Desde 1975 no asistíamos en Caracas a una función teatral en Navidad. Los artistas vernáculos optan por descansar en esas fechas o viajar al exterior para jugar a los camaleones con los espectáculos de Nueva York, París, Londres o el nostálgico Madrid. En esta ocasión, también nosotros nos quedamos aquí y por eso presenciamos, en la Sala Anna Julia Rojas, por segunda vez, la erótica revista musical ¡Oh, Caracas¡/El otro lado de tu cama. Ambiciosa producción venezolana lograda con acierto por el empresario Esteban Trapiello, el director Rodolfo Drago, una docena de desinhibidos actores y actrices, además del juvenil cantante Keiser, y siete escritores criollos que aceptaron el reto.
Sobre la primera representación de ¡Oh, Caracas! para la prensa y la crítica, escribimos que estábamos ante un aceptable montaje visual y cultural, el cual sirve para reír y a veces, como consecuencia de la calidad de la pieza literaria y su desarrollo escénico, hasta permite que la sangre hierva y con fantástica velocidad organice una revolución al sur del ombligo, ya que esa es la prueba única de que lo exhibido o escuchado sí logra sacar de su ligero sueño a la imaginación, sin la cual el sexo no es más que una mera reacción animal o fisiológica.
Reconocimos que en ese ¡Oh, Caracas! había suficiente erotismo, no sólo verbal sino también visual, para que la mente de los espectadores planifique o busque con quién desahogarse. Los desnudos, discretos y nada agresivos (en playas o en piscinas hay más carnes y mayores volúmenes, además que están a la mano) son el justo ingrediente para que el espectáculo sea placentero. También destacamos que en su larga historia, el teatro venezolano, mejor dicho, los productores y los artistas, no habían trabajado con eróticas revistas musicales, salvo unos shows mínimos en bares o discotecas o los socorridos montajes exhibidos por la televisión, desprovistos de maldad, por supuesto. Ahora con este paso de Trapiello y Drago se abren unas cuantas posibilidades, porque hay un mercado ansioso por ver piezas eróticas, más o menos audaces.Una serie de recortes a los textos, como a las acciones dramáticas, le quitaron al espectáculo, visto ahora en Navidad, no menos de 30 minutos. Ahora sí todo estaba en su sitio y los intérpretes lucían más seguros de sus roles. Por lo que se puede afirmar que se trata de otro montaje, el cual hace temporada -dobles funciones hoy y mañana viernes, a las 8:30 pm y 10:30 pm; además del 1 de enero, a las 6:00 pm y 8:30 pm- en el Ateneo.
Este ¡Oh, Caracas! ha permitido comprobar las dificultades de nuestros dramaturgos para componer sketchs o minipiezas con dosis eróticas, pues tienen que superar los atavismos judeocristianos de sus basamentos culturales, ya que no son sajones ni nórdicos. Subrayamos esto porque el erotismo exhibido es light y recargado, inocentemente diríamos nosotros, de misoginia y homofobia, de chistes y/o situaciones que buscan la risa fácil del público, pero nunca una reflexión profunda sobre algo tan básico en la vida de los seres humanos como son el erotismo y sexo. Un texto erótico para el siglo XXI tiene que tener algo verdaderamente novedoso u original y llevar un equilibrio entre la información de las conductas sexuales y los juegos o escarceos amorosos o románticos, dejando por fuera lo obvio y lo vulgar. Conseguir a siete autores que lleven a sus textos tales exigencias no es nada fácil, y lo exhibido hasta ahora revela que hay material posible de cultivar o pulir, ya que los autores ahí involucrados, además de ser criollos, tienen un cúmulo de experiencias, aunque deben superar unas cuantas rémoras.
Para nosotros, los mejores textos fueron los de la periodista Atamaica Nazoa, el escritor Armando José Sequera (debería escribir más teatro, porque sí sabe) y el actor y dramaturgo Javier Vidal con su delicioso “Desnudos en el hall”. El gran triunfador es el director Drago quien tuvo el talento para coordinar los siete textos, crearles sus didascalias y conseguir la organicidad de los actores con sus complejas situaciones, donde cantaban (doblaban) y además bailaban. Ahí hay un elenco con talento para ser cultivado o pulido, aunque desde ya se destacan Maribel Zambrano y Daniel Ramírez, y el experimentado José Luis Montero.
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