José Ferrer |
Oscar Acosta
Con la
nueva Venezuela que surgió posteriormente al triunfo de Carabobo se
abrieron perspectivas culturales y
artísticas transformadoras en el afán de imponer los ideales republicanos,
contrarios a la añeja visión monárquica que imperó por más de tres siglos. El
teatro ocupó un lugar importante en este proceso como medio de comunicación por
excelencia, no solo por su indudable capacidad de transmitir de manera expedita
y abierta los nuevos idearios, sino también por la amplia y masiva aceptación
popular, sin importar el origen o la condición social de los espectadores,
herencia de la tradición impuesta por la cultura colonial.
Una
faceta poco estudiada de este período es
la actuación teatral. De las representaciones hechas en el pasado remoto
nos quedaron como evidencias constatables los escenarios y las obras, así como
una gran cantidad de referencias sociológicas e históricas del conglomerado
espectador, pero muy poca o ninguna información de los actores, artífices
principales y centro mismo del evento dramático, condenados al olvido por el
carácter efímero y perecedero de su arte. Dos artistas dramáticos, destacan en los albores del teatro
venezolano: Cecilia Baranis y José Ferrer. Poco sabemos de ellos, a pesar de
las reiteradas menciones que encontramos
en los documentos oficiales y prensa de la época. Las primeras referencias al
dueto las hallamos a finales de los años 20 del siglo XIX, cuando formaron
parte de la compañía del segundo Coliseo
caraqueño, ubicado en la esquina que lleva hoy el mismo nombre, adyacente a la
estación del metro La Hoyada.
En la Gaceta
del Gobierno (1), periódico oficial esos años, fueron publicadas en
1829, suscritas por un autodenominado “un amante del teatro”, exhortaciones a
que José Ferrer y José María Ponce, empresario dueño del Coliseo, arreglaran
sus diferencias por razones de ajuste salarial. El anónimo conciliador expresa su queja por
la ausencia de Ferrer en la “representación pasada” de una comedia titulada la
“Escocesa”, en la que “ni aún la señora Baranis, lució en su papel por no
encontrar quien compita con su habilidad”. Otro reclamo del mismo autor,
hallamos una semana después en la Gaceta (2), esta vez en un
tono cómicamente desesperado: “Que
vuelva Ferrer, Ferrer, Ferrer, y mil veces Ferrer”. De ambos escritos se deduce
el favoritismo y la popularidad de la
cual gozaban los dos artistas entre el público caraqueño.
Las
desavenencias entre Ferrer y el empresario no se resolvieron. Constancia de
ello encontramos en un expediente que reposa en el Archivo General de la Nación
(3), el cual arroja datos reveladores sobre el artista, quien solicitó
licencia a las autoridades para dar funciones en el “Teatro provisional q.e
tiene establecido la Sra. Romualda Rubí en la esquina q.e nombran de Beroes”
(sic.) La solicitud es negada por el privilegio de exclusividad para las
escenificaciones, decretado desde Bogotá en 1828 por el Libertador Simón
Bolívar, a favor de los empresarios del Coliseo. En ese momento la compañía
regente del único teatro caraqueño la dirigía el español Andrés Juliá García,
otra importante figura dramática y autor del primer ensayo sobre el arte
teatral publicado en Venezuela, en 1839.
Gracias
al petitorio que suscribe Ferrer en este expediente, sabemos que, ya en 1834, tenía
muchos años representando funciones teatrales en Caracas y otros lugares de la
República, así como que debía sostener a una “numerosa familia”, a la vez que
reclamaba para si el haber mejorado “como es notorio el arte dramatico en esta
capital, que se hallaba en el mayor atraso”. (sic)
Sea
por su imposibilidad de dar funciones en Caracas, la principal plaza teatral
del país, debido al monopolio del Coliseo, o
por el trashumar característico de los teatristas de esa época en busca
del favor del público, en abril de 1841, la pareja de histriones lleva su arte
a Bogotá. Así lo evidencia una nota publicada en el periódico neogranadino El
Condor (4) que anuncia un nuevo contrato para representaciones por cinco
meses, suscrito por “José Ferrer, director” y “la señora Cecilia Baranis,
primera dama”, entre otros actores venezolanos, refiriendo los ventajosos
informes de varias personas sobre “el mérito artístico y la buena conducta” con que los habían visto
“trabajar en tránsito a la ciudad”.
Suponemos, ya que la reseña no da más
datos, que la temporada fue programaba para el llamado Coliseo Ramírez, por
muchos años principal escenario bogotano.
Aunque
no hay absoluta precisión sobre la fecha,
José Ferrer y Cecilia Baranis participaron en la independencia de
República Dominicana -poco antes o después de su estancia en Bogotá- donde
fueron llamados por los llamados
Trinitarios, grupo de jóvenes líderes independentistas en ese país, para
participar en la Sociedad Dramática que fundaron, a fin de difundir las ideas
republicanas y autonómicas a través del teatro, aproximadamente en el año 1840.
Tal episodio, con el Padre de la Patria dominicana Juan Pablo Duarte a la
cabeza, constituye un capítulo único del teatro en nuestro continente, en el
cual los actores -y entre ellos dos compatriotas- se convirtieron en voceros protagónicos de los nuevos ideales de
transformación. Las piezas interpretadas, escogidas por su contenido para
incendiar el sentir político popular, ganaron categoría y profesionalismo con
la participación de los actores venezolanos. Se conserva un afiche que anuncia
un espectáculo en el que participa Cecilia Baranis. Así mismo, el historiador y
ensayista dominicano Pedro Troncoso, apunta
la circulación de un volante que
anunciaba una función a "Beneficio de José Ferrer, galán alternativo de
este teatro" (5).
Hay
constancia de que la Baranis siguió activa en Venezuela en plan estelar hasta
pasados los años 50. En 1850, protagonizó en Valencia (Edo. Carabobo) la pieza La
víctima de la libertad o Policarpa Salavarrieta de Lisandro Ruedas, drama
de carácter patriótico que recrea el sacrificio de la heroína independentista colombiana, como
notamos en el reparto referido en la primera edición de esta obra; así mismo
son frecuentes las alusiones a sus interpretaciones en la prensa capitalina de
entonces. Sobre Ferrer sabemos que, en 1853, retomó la actuación luego de años
de ausencia, contribuyendo al éxito de la obra Matilde o las Cruzadas del
español Francisco de Paula Lasso de Vega, representada en Caracas, según nota
crítica aparecida en el Diario de Avisos y Semanario de las Provincias,
que reza “el sr. J. Ferrer que apareció en las tablas después de muchos años de
retiro”, tal como cita el investigador José María Salvador en su estupendo
trabajo sobre la crítica teatral y musical
durante el gobierno de los Monagas (6) .
En
República Dominicana, Giovanny Cruz, reconocido actor, director y dramaturgo de ese país hermano, desde hace
tiempo emprendió una cruzada a través de sus artículos y conferencias para
desentrañar y enaltecer la memoria de estas figuras artísticas venezolanas. Tal
es su entusiasmo que escribió un monólogo, aún inédito, titulado El último
personaje de Cecilia B. Este redactor, compartió con él algunas impresiones
y datos obtenidos en territorio nacional sobre el tema. Sirva el interés mutuo
sobre el pasado teatral, para rendir homenaje a esta pareja de creadores que contribuyeron a la profesionalización del
arte latinoamericano y que merecen salir del olvido al que fueron relegados por
el descuido de nuestra memoria histórica.
Bibliografia
1
“Teatro”, Gaceta de Gobierno, 15 de
agosto de 1829, p. 3, 2a col.
2
“Teatro”, Gaceta de Gobierno, 22 de
agosto 1829, p. 4, 1a-2a col.
3 Legajo
de la Provincia de Caracas, año 1834, número 7.12.- Expediente que contiene la
necesidad del teatro que dirige José Ferrer por no tener local propio. Año
1934.
4 “Teatro”, El Condor, N° 4, 1841,
p. 16, 2a col.
5 Vida
de Juan Pablo Duarte, p. 110. Instituto Duartiano, Colección Duartiana, V.
XI, Santo Domingo, D.N., 2005
6 Mariano de Briceño, un crítico musical y
teatral en Venezuela durante el dominio de los Monagas (1847-1858), p. 4,
Ponencia presentada en I Congreso Venezolano de Musicología 2007, Universidad
Central de Venezuela.
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