Antonio Delli en otro reto para su carrera actoral |
¿Qué es feo o qué es bello? A tal pregunta el escritor Umberto Eco
explica que lo feo de ayer puede ser considerado bello hoy, porque tales conceptos dependen de las épocas;
pero advierte que siempre lo feo ha sido considerado lo opuesto de lo bello, ya
que tales significados están limitados a
cánones de belleza de la civilización occidental, debido a que en esta cultura “lo bello es lo dotado de proporción y armonía”,
pero lo que se consideraba proporcionado en un siglo ya no lo es en el
otro.
Pero en el teatro lo feo y
lo bello es más claro o visible o inteligible, como ocurre con la obra El feo de Marius von
Mayenburg (Múnich, 1972), donde el rostro de un
destacado ingeniero es sinónimo de éxito, ya que vive en una sociedad donde el aspecto físico es más importante que
la inteligencia o la calidad humana, “por cuanto predica que no que no se puede avanzar en la vida o
ser feliz sino se adecúa a los cánones de la belleza establecidos”.
El feo, que se presenta en el
Trasnocho Cultural, es una comedia que por intermedio de metáforas sobre lo bello y lo feo terminan por cambiarle
la cara al ingeniero Lette, porque para la empresa donde trabaja el éxito comercial,
o sea el rango de ventas de un dispositivo electrónico que él ha creado, está íntimamente
relacionado con su aspecto físico, o sea con la cara de Lette, el progenitor de
tal instrumento.
La estructuración de la pieza,
dentro de las técnicas del teatro del absurdo, conducen complacido al espectador
por las situaciones jocosas y dramáticas
que vive el “feo” Lette para no ser despedido,
pero cuando se espera que su felicidad sea perfecta y más duradera, porque ahora
es “bello”, optan por sustituirlo por otro, y así sucesivamente.
Es una crítica a los cánones de fealdad y belleza imperantes,
y especialmente a los cirujanos que se dedican a mejorar el físico del elegido
o elegida. Más allá de la claridad de la
trama, se resalta el gran histrionismo
del elenco ahí convocado: Antonio Delli, Ana Melo, Javier Figuera y
Adolfo Nitoli, bajo la feliz égida
de Juan José Martin.
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