Mientras pueda distinguir entre los olores de las guayabas y los duraznos o las pomarrosas, estará vivo y en capacidad de soñar y hasta hacer posible la materialización de todos o algunos de esos anhelos. Reiteramos esto porque él se marchó a Nueva York (1987) para estudiar y trabajar. Diez años después impactó a la crítica y el público al atreverse a mostrar Actos indecentes. Los tres juicios de Oscar Wilde.
Ahora Moisés Kaufman (Caracas, 1963) ha querido hacer conocer entre sus compatriotas su exitosa ópera prima y se alió con Michel Hausmann y Producciones Palo de Agua para exhibirla en la sala Escena 8, con el mejor elenco que consiguieron: Javier Vidal, Fernando Yvosky, Karl Hoffmann, Juan Carlos Alarcón, Delbis Cardona, Ebén Renán, Rolando Padilla, Christian McGaffney y Elvis Chaveinte.
Es una muestra didáctica del mejor teatro periodístico centrado en una indagación histórica sobre las vicisitudes que vivió y sufrió ese escritor (Dublín, 1854 /París, 1900) por haberse atrevido a mostrar públicamente su amor hacia el joven Lord Alfred Douglas, en aquel Londres de finales del siglo XIX, y finalmente ser condenado por sodomita en el Reino Unido de su majestad la reina Victoria I, tatarabuela del actual rey Juan Carlos I de España.
Kaufman escribió una excelente pieza minimalista, de corte brechtiano y con técnicas del teatro documentalista de Peter Weiss, cargada de mucho humor, sabiduría y grandeza, además del didactismo que exige un tema como ese. Explica las incongruencias de los tres procesos a que sometieron a Wilde: en el primero fue acusador y lo terminaron acusando; en el segundo es detenido preventivamente y en el último lo condenan a dos años de trabajos forzados (27 de mayo de 1895).
Ver este espectáculo, en español y con artistas venezolanos reivindica al teatro nacional, que no sólo se destaca en la ultima década por los éxitos de Gustavo Ott y Johnny Gavlosvky, sino también por ese administrador comercial que devino en gran figura de la escena estadounidense, donde además ha insistido con su teatro de denuncia como lo hizo y hace aún con su también exitoso espectáculo El proyecto Laramie, para arremeter otra vez contra la homofobia, como lo hace Kaufman.
El montaje, creado por Kaufman y ejemplarmente llevado a buen puerto por Michel Hausmann, que tiene un ritmo estremecedor y ejemplar, permite el lucimiento actoral de todos los que ahí participan además con conciencia de su labor histórica, especialmente Vidal que con su Wilde ha retomado al camino de las grandes composiciones actorales; es un renacer para Yvosky, quien fuera maestro de Kaufman, y una prueba de fuego para Hoffmann, un primer actor versátil como pocos. De los comediantes menos conocidos hay que resaltan la labor de Cardona y Eben Renán.
Sobre el patético final de Wilde, execrado por su familia y humillado por la sociedad que antes lo aplaudió es que ahora Kaufman debe escribir un último acto o epilogo para que la saga teatral de un enamorado del amor, quien advirtió como quien vive más de una vida debe morir más de una muerte. Porque todavía se mata a la gente que se atreve como lo hizo el poeta, aunque no lleguen al desparpajo que él impuso en Londres y su revolucionaria conducta. Un artista que sigue fascinando por su inteligencia.
Ahora Moisés Kaufman (Caracas, 1963) ha querido hacer conocer entre sus compatriotas su exitosa ópera prima y se alió con Michel Hausmann y Producciones Palo de Agua para exhibirla en la sala Escena 8, con el mejor elenco que consiguieron: Javier Vidal, Fernando Yvosky, Karl Hoffmann, Juan Carlos Alarcón, Delbis Cardona, Ebén Renán, Rolando Padilla, Christian McGaffney y Elvis Chaveinte.
Es una muestra didáctica del mejor teatro periodístico centrado en una indagación histórica sobre las vicisitudes que vivió y sufrió ese escritor (Dublín, 1854 /París, 1900) por haberse atrevido a mostrar públicamente su amor hacia el joven Lord Alfred Douglas, en aquel Londres de finales del siglo XIX, y finalmente ser condenado por sodomita en el Reino Unido de su majestad la reina Victoria I, tatarabuela del actual rey Juan Carlos I de España.
Kaufman escribió una excelente pieza minimalista, de corte brechtiano y con técnicas del teatro documentalista de Peter Weiss, cargada de mucho humor, sabiduría y grandeza, además del didactismo que exige un tema como ese. Explica las incongruencias de los tres procesos a que sometieron a Wilde: en el primero fue acusador y lo terminaron acusando; en el segundo es detenido preventivamente y en el último lo condenan a dos años de trabajos forzados (27 de mayo de 1895).
Ver este espectáculo, en español y con artistas venezolanos reivindica al teatro nacional, que no sólo se destaca en la ultima década por los éxitos de Gustavo Ott y Johnny Gavlosvky, sino también por ese administrador comercial que devino en gran figura de la escena estadounidense, donde además ha insistido con su teatro de denuncia como lo hizo y hace aún con su también exitoso espectáculo El proyecto Laramie, para arremeter otra vez contra la homofobia, como lo hace Kaufman.
El montaje, creado por Kaufman y ejemplarmente llevado a buen puerto por Michel Hausmann, que tiene un ritmo estremecedor y ejemplar, permite el lucimiento actoral de todos los que ahí participan además con conciencia de su labor histórica, especialmente Vidal que con su Wilde ha retomado al camino de las grandes composiciones actorales; es un renacer para Yvosky, quien fuera maestro de Kaufman, y una prueba de fuego para Hoffmann, un primer actor versátil como pocos. De los comediantes menos conocidos hay que resaltan la labor de Cardona y Eben Renán.
Sobre el patético final de Wilde, execrado por su familia y humillado por la sociedad que antes lo aplaudió es que ahora Kaufman debe escribir un último acto o epilogo para que la saga teatral de un enamorado del amor, quien advirtió como quien vive más de una vida debe morir más de una muerte. Porque todavía se mata a la gente que se atreve como lo hizo el poeta, aunque no lleguen al desparpajo que él impuso en Londres y su revolucionaria conducta. Un artista que sigue fascinando por su inteligencia.
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