El cuarteto que repuso el histórico texto de Rodolfo Santana |
Rodolfo Santana, Fermín Mármol León y Román Chalbaud fueron desconcertados
por cuatro sangrientos sucesos que asombraron a Venezuela: la violación y
asesinato de la hermana de un sacerdote católico, la extraña muerte en un
ascensor de la esposa de un oficial de la aviación, la estatuilla-bomba que
mató a la esposa de un diputado y el
secuestro-homicidio de un adolescente, acaecidos entre 1961 y 1973.
De esos sórdidos casos policiales manaron: el texto teatral La farra, estrenado en 1972 por Santana y repuesto, durante las
temporadas 2014 y 2015, gracias al grupo
TSMC para el Teatro Nacional, donde lo vimos el pasado 31 de octubre; el exitoso
libro Cuatro crímenes, cuatro poderes (1979) de Mármol León, que
analiza policialmente ese cuarteto de horrendos delitos y las películas Cangrejo I y Cangrejo II (1982 y 1984) de Chalbaud, las cuales abordan el
secuestro del niño Vegas y el asesinato de la hermana del sacerdote, exitosos
films.
Santana en La farra logra ficcionar, magistralmente, los crímenes del cura, el
militar y el político, pero no aborda el secuestro-homicidio (02.03.1973). Recrea
un siniestro bar para plasmar a los
simbólicos y farsescos personajes Bongo,
Pongo y Mongo entregados a planificar y ejecutar a la hermana y sus respectivas
esposas, mientras beben copiosamente y asumen, alternadamente, los cuerpos y personalidades
de las víctimas de sus desvaríos.
Terrible obra legó Santana para denunciar las flaquezas
de la justicia, la corrupción social y las nefastas componendas del Poder. Por
eso sus tres personajes están en una especie de infierno, condenados a repetir hasta
el infinito sus crímenes. El espectáculo no es fácil por las características de
la pieza, pero, en este caso, el director David Villegas y sus comediantes René
Dal Farra, Alberto Cairós y Gilberto Polo hacen bien sus tareas y dan desde la
escena los elementos básicos para la catarsis.
Esta ficción
es educativa y demuestra que a los criminales la historia sí los castiga con
sus juicios de valor, aunque, maquiavélicamente, uno de los personajes, sentencia:
“Todas las jornadas poseen un héroe. La de mañana me pertenece”.
El teatro venezolano, a pesar de las rémoras que no lo dejan crecer, es el testimonio reflexivo de la historia de la Patria.Por eso hay que apoyarlo.
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