Betty, de 33 años, y Elisa, algo mayor, viven un melodramático desenlace en un vagón del Metro de Nueva York. Son seres alienados que agobiados por las convenciones sociales optan por poner “la raya” a sus existencias de manera nada convencional.
Esa es la síntesis argumental de la pieza Caramelo de Nueva York, de Juan Martins (47 años), la cual obtuvo el primer premio de la Bienal de Literatura “Miguel Ramón Utrera”, en mención Dramaturgia, auspiciado por la Coordinación de Literatura de la Secretaría Sectorial de Cultura del estado Aragua, en Venezuela. Según la decisión del jurado, que integraron Alfredo Fuenmayor, Rodolfo Rodríguez y Oswaldo González, este trabajo literario “apunta hacia la concreción de una estructura coherente, cuyo discurso se arma desde el centro mismo de un espacio único, cerrado, múltiple, en el que confluyen conflictos, tensiones y situaciones dramáticas que en lo formal se resuelven en el mismo discurso físico-espacial, emocional-lúdico”.
Martins, quien ejerce la crítica teatral, explica que Caramelo de Nueva York es consecuencia de una experiencia maravillosa. “La hice a una hora determinada del día, con el ritmo necesario del oficio para escribir lo que el texto exige, no lo que uno quiere. A parte del hecho de que se debe escribir a diario, también se puede hacerlo a medio camino con lo orgánico, con el hecho automático que lleva una idea detrás de la otra sin pararte de la computadora y bajo su sorpresa. Hay un poco de esas dos cosas en la escritura de esta pieza, la cual forma parte de una trilogía que denomino ‘Piezas inicuas’, done los personajes estructuran el ritmo de los diálogos, la sintaxis, el sentido y, como es natural, el significado hacia formalidades psicológicas. Están allí ficcionando la realidad mediante lo perverso, lo extraño y la dualidad de sus caracteres. Siendo (desde la progresión de las escenas) el sexo un modo de vida en ellos”.
Profesor en Ciencias Sociales y maestro en Literatura Latinoamericana, además de dirigir el Estival Teatro en Maracay, Martins reitera que a la pieza premiada la acompañan Saldré de tu piel de cuero y Tres cabezas muerden mejor que una. “Es una trilogía donde está presente lo perverso, lo lúdico y ficcional. Esas temáticas no me son propias, es una concepción de la dramaturgia en la que la ciudad es el tema, un tratamiento de lo femenino. Y lo digo así porque Caramelo de Nueva York fue escrita orgánicamente, desde lo sentido por la escritura, y en ella predomina la intención del habla y del tono. En otra docena de piezas he venido tratando diversos temas, como Monos azules en Time Square que aborda lo mediático, la televisión, el teatro y sus diferentes modos de alienación. La escribí a cuatro manos con Isaac Goldemberg, peruano con muchos años residenciado en Nueva York. Esa me gusta por sus ritmos y porque se trata el asunto de los latinoamericanos en esa ciudad, la alienación consumista, el aspecto religioso de los latinoamericanos y su efecto mediático en una urbe como esa. Allí se cuestionan los efectos de los medios de comunicación, como lo hago en Dollwrist, que también me ha dado satisfacciones. Varias de mis piezas están centradas en el asunto de la televisión y sus dueños, las formas de poder que se establecen desde estos medios y el elemento erótico.
-¿Por qué el teatro y la literatura?
-Son opciones de vida y porque entre la literatura y el teatro existe un estrecho enlace. Es más, sabemos que el teatro, en tanto a su dramaturgia, es literatura. Cada cual encuentra sus vínculos necesarios, pero si se asume la condición desde el escritor sabremos que será el texto quien nos exigirá y no al contrario. En otras palabras, no escribimos lo que queremos, sino lo que el texto nos exige.
-¿Cómo se maneja en esas dos disciplinas y además en la crítica?
- Escribo y es una vitalidad, pero también necesito integrarme al escenario. Y la crítica teatral es parte de esa misma vitalidad. Por ello, desde la crítica establezco un respeto hacia el actor. Eso me legitima escribir crítica, pero no me hace juez en nada. No me siento juez ni responsable de los discursos, sólo trato de ser honesto conmigo mismo, porque también soy creador. Cuando me presento como productor o escritor para nada tiene que ver con la crítica que ejerzo. Son limitaciones del hecho escritural que bien someto al rigor del método y el primero que me lo agradece (en caso de que sea así) es el lector. A él me debo, sea éste un espectador o un actor, actriz. Y me hace feliz escribir para ellos.
-¿Cuál es el estado actual del teatro venezolano?
Esa es la síntesis argumental de la pieza Caramelo de Nueva York, de Juan Martins (47 años), la cual obtuvo el primer premio de la Bienal de Literatura “Miguel Ramón Utrera”, en mención Dramaturgia, auspiciado por la Coordinación de Literatura de la Secretaría Sectorial de Cultura del estado Aragua, en Venezuela. Según la decisión del jurado, que integraron Alfredo Fuenmayor, Rodolfo Rodríguez y Oswaldo González, este trabajo literario “apunta hacia la concreción de una estructura coherente, cuyo discurso se arma desde el centro mismo de un espacio único, cerrado, múltiple, en el que confluyen conflictos, tensiones y situaciones dramáticas que en lo formal se resuelven en el mismo discurso físico-espacial, emocional-lúdico”.
Martins, quien ejerce la crítica teatral, explica que Caramelo de Nueva York es consecuencia de una experiencia maravillosa. “La hice a una hora determinada del día, con el ritmo necesario del oficio para escribir lo que el texto exige, no lo que uno quiere. A parte del hecho de que se debe escribir a diario, también se puede hacerlo a medio camino con lo orgánico, con el hecho automático que lleva una idea detrás de la otra sin pararte de la computadora y bajo su sorpresa. Hay un poco de esas dos cosas en la escritura de esta pieza, la cual forma parte de una trilogía que denomino ‘Piezas inicuas’, done los personajes estructuran el ritmo de los diálogos, la sintaxis, el sentido y, como es natural, el significado hacia formalidades psicológicas. Están allí ficcionando la realidad mediante lo perverso, lo extraño y la dualidad de sus caracteres. Siendo (desde la progresión de las escenas) el sexo un modo de vida en ellos”.
Profesor en Ciencias Sociales y maestro en Literatura Latinoamericana, además de dirigir el Estival Teatro en Maracay, Martins reitera que a la pieza premiada la acompañan Saldré de tu piel de cuero y Tres cabezas muerden mejor que una. “Es una trilogía donde está presente lo perverso, lo lúdico y ficcional. Esas temáticas no me son propias, es una concepción de la dramaturgia en la que la ciudad es el tema, un tratamiento de lo femenino. Y lo digo así porque Caramelo de Nueva York fue escrita orgánicamente, desde lo sentido por la escritura, y en ella predomina la intención del habla y del tono. En otra docena de piezas he venido tratando diversos temas, como Monos azules en Time Square que aborda lo mediático, la televisión, el teatro y sus diferentes modos de alienación. La escribí a cuatro manos con Isaac Goldemberg, peruano con muchos años residenciado en Nueva York. Esa me gusta por sus ritmos y porque se trata el asunto de los latinoamericanos en esa ciudad, la alienación consumista, el aspecto religioso de los latinoamericanos y su efecto mediático en una urbe como esa. Allí se cuestionan los efectos de los medios de comunicación, como lo hago en Dollwrist, que también me ha dado satisfacciones. Varias de mis piezas están centradas en el asunto de la televisión y sus dueños, las formas de poder que se establecen desde estos medios y el elemento erótico.
-¿Por qué el teatro y la literatura?
-Son opciones de vida y porque entre la literatura y el teatro existe un estrecho enlace. Es más, sabemos que el teatro, en tanto a su dramaturgia, es literatura. Cada cual encuentra sus vínculos necesarios, pero si se asume la condición desde el escritor sabremos que será el texto quien nos exigirá y no al contrario. En otras palabras, no escribimos lo que queremos, sino lo que el texto nos exige.
-¿Cómo se maneja en esas dos disciplinas y además en la crítica?
- Escribo y es una vitalidad, pero también necesito integrarme al escenario. Y la crítica teatral es parte de esa misma vitalidad. Por ello, desde la crítica establezco un respeto hacia el actor. Eso me legitima escribir crítica, pero no me hace juez en nada. No me siento juez ni responsable de los discursos, sólo trato de ser honesto conmigo mismo, porque también soy creador. Cuando me presento como productor o escritor para nada tiene que ver con la crítica que ejerzo. Son limitaciones del hecho escritural que bien someto al rigor del método y el primero que me lo agradece (en caso de que sea así) es el lector. A él me debo, sea éste un espectador o un actor, actriz. Y me hace feliz escribir para ellos.
-¿Cuál es el estado actual del teatro venezolano?
-Repito lo que he dicho en otros escenarios: se ven emerger grupos, actores, actrices, dramaturgos y directores (sin ser aún un movimiento) que, con mucho menos recursos, están alcanzando niveles estéticos bien reveladores. La reciente Muestra Internacional de Teatro y Títeres en las Comunidades de Caracas nos mostró esa posibilidad, sorprendiendo a propios y extraños en ese acontecimiento. A esos grupos nadie los conoce, nadie los ve en ciertos centros culturales, pero desarrollan su trabajo. Por ello, tenemos que estar pendientes de esas nuevas voces, incluso, en la dramaturgia. Eso me interesa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario