Cuentan los especialistas en bebidas espirituosas y otros derivados, que al coctail con ron Bacardí y Coca Cola, además de un tanto de jugo de limón y unas pocas gotas del venezolano Amargo de Angostura, con unos cuantos cubitos de hielo, lo bautizaron como Cuba Libre, por una abierta connotación política de sus creadores -españoles, estadounidenses y cubanos, entre otros-,durante los crispados años finales del siglo XIX e inicios del XX.
Tal refinamiento “bebestible” para brindar por la paz, por la vida y por el amor, también se hizo popular en Venezuela, un país muy abierto a las modas foráneas, como el béisbol y el whiskey, entre otras, y es por ello y muchas cosas más que en sus bares, o botiquines, especialmente, los caraqueños, tal brebaje etílico se expendía a 2,50 bolívares (de los viejos, por supuesto), ante lo cual el dramaturgo Ibrahim Guerra (Caracas, 1944) bautizó como A 2,50 la Cuba Libre, su desopilante pieza.
Pero Guerra, intelectual con obra propia y quien nunca evade las explicaciones ni las aclaratorias cuando se las solicitan, en una esquela electrónica nos ha afirmado que su Cuba Libre como nombre del coctail de ron con Coca Cola y limón tiene connotaciones de diferentes índoles, sobre todo políticas, pero originalmente su obra no habla de eso de manera directa, sino que alude directamente a la indefensión y desamparo en el que se encuentran las mujeres de su universo. “Yo no pensé en eso cuando se lo puse a mi pieza, de hecho, no pensé nunca que sería de alguna manera política. En mi época de estudiante de ingeniería en la Universidad Central de Venezuela, durante la década de los sesenta, yo frecuentaba al Bar Yaracuy, en Los Chaguaramos, para jugar dominó y descargar con mis compañeros. Todos tomábamos cerveza, que costaba un bolívar la botella, y, a veces, una Cuba Libre, un poco más cara, a 2,50 bolívares. Mi pieza teatral es de botiquín y debe representarse en uno de ellos o en un espacio que lo parezca. Todo en ella debe ser propio de este insólito lugar de esparcimiento etílico, lamentablemente, en vías de extinción. A él solo acudían hombres y eran atendidos por mujeres, quienes, aparte de limpiar mesas y servir los tragos, a veces oían a los parroquianos las historias sobre sus mujeres, pero, en otras ocasiones, ellas también hablaban de sus hombres, y, sobre todo, de sus hijos. A 2,50 la Cuba Libre encierra todo ese mundo patético de nuestra realidad latinoamericana, fundamentada en amores frustrados, soledades compartidas y mujeres abandonadas a la suerte de Dios, prisioneras en un mundo, supuestamente, libre”.
Hecha esta introducción, tenemos que afirmar que mucha sangre y lágrimas auténticas no dejan de fluir en botiquines, cantinas, lupanares y otros antros caraqueños, precisamente, desde la temporada teatral 1981, cuando el director y autor Ibrahím Guerra estrenó en la Sala Rajatabla su espectáculo híper realista A 2,50 la Cuba Libre. Montaje teatral con cinco prostitutas convertidas en objetos de los deseos de espectadores-amantes tarifados, a quienes, a lo largo de unos 60 largos minutos, divierten o entretienen con las evocaciones de sus respectivas nostalgias, y algo más, mientras hacen singulares estreteases psicológicos en el bar El Acuario, que ahora, en este 2009, es el Teatro Bar, de la calle Orinoco, en Las Mercedes.
A 2,50 la Cuba Libre es uno de los más inteligentes y audaces experimentos de las artes escénicas venezolanas, durante las ultimas tres décadas, el cual consiste en recrear un bar dentro un espacio teatral y exhibir, ante unas 150 personas, una noche de parrada con cinco meretrices cuyo apodos radiografían a sus dueñas: La Sabrosa, La Guevona, La Enrollada, Blanca Rosa y La Caimana. Damiselas que atrapan al espectador para hacerlo partícipe de sus respectivos mundos y dejarlo manosear unas existencias cargadas de carencias, miserias, deseos, sueños, amores y desencuentros; todo un sinfín de múltiples frustraciones existenciales.
Se trata de un agresivo acto teatral con cinco monólogos y sus coros, donde desenfadas actrices, acompañándose con música de despecho, encarnan a mesoneras o ficheras que revelan angustias y miserias, nacidas o fomentadas dentro de una sociedad machista y falócrata que exige o permite la prostitución para diversión de sus machos o iniciación de sus padrotes emergentes. ¿El fin justifica los medios?
En esta reposición de A 2,50 la Cuba Libre, lograda con pulcra y cómplice dirección de Luis Fernández y la esmerada producción de Mimi Lazo, participan las reconocidas actrices, Alba Roversi, Nohely Arteaga, Lourdes Valera, Sonia Villamizar, Rosalinda Serfaty, Mayra Alejandra, Sindy Lazo, Beatriz Valdés, Elaiza Gil, Mirela Mendoza y Erika Santiago, entre otras. Ellas se entregan con todo su histrionismo a encarnar a esas hetairas, pero aquí resaltamos en especial a Elaiza, Lourdes y Sonia, quienes no temen a la sobreactuación porque nunca alcanzan los límites patéticos de sus personajes, ellas también son féminas sufren y tanto como sus sosias teatrales, porque son victimas de la misma sociedad. ¡Pero eso es tema para otra obra teatral…guerrera además!
Ibrahím Guerra no hace sociología ni cosa parecida. Utiliza, ejemplarmente, al teatro para interpretar y revelar una realidad siempre superior a la ficción en ese hipotético bar El Acuario. Su trabajo ha sido poetizar una historia teatral, inspirado en situaciones reales y concretas tan sórdidas que pueden parecer inverosímiles. Román Chalbaud, Rodolfo Santana y hasta Gustavo Ott también abordaron la problemática de las mujeres convertidas en objetos y crearon piezas con éxito de audiencia, porque siempre la temática femenina será atractiva, ya que sin ellas la especie no tendría vida.
¡Por supuesto que la condición social mujeril en el siglo XXI y en Venezuela ha evolucionado para su beneficio, pero todavía queda mucha prostitución… y no solo de ellas…lamentablemente la Cuba Libre ya no se expende a ese precio!
Pero Guerra, intelectual con obra propia y quien nunca evade las explicaciones ni las aclaratorias cuando se las solicitan, en una esquela electrónica nos ha afirmado que su Cuba Libre como nombre del coctail de ron con Coca Cola y limón tiene connotaciones de diferentes índoles, sobre todo políticas, pero originalmente su obra no habla de eso de manera directa, sino que alude directamente a la indefensión y desamparo en el que se encuentran las mujeres de su universo. “Yo no pensé en eso cuando se lo puse a mi pieza, de hecho, no pensé nunca que sería de alguna manera política. En mi época de estudiante de ingeniería en la Universidad Central de Venezuela, durante la década de los sesenta, yo frecuentaba al Bar Yaracuy, en Los Chaguaramos, para jugar dominó y descargar con mis compañeros. Todos tomábamos cerveza, que costaba un bolívar la botella, y, a veces, una Cuba Libre, un poco más cara, a 2,50 bolívares. Mi pieza teatral es de botiquín y debe representarse en uno de ellos o en un espacio que lo parezca. Todo en ella debe ser propio de este insólito lugar de esparcimiento etílico, lamentablemente, en vías de extinción. A él solo acudían hombres y eran atendidos por mujeres, quienes, aparte de limpiar mesas y servir los tragos, a veces oían a los parroquianos las historias sobre sus mujeres, pero, en otras ocasiones, ellas también hablaban de sus hombres, y, sobre todo, de sus hijos. A 2,50 la Cuba Libre encierra todo ese mundo patético de nuestra realidad latinoamericana, fundamentada en amores frustrados, soledades compartidas y mujeres abandonadas a la suerte de Dios, prisioneras en un mundo, supuestamente, libre”.
Hecha esta introducción, tenemos que afirmar que mucha sangre y lágrimas auténticas no dejan de fluir en botiquines, cantinas, lupanares y otros antros caraqueños, precisamente, desde la temporada teatral 1981, cuando el director y autor Ibrahím Guerra estrenó en la Sala Rajatabla su espectáculo híper realista A 2,50 la Cuba Libre. Montaje teatral con cinco prostitutas convertidas en objetos de los deseos de espectadores-amantes tarifados, a quienes, a lo largo de unos 60 largos minutos, divierten o entretienen con las evocaciones de sus respectivas nostalgias, y algo más, mientras hacen singulares estreteases psicológicos en el bar El Acuario, que ahora, en este 2009, es el Teatro Bar, de la calle Orinoco, en Las Mercedes.
A 2,50 la Cuba Libre es uno de los más inteligentes y audaces experimentos de las artes escénicas venezolanas, durante las ultimas tres décadas, el cual consiste en recrear un bar dentro un espacio teatral y exhibir, ante unas 150 personas, una noche de parrada con cinco meretrices cuyo apodos radiografían a sus dueñas: La Sabrosa, La Guevona, La Enrollada, Blanca Rosa y La Caimana. Damiselas que atrapan al espectador para hacerlo partícipe de sus respectivos mundos y dejarlo manosear unas existencias cargadas de carencias, miserias, deseos, sueños, amores y desencuentros; todo un sinfín de múltiples frustraciones existenciales.
Se trata de un agresivo acto teatral con cinco monólogos y sus coros, donde desenfadas actrices, acompañándose con música de despecho, encarnan a mesoneras o ficheras que revelan angustias y miserias, nacidas o fomentadas dentro de una sociedad machista y falócrata que exige o permite la prostitución para diversión de sus machos o iniciación de sus padrotes emergentes. ¿El fin justifica los medios?
En esta reposición de A 2,50 la Cuba Libre, lograda con pulcra y cómplice dirección de Luis Fernández y la esmerada producción de Mimi Lazo, participan las reconocidas actrices, Alba Roversi, Nohely Arteaga, Lourdes Valera, Sonia Villamizar, Rosalinda Serfaty, Mayra Alejandra, Sindy Lazo, Beatriz Valdés, Elaiza Gil, Mirela Mendoza y Erika Santiago, entre otras. Ellas se entregan con todo su histrionismo a encarnar a esas hetairas, pero aquí resaltamos en especial a Elaiza, Lourdes y Sonia, quienes no temen a la sobreactuación porque nunca alcanzan los límites patéticos de sus personajes, ellas también son féminas sufren y tanto como sus sosias teatrales, porque son victimas de la misma sociedad. ¡Pero eso es tema para otra obra teatral…guerrera además!
Ibrahím Guerra no hace sociología ni cosa parecida. Utiliza, ejemplarmente, al teatro para interpretar y revelar una realidad siempre superior a la ficción en ese hipotético bar El Acuario. Su trabajo ha sido poetizar una historia teatral, inspirado en situaciones reales y concretas tan sórdidas que pueden parecer inverosímiles. Román Chalbaud, Rodolfo Santana y hasta Gustavo Ott también abordaron la problemática de las mujeres convertidas en objetos y crearon piezas con éxito de audiencia, porque siempre la temática femenina será atractiva, ya que sin ellas la especie no tendría vida.
¡Por supuesto que la condición social mujeril en el siglo XXI y en Venezuela ha evolucionado para su beneficio, pero todavía queda mucha prostitución… y no solo de ellas…lamentablemente la Cuba Libre ya no se expende a ese precio!
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