familiares y la señora Adria y su
hija Lourdes.
Fidel Castro, el
dictador Fulgencio Batista, la familia Santana y los eficaces y fieles
empleados de dicha mansión habanera materializan un singular contexto intimista
que atrapa al público y le permite ponderar los pro y contra de dicha
historia teatral, donde Adria le dice a su fiel Gladys, que nunca podrán ser
amigas, porque ella es su jefa, mientras que la otra le promete cuidarle su
casa hasta cuando regrese del exilio, algo que no sucede pero sí le envía a su
hija Lourdes para que atestigüe el estado de la residencia.
Es un espectáculo
conmovedor, el cual se exhibe en el Trasnocho Cultural, gracias a las performances
de Layla Vargas (Gladys, fiel empleada doméstica), Rubén León y Josmary
González en comprometidos roles, Ernesto Campos (el ambiguo Julio,
perseguido y castigado por su desviada conducta) y Valeria Castillo (Adria y su
hija Lourdes), todos correctamente dirigidos por Rossana Hernández. Los
espectadores sacaran variopintas conclusiones, pero lo más importante es el regocijo ante el virtuosismo actoral de ese
quinteto de comediantes que se luce a lo largo de 100 minutos.
Y por supuesto que vendrán
más y más comedias y películas sobre esa discordia entre La Habana y Washington
y todos contaran sus sagas, felices unas,
dramáticas otras, pero sin olvidar jamás que en octubre de 1962 el mundo estuvo
al borde un guerra nuclear por los misiles de la URSS que Kennedy vetó en territorio
cubano.
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