Abdón Villamizar (San Cristóbal, 30 de julio de 1929) retornó a Nueva York tras sus vacaciones anuales en Caracas. Se marchó inmensamente feliz por haber presentado su cuarto libro de piezas teatrales y cuentos en la Sala Rajatabla, apadrinado por los actores Francis Rueda y Francisco Alfaro, después que un elenco de jóvenes estudiantes le hicieran una lectura dramatizada de su obra El muerto y sus dolientes.
Villamizar, como lo dijo durante el acto de presentación de su texto, nunca esperó que uno de sus textos “alcanzara el honor de ser representado o leído en una sala con tanta historia positiva para el teatro venezolano, a la cual conocí décadas atrás, durante la exhibición del espectáculo Cacería de ratas, de Peter Turrini, donde uno de los actores era precisamente ese trabajador de las tablas que ha sido William José López”.
Después de haber estudiado teatro con Juana Sujo, Horacio Peterson y Enrique Benshimol en la Caracas perezjimenista, Villamizar se instaló en Estados Unidos desde 1958 y con el paso de los años, además del trabajo y el permanente estudio, se convirtió en uno de los puntales para el desarrollo de las artes escénicas hispanas en Nueva York, al lograr crear el Instituto de Arte Teatral Internacional (IATI), hacia 1969, y fundar la Sala Tamanaco para la exhibición de obras venezolanos e internacionales. Tras un sórdido accidente -fue atropellado y mutilado por un camión del aseo neoyorquino, en 1986- se entregó a escribir teatro, editarlo y montar algunos textos.
Villamizar, como lo dijo durante el acto de presentación de su texto, nunca esperó que uno de sus textos “alcanzara el honor de ser representado o leído en una sala con tanta historia positiva para el teatro venezolano, a la cual conocí décadas atrás, durante la exhibición del espectáculo Cacería de ratas, de Peter Turrini, donde uno de los actores era precisamente ese trabajador de las tablas que ha sido William José López”.
Después de haber estudiado teatro con Juana Sujo, Horacio Peterson y Enrique Benshimol en la Caracas perezjimenista, Villamizar se instaló en Estados Unidos desde 1958 y con el paso de los años, además del trabajo y el permanente estudio, se convirtió en uno de los puntales para el desarrollo de las artes escénicas hispanas en Nueva York, al lograr crear el Instituto de Arte Teatral Internacional (IATI), hacia 1969, y fundar la Sala Tamanaco para la exhibición de obras venezolanos e internacionales. Tras un sórdido accidente -fue atropellado y mutilado por un camión del aseo neoyorquino, en 1986- se entregó a escribir teatro, editarlo y montar algunos textos.
Con El muerto y sus dolientes plasma la historia de “Justino”, un “respetable caballero” que en vida tuvo innumerables máscaras y conductas existenciales, las cuales se conocen precisamente en la noche de su velatorio, ya que ante su ataúd desfilan, de manera intimidante y haciendo uso de un verbo ácido y revelador, desde un travestí hasta la esposa, además de una amante y una criada, todos personajes amargados porque el occiso los utilizó para sus placeres libidinosos. Es la patética historia de un rico de pueblo o un semental de la comarca, que Abdón ha teatralizado para “hacer un tanto de prédica moral sobre los excesos de una generación que entre las décadas de los 30 y 60 impuso su ley en toda Venezuela”, según nos lo reiteró.
“Nada de lo que pasa en El muerto y sus dolientes es extraño en el mundo que estamos viviendo, ya que si esos padrotes han disminuido en cantidad, todavía quedan unos cuantos y han brotado otros que con mayores refinamientos usan su poder para destruir hogares o personalidades”, afirma el dramaturgo.
“Nada de lo que pasa en El muerto y sus dolientes es extraño en el mundo que estamos viviendo, ya que si esos padrotes han disminuido en cantidad, todavía quedan unos cuantos y han brotado otros que con mayores refinamientos usan su poder para destruir hogares o personalidades”, afirma el dramaturgo.
El muerto y sus dolientes, respetable pieza del teatro costumbrista criollo, fue leída y representada por Wilfredo Arguello, Karlina Fernández, Yurahy Castro, Jean Carlos Rodríguez, Tatiana Mabo, Emilshen Acevedo y la veterana actriz Miriam Pareja, bajo la conducción de Rufino Acosta. Podría ser ensayado un poco más y hasta servir de espectáculo de ejercicio por los alumnos del Taller Permanente Actoral del Rajatabla que desde 1993 comanda Francisco Alfaro.
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