El guerrillero que no acepta y el pacificado. |
¿Qué pasó, cómo pensaron, qué hicieron o
qué ocurrió definitivamente con los guerrilleros venezolanos que aceptaron
deponer sus armas en el año 1967 y vivir sin miedo alguno ese complejo proceso
de pacificación dentro de los regímenes adecos y copeyanos de turno, hasta que
llegó, por la vía del sufragio popular, el teniente coronel Hugo Chávez Frías a
la Presidencia de la República en 1998 y comenzó otro ciclo histórico en el
cual estamos?
Hay, por supuesto, varias respuestas bien documentadas
y bastante sentidas sobre tal evento histórico y sus consecuencias, que sí resultó
trascendental para la vida republicana venezolana de las décadas posteriores; pero mucho
antes el dramaturgo Ugo Ulive se atrevió a ficcionar tan densa
realidad histórica y por eso escribió y estrenó su pieza teatral Prueba de fuego, durante la temporada
de 1981 en la Sala Juana Sujo de los espacios
de El Nuevo Grupo, con los actores José Ignacio Cabrujas y Omar
Gonzalo; ellos asumieron los personajes de los guerrilleros César y Mariñito quienes
se citan en un apartamento ubicado en
una barriada popular caraqueña y esperan, en medio de una tensa confrontación
verbal, a que un maduro líder guerrillero, quien reposa supuestamente, en otra habitación,
los explique las razones o sin razones de esa claudicación o estrategia o determinación con los destinos de los implicados en la lucha armada…pero él
nunca saldrá, porque está muerto.
Prueba de fuego,
tan controversial pieza para los años 80
del siglo pasado, porque tocaba un tema delicado o advertía que se viviría una
especie de ”prueba de fuego”, ha revivido 37 años después en la sala Espacio
Alterno del Trasnocho Cultural, puesta en escena por Vilma Ramia, ejecutiva del
Ateneo de Caracas, donde se replantea un análisis más contemporáneo sobre los
aciertos y los desaciertos de esa lucha armada guerrillera y sobre lo
verdaderamente positivo o lo negativo de aquello que hicieron o dejaron de hacer. Sí, Ulive le puso el cascabel al gato y planteó
en los años 60 a esos personajes de la aguerrida guerrilla que tienen que asumir
los aciertos o las componendas de sus líderes políticos en las décadas
posteriores.
Cuando
se estrenó Prueba de fuego se dio la
natural polémica por la visión crítica del dramaturgo, pero no pasó nada.
Estaban vivos, otros exguerrilleros como Teodoro Petkoff, y aquello no pasó de
unas cartas o unas declaraciones públicas, ya que los guerreros son humanos y
se cansan y optan reposo, mientras tanto.
Ahora, a 37 años de aquel auténtico suceso teatral,
que tuvo sus repercusiones de opiniones en la incipiente democracia de los años
80, los personajes de César y Mariñito han sido asumidos por los comediantes Alfredo
Sánchez y Federico Moleiro, quienes así han revivido para
debatir las acciones políticas a seguir y contrastar sus pareceres en torno a
la pacificación, sobre la cual mantienen opiniones contrapuestas. A partir de esa
ficción teatral vemos ahora cómo, lo que entonces era un futuro incierto, hoy
día es una realidad incontestable para los venezolanos, donde hay nuevos y
poderosos contratiempos a resolver según la urgencia de los mismos.
El espectáculo, que supera
fácilmente los 60 minutos, es placentero por la bien hilvanada trama que
concibió Ulive y que Vilma Ramia (alumna del director y actor Héctor Manrique)
respeta correctamente, haciendo énfasis en la conducción de los actores, muy
solventes, quienes de verdad sorprenden. Ojala que persistan en la aventura del
quehacer teatral donde son necesarios los nuevos talentos.
Esta obra teatral intenta, pues, desentrañar los orígenes de
aquellas circunstancias y constituye la mejor prueba de que el arte prefigura y
anticipa lo que la historia nos tiene que ofrecer como resultado. De allí su
vigencia y validez, estamos más que seguros. Volverla a ver nos reitera que la
vida hay que vivirla, aunque sea doloroso hacerlo y se pierda incluso la vida
en ese intento. Venezuela avanza por ahora en la vía electoral y ojala que se
persista hasta que todo se solucione o mejore.
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