Juan Carlos Souki, instalado desde hace dos años en Nueva York, para hacer una maestría de dirección teatral en la Universidad de Columbia, ya mostró su primer trabajo. Ahora espera trabajar en Caracas
No ha llegado aún a su primer cuarto de siglo y ya tiene definido lo que hará con su vida: será director de teatro, por ahora, y después, si puede, hará cine. Es un joven caraqueño que desde los festivales liceístas de teatro, de esos que inventó el profesor J.A. Porte Acero para el Ateneo de Caracas, se propuso estudiar en Nueva York y allá llegó en septiembre de 2004, luego de recibir una invitación de la directora Anne Bogart, para formar parte de su décima promoción de estudiantes en la maestría de dirección teatral que ofrece Columbia University, “que es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida”, comenta.
Souki explica que cada año Anne Bogart selecciona a seis directores de distintas partes del mundo y les ofrece la oportunidad de convivir con un grupo de maestros y profesionales durante tres años. “Ella se ha convertido en mi mentora y guía en esta nueva etapa de mi vida. La experiencia de estar en Columbia ha cambiado mi forma de pensar en muchos aspectos, tanto personales como creativos, porque cada día viene cargado con un alto nivel de intensidad, con una abundancia de información que es difícil de procesar. Siempre está sucediendo algo. Recuerdo una tarde, después de unos dos o tres meses en la escuela, venía saliendo de un ensayo largísimo y en un pasillo veo a un señor bajito de pelo blanco caminando hacia la oficina del rector… después supe que ese señor era, o es, porque aún vive, Peter Brook. Él estuvo varias semanas como artista residente en la Universidad de Columbia”.
Reitera que para su capacitación o formación ha sido muy valioso el poder recibir información de primera mano de teóricos y profesionales que tienen un prestigio comprobado para la escena contemporánea mundial. “El contacto con esa gente nos presenta una perspectiva aterradora de la complejidad del camino y de la vasta distancia que nos queda por recorrer hasta llegar a asumir el teatro como arte”.
Puntualiza que su estadía en Nueva York le ha dado una serie de herramientas teóricas y prácticas a las que no había tenido acceso previamente. “Mi programa de estudios está enfocado en el proceso individual de cada director. Así hay que desarrollar mecanismos para conectar con el material teórico desde nuestra propia sensibilidad. Tener la oportunidad de pasar por ese proceso bajo las alas de la academia es algo único por lo que me siento muy agradecido”.
Y el primer trabajo en grande, que Souki hace público, es La Trilogía del Uhaul, ya mostrado en Filadelfia. Después lo exhibirá en Nueva York y en Nueva Jersey. “Son tres piezas de danza-teatro, las cuales se realizan dentro de un camión de mudanzas. Es un experimento de colaboración con varios bailarines, actores, escritores y artistas visuales con los que he venido trabajando en estos últimos dos años. En cuanto a su temática, esta trilogía tiene que ver con las relaciones truncadas, el movimiento constante, la claustrofobia, el ejercicio de la memoria, el abandono de los lugares. Son varias cosas o conductas o comportamientos que suenan complicadas cuando se dicen, pero son denominadores comunes en el día a día de millones de personas en cualquier ciudad, bien sea Caracas o Nueva York”.
Aclara que ese trabajo lo inició para “intentar buscar la teatralidad en lugares que por naturaleza no son teatrales, en elementos que son parte de nuestra vida cotidiana y dejamos de ver en ellos el potencial de convertirse en algo más, en una obra de arte. Me interesaba también investigar cómo el actor y la audiencia negocian estar encerrados en ese espacio reducido. ¿Cómo es ese proceso de adaptación? ¿Qué significa? ¿Cómo reaccionan ambos? Tiene algo que ver con esa negociación del tiempo y el espacio que es parte de cualquier relación”.
Reconoce que parte de su proceso creativo ha sido también la tarea de mezclar distintas tendencias. “Durante algunos ensayos me siento más un curador que un director. Estamos utilizando fotografías de cinco colaboradores de Venezuela, Alemania, Estados Unidos y Argentina; hay sesiones en las que mi trabajo tiene más que ver con hacer de cada minihistoria contada en esas fotografías un pedazo de la historia de mayores dimensiones que estamos tratando de contar… una historia que involucra el uso de la palabra y el cuerpo del actor en el espacio”.
“También estoy trabajando con Martha Voulgari, bailarina griega entrenada en ballet clásico y Xavier Losada, compositor venezolano con quien empecé a trabajar hace nueve años, cuando aún estaba en el bachillerato. Lo interesante en ese proceso ha sido encontrar la esencia que une el trabajo de los tres. Para todos la especialidad del otro es territorio desconocido. A partir de esa fusión, cosas interesantes empiezan a pasar. Finalmente me contenta estar trabajando con un equipo tan internacional, hay algo que me atrae en eso de crear con personas que tienen sensibilidades distintas, le da un carácter más universal al producto final. En el equipo hay gente de todos los continentes y por supuesto varios venezolanos: la fotógrafa Katz Hernández, caraqueña radicada en Brooklyn; el ingeniero de sonido Marcelo Áñez, quien hoy en día se ha ganado ya tres premios Grammy, pero muchos años antes fue sonidista de la sala Ríos Reyna; y finalmente Luber Mujica, un video-artista también caraqueño que es parte de los sospechosos habituales.
Souki por supuesto que sueña y organiza el porvenir. Tiene una serie de proyectos que se han alineado para el final de este 2006 y el principio del que viene. “Creo que he tenido mucha suerte y le doy gracias a Dios por eso, lo que queda es continuar trabajando para completar la maestría y empezar a pensar en el futuro. Estoy tratando de dirigir al menos un espectáculo en Venezuela durante el venidero 2007”.
No ha llegado aún a su primer cuarto de siglo y ya tiene definido lo que hará con su vida: será director de teatro, por ahora, y después, si puede, hará cine. Es un joven caraqueño que desde los festivales liceístas de teatro, de esos que inventó el profesor J.A. Porte Acero para el Ateneo de Caracas, se propuso estudiar en Nueva York y allá llegó en septiembre de 2004, luego de recibir una invitación de la directora Anne Bogart, para formar parte de su décima promoción de estudiantes en la maestría de dirección teatral que ofrece Columbia University, “que es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida”, comenta.
Souki explica que cada año Anne Bogart selecciona a seis directores de distintas partes del mundo y les ofrece la oportunidad de convivir con un grupo de maestros y profesionales durante tres años. “Ella se ha convertido en mi mentora y guía en esta nueva etapa de mi vida. La experiencia de estar en Columbia ha cambiado mi forma de pensar en muchos aspectos, tanto personales como creativos, porque cada día viene cargado con un alto nivel de intensidad, con una abundancia de información que es difícil de procesar. Siempre está sucediendo algo. Recuerdo una tarde, después de unos dos o tres meses en la escuela, venía saliendo de un ensayo largísimo y en un pasillo veo a un señor bajito de pelo blanco caminando hacia la oficina del rector… después supe que ese señor era, o es, porque aún vive, Peter Brook. Él estuvo varias semanas como artista residente en la Universidad de Columbia”.
Reitera que para su capacitación o formación ha sido muy valioso el poder recibir información de primera mano de teóricos y profesionales que tienen un prestigio comprobado para la escena contemporánea mundial. “El contacto con esa gente nos presenta una perspectiva aterradora de la complejidad del camino y de la vasta distancia que nos queda por recorrer hasta llegar a asumir el teatro como arte”.
Puntualiza que su estadía en Nueva York le ha dado una serie de herramientas teóricas y prácticas a las que no había tenido acceso previamente. “Mi programa de estudios está enfocado en el proceso individual de cada director. Así hay que desarrollar mecanismos para conectar con el material teórico desde nuestra propia sensibilidad. Tener la oportunidad de pasar por ese proceso bajo las alas de la academia es algo único por lo que me siento muy agradecido”.
Y el primer trabajo en grande, que Souki hace público, es La Trilogía del Uhaul, ya mostrado en Filadelfia. Después lo exhibirá en Nueva York y en Nueva Jersey. “Son tres piezas de danza-teatro, las cuales se realizan dentro de un camión de mudanzas. Es un experimento de colaboración con varios bailarines, actores, escritores y artistas visuales con los que he venido trabajando en estos últimos dos años. En cuanto a su temática, esta trilogía tiene que ver con las relaciones truncadas, el movimiento constante, la claustrofobia, el ejercicio de la memoria, el abandono de los lugares. Son varias cosas o conductas o comportamientos que suenan complicadas cuando se dicen, pero son denominadores comunes en el día a día de millones de personas en cualquier ciudad, bien sea Caracas o Nueva York”.
Aclara que ese trabajo lo inició para “intentar buscar la teatralidad en lugares que por naturaleza no son teatrales, en elementos que son parte de nuestra vida cotidiana y dejamos de ver en ellos el potencial de convertirse en algo más, en una obra de arte. Me interesaba también investigar cómo el actor y la audiencia negocian estar encerrados en ese espacio reducido. ¿Cómo es ese proceso de adaptación? ¿Qué significa? ¿Cómo reaccionan ambos? Tiene algo que ver con esa negociación del tiempo y el espacio que es parte de cualquier relación”.
Reconoce que parte de su proceso creativo ha sido también la tarea de mezclar distintas tendencias. “Durante algunos ensayos me siento más un curador que un director. Estamos utilizando fotografías de cinco colaboradores de Venezuela, Alemania, Estados Unidos y Argentina; hay sesiones en las que mi trabajo tiene más que ver con hacer de cada minihistoria contada en esas fotografías un pedazo de la historia de mayores dimensiones que estamos tratando de contar… una historia que involucra el uso de la palabra y el cuerpo del actor en el espacio”.
“También estoy trabajando con Martha Voulgari, bailarina griega entrenada en ballet clásico y Xavier Losada, compositor venezolano con quien empecé a trabajar hace nueve años, cuando aún estaba en el bachillerato. Lo interesante en ese proceso ha sido encontrar la esencia que une el trabajo de los tres. Para todos la especialidad del otro es territorio desconocido. A partir de esa fusión, cosas interesantes empiezan a pasar. Finalmente me contenta estar trabajando con un equipo tan internacional, hay algo que me atrae en eso de crear con personas que tienen sensibilidades distintas, le da un carácter más universal al producto final. En el equipo hay gente de todos los continentes y por supuesto varios venezolanos: la fotógrafa Katz Hernández, caraqueña radicada en Brooklyn; el ingeniero de sonido Marcelo Áñez, quien hoy en día se ha ganado ya tres premios Grammy, pero muchos años antes fue sonidista de la sala Ríos Reyna; y finalmente Luber Mujica, un video-artista también caraqueño que es parte de los sospechosos habituales.
Souki por supuesto que sueña y organiza el porvenir. Tiene una serie de proyectos que se han alineado para el final de este 2006 y el principio del que viene. “Creo que he tenido mucha suerte y le doy gracias a Dios por eso, lo que queda es continuar trabajando para completar la maestría y empezar a pensar en el futuro. Estoy tratando de dirigir al menos un espectáculo en Venezuela durante el venidero 2007”.
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