El Trasnocho Cultural lleva nueve años sirviendo a la comunidad del teatro con sendas salas que funcionan de martes a domingo. Por ahí han pasado respetables espectáculos profesionales y el público ha respondido muy satisfactoriamente, pues ha pagado sus boletos y así los artistas y la empresa exhibidora han satisfecho sus proyectos. Y, además, la mejor prueba de lo positivo de su labor gerencial es que la institución también promueve incuestionables montajes de depurada calidad, tal como La Ola, estrenada en el Espacio Alterno, la cual ahora ingresó al Teatro Trasnocho, en el horario de las 8:00 PM; pasó de 120 sillas a 310 butacas, para satisfacer más espectadores. Una vez más, como enseña el proverbio turco, “los perros ladran, pero la caravana avanza”.
La Ola está basada en una película germana, creada a partir de la novela de Morton Rhue (1981) e inspirada en un siniestro y antiético experimento de control social, adelantado por un profesor del Cubberley High School de Palo Alto, California (1967). Con ella se logra demostrar que sí es posible crear una autocracia similar, o peor, que la instaurada por Adolfo Hitler, entre 1933 y 1945. Eso se consigue si a una sociedad se le manipula con la disciplina, el culto al líder y otros artificios para controlar sus ambiciones o gustos o depurar sus culpas.
Según la versión que firma y protagoniza Basilio Álvarez, La Ola transcurre en un instituto de bachillerato, donde al profesor Zelko Rainer se le ocurre hacer un práctico experimento para explicar a sus alumnos como brotan y funcionan los gobiernos totalitarios. Así comienza un juego, altamente pedagógico, sobre la razón y la sin razón de la autocracia, el cual culmina con resultados trágicos. En apenas unos días, lo que se inició como una serie de ideas inocuas que taladran el cerebro de los adolescentes, a quienes, por la disciplina y el sentimiento de comunidad que les inculcan, les cambian sus conductas sociales hasta convertirlos en protagonistas de un movimiento juvenil. Al tercer día, esas humanas cobayas comienzan a aislarse y amenazarse entre sí. Cuando el conflicto finalmente degenera en violencia, el profesor decide detener la experimentación, pero es demasiado tarde. “La Ola”, como ellos denominan a su extraña secta, se ha descontrolado y las armas hacen su letal labor, para demostrar, otra vez, que los humanos son manipulables y fáciles para hacerlos jugar a la guerra entre ellos o con los vecinos.
El texto que el director Armando Álvarez convierte en desopilante espectáculo –ahí lo audiovisual tiene su parte aleatoria- gana, en fuerza y en verdad escénica, gracias al juego actoral del elenco ahí convocado, donde intérpretes como Basilio Álvarez, Catherina Cardozo, Juan Carlos Ogando, Alejandro Díaz, Rogers Lombano, Teo Gutiérrez, Josette Vidal y Alexandra Malavé, hicieron evocar montajes memorables como el rajatablino Tu país está feliz y Contratanto, espectáculo argentino que se vio en el otrora Ateneo de Caracas. Ahora hay en la escena del Teatro Trasnocho otra maravillosa generación de comediantes aptos para el siglo XXI.
La Ola está basada en una película germana, creada a partir de la novela de Morton Rhue (1981) e inspirada en un siniestro y antiético experimento de control social, adelantado por un profesor del Cubberley High School de Palo Alto, California (1967). Con ella se logra demostrar que sí es posible crear una autocracia similar, o peor, que la instaurada por Adolfo Hitler, entre 1933 y 1945. Eso se consigue si a una sociedad se le manipula con la disciplina, el culto al líder y otros artificios para controlar sus ambiciones o gustos o depurar sus culpas.
Según la versión que firma y protagoniza Basilio Álvarez, La Ola transcurre en un instituto de bachillerato, donde al profesor Zelko Rainer se le ocurre hacer un práctico experimento para explicar a sus alumnos como brotan y funcionan los gobiernos totalitarios. Así comienza un juego, altamente pedagógico, sobre la razón y la sin razón de la autocracia, el cual culmina con resultados trágicos. En apenas unos días, lo que se inició como una serie de ideas inocuas que taladran el cerebro de los adolescentes, a quienes, por la disciplina y el sentimiento de comunidad que les inculcan, les cambian sus conductas sociales hasta convertirlos en protagonistas de un movimiento juvenil. Al tercer día, esas humanas cobayas comienzan a aislarse y amenazarse entre sí. Cuando el conflicto finalmente degenera en violencia, el profesor decide detener la experimentación, pero es demasiado tarde. “La Ola”, como ellos denominan a su extraña secta, se ha descontrolado y las armas hacen su letal labor, para demostrar, otra vez, que los humanos son manipulables y fáciles para hacerlos jugar a la guerra entre ellos o con los vecinos.
El texto que el director Armando Álvarez convierte en desopilante espectáculo –ahí lo audiovisual tiene su parte aleatoria- gana, en fuerza y en verdad escénica, gracias al juego actoral del elenco ahí convocado, donde intérpretes como Basilio Álvarez, Catherina Cardozo, Juan Carlos Ogando, Alejandro Díaz, Rogers Lombano, Teo Gutiérrez, Josette Vidal y Alexandra Malavé, hicieron evocar montajes memorables como el rajatablino Tu país está feliz y Contratanto, espectáculo argentino que se vio en el otrora Ateneo de Caracas. Ahora hay en la escena del Teatro Trasnocho otra maravillosa generación de comediantes aptos para el siglo XXI.
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