Romeo Costea, (Braila,Rumanía,1922/Caracas, Venezuela,2015) |
Nunca
imaginó Romeo Costea que cumpliría largos 93 años en Caracas para terminar su ascenso
por la escalera de Jacobo. Llegó a La Guaira el 23 de diciembre de 1953 y se
quedó, “creo que para siempre”, como nos lo dijo en una ocasión, para apuntalar
el desarrollo del teatro venezolano al formar actores, exhibir autores
foráneos, como los indispensables franceses, y estrenar la ópera prima de Isaac
Chocrón, además de formar espectadores.
Hace
años nos contó que rezó dos veces, junto a su madre Caterina, una novena a San
Antonio para rogar aunque fuese un sólo milagro: conseguir enrolarse en la
tripulación de un barco y escapar así del naciente comunismo de Rumania, donde
había nacido el 14 de enero de 1922, en Braila. Y el santo lo escuchó: fue
aceptado para tareas muy específicas en el buque Transilvania, pues hablaba muy
bien el francés y el inglés, y logró así salir por el puerto de Constanza;
atracó el 11 de julio de 1948 en Marsella. Desertó y el 14 de julio lo festejó
en París.
En la
Universidad de la Sorbona continuó sus estudios teatrales, iniciados en
Bucarest; trabajó con Marcel Marceau y en la Comedia Francesa, para luego
emprender, hacia 1950, una serie de giras internacionales. Eso mismo año fundó
en “La Ciudad Luz” su propia agrupación y se presentó en el Theatre de Poche
(Teatro de Bolsillo) hasta 1952; luego hizo lo mismo, en 1953, en el Theatre de
la Huchette.
A raíz
de una prolongada huelga obrera que lo dejó sin espacio teatral para exhibirse
optó por venir a Caracas de vacaciones, invitado por unos familiares. Compró un
boleto en el buque italiano “Auriga” y el 23 de diciembre de 1953 desembarcó en
La Guaira para nunca más irse, aunque en septiembre de 1960 hizo una breve
incursión por Nueva York y hasta logró montar la pieza, El año del censo (The Year of
the Census) de John Hopper, para el Teatro La Mamma.
Costea
se adaptó rápidamente a la vida caraqueña, tras aprender el castellano, y es en
junio de 1955 cuando presenta, con el invalorable apoyo de la embajada de
Francia por intermedio de su instituto cultural, al grupo Compás. Una
institución que si ha dado el ejemplo de lo que es un incesante y atinado
trabajo artístico, haciendo énfasis en la producción y exhibición, durante
continuas temporadas, de los maestros del teatro francés, como Moliere,
Marivaux, Cocteau y Musset; además de lo más representativo de su vanguardia:
Ionesco, Tardieu, Adamov y Westphal, entre otros. Como es obvio, incluyó una
selección del teatro rumano, con Caragiale a la cabeza. También incluyo en su
producción escénica otros autores, como Cervantes, Casona, Pirandello, Mihura y
por supuesto a lo más destacado de la dramaturgia venezolana, como Arturo Uslar
Pietri, Alejandro Lasser, José Gabriel Núñez, Sergei Vintrin y Jean Zune.
Lanzó, por así decirlo, a Isaac Chocrón, cuando le montó su ópera prima Mónica
y el florentino, en 1959.
Romeo perdió
la cuenta de los montajes realizados y de esos largos 50 años de trabajo quedan,
como testimonio irrebatible, una pared de su apartamento tapizada, por así
decirlo, con una selección de los afiches de sus espectáculos. Creía que ha
escenificado algo más de unas 104 piezas, sin contar las reposiciones.
Además de su dilatada actividad como director y maestro, Romeo fue actor para varias películas francesas rodadas aquí en Venezuela, así como también es uno de los intérpretes favoritos del cineasta Román Chalbaud, su amigo. Admitía que uno de sus mejores roles fue en La gata borracha, aunque aparece en buena parte de la cinematografía del maestro merideño.
Además de su dilatada actividad como director y maestro, Romeo fue actor para varias películas francesas rodadas aquí en Venezuela, así como también es uno de los intérpretes favoritos del cineasta Román Chalbaud, su amigo. Admitía que uno de sus mejores roles fue en La gata borracha, aunque aparece en buena parte de la cinematografía del maestro merideño.
Eso por
todo eso, además de haber sido profesor en la Escuela Nacional de Teatro,
además de su inquebrantable amor y fe en Venezuela, que un idóneo jurado le
concedió el Premio Nacional de Teatro en 1996.
A Romeo
no le gustaba y hasta demostraba su abierto enojo cuando le recordaban su
origen europeo. Él insistía en que era un director venezolano y no rumano, pues
“aquí llevo más de medio siglo y además ostento su máximo premio para los
teatreros; creo que me merezco que no consideren más un director extranjero. De
Rumania no tengo sino imborrables recuerdos, pero no poseo ningún documento,
como célula ni pasaporte de mi país de origen. Soy un artista venezolano nacido
en Europa, que ha realizado más de un centenar de montajes y numerosos
programas para la televisión cuando estaba en su etapa inicial. También hay que
aclararle a las nuevas generaciones que antes de la llegada de Alberto de Paz y
Mateos y otros foráneos a Caracas, aquí sí había teatro de calidad y además los
sainetes divertían a los venezolanos. Lo que ellos hicieron fue actualizar la
cartelera y formar a nuevos comediantes, como yo también lo hice. Es mi
historia, corroborada por otros premios y reconocimientos”.
Nunca se
imaginó Romeo Costea lo que sería su vida ni que viajaría al continente
americano para dejar una huella cultural en un país petrolero. Ese fue el otro
milagro que le hizo San Antonio, pero ambos los ha disfrutado y ha sido feliz,
a pesar de los humanos contratiempos con su salud.
1 comentario:
Hasta siempre Romeito. Mi gran director y amigo. Fue un honor haber trabajado juntos, dejaste un gran legado.
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