El primer intento venezolano para aplicar un sistema político democrático, de libre votación popular, fracasó el 18 de octubre de 1945. Un puscht, encabezado por el más antiguo partido político criollo, o sea los militares, y apuntalado por un puñado de jóvenes civiles izquierdistas, sepultó el experimento democratizador que el general presidente Isaías Medina Angarita quería instaurar en el país. Lo ocurrido ya se conoce y es ahora durante el año 11 del siglo XXI cuando el valioso teatrero Javier Vidal Pradas (1953) mira al mágico espejo retrovisor de la historia para escribir y protagonizar una aleccionadora y educativa metáfora sobre tan melodramático suceso que precipitó tan siniestra voltereta tropical.
Nos referimos a la comedia costumbrista Diógenes y las camisas voladoras, estrenada el 1 de julio a las 8 PM, en el teatro Trasnocho, realizada por la empresa MJM Producciones, con la dirección de Moisés Guevara y las memorables actuaciones de su autor y los jóvenes soportes Jan Vidal Restifo y José Manuel Dao. Ahí, gracias a las convenciones espaciotemporales que otorga el teatro, el embajador y candidato Diógenes Escalante (1879/1964), su secretario privado Hugo Orozco (1919/2006) y el periodista Ramón J. Velásquez (1916) protagonizaron, cual tripleta hamletiana, la caída de la esperanza de un futuro promisorio, progresista, civil y democrático para esta Tierra de Gracia, aquel 3 de septiembre de 1945, desde una suite del caraqueño hotel Ávila.
Volvimos al Trasnocho para festejar la función 50 del estremecedor espectáculo sobre la insania –versión oficial- de Escalante, magnificada cuando sus camisas salieron volando por una ventana de la suite, ya que resucita a un personaje de nuestra historia injustamente olvidado y obliga a repensar sobre la verdad de lo que pasó con ese venezolano que creía en la democracia y era amigo del presidente Harry Truman, detalles peligrosos para una bucólica casta civicomilitar que no quería entregar el poder sino organizar una hipócrita transición hasta perpetuarse.
Vidal echa sal en las venas abiertas de la historiografía criolla e invita reflexionar sobre los contubernios de casta políticas y militares que han gobernado al país a lo largo de 200 años y de como un nuevo pueblo o comunidad ha ido insurgiendo.
En síntesis, Diógenes y las camisas voladoras alerta ante otro replay de añeja historia y para que los ciudadanos no huyan de la política y la asuman como necesidad insoslayable, como sí lo fue para los ciudadanos griegos y romanos, quienes nunca usaron a sus patrias como campamentos o haciendas para medrar.
Es teatro de no-ficción, más no teatro histórico. Es comedia política que desgarra al presente y no para recrear la nostalgia o emborracharse en el imposible “si hubiera…”. Un fino y oportuno entretenimiento por encima de cualquier lección estética, tomando en cuenta que evasión y divertimento son los más importantes mandamientos de la deontología teatral mundial.
Nos referimos a la comedia costumbrista Diógenes y las camisas voladoras, estrenada el 1 de julio a las 8 PM, en el teatro Trasnocho, realizada por la empresa MJM Producciones, con la dirección de Moisés Guevara y las memorables actuaciones de su autor y los jóvenes soportes Jan Vidal Restifo y José Manuel Dao. Ahí, gracias a las convenciones espaciotemporales que otorga el teatro, el embajador y candidato Diógenes Escalante (1879/1964), su secretario privado Hugo Orozco (1919/2006) y el periodista Ramón J. Velásquez (1916) protagonizaron, cual tripleta hamletiana, la caída de la esperanza de un futuro promisorio, progresista, civil y democrático para esta Tierra de Gracia, aquel 3 de septiembre de 1945, desde una suite del caraqueño hotel Ávila.
Volvimos al Trasnocho para festejar la función 50 del estremecedor espectáculo sobre la insania –versión oficial- de Escalante, magnificada cuando sus camisas salieron volando por una ventana de la suite, ya que resucita a un personaje de nuestra historia injustamente olvidado y obliga a repensar sobre la verdad de lo que pasó con ese venezolano que creía en la democracia y era amigo del presidente Harry Truman, detalles peligrosos para una bucólica casta civicomilitar que no quería entregar el poder sino organizar una hipócrita transición hasta perpetuarse.
Vidal echa sal en las venas abiertas de la historiografía criolla e invita reflexionar sobre los contubernios de casta políticas y militares que han gobernado al país a lo largo de 200 años y de como un nuevo pueblo o comunidad ha ido insurgiendo.
En síntesis, Diógenes y las camisas voladoras alerta ante otro replay de añeja historia y para que los ciudadanos no huyan de la política y la asuman como necesidad insoslayable, como sí lo fue para los ciudadanos griegos y romanos, quienes nunca usaron a sus patrias como campamentos o haciendas para medrar.
Es teatro de no-ficción, más no teatro histórico. Es comedia política que desgarra al presente y no para recrear la nostalgia o emborracharse en el imposible “si hubiera…”. Un fino y oportuno entretenimiento por encima de cualquier lección estética, tomando en cuenta que evasión y divertimento son los más importantes mandamientos de la deontología teatral mundial.
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