lunes, junio 05, 2006
Entre Guayaquil y Lima
Mientras el domingo 4 de junio de 2006, unos 14 millones de peruanos votaban para decidir lo que podrá ser el futuro de su país al elegir a un nuevo Presidente de la Republica, Alan García, aquí en Caracas un grupo de venezolanos, no más de 20, estaban absortos, entre las siete y las ocho de la noche, presenciando el conmovedor espectáculo Guayaquil, el encuentro, una versión teatral del autor Pacho O’Donnell sobre la reunión histórica entre los generales Simón Bolívar y José de San Martín, aquel 24 de julio de 1822 en Guayaquil.¡Unos jugaban a escribir la saga de un pueblo latinoamericanos, mientras que otros revisaban y analizaban los casi olvidados hechos históricos que ahora podrían explicar muchos sucesos sociopolíticos actuales!
Pacho O`Donnell materializa, con los personajes históricos de su pieza, cómo el esfuerzo de los latinoamericanos por consolidar definitivamente su independencia política estaba a punto de consolidarse y convertirse en realidad, ya que Bolívar y San Martín habían logrado derrotar a las tropas españolas, pero quedaba un solo bastión en el moribundo Virreinato del Perú. Es en ese momento, cuando el venezolano y el argentino se reúnen en Guayaquil, aquel 24 de julio de 1822, para sumar fuerzas y lograr la derrota final del enemigo y, además fijar las bases de lo que podría ser la patria grande, la unión de las flamantes naciones hispanoamericanas, porque sólo así, en estrecha comunión de ideales y de proyectos, tendrían la fortaleza suficiente para oponerse a la voracidad de las potencias de entonces ( Francia, Alemania y Gran Bretaña),sin descontar al incipiente Estados Unidos.
¿Qué por qué habìa tan pocos criollos presenciando ese inusitado encuentro histórico teatralizado? Es posible que haya fallado el poder de convocatoria de la Casa de Rómulo Gallegos para haber plenado la sala de 400 butacas durante los tres días en que se exhibieron los cómicos argentinos Lito Cruz y Rubén Stella, una pareja de veteranos artistas de la escena que sí lograron plasmar en la escena a los dos hombres más importantes de la historia latinoamericana a lo largo del siglo XX. Dos hombres creadores de nacionalidades. Dos hombres con puntos de vista antagónicos sobre lo que deberían ser los gobiernos de las naciones que estaban fundando. Uno republicano absolutista y otro monárquico parlamentario. Uno demasiado cruel, porque aplicaba aquello de que al mejor enemigo había que fusilarlo, mientras que el otro pedía y aplicaba el perdón a los rivales. Dos hombres que antes de 1850 iban a estar execrados y sepultados por sus enemigos que no tuvieron ninguna piedad para con ellos. ¡Enemigos que aún los persiguen o que los utilizan para profanar sus memorias!
Ni Bolívar ni San Martín lograron ese acuerdo que hubiese sido definitivo para la fundación de la “patria grande”. Lo que vino, desde entonces, se gestó en aquellos años: las anarquías en cada una de las republiquetas incipientes y las conspiraciones palaciegas de los jefes independentistas, además de la acción feroz de los agentes de las potencias extranjeras, se encargaron de sepultar esos proyectos de grandeza. Y desde entonces esta América balcanizada, dividida y cada vez más en tensión interna porque sus habitantes se cansaron del hambre y la ignominia a que han estado sometidos, han despertado y están en pie de lucha, utilizando todas las armas disponibles a su alcance e incluso usando los votos que todavía pueden hacer algo.
Este montaje de la pieza Guayaquil, el encuentro, puesta en escena desde el 24 de mayo de 2005, en la patria argentina, por el maestro Lito Cruz, pretende mostrarle al público latinoamericano cómo desde hace doscientos años se ha estado luchado por la unión de las naciones al sur del río Bravo, una unión que Bolívar y San Martín la soñaron pero que no fueron capaces en sus respectivos momentos históricos y la dejaron para después, sin saber que esa oportunidad nunca más la tendrían y que nadie jamás nadie la podría ni siquiera intentar, dejando a varias generaciones de latinoamericanos huérfanos de libertad, justicia, democracia y derechos humanos, entre otras cosas .
El espectáculo, como tal, es placentero. Dos señores actores que logran corporizan los conceptos que dieron grandeza a Bolívar y San Martín. Dos personajes de talla universal llenos de vacilaciones y hasta ruindades humanas. Ellos dejaron para la posteridad la unión de sus pueblos.
Pocas veces hemos visto un teatro político tan didáctico como este, donde todo es fácil de digerir, fácil de ubicar en el contexto o que vivimos ahora los latinoamericanos. Porque para eso sirve el buen teatro: enseñar a pensar y sacar conclusiones prácticas de los modelos escénicos.
Ojala que durante los próximos meses, pueden volver estos argentinos con su espectáculo integracionista. Aquí en Venezuela es tiempo de reflexionar, de buscar los caminos, de abrir sendas o trochas, pero sin olvidar que el compromiso es continental, que nada se logrará con ridiculeces patrioteras
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