Desde los años 60, del siglo XX, el Teatro Chacaíto, comandado casi siempre por Jorge Bulgaris, se convirtió en poderosa empresa dedicada a la producción y exhibición de comedias utilizando a reconocidas figuras de la televisión y sin utilizar subsidios o subvenciones estatales. Ahora, en las postrimerías de la primera década de la centuria 21, la misma institución, por iniciativa del teatrero Manuel Bastos, ha optado por abrirse a otro genero teatral, pero de manera experimental y solamente durante un día de la semana, el miércoles, por ahora.
“El miércoles cultural”, como se denomina a este proyecto chacaitesco, arranca el próximo 4 de noviembre con la pieza Las puntas del triángulo, de Cesar Rojas, puesta en escena por Gigi Kurz y con la participación de los jóvenes actores Dayana Castillo, Joseph Rivero, Lorelys Carolina Urbina , Luis Miguel Sánchez y Jesús Gómez. Todos bajo la producción general de Juan Carlos Gómez y con las coreografías de Lorelys Carolina Urbina.
Las puntas del triángulo es la historia de tres amigos que conviven en un apartamento de una ciudad: Junior, Laura y Francisco. Ellos han llegado a conformar una relación que va más allá de la amistad. Juntos conforman “las puntas del triángulo”, tres vidas entrelazadas de vicios, placeres y dependencias. Elvira, madre de Junior, regresará a recuperar lo que ha perdido: su casa y su hijo, pero no contará con la sorpresa que le aguarda. Junior tendrá que decidir entre complacer su madre o romper las puntas del triángulo aunque esto sería acabar con su propia vida. Laura y Francisco insistirán en quedarse pues se resisten a romper con el placer que les produce esa frívola y cálida dependencia que les da ser parte de “las puntas del triángulo”.
El autor César Rojas (caraqueño de 48 años) comenta que desde 1984, no he parado de escribir, “con la satisfacción que cada uno de mis textos que no son simples mercancías comerciales para reírse un rato y ya, sino que han sido motivo de mi reflexión y mis preocupaciones por las miserias de mi tiempo, siempre han tenido su repercusión y sus respuestas unas veces positivas, otras menos positivas, pero siempre han generado su inquietud en el espectador y han puesto el dedo en la llaga para que no nos olvidemos de los errores que hemos cometido”.
-¿Cuántas piezas ha escrito?
-He escrito más de 60 obras de las cuales he puesto en escena aproximadamente 15, en Venezuela. En Buenos Aires, en la salas Beckett y La Ranchería, se estrenaron y re estrenaron durante este año, Menguada la Hora y El Regreso, con gran asistencia de publico; también me han ofrecido montar Como en las películas de Hollywood en Londres. En Escocia se tradujo y se está haciendo Menguada la hora en radionovela, para montarle el año próximo en el teatro Orange; mientras que desde Australia me pidieron Las puntas del triángulo para montarla para ayudar a la causa de ayuda de la gente con HIV.
-¿Qué ha pasado con Las puntas del triángulo?
-Es una de esas piezas que demuestran que el dramaturgo una vez que ha escrito su obra ya no es responsable de la lectura que el público hace de la pieza, porque yo escribí ese texto antes de que apareciera públicamente el Sida como un pandemónium, pandemia que en un primer momento cuestionó nuevamente el respeto por la naturaleza y la sexualidad humana; y ahora -tengo la impresión- muchas de las agrupaciones que me la solicitan desde el exterior es para hablar, además del fracaso de la familia compuesta de papá, mamá e hijos, como única manera reconocida y respetada dentro de la sociedad, para dar paso a otra forma de organizar núcleos humanos que ahora también son reconocidos como familia, para hablar de lo que aparentemente le pasa a Francisco y que está ilustrado en el monólogo que yo escribí para reflejar la insatisfacción de los artistas de la escena en un país como el nuestro y se ha convertido en una especia de himno a lo que siente un enfermo al que le aqueja ese mal
“Las puntas del triángulo la escribí en el año 85 y se estrenó en la Sala Rajatabla el 26 de septiembre de 1990, producida por el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, encabezado por Vidal Hernández, bajo mi dirección y con este elenco: Júnior: José Romero, Laura: Linsabel Noguera, Francisco: Ricardo Sánchez y Elvira: Ingrid Muñoz.
-¿Qué pasó?
-Con cada una de mis piezas ha pasado muchas cosas, sobre todo porque yo siempre pienso que, como dramaturgo que soy, una pieza no es final de nada, sino continuación de este proceso que pudiera señalar como dialéctico, en el que un artista va montando y probando y calibrando y eso nunca termina sino que vas eligiendo lo que te gusta a ti y lo que has comprobado que le gusta al público y además de darte placer estético lo puedes dejar como legado a las próximas generaciones, porque eres un representante de una época que todos parecen tapar con un dedo.
“En su momento fue un escándalo, era el final de los ochenta y hablar con tal desenfado del sexo a tres era complicado. Pero como todos tenemos una Elvira en casa, el monólogo de la poceta hacía que mis amigos vinieran solos y luego trajeran a sus madres y las amas de casa y las damas aplaudieran con desenfado y hasta gritaran ¡Viva la mierda!... Y luego lloraran cuando Francisco decía que no quería estar muerto, porque al parecer, ese personaje que no fue escrito en tiempos de sida, era un enfermo del mal… y yo juro que no sabia por qué, pero los amigos que lloraban con ese monólogo, todos están muertos ahora”.
-¿Considera que tiene vigencia este texto?
-Es un texto que yo creé desde mi rebeldía juvenil y mi negativa activa a sujetarme a ningún canon de discriminación ante los diferentes o no aceptados, impuesto por la sociedad; en el que invitaba a respetar plenamente a la naturaleza humana en todas sus aristas y mostraba qué sucedía cuando no se respeta, porque la relación se rompe ante la presencia de Elvira, y Júnior nunca deja de recordarla con nostalgia a Francisco ni a Laura. Para mí fue y ha seguido siendo como un experimento.
“Al principio, como siempre, no todos entendieron qué era lo que decía, se confundían; creían que era una apología al pene, con un lenguaje demasiado naif heredado de la mala televisión que se hace en el país o algo parecido, pero como yo apuesto a la historia… y no al éxito inmediato y transitorio, esperé y el tiempo me ha dado la razón y ahora esta es una de mis piezas más montadas, porque la juventud se siente muy identificada con la rebeldía y el desenfado sexual que se destila en la pieza”.
“Aquí están en la escena estos jóvenes atrevidos, que amo, porque se han metido en la responsabilidad de hablar de estos temas desde un escenario que tradicionalmente ha sido reconocido por su posición comercial y el cual ha sobrevivido de espaldas de un teatro de conceptos y de ideas… pero esta iniciativa de Manuel Bastos pudiera ser el punto de inicio de una alternativa para el joven teatrero nacional, ante la carencia de instituciones que sí piensen en el artistas y no se confundan y le den una mano concreta al creador nacional”.
-¿Qué ha pasado con tu teatro?
-Está haciéndose cada día con más dedicación y entrega; y ahora lo comparto con el placer que me da brindar mi experiencia y mi talento a las nuevas generaciones en la aulas de las universidades y del pedagógico donde enseño dramaturgia, dirección, o acerco al joven a la estética desde el teatro y no desde el vanidoso e impenetrable –para algunos- lenguaje de los filósofos; y enseño las estructuras dramáticas que bien he aprendido mientras he ido cultivando el placer por la dramaturgia y lo útil que son para ingresar al mercado de trabajo de los medios de comunicación; o los enseño a componer personajes y perfilarlos dentro de las propuestas contemporáneas, porque nací en el teatro, he vivido en el teatro desempeñándome como actor, escritor, asistente, regidor de la CNT en su época de oro, asistente de Carlos Giménez, directivo del CDNT, productor (labor que no me gusta porque me hace perder mucho tiempo mientras puedo estar ideando mejorar mi puesta en escena) y ahora me siento en capacidad de compartir mis conocimientos como profesor, mucho más en este momento en el que no quiero que se diga de mí que monto piezas como churros, porque tengo muchas piezas en cartelera, sino que cada pieza que monto desde mi dirección es una joya de arte que bien merece el tiempo necesario para su elaboración, pues pienso que del apuro sólo queda el cansancio. Debo admitir que la ausencia de casa productoras que le ofrezcan al director y al artista de la escena la posibilidad de crear, sin ir a la risa segura y al chiste fácil, sino que se arroje a la experimentación para buscar la madurez de un lenguaje no existe, nos ayudaría mucho y haría crecer al creador nacional sin la inquietud económica que nos embarga en cada producción… pero ese es harina de otro costal
-¿Hay nuevos textos o próximos montajes?
-Si, siempre hay nuevos textos… yo no puedo dejar de escribir… y próximos montajes, sobre todo ahora que me estoy acercando no sólo como dramaturgo o director, sino como docente y he encontrado muchos temas que me interesan y donde se desocultan –como diría el conocido filósofo- ciertas verdades que nos han dado forma a nuestro perfil como la presencia de los Welser (O Bélsares) durante más de 20 años en el país; la desaparición del cadáver del Libertador durante 12 años y nadie supo dónde estuvo; o mi intención de cambiar la imagen sobre el mal llamado Tirano Aguirre, una víctima del destino y su tiempo, que no hizo más que ayudar a consolidar un imperio que luego lo eliminó como una escoria porque no sabía qué hacer con él, ya que es una historia que nos pertenece, porque el tirano murió aquí y sus restos fueron distribuidos por el territorio nacional para atemorizar y para que sirviera de ejemplo a los estúpidos colonizadores, como quería hacer Páez con el cuerpo de Bolívar. Además quiero hacer un cortometraje sobre una pareja gay que sufre el impacto de la muerte de uno de los dos y su familia tira al otro en la calle y le deja el horizonte como herencia, como pasa en muchos casos… Proyectos en mi vida siempre hay porque son la razón de mi vida. Y ver como mis piezas, como Las puntas del triángulo, ahora van solas caminando por el mundo me satisfacen y me llena de mucho orgullo, sobre todo porque la pelea con las entidades que se han puesto de espalda a mi generación fracasaron al intentar callarme.
“El miércoles cultural”, como se denomina a este proyecto chacaitesco, arranca el próximo 4 de noviembre con la pieza Las puntas del triángulo, de Cesar Rojas, puesta en escena por Gigi Kurz y con la participación de los jóvenes actores Dayana Castillo, Joseph Rivero, Lorelys Carolina Urbina , Luis Miguel Sánchez y Jesús Gómez. Todos bajo la producción general de Juan Carlos Gómez y con las coreografías de Lorelys Carolina Urbina.
Las puntas del triángulo es la historia de tres amigos que conviven en un apartamento de una ciudad: Junior, Laura y Francisco. Ellos han llegado a conformar una relación que va más allá de la amistad. Juntos conforman “las puntas del triángulo”, tres vidas entrelazadas de vicios, placeres y dependencias. Elvira, madre de Junior, regresará a recuperar lo que ha perdido: su casa y su hijo, pero no contará con la sorpresa que le aguarda. Junior tendrá que decidir entre complacer su madre o romper las puntas del triángulo aunque esto sería acabar con su propia vida. Laura y Francisco insistirán en quedarse pues se resisten a romper con el placer que les produce esa frívola y cálida dependencia que les da ser parte de “las puntas del triángulo”.
El autor César Rojas (caraqueño de 48 años) comenta que desde 1984, no he parado de escribir, “con la satisfacción que cada uno de mis textos que no son simples mercancías comerciales para reírse un rato y ya, sino que han sido motivo de mi reflexión y mis preocupaciones por las miserias de mi tiempo, siempre han tenido su repercusión y sus respuestas unas veces positivas, otras menos positivas, pero siempre han generado su inquietud en el espectador y han puesto el dedo en la llaga para que no nos olvidemos de los errores que hemos cometido”.
-¿Cuántas piezas ha escrito?
-He escrito más de 60 obras de las cuales he puesto en escena aproximadamente 15, en Venezuela. En Buenos Aires, en la salas Beckett y La Ranchería, se estrenaron y re estrenaron durante este año, Menguada la Hora y El Regreso, con gran asistencia de publico; también me han ofrecido montar Como en las películas de Hollywood en Londres. En Escocia se tradujo y se está haciendo Menguada la hora en radionovela, para montarle el año próximo en el teatro Orange; mientras que desde Australia me pidieron Las puntas del triángulo para montarla para ayudar a la causa de ayuda de la gente con HIV.
-¿Qué ha pasado con Las puntas del triángulo?
-Es una de esas piezas que demuestran que el dramaturgo una vez que ha escrito su obra ya no es responsable de la lectura que el público hace de la pieza, porque yo escribí ese texto antes de que apareciera públicamente el Sida como un pandemónium, pandemia que en un primer momento cuestionó nuevamente el respeto por la naturaleza y la sexualidad humana; y ahora -tengo la impresión- muchas de las agrupaciones que me la solicitan desde el exterior es para hablar, además del fracaso de la familia compuesta de papá, mamá e hijos, como única manera reconocida y respetada dentro de la sociedad, para dar paso a otra forma de organizar núcleos humanos que ahora también son reconocidos como familia, para hablar de lo que aparentemente le pasa a Francisco y que está ilustrado en el monólogo que yo escribí para reflejar la insatisfacción de los artistas de la escena en un país como el nuestro y se ha convertido en una especia de himno a lo que siente un enfermo al que le aqueja ese mal
“Las puntas del triángulo la escribí en el año 85 y se estrenó en la Sala Rajatabla el 26 de septiembre de 1990, producida por el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, encabezado por Vidal Hernández, bajo mi dirección y con este elenco: Júnior: José Romero, Laura: Linsabel Noguera, Francisco: Ricardo Sánchez y Elvira: Ingrid Muñoz.
-¿Qué pasó?
-Con cada una de mis piezas ha pasado muchas cosas, sobre todo porque yo siempre pienso que, como dramaturgo que soy, una pieza no es final de nada, sino continuación de este proceso que pudiera señalar como dialéctico, en el que un artista va montando y probando y calibrando y eso nunca termina sino que vas eligiendo lo que te gusta a ti y lo que has comprobado que le gusta al público y además de darte placer estético lo puedes dejar como legado a las próximas generaciones, porque eres un representante de una época que todos parecen tapar con un dedo.
“En su momento fue un escándalo, era el final de los ochenta y hablar con tal desenfado del sexo a tres era complicado. Pero como todos tenemos una Elvira en casa, el monólogo de la poceta hacía que mis amigos vinieran solos y luego trajeran a sus madres y las amas de casa y las damas aplaudieran con desenfado y hasta gritaran ¡Viva la mierda!... Y luego lloraran cuando Francisco decía que no quería estar muerto, porque al parecer, ese personaje que no fue escrito en tiempos de sida, era un enfermo del mal… y yo juro que no sabia por qué, pero los amigos que lloraban con ese monólogo, todos están muertos ahora”.
-¿Considera que tiene vigencia este texto?
-Es un texto que yo creé desde mi rebeldía juvenil y mi negativa activa a sujetarme a ningún canon de discriminación ante los diferentes o no aceptados, impuesto por la sociedad; en el que invitaba a respetar plenamente a la naturaleza humana en todas sus aristas y mostraba qué sucedía cuando no se respeta, porque la relación se rompe ante la presencia de Elvira, y Júnior nunca deja de recordarla con nostalgia a Francisco ni a Laura. Para mí fue y ha seguido siendo como un experimento.
“Al principio, como siempre, no todos entendieron qué era lo que decía, se confundían; creían que era una apología al pene, con un lenguaje demasiado naif heredado de la mala televisión que se hace en el país o algo parecido, pero como yo apuesto a la historia… y no al éxito inmediato y transitorio, esperé y el tiempo me ha dado la razón y ahora esta es una de mis piezas más montadas, porque la juventud se siente muy identificada con la rebeldía y el desenfado sexual que se destila en la pieza”.
“Aquí están en la escena estos jóvenes atrevidos, que amo, porque se han metido en la responsabilidad de hablar de estos temas desde un escenario que tradicionalmente ha sido reconocido por su posición comercial y el cual ha sobrevivido de espaldas de un teatro de conceptos y de ideas… pero esta iniciativa de Manuel Bastos pudiera ser el punto de inicio de una alternativa para el joven teatrero nacional, ante la carencia de instituciones que sí piensen en el artistas y no se confundan y le den una mano concreta al creador nacional”.
-¿Qué ha pasado con tu teatro?
-Está haciéndose cada día con más dedicación y entrega; y ahora lo comparto con el placer que me da brindar mi experiencia y mi talento a las nuevas generaciones en la aulas de las universidades y del pedagógico donde enseño dramaturgia, dirección, o acerco al joven a la estética desde el teatro y no desde el vanidoso e impenetrable –para algunos- lenguaje de los filósofos; y enseño las estructuras dramáticas que bien he aprendido mientras he ido cultivando el placer por la dramaturgia y lo útil que son para ingresar al mercado de trabajo de los medios de comunicación; o los enseño a componer personajes y perfilarlos dentro de las propuestas contemporáneas, porque nací en el teatro, he vivido en el teatro desempeñándome como actor, escritor, asistente, regidor de la CNT en su época de oro, asistente de Carlos Giménez, directivo del CDNT, productor (labor que no me gusta porque me hace perder mucho tiempo mientras puedo estar ideando mejorar mi puesta en escena) y ahora me siento en capacidad de compartir mis conocimientos como profesor, mucho más en este momento en el que no quiero que se diga de mí que monto piezas como churros, porque tengo muchas piezas en cartelera, sino que cada pieza que monto desde mi dirección es una joya de arte que bien merece el tiempo necesario para su elaboración, pues pienso que del apuro sólo queda el cansancio. Debo admitir que la ausencia de casa productoras que le ofrezcan al director y al artista de la escena la posibilidad de crear, sin ir a la risa segura y al chiste fácil, sino que se arroje a la experimentación para buscar la madurez de un lenguaje no existe, nos ayudaría mucho y haría crecer al creador nacional sin la inquietud económica que nos embarga en cada producción… pero ese es harina de otro costal
-¿Hay nuevos textos o próximos montajes?
-Si, siempre hay nuevos textos… yo no puedo dejar de escribir… y próximos montajes, sobre todo ahora que me estoy acercando no sólo como dramaturgo o director, sino como docente y he encontrado muchos temas que me interesan y donde se desocultan –como diría el conocido filósofo- ciertas verdades que nos han dado forma a nuestro perfil como la presencia de los Welser (O Bélsares) durante más de 20 años en el país; la desaparición del cadáver del Libertador durante 12 años y nadie supo dónde estuvo; o mi intención de cambiar la imagen sobre el mal llamado Tirano Aguirre, una víctima del destino y su tiempo, que no hizo más que ayudar a consolidar un imperio que luego lo eliminó como una escoria porque no sabía qué hacer con él, ya que es una historia que nos pertenece, porque el tirano murió aquí y sus restos fueron distribuidos por el territorio nacional para atemorizar y para que sirviera de ejemplo a los estúpidos colonizadores, como quería hacer Páez con el cuerpo de Bolívar. Además quiero hacer un cortometraje sobre una pareja gay que sufre el impacto de la muerte de uno de los dos y su familia tira al otro en la calle y le deja el horizonte como herencia, como pasa en muchos casos… Proyectos en mi vida siempre hay porque son la razón de mi vida. Y ver como mis piezas, como Las puntas del triángulo, ahora van solas caminando por el mundo me satisfacen y me llena de mucho orgullo, sobre todo porque la pelea con las entidades que se han puesto de espalda a mi generación fracasaron al intentar callarme.
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