Viaja con su esposa a Estados Unidos y no sabe cuando retorna. Lleva, además del equipaje, los unipersonales Número 174517 Auschwitz y Puro cuento; uno es la recreación que hizo del libro Si esto es un hombre del judío Primo Levy, que revela lo ocurrido en las ergástulas que los nazis inventaron para “la solución final”; y el otro es un ensamblaje con los relatos Médium, La farsa del castillo, El cocodrilo y El corazón delator, escritos por Pío Baroja, Jean Cocteau, Alberto Moravia y Edgard Allan Poe, respectivamente. Con esos espectáculos, cuya duración escénica no pasa de 70 minutos, se mostrará en Miami, Los Ángeles y Nueva York, sin contar otras urbes y poblaciones, después del próximo 23 de febrero.
Esa es la agenda profesional del primer actor Omar Gonzalo para las comunidades de inmigrantes latinoamericanos o hispanos que lo esperan en bibliotecas, auditorios y salas teatrales. Así repite la experiencia a que realizó durante 1985, en Estados Unidos y España, cuando llevó en su valija de comediante el monólogo El teatro soy yo. “Esta idea de irme de gira se la copié al actor venezolano Luis Julio Bermúdez, ya desaparecido, quien tomaba un autobús desde Caracas y rodaba por ciudades y poblaciones con su monólogo El circulo dorado para exhibirse en los escenarios que pudiera. Se instalaba en las pensiones que conseguía y solía vender su espectáculo para pagar sus gastos y ahorrar algo de lo ganado. Era un gran cómico que iba en pos de sus espectadores. Y eso es lo que ahora hago, porque nutre mucho y además sirve para difundir nuestro teatro en esas tierras”. Cuando retorne, porque siempre vuelve a Itaca, como dice el poeta, abordará sendas propuestas que le hicieron los directores Costa Palamides y Orlando Arocha.
A este singular artista le contaron que nació en Maparí, Distrito Federación, cuya capital es Churuguara, el 24 de diciembre de 1937, a las 11:30 de la noche. “Soy de la sierra falconiana, donde mi mamá Eva María Saavedra se casó a los 14 años con Manuel López, mucho mayor que ella, y quien ya tenía un hijo, Antonio José, procreado con Verónica, descendiente de los indios Ayamanes. Eva María enviudó a los cuatro años y para preservar la herencia, una pequeña hacienda cafetalera, se desposó con su hijastro. Ese matrimonio no funcionó bien, aunque nacimos cuatro hijos, porque papá era parrandero y jugador y se bebió en alcohol el café de la hacienda. A los cinco años tuve que irme de peón a una hacienda tabacalera. En resumen: viví mis primeros nueve años entre Santa Cruz de Bucaral, La Taza, La Sabana y Maparí. Y por eso me llamo Omar Gonzalo López Saavedra”.
Eva llevó a Omar Gonzalo a la casa de un familiar en Barquisimeto, porque en Maparí no había ni trabajo ni un claustro adecuado para estudiar. Trabajó como mandadero y vendedor de chucherías. Cuando aprendió a leer, a los 11 años, y por influencia de Manuel Felipe López, locutor y recitador, se hizo a la vez recitador y así conoció al público. “En 1952 ví la primera obra de teatro de mi vida: La ardiente oscuridad de Antonio Buero Vallejo, dirigida por Luis Peraza. Me hice lector y en busca de mejores horizontes, me vine a Caracas a finales de 1952 y trabajé como librero”.
Llegó al teatro por la poesía, porque la presentaron a Romeo Costea y este lo invitó a una velada poética el 1 de abril de 1955, pero el 9 de junio de ese mismo año lo hizo actuar por primera vez en un espectáculo teatral: El velo de preces, del repertorio japonés en el Centro Venezolano-Francés. “Me he considerado un privilegiado del teatro criollo porque el día de mi debut estuvieron presentes Alberto de Paz y Mateos, Juana Sujo y Horacio Peterson. Fue clave haber conocido a Costea, no sólo para mi debut sino porque desde entonces hemos mantenido una amistad profesional excepcional y en ese tiempo y con su grupo Compás hice no menos de 20 espectáculos, además de giras por las cárceles, cuarteles, colegios y salas teatrales. En 1970 me fui a la Escuela Superior de Teatro de Strasbourg, Francia y tres años después ya tenia un diploma. En actuación uno nunca sabe todo. Hay que partir de cero para cada personaje y tratar de olvidar al anterior para no ser contaminado por el. A mis 53 años teatrales sigo en la búsqueda de la perfección del instrumento y del actor que quiero ser”.
Mas de 80 mil palabras
Esa es la agenda profesional del primer actor Omar Gonzalo para las comunidades de inmigrantes latinoamericanos o hispanos que lo esperan en bibliotecas, auditorios y salas teatrales. Así repite la experiencia a que realizó durante 1985, en Estados Unidos y España, cuando llevó en su valija de comediante el monólogo El teatro soy yo. “Esta idea de irme de gira se la copié al actor venezolano Luis Julio Bermúdez, ya desaparecido, quien tomaba un autobús desde Caracas y rodaba por ciudades y poblaciones con su monólogo El circulo dorado para exhibirse en los escenarios que pudiera. Se instalaba en las pensiones que conseguía y solía vender su espectáculo para pagar sus gastos y ahorrar algo de lo ganado. Era un gran cómico que iba en pos de sus espectadores. Y eso es lo que ahora hago, porque nutre mucho y además sirve para difundir nuestro teatro en esas tierras”. Cuando retorne, porque siempre vuelve a Itaca, como dice el poeta, abordará sendas propuestas que le hicieron los directores Costa Palamides y Orlando Arocha.
A este singular artista le contaron que nació en Maparí, Distrito Federación, cuya capital es Churuguara, el 24 de diciembre de 1937, a las 11:30 de la noche. “Soy de la sierra falconiana, donde mi mamá Eva María Saavedra se casó a los 14 años con Manuel López, mucho mayor que ella, y quien ya tenía un hijo, Antonio José, procreado con Verónica, descendiente de los indios Ayamanes. Eva María enviudó a los cuatro años y para preservar la herencia, una pequeña hacienda cafetalera, se desposó con su hijastro. Ese matrimonio no funcionó bien, aunque nacimos cuatro hijos, porque papá era parrandero y jugador y se bebió en alcohol el café de la hacienda. A los cinco años tuve que irme de peón a una hacienda tabacalera. En resumen: viví mis primeros nueve años entre Santa Cruz de Bucaral, La Taza, La Sabana y Maparí. Y por eso me llamo Omar Gonzalo López Saavedra”.
Eva llevó a Omar Gonzalo a la casa de un familiar en Barquisimeto, porque en Maparí no había ni trabajo ni un claustro adecuado para estudiar. Trabajó como mandadero y vendedor de chucherías. Cuando aprendió a leer, a los 11 años, y por influencia de Manuel Felipe López, locutor y recitador, se hizo a la vez recitador y así conoció al público. “En 1952 ví la primera obra de teatro de mi vida: La ardiente oscuridad de Antonio Buero Vallejo, dirigida por Luis Peraza. Me hice lector y en busca de mejores horizontes, me vine a Caracas a finales de 1952 y trabajé como librero”.
Llegó al teatro por la poesía, porque la presentaron a Romeo Costea y este lo invitó a una velada poética el 1 de abril de 1955, pero el 9 de junio de ese mismo año lo hizo actuar por primera vez en un espectáculo teatral: El velo de preces, del repertorio japonés en el Centro Venezolano-Francés. “Me he considerado un privilegiado del teatro criollo porque el día de mi debut estuvieron presentes Alberto de Paz y Mateos, Juana Sujo y Horacio Peterson. Fue clave haber conocido a Costea, no sólo para mi debut sino porque desde entonces hemos mantenido una amistad profesional excepcional y en ese tiempo y con su grupo Compás hice no menos de 20 espectáculos, además de giras por las cárceles, cuarteles, colegios y salas teatrales. En 1970 me fui a la Escuela Superior de Teatro de Strasbourg, Francia y tres años después ya tenia un diploma. En actuación uno nunca sabe todo. Hay que partir de cero para cada personaje y tratar de olvidar al anterior para no ser contaminado por el. A mis 53 años teatrales sigo en la búsqueda de la perfección del instrumento y del actor que quiero ser”.
Mas de 80 mil palabras
Recibió el Premio Nacional de Teatro en 2006. Ha trabajado en no menos de 131 espectáculos, como actor, director, asistente de dirección y versionista. Acepta que hay una epidemia de “monologuista” en la cartelera, pero no cree que eso este matando al teatro. “Además el teatro venezolano comenzó hacia 1801 con el monólogo Luis XVI de Domingo José Díaz. Yo en estos momentos tengo ocho monólogos para presentarlos cuando me lo soliciten, lo que significa en que mi memoria andan más de 80 mil palabras. Yo monologo desde 1962”.
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