Eduardo Di Mauro (Córdoba,Argentina, 1928/Guanare,Venezuela,2014) |
“Para el artista, la cultura
es un servicio. Para el gobierno, la cultura es una obligación. Para el pueblo,
la cultura es un derecho”. Estas son las palabras con las cuales el maestro
Eduardo Di Mauro (1928) daba la bienvenida a todos los visitantes del Teatro
Tempo en Guanare, donde vivió hasta este martes 12 de agosto,dejando una saga de ejemplar servicio a la comunidad.
Originario de Córdoba,
Argentina, aseguró muchas veces que lo que sintió por los títeres fue, sin
lugar a dudas, amor a primera vista. Su infancia y adolescencia estuvieron
rodeadas de arte, teatro y literatura. Sin embargo, al llegar el momento de
escoger carrera, se decide por Medicina, solo para confirmar al poco tiempo que
su pasión lo encaminaba a las humanidades. Por tal motivo decide cambiarse a
Filosofía y Letras, profesión que estudia en la Universidad Nacional de
Córdoba.
En 1952 funda, conjuntamente
con su hermano gemelo Héctor, el grupo teatral “La Pajarera”, con el cual realizan más de 14.000 funciones repartidas entre Argentina, Uruguay y Chile.
Dos años después crean dos nuevos centros de formación teatral: la Escuela del
Títere y la Escuela de Tucumán.
A los 48 años y motivado por el golpe de estado de los militares fascistas, sale exiliado de su país natal y viene a vivir a Venezuela,
nación que lo acogió sin reservas y a la cual amó como su segunda patria. Aquí
Di Mauro continúa con sus valiosos aportes en materia de formación teatral, fundando
el Teatro Barinés de Muñecos en 1978 y el Teatro Estable de Muñecos del Estado
Portuguesa (Tempo) en 1980, el cual permanece activo hasta nuestros días y con
el que recorrió no solo Venezuela sino gran parte del mundo. Allí también
funciona, desde hace aproximadamente 20 años, el Instituto Latinoamericano del
Títere.
Eduardo Di Mauro siempre
destacó la importancia de la sensibilidad social, la solidaridad y la vocación
de servicio. A lo largo de su vida sostuvo que un buen profesional, sin
importar su área de acción, solo puede preciarse de serlo cuando tiene el valor
y la disposición de ayudar al prójimo. Y vivió en función de esa afirmación,
como lo prueban más de 30 años de amor sembrado en el país y más de 60 años de
vida dedicados al arte de repartir felicidad.
Hoy nos unimos al dolor de
familiares –el titiritero Daniel Di Mauro, es uno de sus hijos, además de Laura
de Rotka y Maritza Peña, mujeres que lo amaron- y sus incontables amigos ante su ausencia física, pero con la certeza de que esa magia
que siempre lo acompañó permanecerá viva en los títeres del mundo, en las niñas
y niños que sonríen al ver un guiñol y en los hombres y mujeres que comprenden
y comparten su deseo de un mundo de sueños e ilusiones, porque, como él bien
decía, “¿qué seríamos nosotros sin imaginación?, no seríamos más que animales”.
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