La desnudez es el vestuario de principo a fin de la vida humana |
El Grupo Teatral Emergente de Caracas, desde la
temporada 2009, lucha para transformarse en importante alternativa para su público,
gracias a los novedosos espectáculos que produce y exhibe, tal como hizo con La
cotufa no baila más, La maña, Escándalos personales, Un
enemigo del pueblo y ahora muestra, en el Centro Cultural BOB, Vestuario
de hombres, sólida versión escenica del director Jesús Delgado sobre el texto original de Javier
Daulte (Buenos Aires,1963), la cual impacta al público por la patética desnudez
física y moral de sus 10 personajes, gracias al elenco ahí involucrado.
Ojo, no es un espectáculo de
strippers. Está ambientado en el vestuario del estadio de una ciudad turca, donde
el equipo de caballeros de un club venezolano de lacrosse se alista para una
competencia internacional. Ese íntimo espacio,
con loquers, bancos y ducha incluida, les facilita “vomitar” todas sus
frustraciones o debilidades humanas, como son la homofobia, la corrupción, la
violencia, el dopaje con cocaína y el temible
bullyng o chalequeo, todo eso antes de
la competencia. Y después escenifican un cruel y canallesco final, donde hasta
las notas del himno Gloria al bravo pueblo y la tricolor de las
ocho estrellas tienen su participacion, como colofón de esa comedia trágica, según
la calificara el autor, la cual consume 100 minutos de tiempo real.
Daulte, quien predica que
“el teatro no es un medio de comunicación, sino una realidad que
expone una verdad, su verdad”, logró plasmar las tortuosas intimidades de un
equipo de lacrosse, precisamente un juego rápido y violento con dos equipos de
diez u ocho jugadores, quienes usan unos palos con redes para recibir una
pelota de goma e introducirla en la red
del equipo rival. Antigua versión americana del sofisticado y popular fútbol
sajón, aunque ahora se dice que es de origen chino, porque el dramaturgo quería
bajar del pedestal al prototipo de deportistas, pero no con futbolistas
precisamente.
En
la versión venezolana intervienen Slavko Sorman, Mohammed Alkhaldi, Guillermo
Londoño, Gabbo Estévez, Jesús Hernández, Daniel Torres, César Augusto Roa,
Pedro Cabas, Marcos Chocrón, Alejandro Caballero y John Colmenares. Todos
demuestran sus cultivadas condiciones actorales, sazonadas con sus desnudos,
porque sus personajes se quitan y se ponen sus corazas de deportistas y botan las frustraciones que han heredado o
cultivado a lo largo de sus existencias. Nada fácil asumir esos personajes,
pero gracias a la dirección lo hacen con solvencia y conmueven, ya que todos
los seres humanos nacemos desnudos y así permanecemos a largo de nuestras
existencias, aunque usemos disfraces o ropajes de acuerdo al rol social y las
condiciones económicas.
En
síntesis, mas allá de los pro y los contras moralistas que este
montaje pueda suscitar, hay una realidad
que exaltamos: son actores que demuestran
que no hay roles difíciles ni infames,
sino que deben trabajar “para hacerlo lúdico y comprometido”. Y con respecto al público desinhibido, por supuesto, la podrán
pasar bien y difícilmente se aburrirán porque estarán seguramente ante esos
espejos que nos negamos a ver, aunque nos persigan.
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