Un reto para los actores criollos |
Las obras La
cocinera de Eduardo Machado, Hurly
Burly de David Rabe y La casa limpia de Sarah
Ruhl, finalizarán el Primer Festival de Teatro Contemporáneo
Estadounidense, el próximo 12 de octubre. Histórico evento - cuenta con el
apoyo financiero de la embajada de United States of America- coordinado y
exhibido por Diana Volpe y Orlando
Arocha en las dos salitas del backstage de la Concha Acústica de Bello Monte, desde el pasado 12 de julio.
Hemos
reseñado los primeros cinco espectáculos de ese derroche de buen teatro, logrado
con exitosas puestas en escena y un innegable despliegue de talento histriónico
que han permitido conocer diversas visiones críticas de la familia gringa y la
definitiva pérdida del American Dream. Y ahora hemos sido impactados con
algunos aspectos del complejo drama de la revolución en Cuba, gracias a la
desgarrada pieza del cubanoestadounidense Machado (La Habana, 1953).
La cocina (The cook,2003), que transcurre en la mansión habanera
de la familia Santana, entre la llegada
de Fidel Castro y el “período especial”, permite, según la óptica del dramaturgo,
conocer y evaluar la vida de los isleños
por lo menos durante 40 años del proceso
revolucionario, así como también el
transcurrir de los que se exiliaron. Además es posible ponderar el valor de la amistad y la fe en los
postulados políticos, a pesar de múltiples inconvenientes y el inevitable
resentimiento de los que se marcharon, gracias a la saga de la cocinera Gladys,
tres de sus familiares, y la señora Adria y su hija Lourdes.
Fidel
Castro y sus guerrilleros, el dictador
Fulgencio Batista, la poderosa familia Santana y los eficaces y fieles empleados de dicha mansión crean un singular contexto intimista
que impacta al público caraqueño y le permiten ponderar los pro y contra
de dicha historia teatral, donde la
señora Adria le dice a su fiel cocinera Gladys, que nunca podrán ser amigas,
porque ella es su ama, su jefa, mientras que la otra le promete cuidarle su
casa hasta cuando regrese del exilio, algo que no sucede pero sí le envía a su
hija Lourdes para que atestigüe el estado de la residencia.
Es
un espectáculo conmovedor gracias al despliegue actoral de Layla Vargas, Rubén
León, Josmary González, Ernesto Campos y Valeria Castillo, finamente conducidos
por Rossana Hernández. Los espectadores sacaran sus variopintas conclusiones
ideológicas, pero lo más importante, y se los garantizamos, se regocijarán con
el virtuosismo actoral de Layla como Gladys, la fiel empleada doméstica; Rubén y Josmary
en sus comprometidos roles cubanos, y muy
especialmente ante la fina performance de Ernesto, el ambiguo Julio que es perseguido y castigado
por su “desviada conducta”. Mención
especial merece Valeria por su roles de
Adria y Lourdes.
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