Jose Gregorio Martinez en su destacado espectáculo |
Sigue vigente Fotomatón,
melodrama del dramaturgo venezolano Gustavo Ott, estrenado el 6 de febrero
de 1999 en el teatro San Martín de
Caracas. Y ahora está de nuevo, en la sala Rajatabla,
gracias al primer actor José Gregorio Martínez, quien le ha dado total vigencia
con sus impactantes caracterizaciones y algunos maquillajes al texto original.
Fotomatón fue
remontado para la temporada 2004 con Martínez, quien inició así intensa y
meteórica carrera actoral que le ha permitido desde entonces ganarse los
premios Avencrit 2013 y el Marco Antonio Ettedgui, además de incrementar su
prestigio actoral.
Este Fotomatón, “autopsia nacional en nueve innings”, según su
autor, utiliza una estructura que emula un juego de
béisbol y plasma en nueve entradas la historia del pelotero Fernando a través
de los distintos personajes que componen su familia. El
béisbol, pues, no está ausente de los escenarios desde que Ott metaforizó las descarnadas facetas de algunos
de sus protagonistas y los contextos donde estos se desarrollan, o sea los
peloteros, sus familias y una sociedad con todas sus aristas.
Con Fotomatón se exhibe lo que puede
ocurrirle a un beisbolista cuando, tras violentar las conservadoras normas
sexuales y degustar lo prohibido, pierde la vida, precisamente en el
epílogo de un juego de su equipo, Los Cardenales de Lara. Fotomatón plasma
la historia del pelotero a partir de su cadáver que reposa en la morgue a
donde lo llevaron después que una transexual lo mató porque no le respondía a
sus llamadas telefónicas, tras pasar una tórrida noche de locas copas.
Tan
rocambolesca historia, con un delirante ritmo escénico, a través de los
distintos personajes que componen esa familia (padre, madre, hermano, tío,
prima, forense y el pelotero mismo) logran transformarlo en lúdico alegato
contra la insensibilidad y la ausencia de solidaridad en las sociedades
latinoamericanas en general y particularmente la venezolana, porque sus
personajes son criollos hasta la médula.
Fotomatón ha sido considerada como un alegato contra
los prejuicios y el desprecio, desde una óptica graciosa, a veces hilarante,
con un humor fino capaz de seducir a cualquier audiencia. Es un
aleccionador unipersonal sobre la
familia y el odio en América Latina.
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