Cumplió 50 años y desde los 16 hace teatro profesional. El falconiano Germán Mendieta comenzó en Duaca, al actuar en la obra Nuestro padre Drácula de Rodolfo Santana, dirigido por Juan José Lugo. Tras instalarse en Caracas, hacia 1977, y estudiar en la Escuela Superior Juana Sujo, hizo su mejor aprendizaje con el Rajatabla de Carlos Giménez, donde asumió roles vitales, como ser protagonista del espectáculo El coronel no tiene quien le escriba, al sustituir a Pepe Tejera, entre otros. Y ahora, porque es leal y consecuente, se va de gira con el Rajatabla de Francisco Alfaro: llevan hacia escenarios argentinos la comedia dramática Trastos viejos de Javier Vidal.
Mendieta siempre quiso crear espectáculos y disfrutar así las artes escénicas desde la silla del director y para ello nada mejor que generarlo con alumnos del Taller Nacional de Teatro de Rajatabla. Ahí, a lo largo de la primera década de esta crispada centuria, montó piezas como El peligroso encanto de la ociosidad de Gilberto Pinto, El rey Momo de José Domínguez, El maleficio de la mariposa de Federico García Lorca, De melocotón a rojo alucinante y Pechos de niña de Romano Rodríguez y Soy García de Luis García Arau y Javier García Yague. En silencio, sin fanfarrias, aprendiendo de los aciertos y cuidando no repetir los mismos errores, ha avanzado, siempre con discreción para no suscitar verdes envidias.
Y ahora, en homenaje al amigo que “se fue de gira”, Ricardo Lombardi, buscó el texto El marinero del poeta lusitano Fernando Pessoa (1888/1935), al cual precisamente, en la década de los ochenta, le había dado vida escénica. "Su espectáculo me quedó en la memoria y ahora para acentuar esa saudade, se lo propuse a Carmen Jiménez, directora del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, como reto singular para Cristina Klatt, Karla Fermín y Olivia Parra, ex alumnas de Horacio Peterson. No fue fácil, algunos tropiezos nos retrasaron seis meses, pero nos armamos de valor, talento y ganas de hacer las cosas. Mi lucha ha sido para que las actrices cada día sean más perfectas, dedicadas al oficio y cuyo norte sea la disciplina. En mi rol de director no dejo de ser actor, porque es muy difícil como artista separar esos dos estadios de la creación teatral. Y aquí, en este drama poético, muy existencial además, la palabra es la protagonista”.
El marinero (1913), único texto teatral completo de Pessoa, es considerado obra filosófica escrita con elevado lenguaje y que péndula entre ser poesía dramática o drama estático. El director Mendieta se movió, inteligentemente, entre esos extremos y buscó un punto neutral para no afectar al público y dejar bien clara la historia de tres doncellas que velan el cadáver de una cuarta en un castillo, al tiempo que reflexionan sobre la identidad y si es más real lo vivido que lo soñado. ¿Shakespeare o Calderón de la Barca?
Es filosofía y no otra cosa lo que los personajes dicen de manera conmovedora, sin caer en cursilerías, porque está bien dirigida esa tripleta de actrices, que deben ser inigualables en comedias molierescas o quizás de autores contemporáneos. Es, pues, un espectáculo para reflexionar sobre la muerte como prolongación obligatoria de la vida. Es un montaje que se le ofrece al público caraqueño ansioso de otras alternativas, que, en esta ocasión, está en el espacio gerenciado por Carmen Jiménez para perpetúar el legado del maestro Peterson (22 de abril de 1922/25 de noviembre de 2002), el gran artifice del Ateneo de Caracas, en los tiempos de Anna Julia Rojas y María Teresa Castillo de Otero Silva.
Mendieta siempre quiso crear espectáculos y disfrutar así las artes escénicas desde la silla del director y para ello nada mejor que generarlo con alumnos del Taller Nacional de Teatro de Rajatabla. Ahí, a lo largo de la primera década de esta crispada centuria, montó piezas como El peligroso encanto de la ociosidad de Gilberto Pinto, El rey Momo de José Domínguez, El maleficio de la mariposa de Federico García Lorca, De melocotón a rojo alucinante y Pechos de niña de Romano Rodríguez y Soy García de Luis García Arau y Javier García Yague. En silencio, sin fanfarrias, aprendiendo de los aciertos y cuidando no repetir los mismos errores, ha avanzado, siempre con discreción para no suscitar verdes envidias.
Y ahora, en homenaje al amigo que “se fue de gira”, Ricardo Lombardi, buscó el texto El marinero del poeta lusitano Fernando Pessoa (1888/1935), al cual precisamente, en la década de los ochenta, le había dado vida escénica. "Su espectáculo me quedó en la memoria y ahora para acentuar esa saudade, se lo propuse a Carmen Jiménez, directora del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, como reto singular para Cristina Klatt, Karla Fermín y Olivia Parra, ex alumnas de Horacio Peterson. No fue fácil, algunos tropiezos nos retrasaron seis meses, pero nos armamos de valor, talento y ganas de hacer las cosas. Mi lucha ha sido para que las actrices cada día sean más perfectas, dedicadas al oficio y cuyo norte sea la disciplina. En mi rol de director no dejo de ser actor, porque es muy difícil como artista separar esos dos estadios de la creación teatral. Y aquí, en este drama poético, muy existencial además, la palabra es la protagonista”.
El marinero (1913), único texto teatral completo de Pessoa, es considerado obra filosófica escrita con elevado lenguaje y que péndula entre ser poesía dramática o drama estático. El director Mendieta se movió, inteligentemente, entre esos extremos y buscó un punto neutral para no afectar al público y dejar bien clara la historia de tres doncellas que velan el cadáver de una cuarta en un castillo, al tiempo que reflexionan sobre la identidad y si es más real lo vivido que lo soñado. ¿Shakespeare o Calderón de la Barca?
Es filosofía y no otra cosa lo que los personajes dicen de manera conmovedora, sin caer en cursilerías, porque está bien dirigida esa tripleta de actrices, que deben ser inigualables en comedias molierescas o quizás de autores contemporáneos. Es, pues, un espectáculo para reflexionar sobre la muerte como prolongación obligatoria de la vida. Es un montaje que se le ofrece al público caraqueño ansioso de otras alternativas, que, en esta ocasión, está en el espacio gerenciado por Carmen Jiménez para perpetúar el legado del maestro Peterson (22 de abril de 1922/25 de noviembre de 2002), el gran artifice del Ateneo de Caracas, en los tiempos de Anna Julia Rojas y María Teresa Castillo de Otero Silva.
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