"La escalera de Jacob" en el Club Hebraica. |
Hasta el domingo 19 de
octubre se prolonga el XXII
Festival de Teatro Interclubes Bejayd (Unidos) en homenaje a la promotora
cultural Dita Cohen. No menos de 500 personas, con optimismo y alegría, hacen posible
los montajes de los 11 elencos participantes; han planificado y producido sus
variopintos espectáculos en varios escenarios caraqueños, empeñados en demostrar
que mientras soñemos viviremos y podremos además construir un futuro.
Este evento, único en el medio teatral
venezolano porque se realiza sin cesar desde hace 22 años, busca estimular el
trabajo cultural en los clubes, así como promover los intercambios entre las
agrupaciones, fomentar las relaciones con todo el medio teatral y finalmente
premiar el trabajo artístico mostrado.
El
montaje inaugural, La escalera de Jacob,
producido por el Nuevo Grupo de Hebraica, exhibido el pasado 5 de octubre,
bajo la dirección de Johnny Gavlovski, fue aleccionadora cátedra con las sagas
de la comunidad judía y sus peculiares enseñanzas para continuar la vida y así
subir, paso a paso, la bíblica escalera que Dios le ofreció a Jacob, para ascender al cielo (Génesis,28,11-19/Juan 1:51).
Es por supuesto una prédica
religiosa sobre el devenir del hombre y su
inevitable destino final para salvarse o condenarse. Ahí, una vez más,
el pueblo de Dios asume su destino y lucha para no dejarse vencer jamás y
ascender la escalera.
Un derroche de buen
teatro de texto, por la correctísima comunión del director y autor escénico con
sus actores discípulos, dentro de un sobrio ritual como pocas veces se percibe
en otros escenarios capitalinos. Todos trabajaron, con finas maneras profesionales
(buen ritmo, movimientos precisos y hermosas dicciones), además de las precisas
caracterizaciones de Morella Biaggini de Lustgarden, Nissim Cojocaru, Irene Russo,
Etty Mizrahi de Mattout, Jacques
Biggio, Abraham Jalfón, Alegría Benzaquén de Rodríguez, Sasha Bograd Lamberti, Emma Schwarz, George Rotker y Anita Katz de Seeman.
Todos hicieron posible la estrujante metáfora
escénica que se inicia con la visita de Rebeca
(Morella) al abandonado viejo bar de su
abuelo (Nissim), para enfrentarse con los fantasmas de las historias familiares
y tomando de ahí las enseñanzas de éstas para seguir adelante con su vida hasta la etapa postrera.
Magnifico teatro didáctico
como varias veces le hemos visto a Gavlovski,
infatigable y versátil teatrero que interpreta textos de Elie Wiesel (Hombres de Dios) sobre la escalera de Jacob
y los cruza con fragmentos de No puedo imaginar
el mañana, Háblame como la lluvia y
déjame escuchar y La marquesa de
Lankspur Lotion, obras de Tennessee
Williams. Ahí, los horrores del Holocausto, como Treblinka, y los valientes del
bund recordaron a los venezolanos que la maldad humana persiste, como se
materializó con los totalitarismos de la Segunda Guerra Mundial.Y por supuesto que hay todo un equipo de productores y directores, como son Morella Biaggini de Lustgarden, Andrés Vásquez y Oscar Briceño Curiel, básicos y creativos para la calidad de este producto artístico del Club Hebraica.
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