Pedro Riera |
Lo conocimos
durante los años 70, en el histórico Teatro del Triángulo, frente a la plaza
Tiuna, espacio donde debutaron dramaturgos de valía, como Gilberto Pinto y Rodolfo
Santana. Ahora nos toca despedirlo en su mutis, ocurrido el pasado domingo 4 de
enero. Era Pedro Riera y tenía 73 años,
de los cuales más de 50 dedicó a la promoción y difusión de la cultura
venezolana, en especial el teatro y los títeres en Caracas y en las comunidades
del estado Vargas.
Pedro, revolucionario a toda prueba, fue postulado por la Red Nacional de Teatro y
Circo para los Premios Nacionales de Cultura mención Teatro 2012-2014. Dedicado
al teatro, desde 1959, perteneció a la primera promoción de la Escuela Ramón
Zapata,que aún funciona en Valencia, donde la base de su formación cultural,
artística y teatral fue producto especial de Eduardo Moreno y de los maestros
Luís Luksic (pintor, poeta y titiritero), Eulalio Toledo Tovar (pintor y
muralista), Pedro León Castro (pintor y grabadista), Nina Socolova (maestra
rusa de danza clásica), Alfredo Anzola (docente de Psicología), los titiriteros
Alexis Antiques (Argentino) y Jaime González Portal (Peruano) y en especial de
Cesar Rengifo (pintor y dramaturgo) quien con su amistad influyó en su
formación.
Realizó
actividades de docencia teatral y de educación secundaria, creatividad
infantil, actor en teatro y cine, director teatral, dramaturgo, titiritero,
articulista de temas culturales, escenógrafo, cineasta, promotor cultural y
dirigente sindical.
Como
actor, en los años 60 en Valencia, se recuerda su participación en la obra de
Cliford Odets Despierta y canta o recientemente en
Caracas y en el Estado Vargas donde lo recuerdan en el monólogo La
semana de la Patria de Néstor
Caballero; así como también en los espectáculos Vamos de cuentos y en Los cuentos de la abuela María.
Trabajó
como docente en diversas escuelas de
teatro y en liceos. Fue director escénico de los grupos teatrales con
la ACAT (Asociación Carabobeña de Arte Teatral), Pequeña Compañía de Teatro Venezolano,
Teatro La Huella, Teatro Tilingo, Teatro
del Triángulo, del cual fue su director
general desde 1978, y el grupo infantil del Ateneo de Valencia.
Su
inquietud social lo obligó a participar, conscientemente, como directivo en las
instituciones UTIVE (Unión de Titiriteros de Venezuela), Centro Teatral La
Guaira (La Guaira), INPREC. (Instituto de Previsión Trabajador Cultural y
cinematográfico), Sindicato Profesional de Radio, Teatro, Cine, Televisión y
Afines del Distrito Federal y Estado Miranda y la Coordinadora de Titiriteros
de Caracas.
Como
dramaturgo escribió 36 piezas, entre
comedias, dramas, sátiras, teatro para niños y títeres, donde se observa gran
variedad de temas y formas, destacándose, en lo que él llamó teatro para
adultos, piezas como El sueño de las tortugas,
la cual ha sido montada por más de 90
grupos, desde que fue escrita en 1961. Gran impacto causo su pieza PAM (Pobre
Anciana Millonaria) por la forma y
contenido en 1964, y también con los textos La historia conocida y La señora Rosa vive ahí, donde destaca
su capacidad como dramaturgo al colocar en el escenario temas de la actualidad
social venezolana.
La
mayoría de su producción dramática está inédita, al igual que la mayoría de los
dramaturgos venezolanos; sin embargo los grupos se las han arreglado para
montar sus textos, en especial aquellas que están dirigidas tanto al público
infantil como los de contenido político, como ha ocurrido con la pieza
ecológica Hubo un árbol y Vamos
de cuentos, dirigida por Sylvia Mendoza.
La
dramaturgia de Pedro Riera, orientada al teatro como servicio social, presenta conflictos, personajes y situaciones propios
del entorno social donde convivió. Busca propiciar la conciencia crítica del espectador
con su sociedad, sin llevar sus propuestas escénicas, hacia el panfleto, la
disertación filosófica o el recurso didáctico hacia lo social, ya que por su
experiencia, como director escénico, le permitió tener presente el carácter
estético de la creación artística, por lo que
uso, en algunas de sus obras, un lenguaje que puede considerarse poesía
dramática. Amplió su creación hacia el teatro para niños y los títeres, apoyado
en el concepto de que todos los temas del ser humano son aptos para ser
disfrutados por el niño, con la única cualidad de escoger correctamente la
forma en que se le presente, para divertir y formar.
Además,
fue fundador y miembro de la Red Nacional de Teatro y Circo de Venezuela. Como
promotor cultural y dirigente sindical, defendió y reivindicó la dramaturgia
venezolana.
Por su prolífera obra, recibió varios premios de instituciones
públicas y privadas. Entre ellos, una placa y reconocimiento público por la
trayectoria y aportes al desarrollo del teatro venezolano en el XXVIII Festival
Internacional de Oriente (2004).
Lo sobreviven su hijo Raúl y su esposa Emma Soler.
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