En la cultura lo único que da poder y prestigio es el trabajo y la depurada calidad de esos productos artísticos. Intelectuales, escritores y artistas de “a dedo” desaparecen pronto y lo menos malo que les pasa es que después nadie se acuerda de ellos. Mueren y punto. Pero aquellos que sí laboran y son auténticos creadores terminan por ser eternos, por trascender. Decimos esto porque a la saga de los más prestigiosos teatreros venezolano se ha agregado, gracias a la potencia y calidad de su tesón, durante los últimos 20 años, el actor, director, maestro y gerente Héctor (Rodríguez) Manrique, a quien, cariñosamente sus amigos lo llaman “El zar del teatro”, por la amplitud de sus proyectos y el poder adquirido gracias a la calidad y la gerencia de los mismos.
Héctor Manrique (Madrid, 12 de enero de 1963) mantuvo a lo largo de este año que culmina ocho proyectos o espectáculos teatrales en escena, dentro y fuera de Venezuela, generando así trabajo y cultura para sus artistas y sus espectadores. Por eso es que lo hemos entrevistado:
-¿Qué pasó con sus montajes o proyectos teatrales?
-Este 2005 ha sido un año intenso y muy dinámico. Arrancó en enero con la reposición de No seré feliz, pero tengo marido, a cargo de la señora actriz que es Mimí Lazo, un monólogo o adaptación que le dirigí a partir del libro de la periodista Viviana Gómez Thorpe. y los ensayos de El día que me quieras, del inolvidable José Ignacio Cabrujas, bajo la dirección de Juan Carlos Gené. En febrero hicimos una pequeña temporada con La cena de los idiotas, de Francis Veber, en el Ateneo de Caracas. El 3 de marzo estrenamos El día que me quieras, con un éxito de cinco meses a sala repleta. En abril, Monólogos de la vagina, de Eve Ensler, viajó a Panamá donde realizamos un total de seis funciones. En junio estrenamos Confesiones de mujeres de treinta, de Domingos de Oliveira, temporada que se extiende hasta finales de noviembre en el Celarg, realizando, además, giras por varias ciudades del interior. Hicimos cuatro funciones de Monólogos de la vagina en el Aula Magna y una temporada de Cartas de amor de Albert R. Gurney, en el Ateneo de Caracas en agosto. A principios de septiembre estrené Copenhague de Michel Frayn en el Ateneo de Caracas, y durante octubre presentamos Los hombros de América, de Fausto Verdial, en el Festival Internacional de Miami.
“Cómo verás, en total son ocho espectáculos en los que he participado como actor o director o empresario. Son más de 200 funciones y uno 100.000 espectadores. También he dado clases en la academia de actuación de Venevisión durante todo este año, más un taller en el Grupo Actoral 80 de seis meses. ¡En realidad yo lo que necesito son unas vacaciones! con mis dos hijas y mi esposa”.
-¿Cómo funcionan las exhibiciones en el exterior y en la provincia?
-Fundamentalmente funcionan por la compra del espectáculo, exceptuando el caso Miami, donde asistimos por la invitación a participar en el Festival. Es verdaderamente emocionante ver cómo en el interior del país la gente agradece que los espectáculos que se hacen en Caracas sean llevados allí. La ausencia de una política sensata por parte del gobierno para la difusión teatral, así como la carencia de un circuito, hace que estas apariciones sean vistas como algo extraordinario.
-¿Qué ocurrió con su trabajo actoral, su labor gerencial y la docencia?
-Trabajé en El día que me quieras haciendo ese emblemático personaje de nuestra dramaturgia que es Pío Miranda, lo que fue una experiencia enormemente satisfactoria y emotiva. Además, repuse dos trabajos que me divierten mucho al hacerlos como actor, que son Cartas de amor y La cena de los idiotas, y trabajé en la película de Beto Arvelo: Cyrano Fernández. Es decir, en lo actoral ha sido también un año muy intenso y placentero.
“A nivel gerencial, desde el GA80 llevamos adelante un proyecto desde años esperado, como fue el regreso de nuestro maestro y fundador Juan Carlos Gené para realizar la puesta en escena de El día que me quieras”.
-¿Qué planes hay para el 2006? ¿Se dice que montara en Miami?
- En este momento estamos evaluando qué haríamos para el 2006. Tengo varias obras en el deseo, pero creo que será para finales de este mes de noviembre cuando sepa qué voy hacer. Primero defino qué hacer con el Actoral 80 y en función de eso armo el resto de los proyectos. Hay prioridades.
-¿Qué proyecta para Caracas?
-Yo trabajo fundamentalmente para Caracas. Vivo en Caracas, padezco Caracas y amo Caracas. Una ciudad sucia, llena de indigentes, odiada por sus gobernantes. Donde su alcalde y el alcalde mayor compiten en procura de ver quién la jode más.
-¿No hay forma de competirle al Teatro Trasnocho en lo que a público se refiere? ¿No hay empresarios capaces de “echarle pichón” a un conjunto teatral comercial a lo grande?
-Ojalá aparecieran más empresarios dispuestos a invertir en la infraestructura teatral. En ese sentido el Teatro Trasnocho es de las mejores noticias que ha tenido nuestro medio cultural en los últimos años. La labor del Celarg ha sido ejemplar también, más allá de que los teatreros quejumbrosos lamentan que una pieza convoque al espectador y pueda pasar cuatro o seis meses en cartelera, ya que ellos desean sus tres semanas históricas para todos. Al parecer le tienen miedo al trabajo y al éxito además.
-¿Por qué a usted y su gente que tanto trabajan y que tantas oportunidades le dan a la gente, no los toman en cuenta para los premios que aún quedan vivos en esta ciudad?
-Ja,ja,ja. Qué mayor premio que el poder realizarme y realizar mi trabajo. Todo premio encierra relatividades. Lo he pensado cuando yo he sido el ganador. Tal vez sea esa la razón que me ha llevado a eliminar el Premio Celcit. En lo personal no creo que sea yo el candidato a llevarme los premios. No soy simpático, no voy a estrenos y he mandado a más de uno al carajo. Estoy pendiente de lo que yo hago y nada más. No voy a fiestas. No le rindo pleitesía a nadie y no espero que me la rindan a mí. Desprecio a los jalabolas. Es decir, no soy candidato a premios. Soy muy aburrido. Y los que me han dado no los he ido a recibir, exceptuando uno, creo. Recuerda que la clave del fracaso consiste en intentar caer bien y complacer a los demás.
-¿Y la Compañía Nacional de Teatro, a la cual usted dirigió, dónde está?
-Ni idea. Es el secreto mejor guardado por su director Eduardo Gil. Lo único que lamento es que lo que mejor funcionaba en la Compañía Nacional, como era el Programa de Formación Teatral, haya sido eliminado. Con el agravante, según me cuentan, que a los profesores no quieren darles la liquidación que les correspondería. ¡Qué decepción con Eduardo Gil! Me siento responsable, ya que yo fui quien lo propuso para director del Iudet. Y para la Compañía Nacional, nadie me preguntó (no tenían por qué hacerlo), pero yo salí de pendejo y apoyé su nombre cuando me lo comentaron. Es más, un día me lo encontré y le dije: “Tienes que agarrar esa vaina, Néstor Caballero está acabando con ella”, y mira por dónde vamos. Mientras a los grupos se les recorta el presupuesto, a la Compañía se le aumenta y no se sabe nada de ella. Ni qué se está haciendo ni dónde se invierte el dinero. También me han dicho que proyectos ya comprometidos se echan para atrás. Al Grupo Actoral 80 intentaron hacérselo, pero no pudieron.
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