La periodista Mónica Montañés lo escribió. Gerardo Blanco tomó las magras cuartillas de lo que sería un atrevido unipersonal y con creatividad y paciencia inventó un montaje para que Mimí Lazo lo estrenara en la temporada 1996 del Ateneo de Caracas. Desde entonces El aplauso va por dentro ha recorrido espacios teatrales americanos y europeos y ahora, como para que la verde y cochina envidia no tengan descanso durante lo que resta de este convulso y bisagra 2007, se presenta, en única función, esta noche del 11 de diciembre, a las siete en el auditorio de las Naciones Unidas, allá en Nueva York, durante un especial acto cultural auspiciado por la embajada de la República Bolivariana de Venezuela ante ese organismo multinacional. Una temática socioantropológica que asoma en tan selecto escenario político, precisamente cuando la violencia de genero se ha convertido en algo más que un peligroso problema de convivencia mundial.
La información la dio Mimí, quien desde el pasado octubre reside en Manhattan y donde además se presenta con sendos espectáculos en la sala de Repertorio Español. Las quiero a las dos, de Ricardo Talesnik, la cómica situación del “donjuán” que pretende amar y ser amado por dos féminas, y su infaltable El aplauso va por dentro, las vicisitudes de Valeria: una arquitecta cuarentona y divorciada que lucha desesperadamente para conseguir un hombre capaz de compartir amor, sexo y compañía perenne en sus conjuntas y cotidianas luchas contra la soledad y para intentar construir un hogar.
Las peripecias de esa arquetípica Valeria, que se materializan mediante una hora de ejercicios aeróbicos en un gimnasio, se han mostrado casi dos mil veces y durante el pasado fin de semana no menos de mil espectadoras y espectadores la aplaudieron en el penthouse de Corp Banca, en La Castellana, para lo cual Mimí viajó desde Nueva York y ayer volvió a volar por el urgente compromiso en la ONU.
Perdimos la cuenta de las funciones que hemos visto de El aplauso va por dentro, increíble fenómeno de público en la historia del teatro vernáculo, sólo comparable con la tragicómica pieza travestí Mister Juramento de Néstor Caballero. Y cada vez encontramos mayores y mejores elementos de comunicación y catarsis que atrapan a las nuevas audiencias. Además del impecable desarrollo que como interprete ha logrado Mimí con su sosías Valeria, personaje que no se quedó en el siglo XX sino que ha variando con el paso de los años y el peso de las experiencias, lo cual enriquece no sólo las didascalias sino el mismo discurso de la pieza. Es un montaje dialéctico y esto se ha logrado por la entrega profesional de la actriz y por la reacción del público que siempre quiere verlo y repetirlo como si fuese la primera vez, con lo cual se pule el discurso femenino de la autora, convertida ahora en exitosa libretista de telenovelas.
La historia teatral esta en deuda con Mimí, Blanco y Mónica, pero mucho más será cuando se le aplauda en cine.
La información la dio Mimí, quien desde el pasado octubre reside en Manhattan y donde además se presenta con sendos espectáculos en la sala de Repertorio Español. Las quiero a las dos, de Ricardo Talesnik, la cómica situación del “donjuán” que pretende amar y ser amado por dos féminas, y su infaltable El aplauso va por dentro, las vicisitudes de Valeria: una arquitecta cuarentona y divorciada que lucha desesperadamente para conseguir un hombre capaz de compartir amor, sexo y compañía perenne en sus conjuntas y cotidianas luchas contra la soledad y para intentar construir un hogar.
Las peripecias de esa arquetípica Valeria, que se materializan mediante una hora de ejercicios aeróbicos en un gimnasio, se han mostrado casi dos mil veces y durante el pasado fin de semana no menos de mil espectadoras y espectadores la aplaudieron en el penthouse de Corp Banca, en La Castellana, para lo cual Mimí viajó desde Nueva York y ayer volvió a volar por el urgente compromiso en la ONU.
Perdimos la cuenta de las funciones que hemos visto de El aplauso va por dentro, increíble fenómeno de público en la historia del teatro vernáculo, sólo comparable con la tragicómica pieza travestí Mister Juramento de Néstor Caballero. Y cada vez encontramos mayores y mejores elementos de comunicación y catarsis que atrapan a las nuevas audiencias. Además del impecable desarrollo que como interprete ha logrado Mimí con su sosías Valeria, personaje que no se quedó en el siglo XX sino que ha variando con el paso de los años y el peso de las experiencias, lo cual enriquece no sólo las didascalias sino el mismo discurso de la pieza. Es un montaje dialéctico y esto se ha logrado por la entrega profesional de la actriz y por la reacción del público que siempre quiere verlo y repetirlo como si fuese la primera vez, con lo cual se pule el discurso femenino de la autora, convertida ahora en exitosa libretista de telenovelas.
La historia teatral esta en deuda con Mimí, Blanco y Mónica, pero mucho más será cuando se le aplauda en cine.
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