Una periodista “milagrosamente”
pudo dedicarse a la creación poética y a la investigación en las artes escénicas.
Ella es Bethilde Venus Ledezma Azuaje
(Valencia, 1970), además actriz y educadora, quien ahora ha ganado el Concurso
de Ensayos sobre Teatro 2018, organizado y producido por la Compañía Nacional de Teatro (CNT), el cual fue adjudicado, según veredicto del
jurado que integraron Mirla Alcibíades, Ligia
Alvarez y Rodolfo Porras.
Por el ensayo Cuerpo metáfora.
Reflexión en torno a un lenguaje poético escrito por el cuerpo del actor, Ledezma
Azuaje recibirá 50 mil bolívares soberanos y la publicación de su texto en
formato digital, según las bases del concurso.
Para la feliz ganadora del concurso ensayístico
de la CNT, este es un primer Premio, porque lo más cercano que
había recibido fue una mención en publicación por una crónica que envió a la I
Bienal Nacional de Literatura Rafael Zárraga, en el año 2012.
¿Usted es periodista, hemos leído?
Sí, estudié Comunicación Social,
mención Impreso, en la Universidad del Zulia. Egresé en el año 1995 y comencé a
trabajar casi en seguida. Estuve en muchos espacios comunicacionales, pero
duraba poco tiempo porque no resistía, en algunos casos, la vertiginosidad casi
automática con que se escribe en una sala de redacción y, en otros, la resequedad
des-almada de las ‘notas’ que debía escribir. Siempre me ha gustado indagar,
leer, pero esto, si no está acompañado de un tiempo de contemplación y
reflexión, para mí se vuelve una pesadilla. Es apenas en el año 2013, cuando se dio el milagro: conseguir
a alguien que me diera empleo para escribir sobre poesía, para hacer
actividades de promoción en comunidades y escuelas relacionadas con la poesía y
la música, el cuento y la siembra, la promoción de múltiples lecturas que nos
ofrecen las expresiones artísticas y la vida misma... dime tú si eso no es un
milagro.
Bethilde también hizo una maestría en
Literatura, mención Literatura Venezolana y con todo eso, sumado al oficio como
redactora, más talleres y otras capacitaciones en el área cultural, pudo
cumplir con las exigencias del cargo como coordinadora de Extensión. “Ese
maravilloso trabajo se inició en la Biblioteca Pública del Zulia 'María
Calcaño', cuya presidenta fue Yolanda Delgado, la autora del milagro, un ser de
una tremenda sensibilidad que me hizo entrar a ese recinto tan esperado y a
quien le agradeceré siempre, por su fe. Allí estuve hasta el 2017. Luego, en
conversación con José Molero, actor de larga trayectoria en la región y actual
director de la Escuela de Teatro Inés Laredo, se abrió la posibilidad
de trabajar como docente allí en la escuela, asumiendo justamente la tarea de
conducir la cátedra de expresión corporal. Este es el riesgo en el que ando”.
¿Pero cómo llega al teatro o a las artes escénicas
en general?
Olfateando, por instinto. Hace años logré amistad
con Rubén Naranjo, alguien muy querido, y quien hacía (y hace) teatro en San
Felipe, Yaracuy, de donde soy. El grupo se llamaba Trenzas Teatro. Ensayaban en
una especie de galpón. Y allí vi por primera vez a un actor sudar en su
entrenamiento físico y vocal, allí oí las primeras lecturas, llamadas, dramatizadas,
vi los primeros gestos, otros seres que eran de otros mundos. Este es un recuerdo muy lejano en el
tiempo, pero que no se ha desprendido de mí. Muchos años después, mientras
hacía la carrera de Comunicación Social, asistía también como estudiante a la Escuela
Inés Laredo. Estuve en la escuela casi tres años, pero la presencia de una mujer
vital, que irrumpió con una propuesta para mí inédita, me hizo fracturar el
teatro, la visión que hasta entonces tenía de él. Ella es Elaine Centeno, cubana, dramaturga e investigadora teatral.
¿Pero cómo fue su participación teatral?
Mi actividad teatral, durante mi estancia en la
Escuela de Teatro, consistió en lo básico: ejercicios vespertinos donde
demostrábamos las destrezas y habilidades obtenidas en la escolaridad. Pero no
tuve participación en alguna pieza teatral mayor, me retiré antes de que eso
pasara. Recuerdo sí que me dediqué con vehemente atención a la apreciación
literaria, allí otro nudo importante que me fue acercando a la palabra poética.
Nuestro maestro de entonces, Mario Morales, nos hizo conocer a Federico García Lorca,
por ejemplo, mi favorito. Años más tarde, trabajé con el grupo Mambrú y su
director Romer Urdaneta, otro importante referente teatral del Zulia. Pero
entre la Escuela y Mambrú, estuvo Final
del Juego. De allí parte este viaje que hoy orilla en este ensayo que me
han premiado.
"Final del juego es el
nombre de un cuento de Julio Cortázar, otro favorito. Con ese cuento, tres de
mis compañeros de estudios teatrales y yo, le propusimos a Elaine trabajarlo en
teatro, creyendo ingenuamente en una ‘representación’, pues éramos cuatro, tres
mujeres y un hombre, como en el cuento. Por circunstancias diversas y
personales, mis compañeros abandonaron el trabajo creador luego de seis meses. Debí
volverme entonces una y tres a la vez. El otro ser gravitaba. Las jornadas
exigían, cada vez más, un mayor desprendimiento de lo conocido, de lo
cotidiano, exigía un esfuerzo físico y psíquico tremendo, intenso en su calidad
y rendimiento escénico, no acrobático ni atlético, sino de otras calidades de
ser y sentir, exigía un cuerpo otro, uno dentro de mí que yacía hasta entonces
en algún recóndito lugar de la memoria, y reposaba clandestino en el río de la
sangre. Mis encuentros con Elaine, nuestro viaje tras el hallazgo, duró un año.
Un año donde fuimos hilando, yo desde adentro y Elaine desde afuera, punta por
punta, como dos arañitas, la obra… hasta que en un amanecer de 1997, nació a la
luz. Este ensayo sólo es el testimonio de ese viaje a lo profundo".
¿Este
ensayo es lo primero que hace sobre el teatro?
Sí, este es un primer escrito relacionado con
teatro. Espero que, en esta nueva tarea que asumo desde la Escuela de Teatro
Inés Laredo, reemprenda otro viaje de conocimiento humano, cercano a este
sendero, en el encuentro con jóvenes estudiantes. Me anima mucho la idea de
poder compartir con ellos y ellos a su vez compartan con uno las experiencias
que vamos ganando en la vida, las experiencias que invitan a crear estética y
éticamente, para comprender y leer mejor nuestro mundo.
¿Qué pasa
con el teatro en Maracaibo?
Confieso que he estado desvinculada, hasta ahora,
de la dinámica del acontecer a lo interno del teatro en Maracaibo, es decir, de
su evolución vital. Ahora, voy viendo
que existen agrupaciones teatrales nuevas y la persistencia de otras con más
larga trayectoria. En ambos casos (a lo interno, insisto) veo que hacen esfuerzos
por mantener una acción viva. Sin embargo, como espectadora, es decir, desde
afuera, como habitante de la ciudad no logramos percibir ese esfuerzo y, por lo
tanto, no logramos acceder a su disfrute de forma masiva, no logramos hacernos
como público teatral. La misma Escuela de Teatro Inés Laredo sufre desde hace
muchas décadas de una especie de invisibilidad. Bajo el empeño de su actual
director, José Molero, y quienes la integran, estamos trabajando precisamente
en reavivar su corazón. Pero creo que, allende las dificultades generalizadas
que conocemos y padecemos, y que, por supuesto, hacen más difícil el acceso al
arte teatral o a cualquier otra actividad cultural que tenga para ofrecer la
región, más importante aún es revisarnos con respecto a nuestras propias
propuestas, nuestra formación, que debe ser constante, permanente, leyendo,
debatiendo, formando espacios de compartir crítico, divulgando lo que
escribimos o hacemos creadoramente, reinventar las maneras de alcanzarnos como
seres humanos, de reencontrarnos con los otros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario