miércoles, diciembre 12, 2018

Prosigue prueba de fuego

El guerrillero que no acepta y el pacificado.

¿Qué pasó, cómo pensaron, qué hicieron o qué ocurrió definitivamente con los guerrilleros venezolanos que aceptaron deponer sus armas en el año 1967 y vivir sin miedo alguno ese complejo proceso de pacificación dentro de los regímenes adecos y copeyanos de turno, hasta que llegó, por la vía del sufragio popular, el teniente coronel Hugo Chávez Frías a la Presidencia de la República en 1998 y comenzó otro ciclo histórico en el cual estamos?
Hay, por supuesto, varias respuestas bien documentadas y bastante sentidas sobre tal evento histórico y sus consecuencias, que sí resultó trascendental para la vida republicana  venezolana de las décadas posteriores; pero mucho antes el dramaturgo Ugo Ulive se atrevió a ficcionar tan densa realidad histórica y por eso escribió y estrenó su pieza teatral Prueba de fuego, durante la temporada de 1981 en la Sala   Juana Sujo de los espacios de El Nuevo  Grupo,  con los actores José Ignacio Cabrujas y Omar Gonzalo; ellos asumieron los personajes de los guerrilleros César y Mariñito quienes se citan en un  apartamento ubicado en una barriada popular caraqueña y esperan, en medio de una tensa confrontación verbal, a que un maduro líder guerrillero, quien reposa supuestamente, en otra habitación, los explique las razones o sin razones de esa claudicación  o estrategia  o determinación  con los destinos de  los implicados en la lucha armada…pero él nunca saldrá, porque está muerto.
Prueba de fuego, tan  controversial pieza para los años 80 del siglo pasado, porque tocaba un tema delicado o advertía que se viviría una especie de ”prueba de fuego”, ha revivido 37 años después en la sala Espacio Alterno del Trasnocho Cultural, puesta en escena por Vilma Ramia, ejecutiva del Ateneo de Caracas, donde se replantea un análisis más contemporáneo sobre los aciertos y los desaciertos de esa lucha armada guerrillera y sobre lo verdaderamente positivo o lo negativo de aquello que hicieron  o dejaron de hacer.  Sí, Ulive le puso el cascabel al gato y planteó en los años 60 a esos personajes de la aguerrida guerrilla que tienen que asumir los aciertos o las componendas de sus líderes políticos en las décadas posteriores.
Cuando se estrenó Prueba de fuego se dio la natural polémica por la visión crítica del dramaturgo, pero no pasó nada. Estaban vivos, otros exguerrilleros como Teodoro Petkoff, y aquello no pasó de unas cartas o unas declaraciones públicas, ya que los guerreros son humanos y se cansan y optan reposo, mientras tanto.
 Ahora, a 37 años de aquel auténtico suceso teatral, que tuvo sus repercusiones de opiniones en la incipiente democracia de los años 80, los personajes de César y Mariñito han sido asumidos por los comediantes Alfredo Sánchez y Federico Moleiro, quienes así han revivido para debatir las acciones políticas a seguir y contrastar sus pareceres en torno a la pacificación, sobre la cual mantienen opiniones contrapuestas. A partir de esa ficción teatral vemos ahora cómo, lo que entonces era un futuro incierto, hoy día es una realidad incontestable para los venezolanos, donde hay nuevos y poderosos contratiempos a resolver según la urgencia de los mismos.
El espectáculo, que supera  fácilmente los 60 minutos, es placentero por la bien hilvanada trama que concibió Ulive y que Vilma Ramia (alumna del director y actor Héctor Manrique) respeta correctamente, haciendo énfasis en la conducción de los actores, muy solventes, quienes de verdad sorprenden. Ojala que persistan en la aventura del quehacer teatral donde son necesarios los nuevos talentos.
Esta obra teatral intenta, pues, desentrañar los orígenes de aquellas circunstancias y constituye la mejor prueba de que el arte prefigura y anticipa lo que la historia nos tiene que ofrecer como resultado. De allí su vigencia y validez, estamos más que seguros. Volverla a ver nos reitera que la vida hay que vivirla, aunque sea doloroso hacerlo y se pierda incluso la vida en ese intento. Venezuela avanza por ahora en la vía electoral y ojala que se persista hasta que todo se solucione o mejore.




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