domingo, agosto 31, 2008

Volvió doña Bárbara

Regresó la dueña del hato apureño “El miedo”. Doña Bárbara, a casi 90 años de su huida, cuando dejó atrás a su hija Marisela enamorada del victorioso Santos Luzardo, la mítica cacica está otra vez en sus territorios para imponer sus bárbaras leyes, ahora apuntalada por los fusiles rusos Kalashnikov que portan sus secuaces.
Así se lo cuenta a sus lectores, el periodista y escritor Juan Carlos Zapara (Guasdualito, 1960) en su décimo libro Doña Bárbara con Kalashnikov, el cual exhibe en su portada una fotografía en blanco y negro del jefe de la guerrilla colombiana “Tirofijo” o Manuel Marulanda Vélez. Dos personajes míticos unidos en una publicación venezolana de 2008, con 240 páginas, lanzada al mercado por la Editorial Alfa, que debe despertar pasiones y opiniones encontradas por todo lo que ahí se trata.
Zapata, que es un reconocido autor de ensayos sobre la economía y la política venezolanas, además de una novela “negra” y un interesante búsqueda de huellas e informaciones veraces sobre cuando Gabriel García Márquez era un feliz indocumentado en Caracas, tiene una brillante historia como periodista (fue jefe de redacción de El Mundo) y como revolucionario creador de una pagina Web dedicada a la economía (Descifrado), comentó que su Doña Bárbara con Kalashnikov es el producto de una intensa y extensa investigación como “sólo la podemos hacer los periodistas”.
Todo ese proyecto nació hace tres años cuando Zapata se reunió con su colega Milagros Socorro y tras hablar y revisar la novela Doña Bárbara, con la cual Rómulo Gallegos desafío a las fuerzas de la tiranía en la Venezuela de los años 20 y 30, optó por emprender la búsqueda de las razones o sin razones del regreso de la violencia a los llanos venezolanos desde finales del siglo XX y hasta nuestros días. Él no sabía lo que iba a obtener. No sabía si sería un reportaje periodístico o una novela. Simplemente tenía en su mente la muerte del hijo de una amiga en Guasdualito, que lo conmovió mucho. Comenzó a indagar y así se dio cuenta que también habían matado a mucha gente que había conocido, amigos, otros conocidos y unos cuantos hijos o nietos de amigos. Con lo cual se percató del gran drama de esa gran zona de los llanos venezolanos, de ese clima de miedo, de la innegable presencia de la guerrilla, de los paramilitares, del narcotráfico, de las bandas de contrabandistas. Comenzó, pues, a investigar los hechos como lo hace un periodista, sólo que en ese momento se dio cuenta que se estaban cumpliendo los primeros 80 años del viaje de Rómulo Gallegos al llano para escribir Doña Bárbara. Y es por eso que en su encuentro con la colega Milagros le preguntó cuáles serían los símbolos equivalentes en estos momentos a la barbarie, que servirían para definir en estos momentos a un personaje como el creado por Gallegos. Y así empezó la otra parte de la historia que narra en su obra.
Doña Bárbara con Kalashnikov viene a ser la sumatoria de lo que ocurre en el llano en estos momentos, lo real y lo concreto. Lo que significó Doña Bárbara en su tiempo y lo que hizo Gallegos al escribir la novela y lo que vincula a Gallegos con la realidad venezolana. Y la tercer parte es el actual discurso político del poder centrado en Caracas. Hay tres historias que nos meten en la barbarie: la de Doña Bárbara, la de la guerrilla y toda la violencia que se extiende en el llano y la saga del discurso chavista. Todo eso hace una trilogía, según la creación de Zapata, quien al releer a Gallegos se dio cuenta que “su obra tiene una gran actualidad por todo lo que esta pasando en el país y especialmente en la región de los llanos. Disfruté sus documentos políticos, sus discursos, sus artículos, su parte humana y hasta sus creencias religiosas. Ahí me di cuenta que ha sido el gran presidente civilista que nunca este país había tenido”.
Zapata niega que su obra sea ficción. “Milagros opina que es una novela que tiene su origen o reminiscencias en Memorias de un venezolano en la decadencia, de José Rafael Pocaterra. Teodoro Petkoff dice que es un reportaje o una investigación donde los hechos son reales y donde se han cambiado algunos nombres. Yo diría, como Jorge Volpi, que es una especie de mutación, de una historia que muta al ensayo, al reportaje libre o la crónica y todo conforma una especie de genero novelado”.
Periodista y escritor
Juan Carlos Zapata vendió sus empresas periodísticas y se dedicó a la escritura. Nadie lo amenazó ni cosa parecida. Necesitaba tiempo para atender proyectos creativos y no podía seguir siendo patrono de nadie, sino de él mismo. Ahora entrega su décimo libro y tiene lista la novela El espejo de Venecia, que saldrá a las librerías a principios de años. Está recorriendo al país para otra investigación que será histórica, pues esta centrada en los nuevos ricos venezolanos o la boliburguesía, los surgidos durante los nueve años de la revolución bolivariana. Espera vivir de sus publicaciones. Si eso no es así, regresa al trabajo periodístico, porque lo lleva en la sangre.

martes, agosto 26, 2008

Tres lustros del Teatro San Martín de Caracas

Entró en imprenta la publicación Teatro 2008/Apuntes para su historia en Venezuela. Ahí compilamos críticas, entrevistas y reportajes publicados en El Mundo, Últimas Noticias, el semanario Todosadentro y el blog http://elespectadorvenezolano.blogspot.com sobre la temporada (septiembre 2007/septiembre 2008). Un lapso, al igual que el anterior, enriquecido con la exhibición de las piezas criollas Tu ternura Molotv de Gustavo Ott y Escrito y sellado de Isaac Chocrón en escenarios de Washington y Nueva York, respectivamente. ¡Son no menos de 450 páginas, cuya portada y contraportada exhiben fotografías del Teatro San Martín de Caracas (TSMC) y algunos de sus espectáculos ¡
Pero lo novedoso, lo cual incluso nos llevó a escribir el monólogo Novia en rojo, es que el intelectual Esdras Parra Uzcátegui (Santa Cruz de Mora, 1 de enero de 1930/Caracas, 18 de noviembre de 2004), transexual por honda decisión existencial, se convirtió en el pretexto para la octava pieza teatral de Mario Vargas Llosa, Al pie del Támesis, que vimos en el Teatro Británico de Lima. Después la produjo el Grupo Actoral 80, por sus 25 años de labores en pro del desarrollo de la escena criolla, en el Teatro Trasnocho de Caracas, bajo la dirección de Héctor Manrique y con los comediantes Iván Tamayo y Carlota Sosa, para demostrar, una vez más, que nuestros artistas sí están a la altura de los mejores del mundo.
De todo eso y más de 100 espectáculos escenificados en Caracas, Guanare, Lima y Estados Unidos, trata este libro, el vigésimo segundo desde 1993, que hemos dedicado a resaltar la tarea del mismo Gustavo Ott y su equipo de artistas al frente de la gerencia de lujo ejecutada a lo largo de 15 años en el TSMC. Institución convertida en factor vital de desarrollo para nuevas generaciones de teatreros que han logrado proyectarse dentro y fuera del país e incluso ganar premios, no sólo de dramaturgia sino de actuación.
Ott declaró que en el Teatro San Martín de Caracas aprendieron que más difícil e importante que las transformaciones realizadas en la planta física, más vital que todo el rescate de lo que ya existía, era programar, porque eso le da personalidad y confianza a un espacio teatral. “Que el público sepa que siempre está abierto. Y que lo que se presenta posee calidad. La taquilla es entonces un elemento determinante en el presupuesto general, porque se logra la atracción indiscutible de espectadores”.
La programación del TSMC en tres lustros ha sido muy amplia, como lo demuestran los números de grupos y espectáculos exhibidos en sus dos escenarios. En 15 años abrieron el telón casi 400 montajes producidos por más de 100 grupos nacionales y foráneos. Ensayan en las instalaciones alrededor de 32 elencos de teatro y danza de la ciudad. Y ahí se facilitan de manera gratuita las instalaciones y los equipos, y el personal está disponible, para los eventos organizados por instituciones privadas y publicas.¡Creyeron en este país, apostaron y todos ganamos!

"Nosotros que nos quisimos tanto" es terapéutico

El penúltimo de los nueve hijos de José Leandro y Maria Luisa Oráa de Rodríguez se mudó a la capital venezolana para terminar el bachillerato y después estudiar en la UCV. Cursó tres años de sociología y lo abandonó todo por una beca del Instituto Internacional de Teatro en Europa. Vivió el Mayo Francés y presenció la invasión rusa a Checoslovaquia durante aquel histórico 1968. Regresó a Venezuela y realizó una brillante carrera actoral en el teatro, el cine y la televisión, durante las últimas cuatro décadas.
Por eso es que ahora Gustavo Álvaro Rodríguez Oráa (Ciudad Bolívar, 19 de febrero de 1945), para “limpiar” su nombre profesional de cualquier mancha u ofensa al público que lo conoce -tras haber sido “abortada” la temporada de Yo soy Carlos Marx, polémica obra de Gennys Pérez- ha remontado en el Ateneo de Caracas, con al apoyo del director Armando Gota, el pianista Edgar Maceda y la bolerista Gisela Guédez, el espectáculo Nosotros que nos quisimos tanto, texto que le escribió Mariela Romero y al cual estrenó en la temporada de 1998. “Estoy recontando una historia de despecho que todos me agradecerán, porque todos tenemos amores así o vamos a tenerlos, seguramente”.
Gustavo no ahonda en mayores detalles sobre la temporada de Yo soy Carlos Marx, pero sí recuerda, con nostalgia, el éxito de público y de crítica logrado en Maracay. Decidió voltear “tan vergonzosa pagina” y por eso ahora presenta un singular montaje unipersonal, con sendos apoyos, pero antes, para conjurar nefastos fantasmas, puntualiza que tiene dos orgullos que no oculta: ser hijo de José Leandro, ex seminarista y trashumante actor de circo, “de quien tengo, por razones genéticas, esta pasión por las artes escénicas”, y ser padre de cuatro inteligentes muchachas, una de ellas, Giuliana, es la asistente de dirección y su “fiscal” en el remontaje de Nosotros que nos quisimos tanto.
AMIGOS
Gustavo aclara que el teatro no se explica sino desde la escena, pero sí comenta que es amigo de Mariela Romero y Armando Gota, escritora y director, respectivamente, desde hace muchos años y es por eso en 1998 pudo estrenar Nosotros que nos quisimos tanto. Una especie de unipersonal, estructurado dentro de los rigores de la comedia ligera, que contiene rasgos dramáticos y si se le pondera, desde una particular dimensión por el uso del elemento musical, se transforma en evento escénico con estremecedora agudeza dramática y ese fino humor venezolano.
Podríamos decir que es un melodrama muy a la venezolana, por las características psicológicas del protagonista Marco Antonio (Gustavo Rodríguez en este caso) y su saga, la cual se desarrolla a lo largo de 60 o 70 minutos de tiempo real, en un pianobar erigido sobre la escena de la sala de conciertos ateneísta. Ahí, el personaje, que anda sobre la quinta o la sexta década, trata de mantener la esperanza de seguir amando. Y para ello elabora un inusual diálogo con el pianista, le cuenta los detalles de su dolencia sentimental (el divorcio ha llegado para sepultar así una relación de largos años), mientras el músico le responde con un repertorio de no menos de 40 temas musicales (hilvanados o adaptados por el gran Chuchito Sanoja), bien románticos por supuesto, que lo llevan a crear sobre la escena una atmósfera de evocación y hasta recapacitar sobre parte de sus vivencias y pasiones.
Marco Antonio recuenta además una serie de sucesos políticos, sociales, históricos y algunas de las facetas de las utopías izquierdistas de la revolución venezolana, hasta que se consolida, por así decirlo, una pesada bruma nostálgica por el tiempo perdido, pero además emerge la angustiosa espera del beneficio de una jubilación proveniente de la UCV; una espera desde la ilusión. En síntesis, no es más que la patética historia de hombres y mujeres de nuestro país durante las últimas cuatro décadas, especialmente de aquellos que se movieron en el contexto intelectual, con coqueteos hacia la política de turno.
CATARSIS COLECTIVA
En síntesis, lo que se podría interpretar como un “resuelve escénico” para un actor, no es así. Hay una seria y valiente toma de posición ante lo que ha pasado en Venezuela durante los últimos 40 años, tanto por parte de Mariela, como de Armando y, especialmente de Gustavo. Y nadie les pidió que lo hicieran. Les salió desde adentro. Así fue en 1998 y sigue vigente.
No es Marco Antonio el único que hace catarsis. No, es también el público que lo acompaña y siente la frustración de amores perdidos, que es cuando más se sienten, y se convierten en torturas; amores que no traen perfumes ni colonias, sino sentimientos de patria y olores a mastranto... entre otras cosas más. Hay una catarsis colectiva como lo demuestra ese público que corea dos o tres de las canciones que canta esa gran bolerista que es Gisela Guédez. Una audiencia entusiasmada y capaz de acompañar cinco o seis temas más.
Como hace diez años, reiteramos que no hay palabras para testimoniar lo que significa la caracterización de Gustavo Rodríguez, ese doble juego de hombre y máscara, ese darle vida a un ser que quiere saltar a la platea, confundirse con el público y salir huyendo si se lo permiten, cosa que no hubiese logrado porque la audiencia, atrapada de tal manera por la magia escénica, lo habría regresado para que culminara su ritual del despecho. En resumen: una lección sobre lo que es buen teatro, una historia sencilla, corriente y conocida por todos, que se hizo teatro para convertirse en testimonio existencial y generacional, que además, rescata el gran valor de la música romántica.

sábado, agosto 23, 2008

Cervezas y pastelitos de queso

Es larga la historia de la agrupación Rajatabla. Arrancó en el antiguo Ateneo de Caracas, durante la noche del 28 de febrero de 1971, con el evento músico-poético Tu país está feliz, creado por Carlos Giménez a partir el poemario homónimo de Antonio Miranda, además de la música de Xulio Formoso. Y ya es tan intensa y recargada de curiosas anécdotas, que los investigadores del futuro no lo van creer, especialmente, cuando saboreen las peripecias vividas por la segunda generación, o sea después de la muerte de su fundador (28 de marzo de 1993).
Con Francisco Alfaro al frente, para sobrevivir y mantener activa a la institución, especialmente, durante las difíciles y prolongadas jornadas de la primera década del siglo XXI, ellos y ellas han tenido que vender cervezas y pastelitos de queso, entre otros pasapalos, en improvisada taguara, instalada en el patio trasero del galpón que el Estado armó como sede provisional para las actividades ateneístas (durante el régimen de Luis Herrera Campins), mientras culminaba el edificio sobre el terreno de la derruida Quinta Ramia, donde ahora funciona, desde 1983, el Ateneo que preside, nominalmente, María Teresa Castillo.
Con las ganancias que deja la susodicha taguara y unos cuantos “denarios” provenientes del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el Rajatabla de Alfaro, que continúa en ese galpón, ahora maquillado por La Estancia-Pdvsa, ha organizado, durante este difícil y coyuntural año 2008, un monumental festival con cuatro nuevos autores venezolanos, seleccionados en peculiar concurso, el cual ahora prosigue con La jaula big shop, de Héctor Castro, tras haber mostrado Los dioses del sur de Vicente Lira y Contacto de Carmen García Vilar, y ha de culminar con José Amindra de Roberto Azuaje, durante el ultimo trimestre
“Con esto sólo pretendemos promover y llevar a la cartelera la nueva dramaturgia del siglo XXI, cosa que debe preocuparnos e interesarnos a todos los teatreros”, es la sobria explicación que da Alfaro a todo ese esfuerzo humano y al gasto financiero respetable, o mejor dicho a esa inmensa e invalorable inversión por el futuro del teatro nacional, que por supuesto sí lo tiene y para eso se trabaja ahora. ¡Y nosotros somos testigos!
País burdel
No es la primera vez que a Venezuela se la metaforiza en el teatro como un burdel o un bar de mala muerte ocupado por un batiburrillo de prostitutas, afeminados, borrachos y otros símbolos carnales de la economía, el aparato militar y el parapeto religioso. Ya Román Chalbaud lo hizo con El pez que fuma y después siguió La revolución de Isaac Chocrón, Rodolfo Santana enseñó su Baño de damas, Ibrahim Guerra hizo lo propio con A dos cincuenta la cuba libre y hasta José Simón Escalona se atrevió con su tropical Caligula. Y citamos esas piezas por ser las más destacadas, pero hay más obras donde el país es mostrado como un campamento petrolero donde machos y hembras sacian sus “bajos instintos” en medio de arroyos de ron, cervezas o wiskies, a la par que se emborrachan con los ritmos musicales de moda, especialmente salsa, boleros y baladas de despecho.
Gracias a la manifiesta libertad de creación que ha imperado en este país, desde los tiempos de El Benemérito, el teatro es tribuna pública para analizar exhaustivamente la conducta de sus habitantes, mostrarlos desnudos, en todos los sentidos, y ver así como sufren, aman y sueñan. Con las obras citadas se puede hacer un sensacional cóctel donde sociólogos, antropólogos y hasta psiquiatras interpretarían lo que pasó y ocurre en este país.
Y para sumarse a los aportes de esos cinco autores, llega Héctor Castro (entre sus ancestros figura el legendario general Cipriano Castro) con su contemporánea pieza La jaula big shop. Ahí retoma espacios y personajes creados por otros dramaturgos, pero los lleva a exacerbados niveles del grotesco o del esperpento hasta que termina por agotar al más paciente de los espectadores, como lo pudimos comprobar el pasado miércoles en un ensayo para la prensa.
No hay nada que asombre en La jaula big shop, pues todo se ha visto antes. Lo importante e interesante es su historia calcada de la realidad que Castro (Santa Teresa del Tuy, 1949) no sólo vio sino que tambien vivió en su población natal, donde funcionaba un monumental mall o “centro comercial” dedicado a los vicios etílicos y carnales, donde todo un pueblo vivía, trabajaba y por ende disfrutaba de aquel antro, que el dramaturgo rotuló como La jaula big shop.
La nueva jaula
Volveremos para ver La jaula big shop y disfrutarla más reposada y con menos gritos y sus personajes asentados. Mientras tanto hay que recordar que ahí participan, bajo la dirección de José Sánchez, Gerardo Luongo, Yurahy Castro, Rossana Hernández, Wolmar Coronado, Freddy Buitrago, Elvis Chaveinte, Vicente Peña, Flor Colmenárez, Ignacio Marchena, Jhonny Torres, Carlos Núñez, Miriam Pareja y Pedro Pineda. Las funciones para este nuevo “burdel teatral” serán, en la Sala Rajatabla, de jueves a sábado a las 8:00 PM y los domingos a las 6:00 PM.


lunes, agosto 18, 2008

Perfume de arrabal y tango

Llegó a Colombia detrás de un amor y se quedó por amor al teatro, su gran pasión. La conocimos en el rumboso Cali de los años sesenta, cuando acompañaba a Enrique Buenaventura, durante los prolegómenos del TEC. La volvimos a disfrutar en el viejo Ateneo de Caracas de los años setenta con su actuación en el memorable montaje I took Panamá, de Luis Alberto García, donde se revela como Estados Unidos había despojado a Colombia de su istmo. Y desde entonces nunca más le perdimos la huella, mucho menos cuando en 1988 hizo llave común con Carlos Giménez (Rosario, 1946/Caracas, 1993) para crear su Festival Iberoamericano de Bogotá, el cual, con el paso del tiempo, se convirtió en el más importante del continente y uno de los mejores del mundo, a pesar que trataron de saboteárselo los disociados que no quieren el progreso colombiano.
La volvimos a ver, por ultima vez, el año pasado, en la sala Anna Julia Rojas, cuando vino para tomarle el pulso al espectáculo Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, dirigido y protagonizado por Luis Fernández y Mimí Lazo. Le gustó tanto aquello, que durante este 2008 Venezuela participó en su festival bogotano, precisamente con una obra que denuncia a gobiernos genocidas y perseguidores de todos aquellos que desentona de las políticas oficiales. El éxito de los artistas criollos fue ejemplar. O sea que Fanny Mikey (Buenos Aires, 1930/Cali, 16 de agosto de 2008) también cuidó de la escena venezolana, a su manera. ¡Gracias!
Ahora esa extraordinaria mujer, actriz, directora, dramaturgista y gerente cultural -importante especialidad que no se estudia en ninguna universidad- se fue de gira... y solamente retorna en el Dia del Juicio Final. Dejó atrás una huella de 49 años de actividad cultural por Colombia y allá, en reconocimiento, la despidieron desde el Capitolio Nacional, donde se hacen las leyes que rigen al ex virreinato, por donde desfilaron sus espectadores, no los millones que tuvo, sino los que pudieron aceptar que ya no estaría trabajando más para hacerlos reír ante los malos tiempos o amar desenfadadamente a los que tienden una mano amiga o te dan una oportunidad para trabajar.
Como el gran Moliere, murió después de hacer una representación, pero en Cali, sí, la ciudad donde recomenzó su vida. Se despidió desde el escenario del Teatro Jorge Isaac con Perfume de arrabal y tango, espectáculo con un elenco de bailarines profesionales y un montaje con rojos, azules y negros, donde ella fungía de presentadora y de alma del montaje. Lo había producido y creado para festejar sus 60 de vida artística y no lo hizo más. Le fallaron los riñones y eso fue fatal. ¡Que cosa es el destino!
Ahora sus biógrafos podrán enumerar lo que hizo, enseñó y dejó. Todos coincidirán en que ahora la vida cultural colombiana será un poco aburrida, porque se marchó esa pelirroja que hizo del teatro un pan para las almas de millones de colombianos. “Cada vez que muere un artista, desaparece un guerrero de la paz”, reza su público huérfano.

"Al pie del Támesis" pasó la obra del autor

Vino para ver una función de su obra Al pie del Támesis, pero antes, acosado por los reporteros interesados en saber qué pensaba o piensa del teatro, la literatura y del devenir de las repúblicas latinoamericanas, habló ampliamente del arte y de la política. Y, como lo prometió a este periodista, desde el mismo escenario, en compañía del director y los comediantes, expresó, muy emocionado, su opinión sobre la representación que presenció en esa noche del sábado 16 de agosto en el Teatro Trasnocho.
El escritor Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936), con más de 30 libros publicados, reconoció que lo visto en Caracas es una experiencia difícil de expresar, como es “la de ver hecha realidad, actualizada y vivida sobre un escenario una historia que uno ha inventado, sobre todo tratándose de una puesta en escena tan original, tan creativa, tan rica en matices. Ha sido una lectura tan personal de la historia que yo inventé. La he ido reconociendo y desconociéndola porque eso es lo maravilloso que tiene el teatro... el teatro es la vida y la vida siempre permite interpretaciones diferentes según los ángulos desde la cual se le observe y el ángulo que Héctor Manrique ha optado, para recrear esta obra, es realmente muy original. Está llena de pasión, de humor, de juego y también de misterio. Una puesta en escena cuando es tan creativa, tan maravillosamente bien interpretada, extrae riquezas escondidas de un texto teatral. He visto esta noche a mi texto enriquecido por la originalidad de la lectura escénica que adelantó el director y, desde luego, por la maravillosa interpretación que hizo esta pareja de actores, Iván Tamayo y Carlota Sosa. Muchísimas gracias a todos los comprometidos en esta producción, y a todos ustedes, los espectadores, en esta noche que quedará siempre viva en mi memoria como una de las experiencias más gratificantes que he tenido como autor de teatro”.
Durante los largos 90 minutos de su encuentro con los periodistas, Vargas Llosa reconoció que sabe cuándo una historia es para teatro y cuándo es para novela, “pero lo que no sé es por qué es así; no sé si es que porque esas historias son para mí más visuales, porque ese personaje se me presenta de una manera muchísimo más viva; no como los personajes de la novela que son siempre muchísimo más borrosos, sobre todo al principio, o porque la historia es mucho más compacta; una historia de teatro es mucho más compacta, mucho más cerca del cuento que de la novela; pero sí sé con gran claridad desde el primer momento si esa historia es para el teatro o no lo es”.
Enfatizó su placer porque en Caracas se haya escenificado Al pie del Támesis, porque “esta obra tiene una inspiración venezolana”, ya que aunque la estaba preparando desde hace muchos años, todo se le clarificó cuando su amigo Guillermo Cabrera Infante (falleció en 2005), le contó que por teléfono el escritor venezolano Esdras Parra le había comunicado su deseo de visitarlo en su residencia en Londres, “pero la gran sorpresa fue cuando al recibirlo se encontró que aquel se había sometido a una operación de cambio de sexo, o de reasignación de sexo, lo cual desconcertó a Guillermo o le produjo un grave trastorno”.
Dijo que la temática, donde está presente la transexualidad, le había llamado la atención y para eso hizo “varios bocetos” pero nunca quedaba satisfecho hasta que supo la anécdota del escritor cubano y el venezolano Parra, “a quien yo también había conocido en Caracas, a lo largo de los años sesenta, cuando trabajaba en la revista Imagen. Eso que le había ocurrido a Cabrera Infante me impresionó mucho e inmediatamente encontré el eslabón que necesitaba para elaborar mi obra sobre el encuentro de dos amigos peruanos”.
Y así nació Al pie del Támesis, la cual fue estrenada el pasado 29 de marzo en Lima, que es la historia de una pareja, pero ocurre en Londres, y ese encuentro casual o fortuito provoca una reminiscencia que les descubre a los dos una verdad sobre ellos mismos que hasta entonces tenían enterrada, que no querían conocer. “Así, pues, que de una manera indirecta, esta obra tiene una inspiración venezolana y el hecho de que aquí se represente me creó una enorme curiosidad y por eso vine para verla”, puntualizó.
Preguntado acerca de sus próximos proyectos, anunció que está embarcado en la escritura de una novela sobre el irlandés Roger Casement, cónsul británico en el Congo a principios del siglo XX y amigo del escritor Joseph Conrad.
Vargas Llosa ha enfatizado que un personaje de ficción, sea teatro o novela, no es nunca el personaje de carne y hueso, no es nunca el personaje que lo inspira, muchas veces lo inspiran personajes reales. “En realidad, el personaje de la ficción es un personaje que existe sólo dentro de la ficción, que existe hecho de palabras, no de carne y hueso y que además existe sólo dentro de un contexto, que es el contexto imaginario, el contexto inventado. Pero creo que es difícil para el profano, aceptar que el personaje de la ficción es un personaje que no está íntimamente conectado con la realidad viva.
Y no podía concluir su larga disertación, sin manifestar que el teatro fue su primer amor y que el teatro es lo que primero empezó a escribir. Y lo hizo a raíz del espectáculo La muerte de un viajante, de Arthur Miller. Hasta ahora ha entregado ocho obras, a saber: La huida del inca (1952), La señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La Chunga (1986), El loco de los balcones (1993), Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Odiseo y Penélope (2007) y Al pie del Támesis (2008),cuyo gran tema es la identidad.

domingo, agosto 17, 2008

Esnobistas del mal

Fedosy Santaella (Puerto Cabello, 1971), el escritor de la novela Rocanegras donde se revisa la oscura saga sobre el misterioso asesinato del vicepresidente Juancho Gómez, en el Palacio de Miraflores de El Benemérito, ahora entrega Piedras lunares. Un volumen de 11 cuentos (Ediciones B, 2008) que no son fruto de un proceso de investigación. Surgieron a lo largo de los años, directo desde las oscuridades de su mente, “procesados ya por el horror que a diario te asalta a la vuelta de la esquina, pero después vino el trabajo de ponerle literatura a todo eso”, explica.
Lleva muchos años devorando cuanta literatura policial o negra cae en sus manos, porque ahí hay algo que le atrae, como la representación cruda del mundo que le parece “fascinante y muy verosímil”, pero lo que más le gusta son los libros con historias, con argumentos, con intrigas, y no tanto “esas cosas con pensamientos o mensajes filosóficos disfrazados de ficción; por esto leo policial, terror, humor y literatura infantil”.
Atraído por el género negro, se descubrió pensando algunas historias al respecto. “Es inevitable, es parte del virus de la escritura que transmiten los libros que te gustan. Ahora, una vez que te encuentras pensando historias de este tipo, te das cuenta que la realidad está llena de ellas y eso te hace meditar si acaso al lector le interesa verlas escritas. Pues bien, creo que esta cruda realidad de la violencia, el delito y el crimen, es una masa amorfa que acontece, y el escritor debe darle un sentido, estructurarla y hacerla entretenida al lector. Entretenida, por supuesto a un primer nivel. Porque también es muy importante darle una vuelta de tuerca para que la reflexión surja sin volverte moralista, beata, retardataria o qué sé yo”.
En Piedras lunares, admite, se fue por la desmitificación, por la ridiculización, por el humor negro e incluso por el surrealismo, siempre a la búsqueda de esas bombas mentales que dejan una marca y un cauce de pensamiento. “Quizás esta sea mi manera de sacudir a los lectores, demasiad0s acostumbrados a los horrores del Parque Caiza. Ellos, claro está, darán el veredicto final, como pasó con Rocanegras que va para la segunda edición, lo cual es un buen índice”
Reconoce que “las páginas rojas” de los periódicos son un espejo de la sociedad, pero “ahí tenemos una lectura amorfa, una lectura que le falta sentidos, imaginación y poesía. Porque si bien es cierto que los acontecimientos de la realidad son insólitos, carecen del arte de la literatura, y eso es un trabajo que hay que hacer para embellecer la realidad. Por supuesto, esta sociedad que se cae a pedazos sumida en la violencia, te aporta tanto horror que uno siente la necesidad de hacer algo con la literatura. Quizás sea un iluso al pensar que la literatura puede servir para hacer que las cosas tengan algún sentido”.
La censura o el ocultamiento de datos no lo han detenido, pues, eso le ha permitido fabular, rellenar los huecos, ya que “la literatura es una mentira fascinante y el escritor lo que tiene que hacer es trabajar para que lo que escribe parezca verosímil. La literatura no es una verdad histórica. No es ciencia, es arte. Su verdad está a otro nivel. De allí que yo no entienda, por ejemplo, el horror de los historiadores ante las novelas históricas. Son ficción, no persiguen verdades comprobables, y como tal, son válidas”.
No titubea cuando afirma que la violencia de sus 11 cuentos salió de mismo lado donde brota toda la violencia del mundo: de la brutalidad, de la falsa fascinación por el mal, de la impotencia, la pobreza, la ambición, la corrupción y de algo más que flota en el ambiente y que quizás huela a azufre. “En el caso de Piedras lunares, su violencia surge de la falsa fascinación por el mal. Pero toda esa violencia de la realidad es superada y convertida en algo lleno de significados gracias a la función poética del lenguaje. Así debería ser para que la literatura tenga algún sentido en los hombres”.
Un vampiro mafioso
En las 150 páginas de Piedras lunares hay un jovencito medio tonto que, precisamente, juega a ser asesino en serie, un paranoico que se toma en serio la literatura policial, un mafioso criollo que se cree vampiro y superior al resto de los humanos, un merodeador invisible que busca al detective ideal, una mujer celosa de unas damas muertas y otros personajes, esnobistas del mal, que no saben en qué lío se meten, qué tan cerca puede estar la locura de todo esto y qué tan implacable puede ser el destino con sus errores. Es una singular galería de extraños personajes y siniestras circunstancias donde hay fantástico cóctel de locura y tontería humanas. Cree que hay que escribir una historia a lo Corín Tellado, pero con extraterrestres a los que le huelan mal los pies. “Es totalmente sociológico. Y creo que ya lo hice”.


jueves, agosto 14, 2008

Otros días felices

¿Qué piensan los teatreros cuando eligen y escenifican una obra? Ni ellos mismos lo saben o pueden explicarlo. Hay un mágico mecanismo cultural que les impone esas decisiones cruciales, en las que pueden perder todo o ganar prestigio y los aplausos de los espectadores. Nosotros lo que hacemos es ver tales producciones y opinar sí es importante lo hecho o reconocer que no hay que tomarlos en cuenta, ni tampoco escribirles la reseña.
Recalcamos esto, que es frecuente en el contexto caraqueño, porque hemos visto en esta temporada 2008 sendos montajes de la obra Los días felices, de Samuel Beckett. Una producción de la Compañía Nacional de Teatro, con puesta en escena de Dairo Piñeres, y otra, que aún se exhibe, en la Sala Plural, lograda con la suma de los aportes creativos de los actores Haydée Faverola y Marco Villarubia, el director Humberto Ortiz y el maestro de la escenografía Fernando Calzadilla.
Creemos que es casi obligatorio recordar que Los días felices fue escrita por Samuel Beckett a comienzos de los años sesenta, después que el escritor vio a la esposa de un amigo enterrada hasta el cuello en la arena de una playa francesa. El artista poetizo aquello y desde que la estreno se convirtió en una referencia esencial del teatro contemporáneo. El personaje central, Winnie, aparece en el primer acto inmovilizada hasta la cintura, pero en su constante hablar, enmarcado por la manipulación de distintos elementos, evoca una felicidad que parece contradecir su situación. Su pareja, Willie, la escucha parlotear sin prestarle mucha atención. Winnie habla, discute, recuerda, regaña a Willie, lo aconseja y no cesa de intentar puentes comunicantes. El constante empeño del personaje por ser feliz pareciera darle sentido a su existencia. En el segundo acto, Winnie está ya imposibilitada hasta de manipular los elementos que aún la rodean. Las palabras y sus silencios se hacen, entonces, sus únicas verdades. Ella sigue apostando por la felicidad. Y, como es obvio el público queda preguntándose por qué o para que todo aquello. Preguntas que sí tienen respuestas en función de la capacidad de análisis de cada uno o tomarse el espectáculo como un acto lúdico más, esto por supuesto no es tan fácil porque el teatromaníaco es crítico por naturaleza, no traga entero jamás.
Beckett plantea su metáfora con Winnie, distinguida señora que es engullida lentamente por una especie de roca (aquí es un monumental mesón de cocina), mientras ella parlotea y proclama lo feliz que se siente, al tiempo que está pendiente de su esposo Willy, quien duerme o lee o no hace nada.
Pero gracias al montaje de Ortiz y Calzadilla, creemos nosotros, muchas cosas quedan aclaradas, por el preciso trabajo escénico materializado con los actores Faverola y Villarubia, el cual nos resulta ejemplar. Se trata de uno de los montajes más decantados que hayamos visto en muchos años de ese difícil texto beckettiano y, además, es una de las producciones más inteligentemente pensadas y realizadas para la reflexión y el disfrute del público, que sale favorecido ante ese desborde creativo destinado a materializar el crítico pensamiento del autor sobre la sociedad burguesa contemporánea, entregada al insaciable consumo como única meta o razón para su existencia.
Este montaje hace más “digestivo” el espectáculo de tan absurda obra, gracias a la solución escenográfica creada por Calzadilla y al orgánico trabajo actoral de Faverola, gracias a sus transiciones y a esa patética resignación que trasmiten sus músculos faciales y los tonos de su bien colocada voz, todo eso acompañado por el sonido de una cortina de varillas metálicas que ocultan al indispensable Willy o Villarubia. Hay, pues, un creativo trabajo de dirección, una lectura escénica sobre el pensamiento de Beckett, apuntalado en algo más que un aporte escenográfico.

martes, agosto 12, 2008

La identidad sexual en la escena caraqueña

Aún el transexual Esdras Parra Uzcátegui no está en los escenarios venezolanos, pero llegará y se le aplaudirá como personaje teatral, porque a ese ciudadano, identificado con la cedula No. 662.843 (Santa Cruz de Mora, 1 de enero de 1930/Caracas, 18 de noviembre de 2004), lo execraron por su decisión existencial.
Mientras tanto, para cuando corresponda ponderar lo que él hizo y lo que vivió, se puede ir degustando la pieza Al pie del Támesis, creada por Mario Vargas Llosa precisamente a partir de una “visita inesperada” que ese intelectual criollo sí realizó al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, en su residencia londinense, durante el 2002.
Este aleccionador hiperrealista espectáculo, muy centrado en los conflictos que se presentan con la identidad sexual o identidad de genero, está en el Teatro Trasnocho gracias a las vigorosas actuaciones de Iván Tamayo y Carlota Sosa, la minimalista puesta en escena y la excelente dirección de Héctor Manrique. ¡Y es un regalo que hace el Grupo Actoral 80 al público que lo ha acompañado durante los últimos 25 años!
MELODRAMA
No es “una perita en dulce” esta octava obra teatral de Vargas Llosa, como tampoco lo son ninguna de sus novelas, ensayos y artículos periodísticos. Este intelectual (Arequipa, 1936) ha utilizado su arsenal literario para denunciar las contradicciones sociales, y económicas de America Latina y entrar en conflicto con todas aquellas equivocadas o perversas manifestaciones culturales de las sociedades de los siglos XX y XXI donde la ha correspondido vivir.
En Lima, el pasado 26 de abril, vimos el montaje de Al pie del Támesis, estrenado en el Teatro Británico, el 29 de marzo, por el director Luis Peirano y los comediantes Alberto Isola y Bertha Pancorvo. Es un melodrama donde un asesino lleva 30 años sin purgar una sanción moral hasta que sueña con su victima y ésta se le presenta, de manera inesperada y sin que el otro lo identifique inicialmente, convertido en “mujer”, para obligarlo a que revise lo ocurrido, confiese su culpa e inicie un proceso de aceptación de su verdadera sexualidad, o sea que “salga del closet”.
VISITA INESPERADA
Al pie del Támesis germinó a partir del shock de Cabrera Infante al toparse con Parra Uzcátegui convertido en “mujer”, después de una reasignación de sexo, realizada en Londres décadas atrás. Eso lo utilizó Vargas Llosa para el conflicto de su pieza: un desconocido, o desconocida, irrumpe en la vida y altera la rutina del exitoso limeño Chispas Bellatín (encarnado por Tamayo) le hacer vivir una alucinación en la suite del londinense hotel Savoy, donde se aloja para realizar importantes transacciones comerciales. Ahí lo asalta Raquel Saavedra (materializada por Sosa) y en cuestión de largos minutos le revela que ella es su hermano Pirulo Saavedra, su amigo íntimo a quien mató en un gimnasio, cuando tenia 16 años, porque se atrevió a besarlo.
CREATIVO ENREDO
Todo ese enredo de un muerto que resucita y además cambiado de sexo, es la creación del dramaturgo para confrontar al personaje realista, Chispas Bellatín, con su sórdido pasado y los fantasmas que ahí moran. La crisis, siempre en el ámbito de la ensoñación, muestra a un hombre triunfador, rico en bienes pero incapaz de ser feliz, tras tres matrimonios fracasados y añorando lo que pudo haber pasado sino rechaza el beso de su victima Pirulo Saavedra. Es un macho prototipo que no ha tenido valor para acudir al psiquiatra ni al psicólogo para que le ayuden a poner en orden o clarificar su identidad y su orientación sexuales. La utilización de un transexual es una licencia del autor para mostrar además esa disconformidad de genero cuando un hombre, o una mujer, rechaza su sexo biológico y lucha para cambiarlo aunque tenga que desafiar a una sociedad que no lo acepta.
LECTURAS POSIBLES
Al pie del Támesis es una pieza de teatro perfecta, donde el espectador tiene que aceptar la fantástica propuesta, entrar en su juego de niveles de interpretación y tener claro que lo irreal se hace real y como ésta se transforma en una alucinante pesadilla para el atormentado Chispas. Sus diálogos son breves, punzantes y preñados de corrosivo humor. En Caracas, como en Lima, el director usa una actriz para el rol transexual, cuando podía hacerlo un hombre, para obligar a que el público se introduzca más en la anécdota y acompañe a Chispas en su expiación.
Originalmente, así fue en Lima, la pieza cierra con la irrupción en la suite de un asistente, de nombre Pirulo Saavedra, quien despierta al millonario y lo regaña por su tardanza. Pero Chispas le da como única explicación: “Si te digo qué, te caerías de espaldas, Pirulo”.
Aquí en Caracas, Manrique borró este epilogo de diez líneas y dejó a Chispas emergiendo solitario de su pesadilla. Vargas Losa ha reiterado que escribe historias y que no las interpreta, dejando eso a los hacedores del teatro, al público o los críticos. Creemos que el final que propone el autor es para redondear aquello de “que los sueños son”, para que se interprete como una pesadilla más nada, y que el público debe tomar lo que más le satisfaga.
No hay que olvidar que América lleva 500 años bajo la férula del machismo, recuerda Vargas Llosa, y situaciones como las de esta obra tienen otras soluciones en capitales europeas y grandes ciudades norteamericanas, donde las comunidades se sobreponen al poder de las religiones, pero otra cosa ocurre en las pequeñas poblaciones. Él insiste que el tema de la ficción y la realidad, la fantasía y la vida vivida, son incluso más importantes que la identidad sexual

Penitentes o la inquisición del siglo XXI

Como ya casi culmina la temporada que reseñamos y compilamos para nuestro libro Teatro 2008/Apuntes para su historia en Venezuela, podemos advertir que entre los mejores espectáculos, de autor criollo, está precisamente Penitentes, revolucionario texto de Elio Palencia (Maracay, 1963), escenificado de gran manera por Costa Palamides
Penitentes se centra en la saga, ficionada, del sacerdote católico Jorge Piñango Mascareño (Barquisimeto, 1959) quien apareció muerto en la habitación 89 del caraqueño hotel Bruno, el 24 de abril de 2006. Las investigaciones que esclarecieron las causas de dicho asesinato (asfixia mecánica y hematomas en la región occipital y nasal) y además identificaron al criminal (Andrés José Rodríguez Rojas), inspiraron al dramaturgo Palencia para que pergeñara su oportuna, estrujante y valiente pieza, la cual hace ahora su segunda temporada en el Celarg con creativa y excelente dirección, además de las convincentes y plausibles actuaciones de Ludwig Pineda, Delbis Cardona y José Gregorio Martínez, tres generaciones de gran valía.
Costa Palamides, venezolano de padres griegos, motor del grupo Teatrela, con el cual lleva largos 20 años de labores auténticamente culturales, insiste con Penitentes por su tema corrosivo y desgarrador, inspirado en la saga del asesinato del cura y las extrañas circunstancias como apareció su cuerpo, además de los dimes y diretes entre el gobierno y la Iglesia Católica Apostólica Romana de Venezuela. En su montaje cuidó que el público -colocado en los cuatro costados del escenario- revisara la intolerancia que existe contra todo lo que manifieste diversidad sexual, alucinante suma de la ignorancia contra todo lo que sea divergencia, y plasmó en la escena el miserable e inhumano mundo en que se debaten los tres personajes del drama: el sacerdote, un chulo y un estudiante; una víctima, el asesino y otro que conocía íntimamente al religioso.
No hay por parte del autor ni del director un abuso de la temática ni un exceso en la argumentación. Todo se limita a mostrar las acciones físicas plasmadas en sobrio juego coreográfico, pero suficientes para deducir las acciones de los personajes reales y sus respectivos dramas, al tiempo que se usa un lenguaje concreto. Todo destinado a mostrar como esos seres humanos están condenados de antemano por una sociedad que no permite salirse de la norma religiosa que apuntala a las leyes de un Estado, que no es laico, y que sí castiga con la muerte, a pesar de que está prohibida la pena capital, no sólo ese tipo de violaciones o excesos de las conductas sexuales contrarias a las normas religiosas.
En Venezuela, como en otros países americanos, abundan los crímenes sexuales porque sus victimarios expían así sus culpas, de origen mítico religioso, y hasta que no se supere ese hondo problema cultural, matar mujeres, prostitutas, homosexuales, lesbianas, travestidos y transexuales, está permitido, aunque las leyes digan todo lo contrario. ¡Siglo XXI con inquisición!

sábado, agosto 09, 2008

Gimenadas 2008

Para festejar el 77 aniversario del Ateneo de Caracas, sus autoridades pusieron en marcha una programación, con entrada libre a todas las funciones, de música, artes plásticas, poesía, cine y teatro, la cual culmina este domingo. Imposible reseñar todos los eventos ahí desarrollados, por lo cual nos detenemos en resaltar el homenaje que la agrupación Rajatabla le rindió a su fundador, Carlos Giménez, fallecido el 28 de marzo de 1993, a los 47 años.
Fue brillante artista de la escena y excepcional gerente cultural que organizó y dirigió 14 Festivales Internacionales de Teatro, que convirtieron al Ateneo en “una ventana al mundo” sobre los mejores espectáculos de artes escénicas, para capacitar a nuevas generaciones de teatreros y además mostrarle al público otras alternativas sobre la creación escénica. Varios creadores que ahora destacan encontraron ahí sus estímulos, como Moisés Kaufman en Estados Unidos.
Este “huracanado argentino”, como se decía de Giménez con cierta envidia cargada de códigos xenofóbicos, pertenece a la saga ateneísta porque encontró cobijo desde 1970 y permaneció bajo sus aleros hasta fallecer, con lo cual contribuyó a desarrollar no sólo a su agrupación –hizo no menos de 60 puestas en escena- sino a otra serie de elencos, al tiempo que su estética impregnó a las nuevas generaciones que aparecieron, gracias a la puesta en marcha del Taller Nacional del Teatro. ¡El Ateneo fue el faro del teatro latinoamericano mientras él vivió!
Tenía Giménez muy bien puestos sus pies sobre la tierra venezolana donde maduró, porque ante la eventualidad de su partida, advirtió que en ningún movimiento cultural o político nadie es imprescindible. “Sin mí se seguirá trabajando y tal vez en algunos aspectos será un pelo más aburrido. Siempre en un polo cultural hay espacio para la polémica, la discusión. Pienso que nosotros conformamos un polo polémico por la permanente capacidad, un poco agresiva, beligerante, que tenemos de promover eventos. Yo creo que he hecho mi aporte al desarrollo del teatro venezolano, un aporte que no es mayor ni menor que el de otra cantidad de gente que está trabajando por el teatro en Venezuela”. Fácil es cambiar, difícil es sustituir exclamaba en momentos de gran depresión
Videos y teatro
El homenaje a Giménez, escenificado el martes 5 de agosto, a las 7:00 PM, en la sala Anna Julia Rojas, consistió en un primer acto audiovisual, compuesto por maltrechos fragmentos de entrevistas con el ausente evocado y opiniones sobre su labor, y un segundo acto, donde Francisco Alfaro fungió de presentador, o maestro de ceremonias, integrado con los monólogos fundamentales de Francis Rueda, Pedro Pineda, Eric Wildpret, Aura Rivas y Elba Escobar, quienes evocaron así los montajes de Fuenteovejuna, El día que dejó de llover, La vida es sueño, Peer Gynt y Casas muertas. El cierre fue un video, de mejor factura, sobre El coronel no tiene quien le escriba, cuyos protagonistas fueron Pepe Tejera y Daniel López. Todos fueron espectáculos memorables cuando los exhibieron, pero ahora se pudo detectar y degustar la evidente madurez de los actores y la conmovedora pasión que se desbordó al participar en ésta celebración aniversaria. ¡La nostalgia o las saudades recuerdan lo transitorio que somos los seres humanos!
El colofón, en medio de llantos y abrazos catárticos ante tanta evocación del ayer, fue una invitación de Alfaro, actual director-gerente de Rajatabla, a festejar el primer siglo del Ateneo de Caracas, dentro de 27 años, como para recordar así que los seres humanos estamos hechos de la misma materia de los sueños, como lo enseñan William Shakespeare y Pedro Calderón de la Barca, sin olvidar que la finitud humana tiene lapsos e intensidades y es variante y undívaga como el mar, como lo advierte el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob.
77 por ahora
Desde las seis de la tarde del 8 de agosto de 1931 existe el Ateneo de Caracas. Su primera directiva, que encabezó María Luisa Escobar, debutó en la parte alta de la casa No. 43, de Marrón a Cují. Pero el 28 de octubre de 1958 sesionaron en la Quinta Ramia, cedida por el Estado venezolano, casona que durante la década de los setenta fue derribada para erigir una edificación de seis pisos, a instancias de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez; pero es durante el 1983 cuando el Jefe de Estado Luis Herrera Campins la cedió en comodato a la institución hasta 2009. A 77 años de ese batallar es liderada, provisionalmente, por Carmen Ramia en nombre de María Teresa Castillo, abuela de sus tres hijas y presidenta desde el 18 de enero de 1958. En la entrada de esa sede hay una placa en piedra, inaugurada el 15 de octubre de 1983, donde su presidenta afirmó: “Inventar para la felicidad del hombre. Esa ha sido nuestra aspiración en las 50 primaveras del Ateneo de Caracas. Se cumplirán muchas más y la aspiración será siempre la misma”.

martes, agosto 05, 2008

Nadie puede dormir en paz mientras haya guerras

No es novedoso que el teatro aborde la temática bélica, pero sí resulta muy satisfactorio que la dramaturga venezolana Karin Valecillos haya colaborado con cuatro minitextos sobre las carnicerías humanas de esos conflictos, tal como lo exhibe el estrujante espectáculo multidisciplinario Cuentos de guerra para dormir en paz, que el grupo Tumbarrancho presenta en el Ateneo de Caracas.
El trabajo de Valecillos es encomiable al crear cuatro miniobras enfocadas en las sagas íntimas de las víctimas de diversos conflictos: Grita Kassandra revela la historia de dos hermanas, que en medio de la separación de Yugoslavia sobreviven refugiándose en la ficción de la telenovela venezolana Kassandra, pero el fratricidio las asecha. Un chiste de las Malvinas es la paranoica reflexión de dos excombatientes de las Malvinas y sus conflictos contra sus demonios. Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini es la muerte en vida de miles de desplazados colombianos que abandonan involuntariamente sus terruños y la lucha cotidiana en un país extraño para construir un mañana incierto. Eso les ocurre en Ecuador y en esta Tierra de Gracia, pero ocasiones van hacia Europa o Estados Unidos, para hablar de aquello habría que escribir no una sino una docena de miles de piezas, porque sus cuentos hacen hueco en los estómagos de quienes las escuchan. El Medio Oriente es de Carúpano para allá ubica a venezolanas y venezolanos en el centro de una guerra lejana que sí afecta a todos los seres humanos.
Y el quinto acto es un video, El brillo, sobre “los zamuros” o enterradores de las víctimas de una guerra cualquiera, escrito, dirigido y editado por Jesús Carreño y Rober Calzadilla. Este no satisfizo por problemas técnicos no superados. Tenía que haber sido cuidado mucho más y además utilizar el color para acentuar el horror de esas hecatombes. Esto, por supuesto, que se puede mejorar y subirle su nivel de calidad, aunque ahí las tecnologías son más complejas y costosas.
En Cuentos de guerra para dormir en paz se detecta –y lo exaltamos- no sólo la abierta repulsión de sus artistas hacia los horrores de los conflictos bélicos, sino un afán de romper las estéticas convencionales que sofocan al teatro criollo. Y por eso incursionan ahora con una combinación de lo audiovisual (un video) y la música en vivo. Una evidente y positiva manifestación del talento artístico congregado en esa agrupación, de la cual esperamos más y mejores eventos teatrales. El acierto y el error serán sus lenguajes perennes hasta que logren la consagración o la fama. ¡Y después volverán a empezar... si sobreviven!
Ahí participan: Nathalia Paolini, Patrizia Fusco, Indira Jiménez, Giovanny García, Rober Calzadilla, Jesus Carreño, Elvis Chaveinte, Jesús Carreño y Ramphis Sierra, además de los músicos Abiram Brizuela, Ana Elba Domínguez, Adriana Hernández, Andre Ziri-Castro y Beiteth Briceño, todos bajo la dirección de Jesús Carreño y con la producción general de Patrizia Fusco
Pero este montaje no habría sido posible sin la hermosa entrega de todos sus histriones ahí involucrados, especialmente el acto relacionado con los desplazados colombianos, Mandrake Copperfield, Hijo de Houdini, donde Giovanny García e Indira Jiménez bailan una cumbia en medio de su tragedia. Ahí el humor y la risa se transforman en ira y violencia ante el desatino que impera en las fronteras con Ecuador y Venezuela, las más importantes y las más criticas, donde lo que sucede es superior a lo que refleja la escena misma. ¡Y uno hasta lagrimea por no poder hacer nada verdaderamente contundente!

Penitentes corrosivos

El sacerdote católico Jorge Piñango Mascareño (Barquisimeto, 1959) apareció asesinado en una habitación del caraqueño hotel Bruno, el 22 de abril de 2006. Las investigaciones que esclarecieron las causas de dicha muerte (asfixia mecánica y hematomas en la región occipital y nasal) y además identificaron al supuesto criminal (Andrés José Rodríguez Rojas), inspiraron al dramaturgo Elio Palencia para que pergeñara su oportuna, estrujante y valiente pieza Penitentes, la cual hace ahora su segunda temporada en una de las salas del Celarg bajo la creativa y excelente dirección de Costa Palamides y las convincentes y plausibles actuaciones de Ludwig Pineda, Delbis Cardona y José Gregorio Martínez, tres generaciones actorales de gran valía.
Costa Palamides, venezolano de padres griegos, es el motor del grupo Teatrela, con el cual lleva largos 20 años de labores auténticamente culturales. Y lo reitera con Penitentes, el cual desató una polémica, durante el pasado semestre, por su tema corrosivo y desgarrador, inspirado en la saga de la muerte del cura católico y las extrañas circunstancias en apareció su cuerpo, además del posterior enfrentamiento público entre el gobierno y la Iglesia Católica de Venezuela.
El objetivo de Teatrela, explica Palamides, es llevar a escena obras de dramaturgia latinoamericana vinculadas a su realidad sea esta política, social y cultural. En el caso de Penitentes han querido enfrentar al público con una realidad que los estremezca más allá de los cuatro costados de un escenario. Ahí se revisa la posición del individuo frente a una sociedad castradora, engavetada o en todo caso hipócrita. Más allá de la tolerancia a la diversidad sexual está el cómo esa conducta sexual es tratada por el gobierno, la iglesia, los estamentos militares o los medios. “Y la verdad que el panorama actual es bastante decepcionante, puesto que ninguna de ese status de poder tiene una visión humanista del asunto. Basta que surja un crimen con visos de diversidad sexual para que este sea enfrentado con retóricas fascistoides o de amarillismo político o de regresión a la edad de piedra. El reciente caso del asesinato periodista Javier García muestra la falta de respeto a la vida privada de las personas, más allá de la degradante inseguridad que nos agobia, y la búsqueda de sensacionalismo o la actitud de Pilatos en todos los recovecos del poder. Creo que esta es una de las razones fundamentales por la cual quisimos mostrar esta obra de nuevo”.
Penitentes, precisa el director de Teatrela, revisa crudamente la intolerancia y la indiferencia de algunos sectores de la sociedad venezolana, teniendo como punto de partida tres perspectivas de homosexualidad que se entrecruzan por la fuerza de sus pasiones. “Palencia pone sobre el tapete a tres personajes -un religioso, un estudiante y un buscavidas-cuyos destinos se atarán para siempre en la noche de un sábado cualquiera en una caraqueña discoteca gay de la capital y remata en una cárcel para pagar la penitencia que impone la justicia y la sociedad. la El espectáculo, cargado de acción dramática, nos revela una historia de revelaciones y confesiones de alta tensión que vuelven añicos una cantidad de tabúes y falsas morales de nuestra amada sociedad venezolana”.
Teatrela siempre ha tratado de presentar diversas obras, autores y en especial tendencias para que no se le encasille en un estilo o manera de hacer teatro como siempre se hace con los grupos que llevan más de 20 años en el escenario venezolano. “Siempre mantenemos dos pautas dramatúrgicas que son: teatro latinoamericano y clásicos latinos, hagamos teatro de sala, de calle o infantil. En estos últimos años hicimos realidad el llevar a escena la obra cumbre del teatro rioplatense, Barranca abajo, estrenar a un autor venezolano como es Elio Palencia, poner por fin a Racine y su Fedra en las tablas venezolanas, dar a conocer a los dramaturgos canadienses Carole Frechette (La piel de Elisa) y Michel Tremblay (Una vez más, por favor) o poner en contacto escénico a dos grandes dramaturgos cubanos como Virgilio Piñera y Abelardo Estorino. La cosecha ha sido grande y difícil pero cuando uno tiene una meta precisa y fundamental, avanza y derrumba los obstáculos, puesto que no hay que olvidar que el teatro y la danza en estos últimos años han sido los olvidados de la gerencia cultural del Estado”.

Ciro Acevedo denuncia dictadura audiovisual

Nació en Tovar hace 47 años y lleva 26 “sacándole lustre profesional” a su oficio de guionista para la radio y la televisión venezolanas, además de una presencia permanente en el teatro. Es por eso que Ciro Alfonso Acevedo Yánez quedó empatado en el primer lugar del VI Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores para Dramaturgos, junto a Paul Salazar, con su pieza Maritales, la cual destacó “por la hábil búsqueda expresiva de un formato teatral audiovisual”. según el veredicto del jurado que integraron Néstor Caballero, José Gabriel Núñez y Gennys Pérez,
Ciro está en el teatro desde un día cuando contaba siete años y la Hermana Cecilia Inés, directora del Colegio Fe y Alegría, de Tovar, intuyó que ese sería “mi camino para exhibir mi histrionismo natural, según ella. Desde entonces, entendí mi existencia como el hecho de representar, ya fuese sobre las tablas o desde la cabina de una radioemisora. A partir de ahí, no he hecho otra cosa más que jugar ‘a ser el otro’ con mis herramientas. En mi juventud, ordené mis necesidades expresivas, con la teoría como y la praxis teatral. Finalmente tomé el teclado y desde ahí he creado mundos desde hace 26 años. Siempre he estado ejercitándome en la dramaturgia aunque el resultado no haya sido conocido por populosa audiencia”.
PODER AUDIOVISUAL
Maritales
denuncia la doble moral burguesa potenciada en las parejas disfuncionales. Es la saga compartida del cuarentón Sergio y la hermosa treintona Mary, además de la cuarentona Laura. “Un trío donde lo audiovisual es muy importante para el hilo narrativo, es el superpersonaje que indica como actuar, como vivir, como amar y como hacerlo casi todo. Hay toda una dictadura que nos impone o decide todo por nosotros, una dictadura audiovisual porque usa la televisión, Maritales fue al concurso y ganó porque mi socio y escenógrafo Edgar Reyes se empeñó en enviarla. Ahora recibiré mil bolívares fuertes y su edición. El montaje está en etapa de preproducción y el video que sirve de hilo narrativo para el espectáculo será rodado por el cineasta Eduardo Viloria, en una poco frecuente fusión de lo escénico y lo teatral aquí en nuestro ámbito artístico. Busco una especial simbiosis entre lo real y lo irreal, entre lo concreto de un escenario y lo fantástico creado en la pantalla. Me salgo de lo convencional o tradicional y me arriesgo”.
No escribe para mostrar, para sumar cantidades, mucho menos para ser favorecido por lectores, público, crítica o galardones. “Mi vida ha girado en torno a otros valores, entre ellos la coherencia, entendiendo ésta como la conciencia de la transitoriedad de la existencia. Grande es el Creador, el gran Demiurgo, yo sólo hago trazos burdos sobre su obra”.
LEGADO
En Mérida, 1982, a través del formato de la radionovela en una experiencia comunicativa para Asociación Latino Americana de Educación Radiofónica (ALER), aprendió el oficio de “guionizar” seriados para las emisoras afiliadas. “En ese formato abordé temáticas sociales, por lo que el género rosa, nunca estuvo entre mis preferencias. También en Mérida presenté mis primeros teatros: Cuentos envueltos en humo (1986), el monólogo Creo que tienes razón (1987) y Juego de damas (1988). Para ese año fui llamado por Radio Fe y Alegría de Caracas para guionizar el Proyecto 500 Años y otros proyectos en los que prevalece el formato dramatizado. En 1996, versioné y se montó El principito de Antoine Saint Exupéry, en el Teatro Nacional de Caracas. En 1997, estrené en Rajatabla, Que así sea, experimento dramatúrgico de cinco autores para un solo actor, interpretado por Igor Martínez. En 1997, mostré en la sala Cadafe mi monólogo Ella cantaba boleros con Violeta Alemán, el cual remonté el 2001 en el Sala de Conciertos del Ateneo con Floria Márquez y en el 2004 en El Teatro de Bellas Artes, de Puerto Rico, con Johanna Rosaly. Siguiendo mi saga de unipersonales exhibí Mujer mujer…la comedia (1998) en el Teatro Cadafe con Rosario Prieto y en agosto del 2004 estrené Yo soy la Lupe, interpretado por Estelita del Llano en la Biblioteca Nacional, un homenaje al icono de la música popular latinoamericana”.
CONFORMISTA
Sabe que el teatro seguirá su rumbo propio, dinámico, reinventándose en cada lugar y época. Para el, “ningún mortal es imprescindible pero sin mortales, no existe. Que paradójico”.
Está conforme con algunos montajes que ha producido. “Todos son monólogos. Montados solo por la factibilidad de la realización. Me he negado a transar, rogar, o hacer el juego burocrático para percibir financiamiento, sin embargo he vendido a las instituciones públicas y privadas mis productos escénicos. Cuando creí oportuno hacer temporadas, el público me respondió llenando las salas, no se sintieron estafados. De lo único que estoy satisfecho es haber salvado deudas. pagando bien y continuamente a los talentos que los protagonizaron y a los técnicos que pusieron su creatividad en los proyectos… de eso sí estoy satisfecho”.
Quisiera tener un espacio donde puedan converger, sin posturas de ningún tipo, escritores, actores y gente del medio teatral, dispuestos a leer los trabajos dramatúrgicos de otros compañeros que siente la necesidad inexorable de expresarse y de hallar resonancia en sus semejantes. “Trabajamos en solitario o en archipiélagos con el temor infundado a ser superados por nuevas voces”.
-¿Qué viene después?
-Vivo el presente. El ahora, hallo la calma. Actualmente escribo un proyecto original para televisión junto a Rafael Monsalve (Juan Corazón), mi socio creativo y un largometraje. Todo poco a poco.

Un violento juego experimental

Las nuevas generaciones de teatreros venezolanos, como las que integran al grupo Kabré Teatro de Caracas, fundado y dirigido por Wilfredo Tortosa en el año 2002, ha “desempolvado” El juego de Mariela Romero (Caracas, 1948) y tras “romper” la estructura original de la pieza exhiben un exótico y creativo espectáculo en el espacio del Grupo Actoral 80, en el sótano 1 del edificio San Martín de Parque Central.
El juego, premiado en 1976 por la oficina de Prevención del Delito del Ministerio de Justicia, plasma en escena la violencia que se esconde o se maquilla en las lúdicas manifestaciones de la infancia, y para eso lleva a escena a dos “niñas”, o dos “niños”, que realizan las más insólitas tareas físicas, al tiempo que se lanzan líneas o textos preñados de ternura, de humor y, por supuesto, de refinada procacidad verbal. Todo eso convierte el escenario en un cóctel teatral en el que se va de la violencia al sadismo, sin dejar por fuera el morbo y lo grotesco.
Ver esta versión 2008 de El juego, después que haber degustado su estreno en la Sala Rajatabla, de los años setenta, según la puesta en escena que hizo Armando Gota para las actrices Martha Velazco y Mariela Romero, nos permite ponderar, una vez más, las excelencias del texto que aún conserva las claves de la violencia infantil, porque fueron bien escritas y la sociedad venezolana no ha cambiado nada, sino todo lo contrario, ya que las cargas atávicas de las familias se han incrementado, a pesar de que han pasado más 30 años, o sea unas dos generaciones, por lo menos, y eso es consecuencia de los programas violentos de la televisión, ya que ese instrumento comunicacional se ha transformado en una barata niñera, con toda la perversidad que ahí se muestra, para la infancia.
Y aquí es muy importante citar al director Tortoza quien asegura que “hace algún tiempo cuando empezaba a transitar por los derroteros del teatro, vi en la sala Rajatabla El juego, dirigido por Armando Gota y escrito por Mariela Romero, no diré que me marcó, como muchos dicen, pero si visualice la crueldad de los niños con los niños, cuando están castigados por una tremendura o a solas, jugando sus juegos fantasiosos e imaginativos, emulando el mundo de los adultos, ellos no tienen limites ni tiempo al ejecutarlos, de allí mi lectura de este texto”,esa es la explicación o el pretexto que da el director para hacer actualmente temporada con esa pieza.
Una de las novedades de este espectáculo, calificable de experimental, es que Tortosa ambientó su montaje en una especie de parque infantil japonés, con una madre que incluso usa kimono y otros aderezos propios de las mujeres de esa lejana nación.
Su trabajo es teatralmente “violento”, como mana del texto, y utiliza muy bien las bajas estaturas de sus actores y actrices para lograr ese agresivo y asombroso ritual que exige la autora. Y el cual se materializa por la entrega de Zammy Giménez, Karlina Fernández, Emilshen Acevedo, Carlos Ortega, Eliseo Pereira, Nadeska Armano y la cantante Yamilé.