sábado, junio 19, 2010

Otro triángulo erótico

Otra obra de autor venezolano está en el escenario, gracias al trabajo tesonero de un puñado de artistas que crearon al grupo Quintaescena, el cual pretende dar vida a nuevos y esperanzadores proyectos multidisciplinarios en varias ramas del quehacer artístico, como son el teatro, el cine y la televisión. Y todos sus integrantes saben, muy bien, que cada vez que un texto criollo se confronta con la comunidad de donde ha emergido, se habrán incrementado los imperecederos lazos de comunicación que deben existir entre artista y pueblo. Y, muy especialmente, cuando se trata de dramaturgos nuevos o emergentes, porque pobre del país que solamente cuenta con figuras del pasado y carece de voces contemporáneas. Hechos, como este, serán siempre plausibles, porque el teatro habrá avanzado más kilómetros hacia la cúspide del desarrollo deseado, siempre que haya empresa pulcra y buena literatura dramática para hacerla espectáculo. ¡A pesar de todas las rémoras que afectan a la nao teatral creemos en el futuro que se construye ahora y no precisamente en el que se sueña o se inventa al calor del café con leche!
Sagrada familia
Y por eso recordamos como el 31 de octubre de 2006 se estrenó la comedia Sagrada familia en la Sala Horacio Peterson. Su autora Mayling Peña Mejías (Caracas, 30 de diciembre de 1976) mostró en la escena, bajo la dirección de Luis Alberto Rosas, algunas aristas de la descomposición social venezolana, consecuencia de la crisis económica y la pérdida de valores morales, una mezcla explosiva que engendró la espectacular oleada de violencia que anonada a sus habitantes.
Esa Sagrada… es la saga de un trío familiar -José, María y la hija- empeñado en no perder su status de clase media; pero ese terceto en vez de buscar un trabajo o una actividad “legal” que le permita un ingreso para cubrir sus gastos, opta por la discreta mendicidad, los inverosímiles secuestros de un muerto y de una enferma anciana para robar sus supuestas fortunas, y llega, incluso, hasta coquetear con la prostitución y el proxenetismo de las féminas, además de juegos ilícitos y el narcotráfico.
En fin, Sagrada… cuenta y recuenta las cotidianas peripecias de los vivianes empeñados en sobrevivir a costillas de los demás. Sorprende la agudeza de su crítica, bien hilvanada y con delicioso humor, además de su propuesta didáctica ante los difíciles tiempos que acorralan a la clase media, cuyos integrantes luchan para vivir primero y nunca descender, aunque tienen que asumir conductas maquiavélicas: primero el estómago y después la moral.
Mi cama tiene tres lados
A cuatro años de tan prometedor debut, irrumpe Quintaescena y Mayling vuelve con Mi cama tiene tres lados, divertida comedia integrada con seis micro obras centradas en las diversas conductas sexuales de hombres y mujeres y, para que nadie se queje, hasta hay un patético travesti criminal y además rocambolesco ladrón de órganos de seres humanos, y, por si fuera poco, el espectáculo tiene colofón reflexivo con cinco actores-personajes angustiados porque la soledad los acosa y no han conseguido el amor.
Mi cama tiene tres lados es un conjunto de situaciones ambientadas en un contexto de clase media, que debe entretener a la audiencia con las situaciones triangulares de amantes descubiertos en aventuras eróticas, o por el bisexual que sale del closet porque su esposa así lo provoca. De todos los seis cuadros u obras, la saga del travesti delincuente no está “redonda”, es un cuento escénico abrupto, sin verosimilitud y luce afectado por la truculencia de su situación. La autora debería detenerse en esta micropieza, estudiarla y entregar, en otro montaje, un excelente policial, tema que también gusta al público. La prueba de fuego de todo texto teatral es el escenario y su interrelación con los comediantes, tal como lo enseñaron Shakespeare, Moliere y otros señores del teatro. Eso, hasta ahora, no ha cambiado, o sea que todo aquello que el estomago de la escena no macera, no llega a las butacas, no alimenta el espíritu y no sirve.
Mi cama tiene tres lados es un grato espectáculo gracias al talento del director y versionista Aníbal Grunn, quien trabajó, muy profesionalmente, o sea que le hizo dramaturgia escénica al texto de Mayling, para que esos cuentos recibieran una fina producción general en el espacio escénico creado, por Héctor Becerra, para tal fin: dos minihabitaciones de hotel, donde ocurre todo, sin que sus ocupantes se enteren de lo que sucede al lado.
Francis Romero y Pedro Pablo Porras, los más lucidos con sus personajes, trabajan codo a codo con Marco Antonio Alcalá, Alba Vallvé y Alexander Montilla, en la sala Teatrex, en El Hatillo.


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