Valioso cuarteto de actrices |
En Venezuela, donde de cada diez personas que acuden al
teatro seis son visiblemente del sexo femenino, empresarios y artistas hacen cálculos, consultan
bibliotecas y al final presentan espectáculos donde la mujer es un factor
trascendental, esté o no en la escena. Aplican una básica antropología teatral
y por supuesto las botijas se llenan con recaudos de la taquilla. ¿Por qué sucede eso? ¡Los científicos tienen la palabra!
Mientras tanto los críticos dejamos información para que los
doctos investigadores digan algo, si es que la intensidad de la sensibilidad
femenina interesa. Y lo subrayamos, porque sería positivo para el teatro un
informe científico, ya que el 14 de agosto lo apreciamos, no solo en el populoso
patio de butacas sino también en el escenario del auditorio Gastón Parra
Luzardo, en el piso 24 del BCV, a donde acudimos para ponderar el delicioso e
instructivo espectáculo Amantísimas, cuya depurada produccion y excelente dirección
general es del teatrero Antonio Cuevas, apuntalado en las desenfadadas actuaciones de Daifra Blanco, Nury Prato,
Andreína Contreras y Josseliz Hernández.
Un cuarteto versátil que nos dejó estupefactos por el despliegue de sus
respectivos talentos histriónicos.
Amantísimas
es una bien hilvanada sátira sobre
las peripecias de unas féminas que son las antagonistas en las clásicas
historias de amor, es decir: las amantes,
las antiheroínas. Buscan sentirse vivas,
más allá de conflictos y desencantos y por eso la soledad, la alegría, el
atrevimiento, la provocación, la ceguera, el dolor y el humor desfilan por la
escena para hacer un llamado a la reflexión sobre las complejas relaciones
humanas y el peso de los estereotipos y atavismos sociales, y enseñarnos que
ser mujer es un valor en sí mismo, sin necesidad de ir acompañado de nada ni de
nadie.
Esta “colcha” de textos teatrales la integran fragmentos de piezas que
escribieron Daifra Blanco, Gustavo Ott, Laly Armengol, Joaquín Ortega, Domingo
Ortega, Lydia Falcón y Griselda Gambaro. Con ese guión, dividido en siete
cuadros, una docena de mujeres, por intermedio de cuatro polifacéticas
actrices, enseñan como son o fueron o serán los avatares existenciales con
aquellos seres que aman y sufren, con los hombres que se les cruza en sus
caminos y se los llevan a la cama o a la mesa o a la silla, esperando que las
amen para toda una vida o un rato largo.
El espectáculo ambientado entre
numerosas cajas de cartón, pintadas de rojo o negro, los colores de la
vida y la muerte, del amor y el desamor, y en medio de un sound
track con piezas de despecho y abandono,
tiene el ritmo de “una licuadora” de sentimientos, sensaciones y cuerpos que
claman amor y comprensión a unos machos
que no se dan cuenta de que sus roles no son solo sexuales y reproductivos sino que los necesitan más como compañeros y
amantes, porque son humanos incompletos, y siempre necesitados de afectos. Y así
lo demuestran esos textos rotulados: Esta y la otra, Aquella, El balcón, Un abandono
malicioso, Lo escuche llorar en mi boca, Las joyas de la Lewinsky y El cafecito. Todo
un prolijo trabajo de selección y edición hasta obtener un guión perfecto, que lo
firma Antonio Cuevas más que justificadamente,
además director insigne de ese cuarteto de actrices.
¡Un
espectáculo recomendable en su totalidad y el cual debe seguir en cartelera !
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