Ricardo Nortier hasta ahora es el único actor brasileño que hace una vida activa, profesional y de calidad en los escenarios venezolanos. Nació hace unos 40 años en Minas Gerais y llegó a Caracas en 1996 con el espectáculo La falsa criada, que Orlando Arocha había dirigido en Brasil. “Éramos un grupo de 13 comediantes y me quedé como invitado con el objetivo de intercambiar experiencias con la agrupación Teatro del Contrajuego. Eso iba a ser por tres meses, los cuales se prolongaron un poquito: doce años, hasta ahora”, dice con un musical castellano que no oculta su procedencia.
Reconoce que esa pasantía por Caracas la tomó inicialmente como una aventura. ”Al principio no hablaba ni una sola palabra en español y cada vez que me tocaba intercambiar con los actores era un gran esfuerzo, pero me ayudaba con la mímica y con el lenguaje universal de los gestos. Además quería aprender un nuevo idioma. Me gustó este país porque no tiene estaciones, además hice buenos amigos y porque a veces la vida es la que escoge por uno y porque como, buen brasileño, me dejo llevar por las olas del mar”.
Cree que “la floresta amazónica impidió mucho que nos mezcláramos, tanto que la música caribeña era muy poco conocida en Brasil. Y la música brasileña se hacía sin influencia extranjera. El encierro cultural nos obligó a crear un estilo propio, eso también sucedió con el teatro. Los dramaturgos y directores han estado muy centrados en los temas brasileños, Brasil es muy grande y con una increíble diversidad cultural, pero para mi esa idea de encerramiento no encajaba con mis ambiciones artísticas y necesitaba encontrarme con algo nuevo, como los tambores de Choroní, las arepas y otros sabores venezolanos. Todo eso me permitió abrir mis horizontes y mirar al ser humano como un ser universal, que necesita la mezcla de culturas para adaptarse, progresar y comunicarse. Todo eso lo aprendí aquí, en Venezuela”.
Revela que al principio tenía problemas con el idioma y la idiosincrasia venezolana, por lo que su accionar social era limitado. “Comencé como director, ya que se podía usar un traductor para trabajar con los actores; luego, el contacto con los comediantes me permitió absorber los lenguajes propios del teatro criollo y a partir de ahí me lancé a encarnar personajes que sí permitían mi acento”.
-¿Su acento ha sido obstáculo?
-Siempre me he arriesgado mucho en ese campo. Y ahora pienso que en la actuación lo menos importante es el acento. Porque una buena interpretación es algo más que más que hablar con un acento local. Todo depende de dónde el actor se encuentre; si hablamos de la inmediatez de la televisión, mi acento me ayuda a conseguir personajes extranjeros, aunque he actuado en RCTV sin ningún problema con el acento. Todo es cuestión de trabajo actoral y dedicación. Como actor no me es muy difícil decir: que fino, muy chévere, o ¿qué pasó papá? Siempre saqué provecho de las experiencias difíciles, creo que por esto todavía sigo creyendo en este país.
-¿Satisfecho de haber elegido a Venezuela?
-Si, no me puedo quejar. He hecho tantas cosas buenas acá. He podido protagonizar grandes roles como Hamlet, porque es un personaje que siempre había querido hacer y tuve la oportunidad de hacerlo acá. Luego llevamos el montaje a Brasil y fue un enorme éxito allá. Venezuela se tornó un centro de creación para mí, como todo lo que sucede en este país, todos los días. Este país es una cajita de inspiración para cualquier artista y yo lo ratifico, porque aquí he hecho mis creaciones. Y es por eso que ahora voy a Brasil con un espectáculo que nació aquí y ahora trasciende las fronteras. Me refiero a La insólita cocina de Leonardo Da Vinci.
-¿Qué pasa con su gira por Brasil con ese montaje?
-El espectáculo fue vencedor de un concurso en Brasil cuando lo lleve por primera vez. Quería hacerlo en portugués, ya que venía haciéndolo en español durante cinco años y girándolo por varios festivales internacionales. En diciembre de 2007 el jurado del periódico brasileño Globo reconoció mi trabajo y fue premiado entre los tres mejores montajes de Brasil de ese año. Esto generó un enorme interés por la pieza y comenzaron las invitaciones para retornar a Brasil. Finalmente se concretó esta posibilidad y ahora regresa para ser exhibido en cinco ciudades: Río de Janeiro, Sao Paulo, Curitiba, Bahía y Brasilia, que son auténticos polos culturales. Haré cuatro funciones en cada urbe y comienzo en Río el próximo jueves y finalizo en Curitiba el 10 de Mayo. Es un unipersonal creado en Caracas que se verá de nuevo en la tierra de mis ancestros. Así es este continente.
-¿Como nació esta pieza?
-Esta obra fue inspirada en unas anotaciones que, según el Circulo Gastronómico de Italia, pertenecieron a Leonardo Da Vinci. Yo estaba “cocinando” algo sobre Leonardo, ya que es un personaje intrigante de la historia, el verdadero Huomo universale, de una genialidad impresionante. Al ver su Monalisa en el Museo del Louvre, el impacto que esta pintura provoca en los espectadores, el misterio alrededor del cuadro, me inspiró a contar la vida de Leonardo. Pero no quería hacer nada histórico y decidí tomar la libertad para jugar con este personaje. En mi obra lo que más le interesa es la cocina y esto crea una cantidad de conflictos y de un cierto modo trato de justificar el porque Leonardo Da Vinci no terminaba nunca una obra de arte, dejando la mayoría de sus cuadros inacabados.
-¿Que le han dicho sobre ella?
-El público y la crítica han sido maravillosos conmigo. Algunos la consideran la mejor obra que he escrito. Tal vez por que es una pieza con mucha sensibilidad, a veces muy graciosa, a veces melancólica, a veces filosófica y poética. Agrada a la gente de todas las edades: eruditos, amantes de la pintura, de la cocina, del arte, de la historia, etcétera. Tiene muchos ingredientes.
-¿Qué reacciones ha tenido el público y la critica?
-Una de las críticas de mayor peso en la historia del teatro brasilero, Barbara Heliodora, dedicó una primera página en el Globo, para hablar de esta obra. Ella es tan poderosa en Brasil que su crítica puede hacer con que un espectáculo se convierta en éxito o en fracaso, sin importar el elenco. Puede ser Fernanda Montenegro o Antonio Fagundes, pero si ella escribe mal, el público no asiste a la obra. Pero también puede hacer de una obra “el éxito del año”, que fue lo que ocurrió en el caso de La insólita cocina de Leonardo da Vinci. La llamó la "Sorpresa de Agosto: un placer para los ojos y oídos del espectador", a partir de ahí tuve la sala llena todas las funciones durante mi temporada en Río de Janeiro. Esto por el lado de opiniones formadas como son la de los críticos, el público en general sale encantado, disfrutan mucho del lado culinario de Leonardo Da Vinci.
-¿Cómo fueron sus inicios en el teatro de su tierra natal?
-Me gradué en el Palacio de las Artes, una de las mejores escuelas de formación integral. Fueron seis años estudiando diferentes técnicas y recibiendo clases de dramaturgia, dirección, psicología, escenografía, iluminación, danza clásica, crítica y actuación. Construí una carrera con buen apoyo teórico y al trabajar recibí premios como actor y director antes de mudarme a Venezuela. Profesionalmente me fue muy bien, pero sentía que necesitaba nuevas experiencias. Siempre he sido muy curioso y el cambiarme de país me ha ayudado mucho en mis búsquedas, tanto personales como artísticas.
-¿Cómo escribe una obra?
-Observo profundamente mi estado anímico. Y me hago preguntas tales como: ¿qué es necesario que yo diga y como expresaré esta idea? Si no encuentro respuestas no escribo nada.
-¿Dónde se siente mejor: actor, autor o director?
-Soy un actor que dirige y a veces me gusta hacerlo con mi propia dramaturgia.
- ¿Planes para cuando regrese a Caracas?
- Estreno el teatro del Piso 5 en El Hatillo con mi obra para niños La pájara Pinta y el pájaro Loco. Montaré una nueva obra de Nelson Rodrigues, El beso en el asfalto, un texto grandioso al tratar un tema tabú como es la homofobia. Y estoy trabajando en una versión de Edipo Rey, para hablar del poder ciego en America Latina. Por otro lado como actor estaré en Cuarteto de Muller, y El Arlequín de Goldoni, ambos dirigidos por Orlando Arocha.
Reconoce que esa pasantía por Caracas la tomó inicialmente como una aventura. ”Al principio no hablaba ni una sola palabra en español y cada vez que me tocaba intercambiar con los actores era un gran esfuerzo, pero me ayudaba con la mímica y con el lenguaje universal de los gestos. Además quería aprender un nuevo idioma. Me gustó este país porque no tiene estaciones, además hice buenos amigos y porque a veces la vida es la que escoge por uno y porque como, buen brasileño, me dejo llevar por las olas del mar”.
Cree que “la floresta amazónica impidió mucho que nos mezcláramos, tanto que la música caribeña era muy poco conocida en Brasil. Y la música brasileña se hacía sin influencia extranjera. El encierro cultural nos obligó a crear un estilo propio, eso también sucedió con el teatro. Los dramaturgos y directores han estado muy centrados en los temas brasileños, Brasil es muy grande y con una increíble diversidad cultural, pero para mi esa idea de encerramiento no encajaba con mis ambiciones artísticas y necesitaba encontrarme con algo nuevo, como los tambores de Choroní, las arepas y otros sabores venezolanos. Todo eso me permitió abrir mis horizontes y mirar al ser humano como un ser universal, que necesita la mezcla de culturas para adaptarse, progresar y comunicarse. Todo eso lo aprendí aquí, en Venezuela”.
Revela que al principio tenía problemas con el idioma y la idiosincrasia venezolana, por lo que su accionar social era limitado. “Comencé como director, ya que se podía usar un traductor para trabajar con los actores; luego, el contacto con los comediantes me permitió absorber los lenguajes propios del teatro criollo y a partir de ahí me lancé a encarnar personajes que sí permitían mi acento”.
-¿Su acento ha sido obstáculo?
-Siempre me he arriesgado mucho en ese campo. Y ahora pienso que en la actuación lo menos importante es el acento. Porque una buena interpretación es algo más que más que hablar con un acento local. Todo depende de dónde el actor se encuentre; si hablamos de la inmediatez de la televisión, mi acento me ayuda a conseguir personajes extranjeros, aunque he actuado en RCTV sin ningún problema con el acento. Todo es cuestión de trabajo actoral y dedicación. Como actor no me es muy difícil decir: que fino, muy chévere, o ¿qué pasó papá? Siempre saqué provecho de las experiencias difíciles, creo que por esto todavía sigo creyendo en este país.
-¿Satisfecho de haber elegido a Venezuela?
-Si, no me puedo quejar. He hecho tantas cosas buenas acá. He podido protagonizar grandes roles como Hamlet, porque es un personaje que siempre había querido hacer y tuve la oportunidad de hacerlo acá. Luego llevamos el montaje a Brasil y fue un enorme éxito allá. Venezuela se tornó un centro de creación para mí, como todo lo que sucede en este país, todos los días. Este país es una cajita de inspiración para cualquier artista y yo lo ratifico, porque aquí he hecho mis creaciones. Y es por eso que ahora voy a Brasil con un espectáculo que nació aquí y ahora trasciende las fronteras. Me refiero a La insólita cocina de Leonardo Da Vinci.
-¿Qué pasa con su gira por Brasil con ese montaje?
-El espectáculo fue vencedor de un concurso en Brasil cuando lo lleve por primera vez. Quería hacerlo en portugués, ya que venía haciéndolo en español durante cinco años y girándolo por varios festivales internacionales. En diciembre de 2007 el jurado del periódico brasileño Globo reconoció mi trabajo y fue premiado entre los tres mejores montajes de Brasil de ese año. Esto generó un enorme interés por la pieza y comenzaron las invitaciones para retornar a Brasil. Finalmente se concretó esta posibilidad y ahora regresa para ser exhibido en cinco ciudades: Río de Janeiro, Sao Paulo, Curitiba, Bahía y Brasilia, que son auténticos polos culturales. Haré cuatro funciones en cada urbe y comienzo en Río el próximo jueves y finalizo en Curitiba el 10 de Mayo. Es un unipersonal creado en Caracas que se verá de nuevo en la tierra de mis ancestros. Así es este continente.
-¿Como nació esta pieza?
-Esta obra fue inspirada en unas anotaciones que, según el Circulo Gastronómico de Italia, pertenecieron a Leonardo Da Vinci. Yo estaba “cocinando” algo sobre Leonardo, ya que es un personaje intrigante de la historia, el verdadero Huomo universale, de una genialidad impresionante. Al ver su Monalisa en el Museo del Louvre, el impacto que esta pintura provoca en los espectadores, el misterio alrededor del cuadro, me inspiró a contar la vida de Leonardo. Pero no quería hacer nada histórico y decidí tomar la libertad para jugar con este personaje. En mi obra lo que más le interesa es la cocina y esto crea una cantidad de conflictos y de un cierto modo trato de justificar el porque Leonardo Da Vinci no terminaba nunca una obra de arte, dejando la mayoría de sus cuadros inacabados.
-¿Que le han dicho sobre ella?
-El público y la crítica han sido maravillosos conmigo. Algunos la consideran la mejor obra que he escrito. Tal vez por que es una pieza con mucha sensibilidad, a veces muy graciosa, a veces melancólica, a veces filosófica y poética. Agrada a la gente de todas las edades: eruditos, amantes de la pintura, de la cocina, del arte, de la historia, etcétera. Tiene muchos ingredientes.
-¿Qué reacciones ha tenido el público y la critica?
-Una de las críticas de mayor peso en la historia del teatro brasilero, Barbara Heliodora, dedicó una primera página en el Globo, para hablar de esta obra. Ella es tan poderosa en Brasil que su crítica puede hacer con que un espectáculo se convierta en éxito o en fracaso, sin importar el elenco. Puede ser Fernanda Montenegro o Antonio Fagundes, pero si ella escribe mal, el público no asiste a la obra. Pero también puede hacer de una obra “el éxito del año”, que fue lo que ocurrió en el caso de La insólita cocina de Leonardo da Vinci. La llamó la "Sorpresa de Agosto: un placer para los ojos y oídos del espectador", a partir de ahí tuve la sala llena todas las funciones durante mi temporada en Río de Janeiro. Esto por el lado de opiniones formadas como son la de los críticos, el público en general sale encantado, disfrutan mucho del lado culinario de Leonardo Da Vinci.
-¿Cómo fueron sus inicios en el teatro de su tierra natal?
-Me gradué en el Palacio de las Artes, una de las mejores escuelas de formación integral. Fueron seis años estudiando diferentes técnicas y recibiendo clases de dramaturgia, dirección, psicología, escenografía, iluminación, danza clásica, crítica y actuación. Construí una carrera con buen apoyo teórico y al trabajar recibí premios como actor y director antes de mudarme a Venezuela. Profesionalmente me fue muy bien, pero sentía que necesitaba nuevas experiencias. Siempre he sido muy curioso y el cambiarme de país me ha ayudado mucho en mis búsquedas, tanto personales como artísticas.
-¿Cómo escribe una obra?
-Observo profundamente mi estado anímico. Y me hago preguntas tales como: ¿qué es necesario que yo diga y como expresaré esta idea? Si no encuentro respuestas no escribo nada.
-¿Dónde se siente mejor: actor, autor o director?
-Soy un actor que dirige y a veces me gusta hacerlo con mi propia dramaturgia.
- ¿Planes para cuando regrese a Caracas?
- Estreno el teatro del Piso 5 en El Hatillo con mi obra para niños La pájara Pinta y el pájaro Loco. Montaré una nueva obra de Nelson Rodrigues, El beso en el asfalto, un texto grandioso al tratar un tema tabú como es la homofobia. Y estoy trabajando en una versión de Edipo Rey, para hablar del poder ciego en America Latina. Por otro lado como actor estaré en Cuarteto de Muller, y El Arlequín de Goldoni, ambos dirigidos por Orlando Arocha.
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