Desde 1996 elgrupo Escena de Caracas sube la dura cuesta del teatro de calidad. |
La agrupación teatral Escena de
Caracas está en su quijotesca lucha desde 1996, cuando, nacida de un programa
de formación de la Compañía Nacional de Teatro, decidió emprender la marcha con
proyectos propios, como aquel inolvidable espectáculo Árbol que crece torcido, mágico poemario de Rafael Castillo Zapata
que bien escenificó Miguel Issa, en la
sala Rajatabla.
Desde entonces tiene por bandera o
brújula la búsqueda de tendencias y lenguajes para confrontar al público con
problemáticas e inquietudes comunes. Y damos fe sobre lo que desde entonces ha mostrado, siempre en
vías de superación al anterior montaje, cual si fuese una positiva versión criolla
del mito de Sísifo.
Ahora Escena de Caracas ha producido
y presentado Contra la democracia, la segunda pieza de una trilogía del catalán Esteve Soler (Barcelona, 18/12/1976), después de haber montado Contra
el progreso. Hacen temporada en la
sala Rajatabla, bajo la óptima dirección de Juan José Martín y con las
estupendas participaciones de Delbis Cardona, Nadeschda Makagonov y Rafael Gil,
quienes tiene su lenguaje y su visión del arte teatral criollo,
por lo cual han durado tanto tiempo juntos. Y como es lógico, el público
agradecido los premia todas las noches por la globalidad del
espectáculo.
La dramaturgia de Soler, según Jordi
Duran, refleja las monstruosidades y siniestras contradicciones de los tiempos
que vivimos. Es una visión, muy personal, del hombre actual y la civilización
creada, aunque nos recuerda lo que ya denunciaron Kafka, Becket, Ionesco,
Sartre y hasta Jarry, además de los críticos y ácidos guionistas de las
películas fantásticas de Hollywood. Resumiendo: “nada nuevo bajo el sol”, como
lo dijo el rey Salomón en su momento.
Contra la democracia, compuesta por siete minobras, le
propone al espectador revisar exhaustivamente los conceptos de “república” y
“democracia”, y tamizar las sociedades de ahí brotadas, donde por supuesto esta
la petrolera Venezuela. No es politiquería barata, nada de eso, lo hace con alta
teatralidad y por intermedio de personajes que resumen maldades y bondades republicanas
y democráticas, que los ciudadanos tragan aunque nunca digieren, especialmente
las europeas donde el confort y la seguridad social las agobia. En pocas palabras, Soler “refrita” lo que ya dijeron otros,
aunque ahora tienen más vigencia o está mejor explicado.
Lo mejor de
este montaje de Escena de Caracas es el performance
de alta teatralidad presente en cada uno de los siete cuadros, especialmente el primero
y el ultimo: la cosificación de las sociedad y el tragicómico juego del
imperialismo, como ha sido siempre.
Esta
agrupación y su valioso capital humano, así como su talento artístico, es para
que busquen otros textos que muestren al
venezolano más alternativas y para ello nada mejor que un concurso de
dramaturgia donde nuestros autores hagan conocer sus puntos de vista sobre esta
sociedad tan convulsa y tan sainetera además.
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