El director Vera y el elenco de "La casa de Bernarda Alba" |
El teatrero Vladimir
Vera ya no es el director artístico de la Fundación Rajatabla. Ingresó en mayo
del año pasado y durante todo este tiempo montó los espectáculos La piel
en llamas del catalán Guillem Clua, El
marqués de Sade de Yukio Mishima y La casa
de Bernarda Alba de Bernarda Alba,
los cuales arrojaron valiosos récords de público y de críticas. No hubo
bochinche ni berrinche para generar su salida. El artista optó, de mutuo
acuerdo con el presidente William López, dejar de ser personal fijo de
Rajatabla. Los próximos montajes del grupo se harán bajo su égida, pero como director invitado. Es, pues, agente libre, en términos beisboleros.
-¿Cuál es el balance de la pasantía
Rajatabla?
-La historia del teatro venezolano
siempre tendrá en cuenta el nombre de Rajatabla. No sólo por la labor excepcional y titánica
realizada por Carlos Giménez (1946/1993), sino por el desfile de directores que
hicieron montajes de alta factura dentro de la agrupación (Raúl Bambilla,
Basilio Álvarez, Paolo Magelli, Rolando Giménez y Ugo Ulive, entre otros).
Rajatabla está ahora en una gran encrucijada conceptual; se encuentra entre la institución
que añora los grandes montajes de su historia o la agrupación de vanguardia que
busca nuevos derroteros creativos. No sé para donde se inclinará la balanza. Pero sea lo que sea,
espero que la calidad, la disciplina creativa y el rigor nunca deje de ser el
norte del grupo, ya que de lo contrario se ensuciaría la historia de un grupo
que ha revolucionado la historia del teatro, desde 1971.
-¿Difícil luchar contra la historia rajatablina?
-Claro. Los derroteros creativos han variado. Se trata de
mantener una línea estética, pero con la visión más cercana a la actualidad
posible. El Rajatabla de ayer debe acoplarse a las nuevas eras y a veces esa
conversión es difícil. Traducir lo moderno de los 70, es totalmente a lo
moderno del siglo XXI. Lo interesante es que la historia del grupo ha dejado
grandes profesionales con los que ha sido un placer crear en conjunto. Y
yo, modestamente, puse mis granitos de arena.
-¿Satisfecho de lo logrado con su pasantía?
-Nunca. La conformidad
es la muerte del espíritu creativo. Un artista conforme tiende a coquetear con
la mediocridad. Estaré satisfecho cuando Venezuela vuelva a ser una de las
referencias mundiales del teatro. Creo que Venezuela merece rigor dentro de la
escena y los creadores hemos bajado un poco la guardia. Pero igual, no por
ello, no seguiremos luchando. Donde esté lucharé por el teatro criollo.
-¿Qué espera
hacer?
-Seguir trabajando. Para
el próximo año tengo pensado dirigir El fantasma de Hiroshima de Gennys Pérez y La
ópera de tres centavos de Bertold Brecht,
producidas por Rajatabla. Con mi Teatro Forte tengo planes de montar, en el
primer semestre del 2015, Martillo, un proyecto de carácter
experimental basado en la Orestiada.
-¿Se justifica una agrupación como Rajatabla en el teatro
venezolano?
-Creo que cada grupo de
teatro, sea pequeño, amateur, profesional, experimental, comercial o etcétera, es necesario dentro de la escena nacional.
Venezuela necesita más y mejor cultura, por lo que son necesarios más grupos y
siempre tener los referentes de los grupos de tradición nacional, como el caso
de Rajatabla. Espero que por muchos años más siga siendo referencia de la
escena criolla.
-¿Para dónde va el teatro venezolano?
-Espero que renazca como
el Ave Fénix. El teatro nacional debe ir a nuevos derroteros para volver a ser
lo que fue. Debe retomar el riesgo, la fuerza, la capacidad creativa que antes
tenía. El venezolano tiende a ser talentoso, pero ese talento sin rigor, sin
estudio, sin disciplina, sin riesgo y sin la necesidad de reinvención
constante, se convierte en humo en la escena. Si no le damos una vuelta de
tuerca y salimos de manera urgente de la zona de confort, nuestra vanguardia se
transmutará en un sin número de actos culturales.
Inolvidable Bernarda
El
director Vera se despidió de Rajatabla tras mostrar, su creativa y convincente versión
escenica de La casa
de Bernarda Alba, obra cumbre de Federico García Lorca. Dice que
es un texto duro, lapidario donde el poder (tema recurrente en la estética
rajatablina) se ve reflejado por una madre que obliga a un luto de siete años a
sus cinco hijas. Una casa cerrada, es la metáfora que nos muestra García Lorca
para acercarnos al régimen franquista que nacía antes de su asesinato en
Granada. Esa sensación de encierro, de carencia de libertad, de fuerza militar
que rodeaba a una sociedad, fue la visión escénica que quise retratar en el
montaje. Bernarda es una mujer sola en una tierra de hombres y no es cualquier
mujer, es una mujer que debe asumir los pantalones de un hombre para valerse y
retratar la autoridad de una familia, es una mujer que debe generar respeto y
un temor reverencial para su supervivencia y el de su familia. Creo que una de
las mejores decisiones que he tomado en mi carrera creativa, fue escoger a una
de las fundadoras de Rajatabla (la increíble y admirada Francis Rueda), como la
viuda Bernarda Alba. Parte del reto era buscar una visión distinta del clásico
lorquiano, una forma de romper el clásico sin perder la fuerza de la poesía del
genio granadino. Esa fue el norte de la creación. Conté con un equipo tanto
técnico como artístico soñado. El vestuario de Fedora Freites, las luces de
David Blanco, el trabajo corporal de Soraya Orta, la dirección musical de Mayra
Santos; entre otros, hicieron que estos maravillosos actores entraran en la
atmósfera que necesitábamos crear. Fue un trabajo basado en la confianza que me
brindó mi equipo de trabajo. Creo que es la obra más cercana al espíritu
rajatablino que he realizado. Me siento más que satisfecho”.
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