El béisbol no está
ausente de los escenarios venezolanos desde que Gustavo Ott, apuntalado
en el actor Fernando Then, metaforizó las descarnadas facetas de algunos de sus
protagonistas y los contextos donde estos se desarrollan, o sea los peloteros,
sus familias y una sociedad con todas sus aristas, y así los mostró durante la
temporada 1999.
Así estrenó el
unipersonal Fotomatón para exhibir lo que puede ocurrirle a
un beisbolista cuando, tras violentar las conservadoras normas sexuales y
degustar lo prohibido, pierde la vida, precisamente en el epílogo de un
juego de su equipo, Los Cardenales de Lara.
Fotomatón fue
remontado para la temporada 2004 por su autor y el joven comediante José
Gregorio Martínez, quien inició así intensa y meteórica carrera actoral
que le ha permitido ganarse los premios Avencrit 2013 y el Marco Antonio
Ettedgui. Y ahora, para festejar los 22 años del Teatro San Martín de Caracas
(en Artigas) ha realizado unas exhibiciones, antes de irse hacia otras salas
durante el venidero 2015.
Este Fotomatón, que
es una autopsia venezolana en nueve innings, donde se emula un juego de
béisbol, plasma la historia de un pelotero a partir de su cadáver que
reposa en la morgue a donde lo llevaron después que una transexual lo mató
porque no le respondía a sus llamadas telefónicas, tras pasar una tórrida noche
de locas copas.
Tan novedosa pieza
muestra su rocambolesca historia, con un delirante ritmo escénico, a través de
los distintos personajes que componen esa familia (padre, madre, hermano, tío,
prima, forense y el pelotero mismo) y logran transformarlo en lúdico alegato
contra la insensibilidad y la ausencia de solidaridad en las sociedades
latinoamericanas en general y particularmente la venezolana, porque sus
personajes son criollos hasta la médula.
Se pueden decir muchas
cosas de Fotomatón, como que es una de las mejores piezas de
Gustavo Ott (Caracas, 1963), donde además destaca su novedosa fórmula
para contar una saga teatral, auténtica y vitriólica catarata escénica contra
los prejuicios y el desprecio, desde una óptica graciosa, a veces hilarante,
con un humor fino capaz de seducir a cualquier audiencia.
Ott, un periodista
que devino en dramaturgo, ha dicho que es una obra fundamentalmente sobre la
familia y el odio. De la familia de Fotomatón es fácil aprender
la forma más sencilla de condenarnos al infierno. Quizás porque es allí, en el
seno de la familia, donde aprendemos los elementos más perversos sobre el
poder.
Por supuesto que sin
actor no hay teatro capaz de atrapar a la audiencia y eso lo demuestra, muy
bien, José Gregorio Martínez al componer sus siete personajes y darle a cada
uno su característica, atrapando la audiencia y haciendo de esos 100 minutos
del espectáculo un delicioso pasatiempo sobre lo que somos los venezolanos, sin
caer en extremismos.
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