Las comedias musicales en Londres (West End) y Nueva York (Broadway) son la suma de los mejores talentos posibles, desde dramaturgos hasta iluminadores, pasando por directores, actores, cantantes, bailarines, vestuaristas, escenógrafos y publicistas. Son las puntas de la prospera industria del show bussines que además se reproduce en otras países donde haya empresarios y artistas dispuestos a recrear esos fenómenos culturales. Son una fastuosa muestra de que la globalización de las artes escénicas no se altera ante las barreras de la incultura ni de la torpe política.
Quien muestre una comedia al estilo Broadway en Caracas tiene una audacia artística sin límites y una asombrosa visión humanista del crematístico negocio que hacen en Estados Unidos de América y el Reino Unido. Aquí difícilmente se recupera la inversión y mucho menos se lucra, ya que no hay espacios teatrales adecuados en lo técnico y con capacidad, ni disponibles para largas temporadas. El otro aspecto vital, como es el artístico, tiene que desafiar las trampas de todos los ancestrales subdesarrollos formativos, esa ausencia de escuelas rigurosas que en vez de frustrar a sus educandos los catapulte al estrellato, por lo que los elencos siempre llevan el amargo rótulo “Es lo que hay”.
Pero en Caracas –teniendo en cuenta las diferencias físicas y conceptuales con respecto a lo que se hace en Londres y Nueva York- las comedias musicales se logran por el tesón de un artista venezolano de 28 años, quien ha logrado integrar un equipo y llevar así a escena, durante los últimos años, a memorables montajes como Jesucristo Superestrella (2007), Los productores (2008) y El violinista sobre el tejado (2005 y 2006).
Ahora el caraqueño Michel Hausmann –su familia judía se salvó del Holocausto- junto a Yair Rosember dirigen y producen, respectivamente, la reposición de El violinista sobre el tejado, protagonizado por Armando Cabrera, Beatriz Valdés, Tania Sarabia y Cayito Aponte además de las actuaciones estelares de Luigi Sciamanna, Rolando Padilla, Jean Paúl Leroux, Gerardo Soto, Nathalia Martínez, Mariaca Semprún, Violeta Alemán, Victoria Nogueroles, y Gonzalo J. Camacho, acompañados por más de 40 artistas en escena, quienes hacen temporada en el Aula Magma de la Universidad Central de Venezuela.
El espectáculo además cuenta con la dirección musical y de orquesta de Salomón Lerner, con el vestuario de Evelyn Villegas, las coreografías de Luz Urdaneta, la escenografía de Edwin Erminy, la iluminación de Carolina Puig, además de un grupo valioso de aguerridos músicos.
Hausmann advierte que El violinista sobre el tejado fue su primer trabajo como director de musicales. “Desde entonces, monte Jesucristo Superestrella y Los productores. Este nuevo montaje o reposición de El violinista… viene de nuestra agrupación o empresa mucho más madura, en temas de musicales tanto en el aspecto técnico como artístico. Hemos aprendido, hemos creado a partir de los patrones foráneos. Nuestros artistas han puesto lo suyo. Además de los musicales, hemos montado Tócala de nuevo de Woody Allen, El favorito de dios de Neil Simon y el estreno de Los Navegaos del dramaturgo venezolano Isaac Chocrón”.
-¿Cómo financia sus espectáculos?
-Nuestra gasolina es casi exclusivamente la taquilla. Tenemos apoyo de empresas privadas, pero el 94% del financiamiento nuestro viene de la respuesta del público en la taquilla. Como otras empresas privadas nos financiamos mediante préstamos de los bancos.
-¿Tiene suficiente público como para recuperar las inversiones?
-Sí y hasta tener ganancias modestas. Nuestra meta siempre ha sido ofrecerle al público un espectáculo de altísima calidad y que la taquilla pague el costo de las obras. La verdad es que no es ninguna formula novedosa, es la formula de las grandes ciudades como Nueva York, Buenos Aires, Londres. Lo que pasa es que el teatro en Venezuela siempre ha estado asociado al subsidio de los grupos y eso por naturaleza le hace a los productores ponerle menos atención a la taquilla y más a las relaciones con el estado. Con nuestra empresa Palo de Agua no hacemos eso.
-¿Por qué hace musicales?
-Porque me encantan, me apasionan. Son un género realmente mágico. Las escenas aumentan el nivel de tensión hasta el momento que los actores irrumpen en canción. Es un género muy permisivo y de mucha complicidad con el público. Porque son arte teatral y no es fácil hacerlo bien.
-¿Cuándo se atreve con un musical venezolano?
-Pronto, mi amigo Salomón Lerner (el director musical de las obras y gran compositor) y yo fuimos este verano a Nueva York a participar en un curso sobre escribir musicales. Hemos hecho algunos trabajos pequeños, pero después de esta temporada nos vamos a dedicar a escribir algo más largo.
-¿Qué problemas ha tenido que superar cuando realiza espectáculos musicales en Venezuela?
-El problema principal es la falta de espacios. Tener que transformar el Aula Magna en una sala de teatro (que no lo es) es una gran inversión de recursos y de tiempo. Ojala podamos tener pronto más espacios para hacer teatro. Nosotros estamos empeñados en conseguir r un espacio propio.
-¿Cuál es el musical, de los exhibidos hasta ahora, que más le satisface, tanto en lo profesional como en lo intimo?
-Definitivamente El violinista sobre el tejado, es el texto más bello, la historia más humana, más tierna. Unos personajes realmente profundos y enternecedores. Ojalá siempre tengamos el chance de repetir esta obra.
-¿Cuál es el próximo espectáculo musical que prepara? ¿Ha pensado instalarse en el extranjero?
-Nuestra próxima producción ya esta en marcha, pero no lo divulgaré hasta que tenga todos los mecanismos en mis manos. Instalarme en el exterior no es por ahora mi meta, pero si hemos pensado abrir puertas o escenarios en el exterior, como Bogotá, por ejemplo. Creo que es bueno empezar a abrir puentes con otros países.
-¿Es cierto que le pidieron una reposición de Jesucristo Superestrella?
-Casi siempre recibimos e-mails y llamadas pidiendo que lo hagamos. A nosotros nos encantaría volver a montarla, pero la carencia de salas adecuadas y la compleja agenda del Aula Magna complican un poco la situación.
-¿Y el Estado venezolano o los gobiernos regionales no le colaboran para la producción?
-No, en lo absoluto. Somos totalmente independientes de cualquier ente gubernamental. Tal vez por eso somos uno de los pocos grupos teatrales que no tienen bozal de arepa.
Quien muestre una comedia al estilo Broadway en Caracas tiene una audacia artística sin límites y una asombrosa visión humanista del crematístico negocio que hacen en Estados Unidos de América y el Reino Unido. Aquí difícilmente se recupera la inversión y mucho menos se lucra, ya que no hay espacios teatrales adecuados en lo técnico y con capacidad, ni disponibles para largas temporadas. El otro aspecto vital, como es el artístico, tiene que desafiar las trampas de todos los ancestrales subdesarrollos formativos, esa ausencia de escuelas rigurosas que en vez de frustrar a sus educandos los catapulte al estrellato, por lo que los elencos siempre llevan el amargo rótulo “Es lo que hay”.
Pero en Caracas –teniendo en cuenta las diferencias físicas y conceptuales con respecto a lo que se hace en Londres y Nueva York- las comedias musicales se logran por el tesón de un artista venezolano de 28 años, quien ha logrado integrar un equipo y llevar así a escena, durante los últimos años, a memorables montajes como Jesucristo Superestrella (2007), Los productores (2008) y El violinista sobre el tejado (2005 y 2006).
Ahora el caraqueño Michel Hausmann –su familia judía se salvó del Holocausto- junto a Yair Rosember dirigen y producen, respectivamente, la reposición de El violinista sobre el tejado, protagonizado por Armando Cabrera, Beatriz Valdés, Tania Sarabia y Cayito Aponte además de las actuaciones estelares de Luigi Sciamanna, Rolando Padilla, Jean Paúl Leroux, Gerardo Soto, Nathalia Martínez, Mariaca Semprún, Violeta Alemán, Victoria Nogueroles, y Gonzalo J. Camacho, acompañados por más de 40 artistas en escena, quienes hacen temporada en el Aula Magma de la Universidad Central de Venezuela.
El espectáculo además cuenta con la dirección musical y de orquesta de Salomón Lerner, con el vestuario de Evelyn Villegas, las coreografías de Luz Urdaneta, la escenografía de Edwin Erminy, la iluminación de Carolina Puig, además de un grupo valioso de aguerridos músicos.
Hausmann advierte que El violinista sobre el tejado fue su primer trabajo como director de musicales. “Desde entonces, monte Jesucristo Superestrella y Los productores. Este nuevo montaje o reposición de El violinista… viene de nuestra agrupación o empresa mucho más madura, en temas de musicales tanto en el aspecto técnico como artístico. Hemos aprendido, hemos creado a partir de los patrones foráneos. Nuestros artistas han puesto lo suyo. Además de los musicales, hemos montado Tócala de nuevo de Woody Allen, El favorito de dios de Neil Simon y el estreno de Los Navegaos del dramaturgo venezolano Isaac Chocrón”.
-¿Cómo financia sus espectáculos?
-Nuestra gasolina es casi exclusivamente la taquilla. Tenemos apoyo de empresas privadas, pero el 94% del financiamiento nuestro viene de la respuesta del público en la taquilla. Como otras empresas privadas nos financiamos mediante préstamos de los bancos.
-¿Tiene suficiente público como para recuperar las inversiones?
-Sí y hasta tener ganancias modestas. Nuestra meta siempre ha sido ofrecerle al público un espectáculo de altísima calidad y que la taquilla pague el costo de las obras. La verdad es que no es ninguna formula novedosa, es la formula de las grandes ciudades como Nueva York, Buenos Aires, Londres. Lo que pasa es que el teatro en Venezuela siempre ha estado asociado al subsidio de los grupos y eso por naturaleza le hace a los productores ponerle menos atención a la taquilla y más a las relaciones con el estado. Con nuestra empresa Palo de Agua no hacemos eso.
-¿Por qué hace musicales?
-Porque me encantan, me apasionan. Son un género realmente mágico. Las escenas aumentan el nivel de tensión hasta el momento que los actores irrumpen en canción. Es un género muy permisivo y de mucha complicidad con el público. Porque son arte teatral y no es fácil hacerlo bien.
-¿Cuándo se atreve con un musical venezolano?
-Pronto, mi amigo Salomón Lerner (el director musical de las obras y gran compositor) y yo fuimos este verano a Nueva York a participar en un curso sobre escribir musicales. Hemos hecho algunos trabajos pequeños, pero después de esta temporada nos vamos a dedicar a escribir algo más largo.
-¿Qué problemas ha tenido que superar cuando realiza espectáculos musicales en Venezuela?
-El problema principal es la falta de espacios. Tener que transformar el Aula Magna en una sala de teatro (que no lo es) es una gran inversión de recursos y de tiempo. Ojala podamos tener pronto más espacios para hacer teatro. Nosotros estamos empeñados en conseguir r un espacio propio.
-¿Cuál es el musical, de los exhibidos hasta ahora, que más le satisface, tanto en lo profesional como en lo intimo?
-Definitivamente El violinista sobre el tejado, es el texto más bello, la historia más humana, más tierna. Unos personajes realmente profundos y enternecedores. Ojalá siempre tengamos el chance de repetir esta obra.
-¿Cuál es el próximo espectáculo musical que prepara? ¿Ha pensado instalarse en el extranjero?
-Nuestra próxima producción ya esta en marcha, pero no lo divulgaré hasta que tenga todos los mecanismos en mis manos. Instalarme en el exterior no es por ahora mi meta, pero si hemos pensado abrir puertas o escenarios en el exterior, como Bogotá, por ejemplo. Creo que es bueno empezar a abrir puentes con otros países.
-¿Es cierto que le pidieron una reposición de Jesucristo Superestrella?
-Casi siempre recibimos e-mails y llamadas pidiendo que lo hagamos. A nosotros nos encantaría volver a montarla, pero la carencia de salas adecuadas y la compleja agenda del Aula Magna complican un poco la situación.
-¿Y el Estado venezolano o los gobiernos regionales no le colaboran para la producción?
-No, en lo absoluto. Somos totalmente independientes de cualquier ente gubernamental. Tal vez por eso somos uno de los pocos grupos teatrales que no tienen bozal de arepa.
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